sábado, 21 de febrero de 2009

El negacionismo de la crisis capitalista.

Los matones del capitalismo

Alberto Adrianzén Merino (Sociòlogo)

De un tiempo a esta parte, la agresividad de los voceros del neoliberalismo ha ido en aumento. Este estilo de insultar al adversario se ha hecho una costumbre al momento de polemizar con la izquierda. Para este sector, los izquierdistas que no comulgan con las ruedas de molino del neoliberalismo, son “vegetarianos”, “carnívoros” e “idiotas”. Incluso, intelectuales como Joseph Stiglitz, Premio Nobel de Economía hace unos años y crítico de esta propuesta, se convierte, gracias a una atorrancia que linda con el ridículo y la huachafería, en el “Popy Olivera de la economía mundial”. Sin embargo, esta agresividad lo que muestra es la falta total de argumentos y la poca o nula seriedad al momento de polemizar. Y es que, en realidad, a estos voceros no les importa debatir sino más bien liquidar a todos aquellos que piensan distinto. Se trata, por lo tanto, de descalificar al “rival”, no de convencer.

Con gran desparpajo dicen que la reciente recesión mundial no se debe al capitalismo en sí mismo sino más bien a la “inconmensurable lenidad y torpeza de los funcionarios del gobierno y políticos…”. Incluso se preguntan, casi antiimperialistamente, “¿qué diablos tendrá que ver el liberalismo con los entuertos del capitalismo mercantilista aplicado en los EEUU por el nefasto George Bush?” (Juan Carlos Tafur, Perú 21, 15/02/09). Valientes al momento de la crisis pero calladitos y sumisos en los tiempos de bonanza neoliberal.

Sin embargo, la explicación que hoy esgrimen estos voceros respecto a que la crisis de la economía mundial se debe a la falta de regulación del Estado es, además de vieja, oportunista. Paul Krugman, economista y también Nobel, dice lo siguiente: “A principios de la década de 1960, Friedman había completado casi su regreso al fundamentalismo del libre mercado, proclamando que la Gran Depresión (se refiere a la crisis del 29) no vino del mal funcionamiento de los mercados sino del gobierno, y recurriendo (para) tal fin a argumentos que resultaban resbaladizos y que, yo diría, rayaban en la deshonestidad académica”(Después de Bush, p.133).

En 1964, señala Krugman, Friedman apoyará activamente la candidatura del ultra conservador, racista y crítico del New Deal, Barry Goldwater (años después cambiaría de posición) quien sostenía en ese tiempo: “Me interesa poco racionalizar el gobierno o hacerlo más eficaz, porque lo que me propongo es reducirlo. No pienso promover el bienestar social, porque lo que me propongo es extender la libertad”. En 1980, otro conservador, Ronald Reagan, lanzará un grito similar: “El gobierno no es la solución sino el problema”. Todo ello era congruente con la idea de Hayek de que las crisis económicas se debían a la intervención del Estado.

Para Hayek, como recuerda Daniel Bell, toda política que reforzara la función del Estado negaba el liberalismo. Y es que en realidad lo que no se quiere decir y sí más bien ocultar, es que esa falta de regulación que fue promovida por los propios capitalistas para hacerse más ricos (el lobby para desregular la economía costó más de US$ 300 millones en el Congreso norteamericano) mostró que un capitalismo sin regulación o autorregulado (incluyo al mercado) nos lleva no solo a la codicia, al dinero fácil y al delito sino sobre todo a la crisis, como hoy sucede.

Por eso se comportan como los viejos izquierdistas que decían, luego de la caída del Muro de Berlín y del desplome de la Unión Soviética, que no había crisis del socialismo porque no era socialismo lo que existía en esos países. Hoy los neoliberales niegan la crisis del capitalismo con argumentos similares, “olvidándose” de que así como existía un “socialismo realmente existente”, también hay un “capitalismo realmente existente”. Por eso, negar la crisis de este “capitalismo realmente existente” es la mejor demostración de que el pensamiento neoliberal vive una crisis terminal, como la vivida, luego de la caída del Muro Berlín, por esa vieja y ahora fantasmal izquierda.

Hoy algunos voceros del pensamiento neoliberal criollo, en lugar de guardar un silencio reflexivo y prudente, optan más bien por explicaciones francamente ridículas y hasta cómicas. Su matonería retórica es sinónimo de que nada nuevo pueden decir. Son los nuevos personajes pintorescos de la economía mundial. Y si bien se parecen a los viejos izquierdistas en cuanto a su incapacidad por reconocer lo nuevo (por eso una parte de ella devino en arcaica), los diferencia un punto sustantivo: los neoliberales luchan por un mejor mundo para los ricos, mientras que los izquierdistas, así lo creo aún, para todos. Por eso, la crisis del socialismo real fue una tragedia para muchos, mientras que la del neoliberalismo lo es apenas para unos cuantos.
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Fuente: Diario La Repùblica. 21/02/09

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