domingo, 9 de noviembre de 2008

BARACK OBAMA. ECONOMÍA Y CONTEXTO POLÍTICO

Limitaciones y desafíos del nuevo presidente de EEUU

Humberto Campodónico (Economista)

(Desde Big Timber, Montana, EEUU).

Es claro que los retos y desafíos para el ganador de las ultimas elecciones estadounidenses solo se comparan a los que tuvo que encarar Franklin D. Roosevelt hace más de 70 años. EEUU enfrenta la más grande crisis financiera desde la Gran Depresión, así como la recesión económica más grave desde la II Guerra Mundial (ojo, recién está comenzando) que amenaza con un enorme tsunami de quiebras en el sector productivo.

La opinión generalizada es que se necesita un nuevo Contrato Social, entendido como una nueva forma de entrelazar las relaciones económicas, políticas y sociales. A mediados de los 80, Reagan comenzó el desmantelamiento del Estado de Bienestar creado por Roosevelt en los años 30, caracterizado por la creación de la Seguridad Social, pensión para todos los jubilados, ayuda para los pobres y una fuerte regulación a la industria y la banca (se creó el seguro para los depósitos bancarios y se separó la banca "normal" de la banca de inversión especuladora).

Volver a poner el péndulo al medio en EEUU no va a ser fácil. A pesar del fracaso total de las políticas del libre mercado (algunos provocadores hipócritas siguen diciendo que el Estado es el culpable), el poder financiero y económico sigue en sus puestos y lucha denodadamente para no perder sus privilegios. ¿Podrá Obama combatir al capitalismo de "amigotes"? Muchos lo dudan, pues afirman que una buena parte de los fondos de su campaña provienen de las grandes empresas. Pero, ciertamente, está mejor calificado que McCain, que forma parte de los "amigotes".

Mucha agua ha pasado bajo los puentes desde cuando EEUU era la potencia hegemónica mundial en lo económico, político y militar. En 1945, el PBI de EEUU fue el 50% del PBI mundial (claro, Europa y buena parte de Japón estaban casi destruidos), mientras que en el 2007 tiene el 21.4%, seguido de Europa (área Euro) con el 16% y China e India con el 10.8 y 4.6%, respectivamente. Claramente, la multipolaridad aparece como evidente.

Por ello, tendrá que haber un nuevo "Bretton Woods", lo que alude a la Conferencia en ese pequeño pueblo de Massachussets en 1944, de donde salieron el FMI, el Banco Mundial y el GATT (organismo impulsor del libre comercio, que se convirtió en la OMC en 1994). No olvidemos que John Maynard Keynes estuvo allí y sus posiciones marcaron la Conferencia, salvo en su propuesta de crear una moneda internacional mundial (de Bretton Woods salió un tipo de cambio fijo, con hegemonía del dólar).

Este nuevo orden económico mundial (donde ya EEUU no tiene el rol hegemónico) debería tomar en cuenta los nuevos actores emergentes: China, India, Brasil y Rusia. Además, debería poner como eje una nueva relación entre Estado y mercado, avanzando hacia elementos de una economía mixta que integren, otra vez, elementos del Estado de Bienestar.

Asimismo, la globalización no solo puede ser concebida en el aspecto económico del capital, sino también del libre tránsito de personas. Esto es indispensable, ya que el mundo tiene al frente nuevos retos, no solo económicos sino políticos y sociales, que implican el respeto de las culturas distintas de Occidente. Debe también incorporar los llamados "bienes públicos globales", como el cambio climático, la lucha contra la corrupción internacional, el tráfico de armas y drogas, entre otros. En todos estos temas la administración republicana de Bush ha sido a contramano: ni siquiera ha querido firmar el Protocolo de Kyoto contra el cambio climático.

Barack Obama y el Partido Demócrata expresan, por eso, no solamente una alternativa económica, política social y ecológica nacional e internacional sino, también, la voluntad del pueblo de EEUU de sobreponerse a los neoconservadores republicanos de la arrogancia y la política de miedo al "otro", que quiere decir cualquiera que no sea blanco, anglosajón y protestante.

Esa expresión de la voluntad popular que es hoy Obama tiene límites, claro está, que están marcados por las propias contradicciones del sistema capitalista y de sus actuales dominadores.

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