sábado, 27 de marzo de 2010

Discurso chileno durante la Guerra del Pacífico. Entre la "guerra cívica" de los liberales y la "guerra santa" de la Iglesia.

Foto: Revista Caretas
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La guerra que unió a Chile

Historiadora graduada en la PUCP y docente en el Departamento de Historia de Sewane, Universidad del Sur (Tennessee, EEUU), Carmen McEvoy se ha especializado en investigar el Perú del siglo XIX. Sus libros sobre Manuel Pardo y sus numerosos ensayos son aportes decisivos al conocimiento de nuestro pasado. Ahora publica Armas de persuasión masiva, una lectura del discurso de la Guerra del Pacífico desde el lado chileno, que será presentado en Lima el martes 23 en el CCPUC.

Por: Federico de Cárdenas

¿Por qué el título, “Armas de persuasión masiva”?

–Trato de jugar con la frase con la que de alguna manera se inicia la guerra en Irak. Una guerra tiene que ser justificada. A veces lo hacen con una invención como en el caso de estas armas –que nunca aparecieron– y otras lo hacen a través de las palabras.

Pero el elemento persuasivo es fundamental: tienes que convencer al frente interno. Haber estado en EEUU cuando lo de Irak me permitió ver toda esa parafernalia de símbolos que requieren los estados para justificar ante los ciudadanos que tienen que ir a pelear.

–Sostienes que el discurso de la Guerra del Pacífico no ha recibido suficiente atención de parte de los historiadores. ¿Es así?

–La ha recibido, pero no en el sentido historiográfico. La guerra ha sido vista como celebración patriótica, como cosa juzgada. Se sabe que Chile ganó la guerra porque fue más nacionalista que el Perú y tuvo la capacidad de unificar a su población, pero no se ha deconstruido el lenguaje de la guerra. No se ha tratado de entender las lógicas internas que van conformando este lenguaje. En suma, no hemos sometido el nacionalismo chileno a una prueba de análisis discursivo.

–Tu libro demuestra que la guerra no tuvo únicamente un componente militar, que hubo una retórica que fue fundamental y organizó prácticamente ese discurso.

–Una guerra necesita fundamentación ideológica. A los seres humanos nos cuesta ejercer la violencia sin justificarla. Tenemos que validar nuestras acciones violentas. Se ha hablado de las batallas, tenemos muchísimo respeto a Grau y otros héroes, pero no se ha trabajado los efectos de la guerra en el frente interno, en el cual la palabra va a cumplir un rol fundamental, y más aún en el caso de Chile, que pelea una guerra que no ocurre en su territorio. No estar amenazado de invasión le permite jugar mucho más en el tema de los discursos y construir uno muy fuerte.

La tradición retórica

–Hablas de una tradición retórica muy viva en Chile, anterior a la guerra y que ayudó mucho en esta elaboración. ¿Se da algo paralelo en el Perú o aún está por estudiarse?

–Creo que Chile, Perú y varios países de Sudamérica partimos de esta vertiente republicana, donde la oratoria juega un gran rol.

Pero la misma historia del Perú es diversa. Desde que se va Bolívar los caudillos militares están peleando, y si bien tienen una retórica y hablan de una suerte de republicanismo militar, no tienen tiempo para ella, pues todo se va resolviendo a través de las armas. En Chile no, es verdad que en los 50 tiene dos guerras civiles, pero en los 60, que es la época de la eclosión de la retórica, hay una paz social que el Perú no tiene. Eso les permite utilizar un lenguaje simbólico hecho de palabras y de rituales y hacerlo con mayor eficiencia. Lo digo con prudencia, pues es verdad que no existen trabajos similares a mi libro para el Perú. Habría que averiguarlo.

–Esta retórica de la que hablas tenía dos vertientes, la religiosa y la cívica, idelógicamente enfrentadas, pues la iglesia era muy conservadora y los liberales estaban en el poder, sin embargo ambos discursos se las arreglan para confluir.

–Sí, y casi diría que es un caso único, pues determina que ni conservadores ni liberales tengan la hegemonía del discurso, que se va imbricando en la guerra, y así lo más arcaico del pensamiento conservador, que desarrolla el tema de la guerra justa, termina juntándose con la defensa del honor nacional, que es el aporte de los liberales. La guerra crea un espacio que es como un mercado libre de la opinión pública en el cual ambos tienen que salir a defender sus posiciones, y al hacerlo lo hacen frente a una audiencia que al final va a hacer una especie de mezcla de ideologías que, en teoría, no podían convivir una con otra. Entonces ocurre que el gobierno chileno, que tiene sus propagandistas, suma otros free lance, que son aquellos que desde antes de la guerra han luchado por la hegemonía cultural y que ahora, con el conflicto, ven una oportunidad de reposicionar sus planteamientos. Tanto la guerra cívica como la guerra santa, que son las posiciones que analizo, tienen fundamentos arcaicos, y contagian la ideología.

–En el caso de la iglesia está muy claro, las invocaciones al viejo testamento, al Dios de los ejércitos que protege al pueblo elegido.

–Claro. Es la guerra como una ordalía en la que de tu moralidad va a depender tu victoria. Si pierdes, queda entendido que es Dios quien te está condenando por inmoral. Es el discurso de los vencedores. En el otro caso, el de los liberales y la guerra cívica, es otra vez la guerra de la independencia: Chile quiere romper este nuevo imperio formado por Perú y Bolivia, entonces el agresor termina siendo el agredido, y el Perú visto como una suerte de imperio déspota. Es interesante también cómo en ningún momento aparece la palabra salitre, ni las razones económicas, que al final son las verdaderas razones de la guerra.

–Sin embargo, hay un discurso que se podría calificar de geopolítico, porque se dice al pueblo que tiene mayores derechos sobre Antofagasta y Tarapacá, que son tierras trabajadas por chilenos.

–Es la justificación por el trabajo, que es una justificación burguesa. Esos rentistas, que son Bolivia y el Perú, han vivido de su vieja herencia, mientras que Chile, país burgués y eficiente, tiene todo el derecho de usufructuar de ese territorio de quienes nunca lo trabajaron, algo que no es cierto. Pero ese discurso, que pone la indolencia del lado de Bolivia y el Perú, se ve complementado con el de la sangre de los héroes. Ese territorio, dicen, no es solo el del sudor sino el de la sangre de nuestros héroes. Y así es como al momento de la negociación incluyen Tarapacá, que no estaba en disputa.

Ritos de la guerra

–En el momento que ambos discursos coinciden, y es uno de los aspectos fascinantes del libro, comienzan a realizarse esos grandes rituales que son los sepelios de los caídos en la guerra, que actúan también como elemento de cohesión muy grande de la sociedad chilena, que seguramente tenía sus diferencias de clases, pero que desaparecen y solo se habla de unión.

–Sí, una parte del libro está dedicada al tema discursivo y la otra al del ritual, que es el que concreta la palabra. Todas estas ceremonias muy sofisticadas, con antorchas y un apelar a los sentidos, que hablan a las emociones de una sociedad que no está sino parcialmente alfabetizada. La guerra crea la sensación momentánea de que a pesar de las diferencias sociales es posible lograr una cohesión cultural.

–Hubo ideólogos de la guerra, pienso en Benjamín Vicuña Mackenna o Isidoro Errázuriz.

–Exactamente. Es gente que tenía un entrenamiento y que no se sorprende de la guerra, puesto que se preparaban para una guerra entre conservadores y liberales. Tienen un bagaje de palabras, símbolos y rituales que ya se había manifestado en la ceremonia de repatriación de los restos de Bernardo O’Higgins en la década del 60, que fue un primer entendimiento entre liberales y conservadores, y cuyo modelo se reiteró a lo largo de la Guerra del Pacífico. Es un poco el pueblo viviendo la historia: es la nación que se escenifica. Cuando retorna la Covadonga, la gente que la visitaba se llevaba astillas, como si fueran las reliquias de la cruz.

–También se da esta curiosa feminización de Lima, presentada como una especie de odalisca a la que hay que conquistar.

Sí. La erotización y feminización de Lima les permiten reforzar su masculinidad. El discurso nacionalista siempre se da en clave masculina. Recuerdo haber leído en uno de los textos de soldados chilenos que Lima era “una bacante que se retorcía en medio de sus placeres”. Cerré los ojos y vi una escena de Las bacantes de Eurípides. La imagen no era nueva, pues ya viajeros habían hablado de Lima como ciudad frívola y de placeres, pero es interesante cómo la retoman para reforzar su sentido de lo masculino.

–¿Estos ideólogos se trasladan a Lima, una vez tomada la ciudad, y promueven este discurso?

–Absolutamente. El primer momento fue la toma de la Catedral, lo que provocó un enfrentamiento con la jerarquía local. Pero el capellán chileno, Florencio Fontecilla, se sale con la suya y celebra misa por los caídos chilenos en San Juan y Miraflores. Allí Salvador Donoso, uno de los ideólogos de la guerra santa, inicia la ceremonia citando: “Yo te elegí como mi pueblo, tú eres Israel”. Era la Catedral donde se ungía a los virreyes, y al tomarla Chile estaba reformulando simbólicamente la hegemonía cultural del Pacífico. Por el lado de los ideólogos de la guerra cívica, Isidoro Errázuriz funda un periódico en Lima, que bautizó como “La Actualidad”, donde pretenden extender su campaña de adoctrinamiento a los peruanos.

–¿Este discurso arcaico continuó pasada la guerra o hizo crisis?

–Hizo crisis, porque luego del festejo de la victoria en el Campo de Marte de Santiago en 1884, siete años más tarde estalla una guerra civil terrible. Eso demuestra que ese discurso de la unidad era una construcción feble y vulnerable, que no pudo resistir el surgimiento de nuevas hegemonías.

Fuente: Diario La República (Suplemento Domingo). 21 de Marzo del 2010.

martes, 23 de marzo de 2010

Del orden unipolar, bipolar o multipolar, hacia el total desorden apolar.

La cambiante moda geopolítica

Por: Oswaldo de Rivero (Analista político)

En los años setenta, la moda geopolítica era que Europa disputaría el poder mundial a los Estados Unidos y a la Unión Soviética. En los ochenta, era que las empresas japonesas terminarían por comprar todos los Estados Unidos y el Japón se convertiría con su poder económico en la primera potencia mundial.

Ahora, la moda es que la China será pronto la nueva superpotencia, pero no se sabe de qué China se habla. Si es la del milagro económico, que ha logrado una nueva clase media de unos 200 millones, o de la otra China, la de los 800 millones de pobres, hundida en un desastre ecológico colosal, gobernada por un partido comunista que mantienen a sus proletarios con los más bajos salarios del mundo y además censura Google para que no se conozca el descontento.

Cualquiera que sea la China de la que se hable, ésta tiene una economía que es la mitad de la de los Estados Unidos y una renta per cápita que es un catorceavo de la que tienen los americanos. En cuanto a su poderío militar, éste no es sólo tecnológicamente inferior al de los Estados Unidos, sino también, al de Rusia, Francia y la Gran Bretaña.

Con la moda de China “superpotencia” viene la moda del declive de los Estados Unidos. Sin duda, éste ha perdido poder debido a la crisis y a las guerras asimétricas de Afganistán e Irak, pero esto no quiere decir, que ha dejado de ser la única superpotencia porque sigue teniendo supremacía militar. Además, su economía, a pesar de la crisis, sigue siendo la más grande del mundo. Pero sobre todo, es el país con el mayor desarrollo científico-tecnológico, que es lo más importante hoy para mantener hegemonía mundial.

Como se puede apreciar los analistas que producen la cambiante moda geopolítica compiten como modistos siempre con novedades para exhibirlas en una pasarela intelectual donde no desfila la realidad sino la exageración.

Los que dictan la moda geopolítica deberían exagerar menos y viajar más. Si lo hacen verían un mundo globalizado que se fragmenta con el incremento de la desigualdad social, de los conflictos étnicos y religiosos, del terrorismo, de la delincuencia global y de la degradación ecológica.

Comprobarían que ninguna gran potencia está ahora interesada en comprarse el pleito de poner orden a todo esto. Y además que los arsenales nucleares y convencionales de los Estados Unidos, Rusia, Gran Bretaña, Francia y China han perdido su sentido estratégico debido a que estas fragmentaciones sociopolíticas y ecológicas globales no se resuelven con disuasión nuclear ni intervención armada convencional.

Y, es por eso, que es irrelevante que surjan o no nuevas potencia que no pueden poner orden en un mundo. Y también, es por eso, que el mundo no marcha hoy hacia ningún orden, ya sea unipolar, bipolar o multipolar, sino hacia un total desorden apolar, donde las grandes potencias brillan por su impotencia ante los feroces conflictos civiles, los genocidios, el terrorismo, la crisis económica y el cambio climático.

Fuente: Diario La Primera. Martes 23 de Marzo del 2010.

domingo, 21 de marzo de 2010

Historia Contrafactual o Ucronía. Lo que pudo ser, pero no fue.

La historia que pudo ser

Por: Jorge Moreno (Periodista)

El 7 de agosto del 2008 Georgia inició la que se conoce como la guerra del Cáucaso. En ella, la otrora república soviética intentó retomar el control de la separatista y prorrusa Osetia del Sur, lo que causó que fuerzas del ejército ruso reaccionaran repeliendo el ataque e incursionaran en territorio georgiano. El conflicto duró apenas cinco días, pero tras el cese del fuego y el repliegue de tropas, Rusia consolidó su presencia militar en la provincia separatista y en su similar Abjasia.
Como suele suceder en todas las guerras, los muertos se contaron por centenares, y por miles las personas que debieron huir de sus hogares. Un informe de Amnistía Internacional publicado al cumplirse un año del conflicto calculaba en cerca de 200.000 los desplazados por la guerra y, hasta diciembre del año pasado, en 30.000 los que todavía no habían logrado retornar a sus hogares debido al cierre de fronteras entre ambos países.

De esa guerra, el recuerdo más permanente que tenemos es el de la ferocidad de los combates cuyas imágenes los noticieros del mundo retransmitieron a todo el planeta. Y su herencia, sin duda, la permanente tensión existente entre ambos países y que hasta ahora impide que las heridas cierren del todo.


IMAGINAR EL MIEDO

Tal vez por eso el falso reportaje emitido el fin de semana pasado por la televisión estatal georgiana, sobre una supuesta invasión del país por fuerzas rusas (que incluía la muerte del presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili), hizo que muchos confundieran la realidad con la fantasía y revivieran aquellos desgraciados días.

La explicación de tan disparatada idea por parte de la televisora ha sido digna de figurar en la historia universal de las buenas intenciones: presentar el “hipotético desarrollo de los acontecimientos” en el caso de que la sociedad georgiana “no permanezca unida frente a los planes de Rusia”. Y para demostrarlo presentó, luego de media hora de emisión del falso informe, a un panel de politólogos dispuestos a analizar la hipotética invasión. El caso es que muy pocos, por no decir nadie —y la televisora tampoco se empeñó mucho en que así fuera—, repararon, minutos antes del programa, en el breve aviso sobre el carácter ficticio del informe.

Aunque con el incidente todos han traído a la memoria lo ocurrido el 30 de octubre de 1938, cuando un jovencísimo Orson Welles transmitía a través de la radio una invasión extraterrestre y que no era sino la dramatización de “La guerra de los mundos”, de H. G. Wells, y que causó el mismo pánico e histeria colectiva producido esta semana, lo cierto es que tampoco es la primera ocasión en que la televisión juega con la idea de cambiar la historia. De imaginar una historia distinta, alternativa a la que realmente sucedió.

Lo QUE NO FUE

En el 1987, por ejemplo, una serie de televisión, “Amerika”, jugaba con la hipotética derrota e invasión de Estados Unidos por parte de la desaparecida Unión Soviética luego de un ataque nuclear que acaba con el sistema de defensa del primero y hace posible una “transición” del poder, que no es sino la manera amable de decir que los políticos entregan el país y la economía al invasor.

Lo que sorprende, ahora, de esta serie no es tanto su imposible argumento, sino su increíble paralelismo con el presente. “Amerika” fue presentada antes de su emisión por un panel de expertos que discutieron sobre las críticas que la serie hacia a una sociedad estadounidense sumergida en el consumismo y que había abandonado los valores de ese país. Ante esa perspectiva, la invasión que la serie proponía no era del todo desechable. Cualquiera con mínimos conocimientos de historia sabe que esta es una lectura estrictamente política y sus intenciones, mucho más.

Otro ensayo de historia alternativa de la televisión estadounidense lo constituye el falso documental “CSA: Confederate State of America”, estrenado en el 2005 y cuya escena inicial resulta más que provocadora: la clásica imagen del hombre en la luna con la bandera estadounidense desplegada sobre la superficie lunar es ligeramente alterada: la bandera de las barras y las estrellas ha sido reemplazada por la bandera confederada de los estados del sur.

El documental trataba de explicar cómo habría sido un triunfante Estados Unidos esclavista en vez del que finalmente fue. Con ella los productores pretendían explicar las verdaderas causas de la guerra civil y que, según ellos, iban más allá del abolicionismo y que no era sino la preferencia de los gobiernos estatales por encima del gobierno federal. Causa escozor, sin embargo, el retrato que ofrece de un Estados Unidos en el siglo XX simpatizante del Tercer Reich y Sudáfrica y practicante del apartheid.

En la literatura y el cine los ejemplos de historia alternativa abundan, como la reciente novela de Philip Roth, “La conjura contra América”, en que un Charles Lindbergh, conocido simpatizante del nazismo, gana la presidencia de Estados Unidos y pacta con la Alemania de Hitler. O la última película de Tarantino, “Bastardos sin gloria”, ejercicio lúdico que muchos no supieron comprender y que debió merecer mejor suerte en los Óscar de este año.

Mención aparte merecen los juegos de mesa en los que la historia es dejada al azar de unos simples dados y a las habilidades con estos y para la toma de decisiones de quienes intervienen en ellos, como los famosos Risk y Stratego, clásicos entretenimientos de estrategia militar que se juegan casi como el ajedrez.

En la literatura y el cine los ejemplos de historia alternativa abundan, como la novela de Philip Roth, “La conjura contra América”, o la última película de Tarantino, “Bastardos sin gloria”

Un género que proviene de la literatura de ficción.

Para Jorge Valdez, historiador y profesor de Historia Contemporánea en la Universidad Católica, la historia contrafactual o ucronía es un género proveniente de la literatura de ficción que poco a poco ha ido ganando espacio en la construcción moderna del relato histórico. “El abanico de posibilidades que abre la pregunta ¿Qué hubiera pasado si? funciona como herramienta para plantear explicaciones diferentes y novedosas, casi siempre con mira a la toma de decisiones ligada a la probabilística. Como no podemos ver el futuro, una solución es imaginar un pasado diferente —lo más verosímil posible— y analizarlo”, nos explica.

En el caso de Georgia, “lo que habría que preguntarse es si el reportaje contrafactual era necesario en un país que pocos años antes había vivido una invasión real del ejército ruso y cuyo recuerdo aún era muy sensible en la población”.

Para él, otro tema por considerar sería el de “la carga de veracidad que rodea a los espacios de noticias y el poder de los medios de comunicación, que como se ha visto en este caso —y en otros en la historia— pueden ser utilizados con fines muy lejanos al válido ejercicio de la historia contrafactual”.

Probablemente en ello no pensaron los responsables del falso reportaje sobre el supuesto ataque ruso contra Georgia. Sin medir las consecuencias de su temeraria acción, desperdiciaron la oportunidad de usar un recurso para conocer los entresijos desconocidos de la historia que sí aconteció o auscultar las posibles consecuencias de haber ocurrido de otro modo.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 21 de Marzo del 2010.

miércoles, 17 de marzo de 2010

El Diario "El Comercio" y su presencia en la historia peruana.

Vuelven los viejos tiempos

Por: César Hildebrandt (Periodista)

Con el APRA y el segundo alanismo en el poder hemos vuelto a los tiempos en que “El Comercio” ponía y sacaba presidentes, ministros, generales y hasta surtidos subalternos.

Qué ironía. El diario que escribía “APRA” con minúsculas y llamaba a Haya “el jefe de la secta” y recordaba cada aniversario del asalto al cuartel O’Donovan como si fuera fecha religiosa, desempolva hoy su guillotina y la reestrena con sangre nueva y más o menos joven.

“El Comercio” nunca había tenido tanto poder desde los tiempos en que conspiraba para echar a Billinghurst –ese “populista” indeseable que se atrevía a ganar elecciones con el auxilio de los obreros de Lima- y traerse abajo el primer proyecto moderno de inclusión social.

Y lo logró. Como siempre. Porque para eso era “El Comercio”, el diario que un Chileno y un argentino crearon para darle a la plutocracia peruana un mensajero ilustre.

Muchos años después, en la década del 50 del siglo pasado, sólo “La Prensa” de Pedro Beltrán se atrevería a amenazar esa hegemonía.

Donde “El Comercio” ponía odio, “La Prensa” puso periodismo y donde “El Comercio” silenciaba “La Prensa” registraba. Parecía una batalla entre la obstinación y el progreso.

Claro que “La Prensa” era casi, editorialmente hablando, un diario de Austin, Texas. No sólo porque Pedro Beltrán tenía una esposa gringa, pensaba como gringo y tenía editorialistas que Ted Roosevelt habría aplaudido, sino porque así se enfrentaba a la línea “antiyanqui” que “El Comercio” había impuesto.

¿Línea antiyanqui? Sí, durante muchos años “El Comercio”, que en esa época creía en una burguesía nacional fuerte y auspiciada desde el gobierno, libró una excepcional batalla en contra de los espúreos intereses de la Standard Oil -de New Jersey- en Talara, intereses fundados en un laudo arbitral carente de toda validez.

Por eso es que cuando Velasco tomó a patadas la refinería de la International Petroleum Company “El Comercio” aplaudió a rabiar. Como había aplaudido, con editorial y todo, el golpe de Estado en contra de Fernando Belaunde Terry, golpe producido alrededor de una denuncia de corrupción petrolera cuyo protagonista era –otra vez- la filial de la Standard Oil en el Perú.

Pero hacía más de 40 años que “El Comercio” no demostraba la plenitud atlética y el punche mortífero con que ayer terminó noqueando al simbólicamente pesado Aurelio Pastor.

En los años 70 ese diario, aun antes de su expropiación, tenía un aspecto decrépito y una influencia menoscabada. La televisión de los 80 terminó de decretar su rol secundario. El poder y la influencia se habían trasladado a la pantalla.

“El Comercio” nunca perdió de vista su deseo de vengarse de la tele. En los 2000 eso fue posible –o empezó a hacerse posible- con el control de un medio como América Televisión. Por decisión de “El Comercio” habría menos bríos en los estudios y más cancha libre en las rotativas.

El cese de un Pastor en rebeldía, el silenciamiento de un ministro que ayer acusó directamente a “El Comercio” de pretender sacarlo, es el mayor éxito del diario de los Miró Quesada en varias décadas.

Es la resurrección de “El Comercio” como fiel de la balanza y expresión del cuarto poder.

Y lo irónico es que haya sido el partido de Haya de la Torre el que lograse que este amable Tutankamón, en alianza con nuestros vecinos de Chile, vuelva para mandar y ser temido.

Quizá no sea tan irónico que García haya sido el autor de esta hazaña. Porque, al fin y al cabo, entre un partido que ha sido sombra obediente y cola inexorable y un periódico donde está de accionista Pepe Graña (el de Graña y Montero) García ha elegido con sentido ideológico y de clase.

Total, el APRA y Pastor son temas menores frente al poder del dinero al que García decidió someterse desde el 2006.

Pastor obedeció a García a la hora de firmar el indulto de marras. Ayer García lo echó como a un perro de chacra. No estaba en el libreto que este Pastor (por más alemán que se creyese) ladrase por la libre.

Que los perros de chacra de todo el caserío entiendan el mensaje.

Fuente: Diario La Primera. Miércoles 17 de Marzo del 2010.

sábado, 13 de marzo de 2010

Las mujeres en la historia del Perú.

Mujeres guerreras

Por: Antonio Zapata (Historiador)

Entre los prototipos de mujeres peruanas destacan las guerreras. Pocas sociedades aceptan tan abiertamente la presencia de mujeres combatientes, dotadas de fuerte personalidad. Ellas aparecen en nuestros mitos más antiguos y se reproducen hasta la actualidad.

La famosa Mama Huaco es un personaje legendario que representa a la antigua mujer guerrera. Acompañaba a los hermanos Ayar en la conquista del Cusco, cuando en medio de la batalla, prendió a un jefe enemigo y le abrió el pecho con un cuchillo, extrajo su pulmón y lo hinchó soplando. Produjo un ruido formidable, ahuyentando al enemigo que huyó despavorido. Vencieron los suyos y fundaron el imperio incaico.

Ese mito también aparece en la selva, donde los primeros españoles vieron o imaginaron mujeres que comandaban tropas en batalla. Las barcazas de los europeos navegaban por los ríos, cuando de pronto eran asaltadas por miles de indígenas, que los flechaban desde la orilla. Ahí destacaban algunas mujeres, llamadas “amazonas” por los españoles. Originalmente pertenecían a los mitos del mundo griego clásico, de donde los exploradores las tomaron, para conferirle su nombre al gran río y por extensión a toda la selva sudamericana.

Desde la Independencia y a lo largo del siglo XIX, la mujer guerrera fue la rabona. Los ejércitos decimonónicos carecían de logística profesional. Los mismos soldados eran reclutas que recibían entrenamiento solo en el terreno. Los regimientos eran seguidos por cuerpos enteros de mujeres, que cocinaban, cosían y acompañaban a la tropa. Algunas eran madres o hermanas de soldados, otras sus esposas o queridas. Las rabonas más atrevidas eran llamadas “cantineras”. Ellas intervenían en las batallas mismas, no esperaban el resultado como la mayoría. Las cantineras repartían agua entre las balas. Esquivaban las balas con una cantina de líquido elemento; atendían a los heridos y sostenían al soldado que seguía luchando.

Muchas han permanecido anónimas, aunque algunas son algo más conocidas. Por ejemplo Marta Reyes, que era pierolista y combatió en la guerra civil de 1895, que derrocó a Cáceres. Es conocida como “Marta la cantinera” y perteneció a la división vanguardia de la columna Oré. Se destacó en las batallas; era una sinchi de las tropas de asalto y cayó herida. Su expediente se halla en el archivo histórico-militar, porque lo reunió para reclamar una pensión, que obtuvo finalmente.

En el siglo XX, las mujeres guerreras casi desaparecieron de la vida política militar, hasta reaparecer espectacularmente durante la guerra interna. En ese momento conocimos de todo: subversivas, policías y lideresas sociales. Tanto en Sendero como en el MRTA, las mujeres ocuparon un puesto destacado en los organismos de dirección, superior al habitual en los partidos políticos peruanos. También fueron consumadas ejecutoras de atentados y asesinatos. Ahora mismo, un núcleo de ellas pasa sus días en prisión, esperando la llegada de una opción para vivir una vida más normal.

También se encuentran policías, que contribuyeron decisivamente a capturar a Guzmán y a la victoria del Estado en la guerra interna. Por ejemplo, la primera policía que entró en la casa que escondía al llamado presidente Gonzalo. Ellas no tenían las fuertes convicciones ideológicas de las senderistas. Pero, poseían mayor profesionalismo. Su actuación estuvo guiada por el principio de la eficiencia y su afán fue con su trabajo.

Por su parte, María Elena Moyano representa otro tipo de guerreras: desarmadas, pero igualmente combativas. Ellas ofrecieron su vida por opciones pacíficas que fueron aplastadas durante el conflicto. Hoy todas están olvidadas. Somos un país ingrato con nuestras protagonistas.

Fuente: Diario La República. Miércoles 10 de Marzo del 2010.
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viernes, 12 de marzo de 2010

La Historia invisible de Haití. Eduardo Galeano.

Charlemagne Péralte, fue crucificado por los marines, clavado en la puerta de una iglesia...

Haití: La maldición blanca

"A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro (…) una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días". (Eduardo Galeano).

El primer día de este año, la libertad cumplió dos siglos de vida en el mundo. Nadie se enteró, o casi nadie. Pocos días después, el país del cumpleaños, Haití, pasó a ocupar algún espacio en los medios de comunicación; pero no por el aniversario de la libertad universal, sino porque se desató allí un baño de sangre que acabó volteando al presidente Préval. Haití fue el primer país donde se abolió la esclavitud. Sin embargo, las enciclopedias más difundidas y casi todos los textos de Educación atribuyen a Inglaterra ese histórico honor.

Es verdad que un buen día cambió de opinión el imperio que había sido campeón mundial del tráfico negrero; pero la abolición británica ocurrió en 1807, tres años después de la revolución haitiana, y resultó tan poco convincente que en 1832 Inglaterra tuvo que volver a prohibir la esclavitud.

Nada tiene de nuevo el ninguneo de Haití. Desde hace dos siglos, sufre desprecio y castigo. Thomas Jefferson, prócer de la libertad y propietario de esclavos, advertía que de Haití provenía el mal ejemplo; y decía que había que “confinar la peste en esa isla”. Su país lo escuchó. Los Estados Unidos demoraron sesenta años en otorgar reconocimiento diplomático a la más libre de las naciones.

Mientras tanto, en Brasil, se llamaba haitianismo al desorden y a la violencia. Los dueños de los brazos negros se salvaron del haitianismo hasta 1888. Ese año, el Brasil abolió la esclavitud. Fue el último país en el mundo.

Haití ha vuelto a ser un país invisible, hasta la próxima carnicería. Mientras estuvo en las pantallas y en las páginas, a principios de este año, los medios trasmitieron confusión y violencia y confirmaron que los haitianos han nacido para hacer bien el mal y para hacer mal el bien.

Desde la revolución para acá, Haití sólo ha sido capaz de ofrecer tragedias. Era una colonia próspera y feliz y ahora es la nación más pobre del hemisferio occidental. Las revoluciones, concluyeron algunos especialistas, conducen al abismo. Y algunos dijeron, y otros sugirieron, que la tendencia haitiana al fratricidio proviene de la salvaje herencia que viene del África.

El mandato de los ancestros.

La maldición negra, que empuja al crimen y al caos. De la maldición blanca, no se habló.

La Revolución Francesa había eliminado la esclavitud, pero Napoleón la había resucitado: –¿Cuál ha sido el régimen más próspero para las colonias? El anterior. Pues, que se restablezca–. Y, para reimplantar la esclavitud en Haití, envió más de cincuenta naves llenas de soldados. Los negros alzados vencieron a Francia y conquistaron la independencia nacional y la liberación de los esclavos. En 1804, heredaron una tierra arrasada por las devastadoras plantaciones de caña de azúcar y un país quemado por la guerra feroz. Y heredaron “la deuda francesa”. Francia cobró cara la humillación infligida a Napoleón Bonaparte.

A poco de nacer, Haití tuvo que comprometerse a pagar una indemnización gigantesca, por el daño que había hecho liberándose. Esa expiación del pecado de la libertad le costó 150 millones de francos oro. El nuevo país nació estrangulado por esa soga atada al pescuezo: una fortuna que actualmente equivaldría a 21,700 millones de dólares o a 44 presupuestos totales del Haití de nuestros días. Mucho más de un siglo llevó el pago de la deuda, que los intereses de usura iban multiplicando. En 1938 se cumplió, por fin, la redención final. Para entonces, ya Haití pertenecía a los bancos de los Estados Unidos.

A cambio de ese dineral, Francia reconoció oficialmente a la nueva nación. Ningún otro país la reconoció. Haití había nacido condenada a la soledad. Tampoco Simón Bolívar la reconoció, aunque le debía todo. Barcos, armas y soldados le había dado Haití en 1816, cuando Bolívar llegó a la isla, derrotado, y pidió amparo y ayuda. Todo le dio Haití, con la sola condición de que liberara a los esclavos, una idea que hasta entonces no se le había ocurrido. Después, el prócer triunfó en su guerra de independencia y expresó su gratitud enviando a Port-au-Prince una espada de regalo. De reconocimiento, ni hablar. En realidad, las colonias españolas que habían pasado a ser países independientes seguían teniendo esclavos, aunque algunas tuvieran, además, leyes que lo prohibían. Bolívar dictó la suya en 1821, pero la realidad no se dio por enterada. Treinta años después, en 1851, Colombia abolió la esclavitud; y Venezuela en 1854.

En 1915, los marines desembarcaron en Haití. Se quedaron diecinueve años. Lo primero que hicieron fue ocupar la aduana y la oficina de recaudación de impuestos. El ejército de ocupación retuvo el salario del presidente haitiano hasta que se resignó a firmar la liquidación del Banco de la Nación, que se convirtió en sucursal del Citibank de Nueva York.

El presidente y todos los demás negros tenían la entrada prohibida en los hoteles, restoranes y clubes exclusivos del poder extranjero. Los ocupantes no se atrevieron a restablecer la esclavitud, pero impusieron el trabajo forzado para las obras públicas. Y mataron mucho.

No fue fácil apagar los fuegos de la resistencia. El jefe guerrillero, Charlemagne Péralte, clavado en cruz contra una puerta, fue exhibido, para escarmiento, en la plaza pública. La misión civilizadora concluyó en 1934. Los ocupantes se retiraron dejando en su lugar una Guardia Nacional, fabricada por ellos, para exterminar cualquier posible asomo de democracia.

Lo mismo hicieron en Nicaragua y en la República Dominicana. Algún tiempo después, Duvalier fue el equivalente haitiano de Somoza y de Trujillo.

Intervención norteamericana

Y así, de dictadura en dictadura, de promesa en traición, se fueron sumando las desventuras y los años. Aristide, el cura rebelde, llegó a la presidencia en 1991. Duró pocos meses. El gobierno de los Estados Unidos ayudó a derribarlo, se lo llevó, lo sometió a tratamiento y una vez reciclado lo devolvió, en brazos de los marines, a la presidencia. Y otra vez ayudó a derribarlo, en este año 2004, y otra vez hubo matanza. Y otra vez volvieron los marines, que siempre regresan, como la gripe. Pero los expertos internacionales son mucho más devastadores que las tropas invasoras.

País sumiso a las órdenes del Banco Mundial y del Fondo Monetario, Haití había obedecido sus instrucciones sin chistar. Le pagaron negándole el pan y la sal. Le congelaron los créditos, a pesar de que había desmantelado el Estado y había liquidado todos los aranceles y subsidios que protegían la producción nacional. Los campesinos cultivadores de arroz, que eran la mayoría, se convirtieron en mendigos o balseros. Muchos han ido y siguen yendo a parar a las profundidades del mar Caribe, pero esos náufragos no son cubanos y raras veces aparecen en los diarios. Ahora Haití importa todo su arroz desde los Estados Unidos, donde los expertos internacionales, que son gente bastante distraída, se han olvidado de prohibir los aranceles y subsidios que protegen la producción nacional.

En la frontera donde termina la República Dominicana y empieza Haití, hay un gran cartel que advierte: El mal paso. Al otro lado, está el infierno negro. Sangre y hambre, miseria, pestes. En ese infierno tan temido, todos son escultores. Los haitianos tienen la costumbre de recoger latas y fierros viejos y con antigua maestría, recortando y martillando, sus manos crean maravillas que se ofrecen en los mercados populares. Haití es un país arrojado al basural, por eterno castigo de su dignidad. Allí yace, como si fuera chatarra. Espera las manos de su gente.


Eduardo Galeano (Abril 2004).

Recomendado: Haití: esclavitud, ocupación, dictadura y cambio climático.

lunes, 8 de marzo de 2010

Historia de las mujeres afroamericanas.


Harriet Tubman (1820-1913)

Heroínas invisibles

Por: Maruja Muñoz Ochoa
Periodista, investigadora de la cultura afroamericana.

“Así está escrito en la leyenda del lugar que ahora llaman Haití, la primera república independiente de los negros. No sé lo que eso significa, pero debe ser importante, porque los negros lo dicen aplaudiendo y los blancos con rabia”, dice Zarité Sedella, esclava haitiana que resistió tormentos y vejaciones sin declinar en su ideal de libertad y a la que Isabel Allende da voz en su novela “La isla bajo el mar”.

Zarité llegó a Saint-Domingué (Haití) en el vientre de una africana que fue violada por un marinero francés en el trayecto del puerto de Burdeos, al territorio cedido por España a Francia a fines del siglo XVII, “que habría de convertirse en la colonia más rica del mundo”, donde se producía “un tercio de las exportaciones de Francia”, sobre todo “oro dulce” (azúcar), cuenta la escritora chilena. Zarité encarna la vida, pasión y ultrajes por las que pasaron millones de luchadoras sociales africanas, mulatas, zambas, que poblaron las colonias de sur a norte de América y de quienes no se habla ni en el Día Internacional de la Mujer.

La huida de Harriet

“Los tambores son la herencia de mi madre, la fuerza de Guinea que está en mi sangre. Nadie puede conmigo entonces”, dice Zarité. Así pensaría Harriet Tubman cuando en 1849 huyó de la esclavitud en Maryland para convertirse en activista abolicionista en Filadelfia; en combatiente por los “unionistas” en la Guerra de Secesión (1861), donde fue la primera mujer negra al mando de un batallón armado. Dirigió el asalto a Combahee River (1863) y liberó a más de setecientos esclavos. Terminada la guerra, enfiló su lucha por los derechos civiles de la mujer, junto a Susan Brownell y Emily Howland,

Ícono abolicionista

Los afroamericanos la consideran un símbolo del Underground Railroad, que era una red clandestina de socorro de cimarrones y blancos abolicionistas para ayudar a esclavos en fuga. Harriet fue la “conductora” de esta red. Los esclavistas ofrecían abultada recompensa por su captura, viva o muerta, pero en los diecinueve viajes que hizo al sur, liberando esclavos, no fue atrapada ni perdió un solo “pasajero”. A su muerte, en 1913, fue enterrada con honores militares en Auburn, ciudad que la homenajeó con una placa en el Palacio de Justicia.

La mujer sentada

Harriet y Rosa Parks, quien en 1955 se negó a ceder el asiento a un hombre blanco en un autobús, allanaron el camino para que se cumpla el sueño de Martín Luther King: que un afroamericano, Barack Obama, ocupe la presidencia de Estados Unidos.

La “zamba” Micaela

“Sácate la libertad del corazón”, le dijeron a Zarité. Pero Micaela Bastidas Puyucahua, educada bajo ideales libertarios, por su padre —español descendiente de esclavos africanos y liberto antes de embarcarse al Perú—, creía que mientras la chispa existiera en el alma, la flama podía prender en toda América y de eso hablaba con José Gabriel Condorcanqui, mientras se amaban, como lo refiere su biógrafo Carlos Daniel Valcárcel.

Prueba de ello son las cartas de Micaela a Túpac Amaru: “Chepe mío, estás perdiendo el tiempo; hasta cuándo me vas a llenar de pesadumbres; por qué te equivocas, por qué no marchas al Cusco”.

En la misiva del 7 de diciembre de 1780, la “Zamba Bastidas”, como peyorativamente la llamaban sus enemigos, anunció a su esposo el propósito de reclutar gente “para estar rodeando poco a poco el Cusco”, toda vez que peligraba la rebelión.

El 18 de mayo de 1781, Micaela Bastidas junto a su esposo, hijos y seguidores fueron ultimados en la Plaza de Armas del Cusco. Desoír a Micaela y a Tomasa Tito —cuyo batallón de mujeres era como la central de inteligencia de los insurgentes— interrumpió en más de un siglo el proceso independentista.

Catalina, heroína

Catalina Buendía de Pecho forjó su carácter y don de liderazgo, mientras recogía algodón en las haciendas iqueñas y en las del distrito San José de Los Molinos. La mañana del 20 de octubre de 1882, un viajero divisó tropas chilenas acercándose a la zona.

“¡Vienen los chilenos!”, fue el grito que, en plena faena, oyó Catalina. Decidida a impedir la invasión, movilizó a la población. “¡A la plaza! ¡No pasarán!, ¡Viva el Perú!”. Portando escopetas, hondas, barretas, puñales, trozos de metal, todo lo que sirviera para la defensa, los reunidos se encaminaron hacia El Cerrillo, en las estribaciones de los Andes iqueños.

Parapetados tras las rocas aguardaron al invasor, en medio del sofocante calor. Catalina organizó la defensa muy próxima a los chilenos. Dispuso que trajeran chicha de jora a la que agregó el zumo de las vainas del arbusto llamado piñón, un veneno mortífero.

Los chilenos, preveían una emboscada, entonces Catalina se adelantó y ofreció la chicha envenenada al comandante de la tropa, elogiando el triunfo que habían tenido en otros poblados, así engañó a los chilenos quienes accedieron a beber por el éxito.

Pero el comandante pidió a Catalina que bebiera antes que él. Así fue. Minutos después Catalina se desplomó, mientras que el oficial, moribundo, disparó a la mujer y cayó muerto al igual que sus soldados.

Así cantan los iqueños. “Baila, baila, Zarité, porque esclavo que baila es libre mientras baila”.

Lucha en el Perú

Las afroamericanas-latinas-caribeñas tenían dos caminos para liberarse: resistir con fingida sumisión o luchar como lo hicieron en 1844 las esclavas de la hacienda La Pampa, en Trujillo, histórico levantamiento, similar al que un año después propiciaron las de la hacienda La Punta, en Zaña, como cuenta el Dr. José Campos Dávila. “Las esclavas idearon formas de resistencia: trabajaban doble jornada para que el fruto de su vientre naciera libre; aceptaban que sus amos las emplearan como prostitutas —muy rentable para el esclavista— a cambio de su libertad, pero el modo más radical era el cimarronaje o la rebelión. En el Palenque de Huachipa hubo varias cimarronas, al igual que en Bujama y El Guayabo (Chincha). Eran las transmisoras de información y proveían de alimentos, medicinas y alojamiento a los que habían logrado escapar.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 7 de Marzo del 2010.

sábado, 6 de marzo de 2010

Entrevista al historiador económico Shane Hunt.

“Elegí estudiar el Perú y jamás he lamentado esa decisión”

Shane Hunt
Historiador económico, profesor emérito de la Universidad de Boston y profesor honorario de nuestro Departamento de Economía
Ha estado estrechamente vinculado al Perú a lo largo de casi toda su carrera profesional. Desde que el doctor Shane Hunt vino por primera vez a nuestro país, en 1963, ha regresado en múltiples oportunidades. El motivo de su más reciente visita fue la ceremonia en que fue nombrado profesor honorario de nuestro Departamento de Economía, el pasado 11 de noviembre.

¿Cómo surge su interés por el Perú?

A fines de los años cincuenta, mi generación estaba interesada en los problemas y desafíos de los países pobres del mundo. En ese entonces, yo había tomado la decisión de especializarme en economía de desarrollo y en mi periódico local se publicaron una serie de artículos sobre América Latina que cambiaron mi vida. Empecé a trabajar en un centro de investigación, en Estados Unidos, que tenía un financiamiento muy generoso por parte del Gobierno y a 25 de nosotros se nos dio la oportunidad de especializarnos en un país mandándonos hacia allá para investigar. Hubo otra gente en este mismo programa que escogió Brasil y Argentina antes que yo, que eran los que hubiera elegido en un principio. Había leído un poco de la historia del Perú, no solamente la incaica sino también la historia política del siglo XX con figuras como Mariátegui y Haya de la Torre, que me habían interesado bastante. Entonces, elegí Perú y jamás he lamentado esa decisión.

Se especializó en economía de desarrollo pero su trabajo, básicamente, ha sido de historiador económico.

Cuando llegué al Perú en 1963 vine a hacer estudios sobre la situación de entonces, pero siempre con un poco de background histórico. Recién un par de años después de haber llegado surgió el interés, por parte de este centro de investigación, de hacer una nueva historia económica, hecha por economistas, no por historiadores, con un uso mucho más abundante de las estadísticas. Entonces, me metí en este asunto de la historia económica cuantitativa. Lamentablemente, esta corriente no ha prosperado mucho, sobre todo en EEUU, porque ha sido muy difícil reclutar a economistas ya que están tan aficionados al momento actual y a lo que hace el Gobierno en cuanto a políticas económicas, pero yo estoy feliz con mi decisión.

Ha realizado investigaciones de distintos periodos de la historia económica peruana. ¿Hay alguno que haya captado especialmente su atención?

Creo que el siglo XIX. ¡La época del guano fue tan extraordinaria! Es una experiencia que no ha tenido ningún otro país del mundo; realmente me fascinó ver cómo había evolucionado. Otro momento fascinante del siglo XIX son los años después de la Independencia. Me refiero desde 1820 hasta 1840 o 1845, donde el cuadro político del Perú era enormemente confuso, habían muchos cambios de gobierno e inseguridad política, y es notable ver los trabajos de algunos historiadores económicos, como Paul Gootenberg, que han podido encontrar un proceso económico estable y continuo debajo de todo ese caos político. Interesantísimo.

Analizar la historia económica le permite marcar tendencias y proyectarlas a futuro. ¿Cómo ve la situación peruana?

Cuando volví a vivir a Perú a mediados de los años noventa, fue realmente asombroso ver que las cifras que indicaban el ingreso per cápita no eran más altas de lo que fueron cuando mi esposa y yo llegamos por primera vez en el ‘63. Recuerdo que me pregunté “¿qué ha cambiado?” porque, según las estadísticas y la realidad que había visto, en términos de ingreso no había habido ningún cambio. Pero pude darme cuenta de dos áreas en las cuales el Perú había mejorado muchísimo. La primera fue el nivel de salud de la población. La manera más sencilla de medir la salud de una población es la esperanza de vida de una persona promedio. En el Perú de los años sesenta estaba alrededor de los 50 y en el de los noventa, alrededor de los 70. La otra área de gran progreso en el Perú es, a mi juicio, la calidad de las buenas universidades del país y la enseñanza que reciben los profesionales. Ahora hay una fuerza profesional muy numerosa, muy bien formada y muy exigente. Si hay estupideces cometidas por ciertos gobiernos, esta clase profesional va a resistir y va a insistir para alcanzar un buen gobierno. Con esta estructura poblacional y la influencia que tiene de algunos países cercanos, como Chile y Brasil, en términos de comercio y de ejemplo, creo que el futuro de Perú es bastante bueno.

Ha sido nombrado profesor honorario del Departamento de Economía. ¿Qué recuerdos tiene de su vinculación con la Católica?

Haber recibido este honor me hizo recordar todos los contactos que he tenido con la Universidad Católica como institución y con varios de sus profesores como colegas y amigos. Cada decenio estuvo marcado por algo. El primer profesor que conocí de esta Universidad fue Adolfo Figueroa, en el año ‘67; luego a Máximo Vega Centeno, en el ‘69. Durante los setenta participé en algunos seminarios, en los ochenta hice una consultoría respaldando un programa de maestría del Departamento de Economía y, además, he dictado un curso de historia económica. Otros puntos de contacto son conferencias que dicté en los años noventa, organizadas por Efraín Gonzales de Olarte y otras organizadas más recientemente por Javier Iguíñiz.

¿Cuáles son sus proyectos actuales?

Mi trabajo principal es la publicación de un libro de mis ensayos históricos, que lo estoy haciendo con la colaboración de Carlos Contreras. Esto requiere de una redacción muy cuidadosa por parte mía y, además, se me ha pedido la actualización de algunos de mis estudios, por estoy leyendo bastante para trabajar en eso. También estoy haciendo un estudio cuantitativo de la evolución de la educación en América Latina en general. El trabajo consiste en lo siguiente: la Unesco tiene estadísticas educativas de América Latina muy bien organizadas y presentadas a partir del año 50 y lo que estoy haciendo es proyectar todas estadísticas hacia atrás para cubrir todo el siglo XX, y estoy trabajando con censos de todos los países latinoamericanos. Felizmente, tengo acceso a la biblioteca de Harvard que tiene una colección de censos realmente fabulosa.

Ha vivido muchos años en Lima, ¿cómo ha sido esta experiencia?

Me encanta Lima y me encanta Boston. Siento que llevo una vida bígama: tengo a estas dos ciudades como amantes y hasta ahora no puedo decidirme por una u otra. Actualmente, estoy en Boston porque mis hijos están en EEUU y las distancias son muy complicadas, pero extraño mucho Lima, sobre todo a los amigos y la comida.

¿Cuál es su plato favorito?

Mmm…. ¡Las conchitas a la parmesana!

Entrevista: María Paz de la Cruz.

Fuente: Revista Punto.edu. Domingo 22 de noviembre del 2009.
Recomendado:

Shane Hunt comenta la coyuntura económica peruana.

jueves, 4 de marzo de 2010

Historia de las Islas Malvinas o Falklands.

Pugna por las Malvinas

Por: Isaac Bigio (Internacionalista)

Entre Buenos Aires y Londres hay una centenaria disputa por el control de tres archipiélagos que están cerca a la Antártida. A 480 kilómetros al sudeste de la Patagonia están las Malvinas, 1,390 kilómetros más al su- deste quedan las Georgias del sur y 640 kilómetros aún más al sudeste están las Sándwiches del sur.

La gran mayoría de estas islas están deshabitadas. Sólo las Malvinas tienen pobladores nativos, los cuales apenas son unas 3,000 personas, una exigua cantidad comparada a las 500,000 ovejas que ellos crían. Las islas Georgias y Sándwiches del sur son paraísos ecológicos donde sólo residen multitudes de pinguinos, aves y mamíferos marinos.

Desde que a inicios del siglo XVI Américo Vespucio divisó a las Malvinas, España, Francia, Reino Unido y Argentina han enviado allí algunos pocos colonos. En 1776 los castellanos echaron a los británicos, quienes en 1831 restablecieron su autoridad sobre estas, aprovechándose que dos años antes buques norteamericanos destruyeron un penal y un enclave de Argentina.

En 1914 este fue el único territorio americano que fue escenario de una batalla naval entre alemanes y británicos. En 1982 la dictadura militar argentina invadió a las Malvinas. En dicha guerra murieron unos 650 soldados argentinos y más de 250 británicos.

A pesar de que este conflicto tuvo relativamente poca duración y bajas y se dio en una zona tan marginal y despoblada del planeta, sus efectos sobre la política mundial se hicieron sentir.

La desgastada primera ministro británica Thatcher usó dicha victoria para arremeter exitosamente contra los poderosos sindicatos de su país conduciendo a la peor derrota del laborismo británico y creando las bases del nuevo modelo monetarista y de privatizaciones que luego serviría de ejemplo para el resto del mundo y como una palanca que permitió colapsar al bloque soviético. En el caso argentino condujo a la caída de la junta y allí y en América Latina a consolidar la apertura liberal del sistema político y económico.

Hoy las Malvinas vuelven a ser escenario de pugnas. Lo que enciende la mecha allí es el inicio de exploraciones petrolíferas. Tanto Cristina Kirchner como Gordon Brown han perdido mucha popularidad interna y requieren mostrar firmeza ante sus electores.

Sin embargo, hay varias diferencias con el escenario de hace 28 años. No se ven posibilidades inmediatas de guerra, pero Argentina se siente envalentonada por el respaldo que ha tenido de la cumbre latinoamericana y caribeña (incluyendo de 12 miembros americanos de la Commonwealth y de 10 islas regidas por la reina británica) y por la manera en que la alianza anglo-americana se haya empantanada por la recesión y por las guerras en Iraq y Afganistán.

Los 3,000 habitantes de las Malvinas (o Falklands en inglés) tienen ciudadanía británica aunque no votarán en las cruciales elecciones generales británicas de mayo. Sin embargo, si la tensión se acentúa, es posible que estas islas se conviertan en uno de los tópicos electorales obligando a los candidatos a querer competir entre ellos mostrando mayor patriotismo y dureza ante los reclamos argentinos.

Fuente: Diario Correo. 26 de Febrero del 2010.

Recomendados:

Disputa actual entre Argentina e Inglaterra por las reservas petroleras en las Malvinas.

Historia de la Guerra de las Malvinas.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Háití: esclavitud, ocupación, dictadura y cambio climático.

Batalla de Vertieres

Haití: el acreedor burlado

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

Magnífico artículo de Naomí Klein sobre Haití. Sé que muchos lo leerán con anteojeras y reirán. Sin embargo, lo que allí se dice es una de las tantas verdades evidentes que la alienación, a la que nos someten los medios de comunicación, no nos permite ver. Dicen los ricos que le van a perdonar la deuda a Haití. Pero, ¿cuál es la realidad? Haití no debe nada; a Haití le deben mucho. Camille Chalmers, economista haitiano, dice: “La cancelación de la deuda es un buen comienzo, pero es tiempo de ir más allá. Tenemos que hablar sobre reparaciones e indemnizaciones por las devastadoras consecuencias de la deuda”. Y argumenta, además, que Haití es acreedor por cuatro razones: “La esclavitud, la ocupación estadounidense, la dictadura y el cambio climático. Estos reclamos no son fantasiosos ni retóricos. Son históricos y se basan en múltiples violaciones de normas y acuerdos legales. Aquí algunos datos: “Cuando los haitianos ganaron su independencia de Francia, en 1804, tuvieron todo el derecho de reclamar reparaciones a los poderes que se habían aprovechado durante 300 años del trabajo robado.

Francia estaba convencida de que habían sido los haitianos quienes habían robado la propiedad de los dueños de esclavos, negándose a trabajar gratuitamente. Por ello, en 1825, barcos de guerra amarrados en la costa haitiana amenazaron con volver a esclavizar la antigua colonia. El rey Carlos X vino con la intención de recolectar 90 millones de francos en oro –diez veces la renta anual de Haití en ese momento–. Sin capacidad militar para negarse, y sin posibilidades de pagar, la joven nación fue amarrada a una deuda que tardaría 122 años en saldarse.

Luego está la deuda de la dictadura. Desde 1957 hasta 1986, Haití estuvo gobernado por el régimen cleptocrático de Duvalier. El caso contra él se expuso en varios tribunales que rastrearon los fondos, y una Corte de Miami dictaminó que el gobernante había “malversado más de 504 millones de dólares de fondos públicos”. Los haitianos, por supuesto, aún siguen esperando la restitución de ese dinero. Sin embargo, el FMI y el Banco Mundial pretenden cobrar la plata que les prestaron a los Duvalier y que estos aprovecharon para sí y no para el país. Eso se llama 'deuda odiosa’, y debe ser anulada como se hizo con Irak luego de la 'invasión USA’.

Ahora, la deuda climática: las naciones ricas han fallado en resolver la crisis climática que causaron, y tienen una deuda con los países en desarrollo que padecen sus efectos de manera desproporcionada. En resumen: quien contamina, paga. Haití, que enfrenta tormentas cada vez más devastadoras, tiene un argumento irrefutable. Su contribución al cambio climático ha sido insignificante; las emisiones de carbono per cápita de Haití representan solo el 1% de las emisiones de los EE.UU. Está, también, la invasión norteamericana que aplastó aún más la economía del pequeño país.

Esos argumentos, en un universo regido por la justicia, tendrían valor. Pero, como lo que manda es la prepotencia, Haití seguirá vegetando en la pobreza.

Fuente: Diario Perú 21. Viernes 26 de Febrero del 2010.
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martes, 2 de marzo de 2010

La red nazi en América Latina. El caso Klaus Barbie.

Conexión nazi

Por Nelson Manrique (Historiador)

El 25/1/83 Klaus Barbie fue entregado por el gobierno boliviano a las autoridades francesas en la Guyana. El material que incautaron autoridades bolivianas permitía hacerse una idea de la magnitud de la red criminal que Barbie había ayudado a construir en AL, que colaboraba ampliamente con los sanguinarios regímenes militares que estaban en el poder, protegía a muchos nazis encubiertos y combinaba los negocios con múltiples delitos, que iban desde el crimen y la extorsión hasta el tráfico de armas y el narcotráfico. Esta vasta red nazi ya había sido denunciada por el escritor Frederick Forsyth en su novela The Odessa Files. Los materiales incautados a Barbie confirmaban su existencia.

Durante los 30 años que vivió en Bolivia, Barbie (escondido bajo la identidad de “Klaus Altmann” que le otorgaron sus protectores de EEUU, a quienes sirvió) fue asesor de varios dictadores militares, prestó su ‘expertise’ como asesino y torturador en la represión de la izquierda y desarrolló múltiples negocios en asociación con militares y miembros de la burguesía boliviana. El apellido Altmann (que tomó del rabino del barrio donde vivió en su niñez) le abrió las puertas de la colonia judía de La Paz, que lo creía uno de los suyos. Entre otros negocios, Barbie convenció al dictador René Barrientos de la conveniencia de que Bolivia, país sin litoral marítimo, tuviera una marina mercante, creándose así la Transmarítima Boliviana, de la que Barbie fue nombrado gerente general y que sirvió de tapadera para el tráfico de armas y otros negocios.

Fue a raíz de su involucramiento en un golpe militar fracasado que la estrella de Barbie empezó a declinar. Adicionalmente, en 1971 quebró la Transmarítima Boliviana y Barbie se vio obligado a abandonar La Paz, mudándose a Lima. No era nada extraño. Él viajaba continuamente al Perú y en Lima tenía un firme aliado en el también nazi Friedrich Schwend. Federico Schwend (como era conocido, pues ni siquiera necesitó cambiar de apellido) había logrado insertarse bien en la burguesía peruana. Era visto como un nazi del montón, pero no lo era en absoluto. Dirigía la red nazi de AL con Barbie y tenía fama de ser un falsificador eximio.

Durante el III Reich fue el responsable de la “Operación Bernhard”, un proyecto destinado a inundar Inglaterra con libras esterlinas falsas –indistinguibles de las originales– para provocar el colapso económico de GB. En Lima su hija Ingrid se vio involucrada en un triángulo que culminó en un sonado caso policial, cuando su amante, el conde español Sartorius, fue asesinado por el marido.

El 1/1/72 Luis Banchero Rossi fue asesinado en su residencia en Chaclacayo. Pocos días después, Barbie fue desenmascarado en Lima por los cazadores de nazis Serge y Beate Klarsfeld. Esto le obligó a fugar hacia La Paz, el 23 de ese mismo mes, con el apoyo de miembros del “ala dura” del gobierno militar de Velasco. En La Paz, ya reconocida su verdadera identidad, varios regímenes militares lo protegerían durante una década más, llegando hasta a darle el grado de teniente coronel honorario del ejército boliviano, en reconocimiento a sus aportes como instructor y torturador.

En la captura de Barbie y su entrega a las autoridades francesas, el 4/2/83, jugó un importante papel el entonces viceministro del Interior de Hernán Siles Suazo, Gustavo Sánchez Salazar. Fue él quien reveló la conexión de Barbie con el asesinato de Luis Banchero Rossi, a partir de documentos incautados a los cuales tuvo acceso. Mientras en Lyon se juzgaba a Barbie, Gustavo Sánchez publicó su libro, que –hasta donde sé– no ha circulado en el Perú (Criminal hasta el final. Klaus Barbie en Bolivia. Barcelona: Ediciones B., 1987).

Existe una extensa bibliografía sobre Barbie, que puede verse en internet. Sobre la red nazi en AL recomiendo la cinta de K. McDonald My Enemy’s Enemy. Klaus Barbie & the Fascist Conection (2007). Mención aparte merece el film de Marcel Ophuls Hotel Terminus: la vida y el tiempo de Klaus Barbie (1989), sin duda uno de los más grandes documentales políticos de todos los tiempos.

Fuente: Diario La República. Martes 02 de Marzo del 2010.
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lunes, 1 de marzo de 2010

La Guerra de las Malvinas y la actual tensión por las reservas petroleras.

ANÁLISIS. SOBERANÍA Y POLÍTICA

Malvinas: un combustible que enciende pugna centenaria

La pretensión británica de hacer exploraciones petrolíferas en las Malvinas trae a la memoria la infausta guerra que enfrentó a ambos países en 1982.

Por: Roger Zuzunaga Ruiz (Periodista)
Domingo 28 de Febrero del 2010

“Compatriotas, hemos recuperado, salvaguardando el honor nacional, sin rencores, pero con la firmeza que las circunstancias exigen, las islas Malvinas, que integran por legítimo derecho el patrimonio nacional”. El 2 de abril de 1982 un eufórico general Leopoldo Galtieri, quien entonces encabezaba la junta militar que gobernaba Argentina, anunciaba así, y de manera sorpresiva, que el archipiélago ocupado por los británicos en 1833 volvía a formar parte del territorio nacional.

Cinco mil soldados habían ocupado Puerto Stanley, la capital de las islas Malvinas. Así, la peor crisis política que enfrentaba la dictadura, salpicada por denuncias cada vez más frecuentes sobre desapariciones y serios problemas económicos, pasaba a segundo plano, desplazada por el sentir nacionalista de los argentinos, que veían reivindicado un histórico anhelo nacional. En adelante, por plazas y calles el único tema de conversación era las Malvinas y el orgullo que se sentía por los soldados que hicieron ondear la bandera del país en aquella tierra que reclamaban como suya. Incluso daba la sensación de que la adhesión popular al régimen empezaba a asemejarse a la que tuvo en 1976.

En el ámbito regional, Argentina recibió el apoyo de casi todos los países. Incluso Nicaragua ofreció tropas, Venezuela petróleo y el Perú aviones. Solo Chile, a través de su dictador Augusto Pinochet, se puso del lado de los británicos.

Pero no todo estaba dicho. Al otro lado del planeta, en el Reino Unido, la primera ministra del país, Margaret Thatcher, también acusaba el desgaste de su primera gestión. La Dama de Hierro vio en el asunto la oportunidad de ganar el terreno perdido con miras a las elecciones del siguiente año.

El primer triunfo de Thatcher se dio en el ámbito político: logró que el Consejo de Seguridad de la ONU declarara a Argentina país agresor y obtuvo el respaldo de EE.UU. y de la Comunidad Económica Europea.

La réplica militar sería el siguiente paso. Argentina los esperaría. “Si quieren venir, que vengan, les presentaremos batalla”, retó Galtieri.

EL PRINCIPIO DEL FIN

Uno de los primeros golpes contra las fuerzas argentinas se dio el 25 de abril, cuando un sanguinario represor, el marino Alfredo Astiz, se rindió a las tropas inglesas en las islas Georgias.

Pero el golpe más contundente vino el 2 de mayo. Aquel día, un torpedo británico hundió el crucero General Belgrano. Murieron unos 400 marinos argentinos.

“Tengo 400 argentinos muertos y, si es necesario, la Argentina está dispuesta a cuatro mil o cuarenta mil más”, manifestó Galtieri ese mismo día.

Pero la superioridad británica era abrumadora. Incluso el príncipe Andrés, quien ostenta el título de Duque de York, estuvo en el buque británico Invencible.

En los últimos días de combate, el 11 de junio, llegó al país el papa Juan Pablo II para hacer un llamado a la paz. Tres días después, el 14 de junio, unos 11 mil soldados argentinos se rindieron ante las fuerzas británicas. La guerra había terminado. Y también llegó el fin de la gestión de Galtieri al frente de la junta militar.

EXPLORACIÓN Y DECRETO

Han pasado 28 años de aquella infausta guerra y el tema de las Malvinas nuevamente causa fricciones entre argentinos y británicos. El escenario es distinto al de 1982. No hay una amenaza bélica en el horizonte. Esta vez el origen del entredicho es la pretensión británica de hacer exploraciones petrolíferas en el archipiélago. Argentina respondió a través de un decreto firmado por la presidenta Cristina Fernández, que obliga a todos los barcos que surcan aguas jurisdiccionales argentinas a solicitar un permiso de Buenos Aires para ir a las Malvinas.

En el plano político, la situación de ambos países sí es similar a la de aquella época. En Reino Unido, el primer ministro Gordon Brown, agobiado por los efectos de la crisis financiera internacional, no ha podido revertir su baja popularidad de cara a los comicios generales de junio de este año. Según una encuesta de diciembre del año pasado, solo 27% de los británicos votaría por el partido gobernante, mientras que 40% lo haría por los conservadores.

Y si de popularidad se trata, en Argentina la presidenta Cristina Fernández tiene un magro 20%, consecuencia del desgaste político tras denuncias de enriquecimiento ilícito de la mandataria y su esposo, el ex presidente Néstor Kirchner (el patrimonio de ambos se multiplicó por siete desde el 2003). En el plano económico, la inflación, que en el 2009 fue de 15%, no puede ser controlada y los analistas locales estiman que cerrará en 18% al final del 2010.

“El Gobierno Argentino ve en el conflicto desatado por el inicio de la prospección petrolífera en torno a las islas… la oportunidad de plantear como prioridad un tema de interés común a todas las fuerzas políticas y dejar en segundo plano las diferencias internas, en momentos en que la situación política del oficialismo se ha tornado difícil…”, escribió el analista político local Rosendo Fraga.

El embajador de Argentina en el Perú, Darío Alessandro, rechaza tajantemente ese razonamiento. “Argentina, de manera reiterada, plantea la discusión sobre el tema. El que ha producido una medida que ha modificado la situación ha sido el Reino Unido… Argentina ha tomado una medida legítima… Acá no hay motivos de orden político que precipiten la decisión. Eso es solo especulación política”, sentencia el diplomático.

El canciller argentino, Jorge Taiana, llevó el caso a la ONU para que este organismo inste al Reino Unido a discutir el tema de fondo: la soberanía de las Malvinas. “El caso se llevará a todas las instancias multilaterales que existan”, advirtió Alessandro.

LOS PERSONAJES

LEOPOLDO GALTIERI. EX DICTADOR ARGENTINO
Fue condenado y luego indultado

Ocupó el gobierno de facto de Argentina entre 1981 y 1982. Renunció tras la derrota en las Malvinas. En 1986 fue sentenciado a prisión y degradado. Fue indultado en 1990 por el entonces presidente Carlos Menem. En el 2002 se reabrió el procesos en su contra por la desaparición de menores y otros crímenes. Murió en el 2003 a causa de un paro cardíaco.

PRÍNCIPE ANDRÉS. DUQUE DE YORK
Representante de la corona británica

Nació el 19 de febrero de 1960. Es el tercer hijo de la reina Isabel II del Reino Unido y el príncipe Felipe y el cuarto en la sucesión al trono. En 1978 se alistó en la Marina Real Británica. Durante la Guerra de las Malvinas sirvió en el barco “HMS Invincible”, donde se de-sempeñó en misiones de combate como piloto de helicópteros. Ascendió al grado de Comandante hasta su baja el año 2001.

MARGARET THATCHER. EX PRIMERA MINISTRA BRITÁNICA
La revolución de la Dama de Hierro

Nació el 13 de octubre de 1925. Conocida como la Dama de Hierro, gobernó el Reino Unido entre 1979 y 1990. Llegó al poder con la promesa de invertir el declive económico de su país y reducir el papel del Estado en la economía. La izquierda la acusó de destruir el estado de bienestar en el país. El 1990 desistió de presentarse a una nueva reelección. Permanece retirada de la vida pública.

LAS CIFRAS

750
Argentinos y 255 británicos murieron durante los 74 días que duró la guerra de las Malvinas.

12.397
Argentinos se enfrentaron a 10.376 británicos.

11
Aviones, 24 helicópteros, 2 destructores, 2 fragatas, 1 buque contenedor y 4 naves de desembarco perdió Reino Unido. Argentina perdió 74 aviones, 17 helicópteros, 1 crucero, 2 guardacostas, 1 transporte, 1 submarino y 2 cargueros.

60
Mil millones de barriles de petróleo habría en las Malvinas, según la empresa Desire Petroleum.

EL DATO

Frontera marítima
Argentina reivindica que sus aguas territoriales se extienden más allá del archipiélago, hasta el borde de la plataforma continental submarina, a más de 2.000 kilómetros de distancia.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 28 de Febrero del 2010.

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El Perú en la Guerra de las Malvinas.

La creación de la CELAC y su importancia histórica.

La Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños

Manuel Rodríguez Cuadros
Ex canciller del Perú. Actual embajador en Bolivia.

Como estaba previsto y luego de un debate que reveló algunas disensiones, la Cumbre del Grupo de Río realizada en Cancún culminó con la creación de la Comunidad de Estados latinoamericanos y Caribeños (Celac). Es evidentemente un acontecimiento histórico en la evolución de las relaciones externas latinoamericanas.

En un mundo sin zonas de influencia ni fronteras ideológicas, crecientemente descentralizado y en plena transición en el ámbito de sus estructuras políticas y económicas del poder, América latina y el Caribe pueden construir a partir de este nuevo espacio de acción conjunta -dentro de su diversidad- espacios de mayor equilibrio en las decisiones regionales y mundiales que preserven o promuevan mejor los intereses de sus estados y sus poblaciones. El papel asumido por el Brasil como potencia emergente puede ser la locomotora de este proceso.

Otro efecto previsible de la acción futura de la Celac será también una nueva dinámica en las relaciones interamericanas y en la acción de la OEA. El interamericanismo es un escenario privilegiado que permite a los estados latinoamericanos y del Caribe compartir diversos espacios de la cooperación y el diálogo político multilateral con Estados Unidos. La presencia cada vez más activa de Canadá ha ido otorgando a ese diálogo mayor flexibilidad y una trama de intereses políticos, sociales y estratégicos menos rígidos y más cooperativos. Una práctica regional diferenciada de la Celac en las mismas áreas de la agenda interamericana, presumiblemente creará mayores equilibrios y podría antes que debilitar, revalorizar el indispensable diálogo interamericano.

El presidente Obama, en su campaña electoral, en un discurso sustantivo pronunciado en Miami, señaló que su diplomacia veía con buenos ojos que los latinoamericanos asuman sus propias responsabilidades, sin tutelajes. Es lo que, objetivamente, el mundo de la post Guerra Fría exige a mi juicio a la diplomacia norteamericana y a la latinoamericana en un área donde no existen ni reales ni potenciales conflictos estratégicos o de alcance global. Por ello, puede haber mucho de sinceridad en las declaraciones de Philip Crowly, portavoz del Departamento de Estado, cuando señaló que la creación de la Celac “es acorde con los objetivos del gobierno de Washington en la región”.

En cualquier caso, el nuevo organismo dará más autonomía a la región en el contexto de cinco principios y valores compartidos con el espacio interamericano: el respeto al derecho internacional, la igualdad soberana de los estados, el no uso ni la amenaza del uso de la fuerza, la democracia y el respeto a los derechos humanos.

La Celac quiere también racionalizar la proliferación anárquica de organismos de integración, coordinación y concertación. De hecho el Grupo de Río y la Cumbre América latina-Caribe desaparecerán con su creación. A término, el Sela debería seguir el mismo camino. Y en un plazo mayor, una vez construidas capacidades institucionales, la Aladi podría seguir el mismo camino.

Sus competencias, adecuadamente, comprenden desde la promoción de la integración regional hasta la concertación de políticas. Lo nuevo, sin embargo, es un compromiso de mayor aliento que de concretarse significaría un cambio sustantivo en los patrones de la diplomacia latinoamericana y su proyección regional y mundial: la creación de un sistema institucional propio de solución de controversias. Esta es una apuesta mayor.

Fuente: Diario La Primera. Lunes 01 de Marzo del 2010.