sábado, 21 de julio de 2012

La estructura étnica en Asia occidental: antecedentes históricos y conflictos actuales.



Etnias en Medio Oriente

Por. Isaac Bigio (Internacionalista)

El Asia occidental es un mosaico de etnias, las mismas que hoy están en ebullición. Hasta hace dos décadas, los conflictos en la principal región exportadora de petróleo del mundo se basaban en ideologías o modelos socioeconómicos. Mas, tras el desplome del bloque soviético, los que pregonaban la lucha de clases fueron siendo minimizados por los que promueven luchas de nacionalidades o de religiones.
Un presagio de lo que puede venir en el Medio Oriente es lo que pasó en los Balcanes, la península europea limítrofe a dicha zona, la misma que, además, también fue parte del imperio turco otomano. En los noventas, Yugoslavia se ensangrentó en una guerra fratricida donde gente de la misma raza e idioma eslavos se masacraban debido al pasado religioso de sus antepasados, aunque ellos mismos fuesen más seculares. Desde el fin de la II Guerra Mundial ningún otro país de tal tamaño ha acabado siendo escindido, como ha pasado en el caso yugoslavo, en siete repúblicas, cada una de las cuales promoviendo alguna forma de predominio, limpieza o pureza étnica.
La tesis de que un Estado debe promover la homogeneidad lingüística y religiosa es algo que viene del proceso de desintegración del imperio turco, cuando hace un siglo Grecia y Turquía desplazaron forzosa y masivamente a sus respectivas minorías.
Cuando al final de la I Guerra Mundial Francia y Reino Unido se repartieron las posesiones turcas del Levante, ellas también promovieron las disputas étnicas pero, no para crear Estados étnicamente homogéneos, sino buscando dividir para reinar. Francia separó artificialmente al Líbano de Siria para darle una república a los cristianos maronitas (que desde la época de las cruzadas habían simpatizado con los francos) y donde estos últimos fuesen una leve mayoría. También Reino Unido favoreció un 'Hogar Nacional' hebreo en Palestina, mientras que artificialmente juntó a 3 provincias disimiles de la Mesopotamia para crear Iraq.
Hoy, toda la estructura entre etnias creada en esa región viene siendo cuestionada. Primero fue el Líbano donde los musulmanes, tornados en mayoría, cambiaron la Constitución de dicho estado después de una guerra fratricida. Después fue Iraq donde la mayoría chiita pro-Irán sacó provecho del derrocamiento de Hussein para querer suplantar al dominio de la minoría árabe sunita. Ahora hay dos países árabes donde el poder sigue en manos de una minoría religiosa dentro del Islam. Uno es Bahréin, donde el 70% de sus habitantes, que son chiitas, chocan con la bicentenaria monarquía despótica sunita. Otro es Siria, donde el poder militar y político ha sido concentrado por una familia y un partido entroncados en los alawitas (una secta ligada a los chiitas que apenas agrupa a uno de cada ocho sirios), mientras que los grupos armados opositores promueven la identidad sunita.
Siria, antes que Bahréin, puede acabar dominada por un gobierno que se sustente en la etnia mayoritaria.

Fuente: Diario Correo (Perú). 18 de julio del 2012.

jueves, 19 de julio de 2012

Semblanza de Héctor Cornejo Chávez, fundador del partido de la Democracia Cristiana en el Perú.

Héctor Cornejo Chávez

Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)

Había nacido en Arequipa y estudiado derecho en la Universidad San Agustín, cuando en 1945 fue electo presidente José Luis Bustamante, que lo convocó como secretario general de Palacio de Gobierno. Fue su debut en la política y definió su postura como católico reformista, comprometido con los más pobres de este país.
En 1955, luego del levantamiento de Arequipa contra la dictadura de Odría, Cornejo fundó la Democracia Cristiana, donde ejerció el liderazgo durante las décadas siguientes. Junto a Luis Bedoya, Javier de Belaunde, Roberto Ramírez del Villar y Ernesto Alayza fue fundador del socialcristianismo. Eran los años de la guerra fría y el grupo político naciente quería ofrecer una alternativa frente al comunismo; asimismo, buscaba remplazar a la vieja oligarquía; como consecuencia, adoptó la doctrina social de la Iglesia para posicionarse en la centro izquierda.
Cornejo fue diputado entre 1956 y 1962, habiendo combatido intensamente contra la convivencia del pradismo con el Apra, empleando una gran dosis de la inteligencia cáustica que le fue característica. Su rigor intelectual acompañado de furibunda mordacidad lo hizo una figura respetada, pero poco carismática. Su planteamiento anticapitalista y anti-comunista contribuyó a su imagen de antipático.
En las elecciones de 1956, la DC no presentó candidato presidencial, sino listas parlamentarias, que tuvieron buena acogida en algunas circunscripciones, sobre todo en Arequipa. Gracias a ello, la DC contó con una bancada selecta, pero reducida, que se ganó el apelativo de “cuatro gatos”. Asimismo, las elecciones del 56 trajeron el liderazgo carismático de Fernando Belaunde, que ocupó el espacio deseado por el socialcristianismo. FBT desplazó a la DC.
Para las elecciones de 1962, Cornejo fue candidato presidencial y obtuvo algo menos del 3%, evidenciando su reducida estatura presidenciable. Esas elecciones fueron anuladas vía un golpe militar que convocó a un nuevo proceso al año siguiente. En esa oportunidad, la DC formó una alianza con Acción Popular y llegó al poder como socio menor de FBT.
La relación con el gobierno acciopopulista fue difícil. Cornejo era senador y encabezaba el ala izquierda, frente a un gobierno que retrocedía ante el empuje de la superconvivencia, formada en el Congreso por el Apra y Odría. La alianza gubernamental empezó a dividirse en 1966, cuando la DC se fracturó; saliendo de ella los principales líderes encabezados por Bedoya Reyes, para formar el PPC y ubicarse en la centro derecha. Cornejo se quedó con un reducido número de dirigentes y conservó el apoyo de la juventud socialcristiana, radicalizada hacia la izquierda.
Al ser derrocado FBT por el general Juan Velasco, Cornejo vio con simpatía al gobierno militar. Al fin y al cabo, estaba haciendo lo que siempre había buscado, una reforma de las estructuras sociales en un sentido no comunista. Cruzó el Rubicón desdeñando el tema democrático, más le importó la voluntad de transformación de Velasco que el régimen de dictadura. La democracia social fue su credo.
Cornejo fue parte del pequeño grupo de asesores del gobierno militar que impulsó las reformas. En esa calidad participó de la expropiación de la prensa e incluso fue director de El Comercio, cuando fue estatizado en 1974. Probablemente fue su actuación pública más controvertida y causa de su posterior ostracismo político.

Fue constituyente en 1978 donde mostró que conservaba sus dotes oratorias en forma. Era un expositor consistente, armado de una lógica exquisita; además, enfrentaba a sus oponentes, defendiendo su postura con brillo. Era su última actuación política, luego se retiró a sus cuarteles de invierno, de los cuales no salió hasta su muerte, acaecida la semana pasada.
A lo largo de su vida fue un reputado profesor de derecho, especializado en el tema de familia. Catedrático de la PUCP por varias décadas, su contribución en este terreno fue notable y sus alumnos lo recuerdan como fue: justiciero e implacable.
Fuente: Diario La República (Perú). 18 de julio del 2012.

miércoles, 18 de julio de 2012

Debate sobre la historia de la Revolución de Trujillo de 1932: "El Año de la Barbarie".


LA REVOLUCIÓN DE TRUJILLO Y EL ANTIAPRISMO


Por: Daniel Parodi (Historiador)

En publicaciones anteriores he sostenido que la historia del Apra merece un análisis distinto de aquel que se caracteriza por el enfrentamiento entre apristas y antiapristas. Sin embargo, ni siquiera la revolución de Trujillo, que acaba de conmemorar sus 80 años, escapa al referido debate.

De esta manera, a la tradicional acusación que responsabiliza al partido aprista de la matanza de 17 oficiales del ejército durante la insurrección, se suman otras más novedosas que sostienen que la revolución no fue aprista sino trujillana y que, desde 1940, Haya de la Torre promovió el olvido de la gesta y su reemplazo por el Día de la Fraternidad, que conmemora su propio onomástico. Se señala que la revolución de Trujillo se convirtió en un acontecimiento incómodo para Haya, quien entonces ya realizaba su viraje a la derecha y negociaba con los partidos oligárquicos. Es así como la revolución de Trujillo abona la tesis de la traición del Apra a su ideología primigenia.

Crítico de la postura anterior es el destacado historiador Carlos Aguirre, quien en su reseña a Usted fue aprista, libro de Nelson Manrique, sostiene que “todo movimiento político tiene sus luces y sus sombras, pero en la visión de Manrique pocas luces asoman en el horizonte del aprismo. Análisis históricos del PRI o del peronismo (…) que solo se detuvieran en las traiciones, los virajes, la corrupción y el autoritarismo de sus dirigentes harían ciertamente muy difícil la comprensión de sus trayectorias y sus contribuciones a la vida política -y, por qué no, a la democratización- de sus respectivos países”

Pasando a los hechos, la revolución de Trujillo se ubica en el contexto de la Crisis Mundial de 1929. En dicha coyuntura las haciendas aledañas a la capital norteña fueron muy afectadas por la baja en la demanda del azúcar, la que generó drásticas reducciones de salarios, altos índices de desempleo y una cargada atmósfera de malestar social. A nivel interno la insurrección remite a la irrupción de las masas en la política, la que fue impulsada por el Apra. Ciertamente, la causa inmediata del levantamiento fue la implacable represión del gobierno de Sánchez Cerro, responsable de una serie de violentos ataques contra locales del PAP, de la deportación del pleno de la CPA y de la prisión de Haya de la Torre, quien fue arrestado el 6 de mayo de 1932. Estos acontecimientos fueron el detonante de la revolución aprista-popular del 7 de julio del mismo año, y la llamo así porque la cúpula del PAP se encontraba presa, incomunicada o exiliada, por lo que no participó directamente en la organización del levantamiento.

Por otro lado, el Día de la Fraternidad dista de ser una tradición inventada que se instaurase para promover el olvido de la revolución de Trujillo. Aquella conmemoración la instituyó el Apra para rendir homenaje a Haya por la persecución que sufrió casi ininterrumpidamente desde 1923 hasta 1945, y también como expresión del culto a la personalidad del líder-fundador, característico de la identidad aprista. Ciertamente, en el discurso de instauración del Día de la Fraternidad, en 1946, Manuel Seoane dedicó varios pasajes de su alocución a los mártires de Trujillo, por lo que ambas efemérides – la revolución del 32 y la Fraternidad- no parecen oponerse y, más bien enriquecen el repertorio simbólico del partido de la estrella.

Para estudiar la historia del Apra desde nuevos enfoques es necesario superar el antiaprismo historiográfico cuyos discursos, aunque revestidos de academicismo, parten todos de la trillada premisa de la claudicación ideológica. Si a pesar de todo el Apra permanece es porque existe mucho más que eso en su trayectoria, como lo demuestran sus mártires de Trujillo, quienes hace 80 años fueron ejecutados por millares, mientras oponían el ideal democrático al autoritarismo dictatorial de Sánchez Cerro.

Fuente: Diario 16 (Perú). 17-07-12

Artículo recomendado: 

Historia de la Rebelión Aprista de Trujillo (1932)

miércoles, 11 de julio de 2012

Balance entre la "historia revisionista de la independencia" y la escuela “estructuralista”, del énfasis en las clases sociales y los sectores populares como grandes sujetos históricos de la emancipación.


El nudo del imperio
Por: Antonio Zapata Velasco (Historiador)
Esta semana se presenta una nueva contribución de Carmen McEvoy a la historia del Perú. En esta oportunidad, junto a dos colegas, ella compila un conjunto de artículos que tratan sobre la independencia del Perú. Se trata de un buen balance de los avances de la “historia revisionista”, que desde los noventa se impuso sobre la vieja escuela “estructuralista”, que privilegiaba las clases sociales y los sectores populares como grandes sujetos históricos. Mientras que, ahora se ha vuelto al individuo, se ha centrado en el pensamiento y han reaparecido los criollos como grandes personajes de la emancipación.
Esta nueva forma de analizar la historia de América Latina tuvo un gran impulso con la obra del historiador francés Francois Xavier Guerra, que lamentablemente falleció bastante temprano. Según su planteamiento, para entender la independencia se requería situarla en el marco de las revoluciones del atlántico norte, especialmente la francesa y también la norteamericana.  
Cuando Napoleón invadió España, realmente se abrió la coyuntura de la emancipación, porque los reyes españoles legítimos fueron apresados y nombrado en su reemplazo el hermano mismo de Bonaparte. Ahí, España entró en guerra de resistencia nacional contra los franceses, en el curso de la cual se proclamaron “juntas” para gobernar las ciudades, a nombre del rey preso. Siguiendo el movimiento, los criollos de América proclamaron sus propias “juntas”, que evolucionaron de fidelistas al rey a independentistas, proclamando la libertad de Hispanoamérica. Así, la emancipación nacería del hundimiento del centro imperial, que se habría sumergido en crisis, abriendo oportunidades a los márgenes.
Esta tesis fue la base para el atractivo de la nueva interpretación, porque rompía con las dos ideas precedentes que estaban enfrascadas en una polémica que venía durando décadas. Por un lado la “historia tradicional”, que postulaba la maduración de la idea de patria entre los criollos, que habrían reclamado la mayoría de edad. La otra postura era la “nueva historia”, que buscaba posicionar a los sectores populares y hacía de las sublevaciones indígenas la llave de la explicación. En efecto, el verdadero precursor era Túpac Amaru y su movimiento habría definido los campos. De acuerdo a Heraclio Bonilla, los criollos del Perú habrían sido conservadores por temor al indio, a la repetición de una nueva rebelión indígena que subvierta el orden social.
En este nuevo libro de McEvoy, esa polémica está superada. Ni partidarios del alma nacional ni de las sublevaciones indígenas, la explicación que nos plantea parte de la historia cultural y aporta conceptos para entender el cambio de mentalidad que estaba en curso. Se estaba negando la distinción fundamental, que había fundado el orden colonial, separando a las personas en dos legislaciones distintas y se inauguraba el mundo de la igualdad ante la ley. Por más imperfecciones que tuviera, fue un cambio crucial en la mente de sus protagonistas, que fueron criollos, como Hipólito Unanue y la “Abeja Republicana”, entre otros, quienes reaparecen como forjadores de la ciudadanía.
Junto a los líderes indígenas también se empequeñecen los movimientos y luchas sociales. No se enfoca en Zela ni tampoco en los Angulo; el mismo Pumacahua se ha minimizado; 1780 y 1814 han dejado de ser fechas claves. Después de Sendero, pareciera que los levantamientos han perdido atractivo historiográfico.
Por el contrario, se recupera el esfuerzo de integración nacional. ¿Cómo hacer para construir nación, partiendo de un país tan heterogéneo? Los autores destacan esa pregunta y le dedican sus mejores páginas. Buscan la respuesta en los creativos de la época; aunque, su interrogante es contemporánea. Al explorar las fórmulas de los criollos de antaño, el libro revisa la sapiencia de las clases ilustradas para encarar el nudo del Perú, postulando ideas que conserven utilidad para el presente y futuro de nuestro país.
Fuente: Diario La República (Perú). 04 de julio del 2012.
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