Las lecciones del cardenal
Por: Ricardo Vásquez Kunze (Analista)
En 1629, el emperador de Austria, Fernando II, se encontraba a un paso de reconstruir, junto a su primo español, la Europa cristiana. Las Guerras de Religión del siglo XVI habían dividido la unidad europea en un conflicto a muerte entre protestantes y católicos. Estos últimos, liderados por una misma casa en Austria y España, estaban a punto de darle la estocada final a la Reforma. El catolicismo volvería a ser la religión oficial de Europa. Y Austria y España sus garantes. Sin embargo, lo que ya se daba por descontado, fracasó. La oposición a este colosal proyecto de unidad “ideológica” vino del lado menos pensado. De un cardenal: Richelieu.
Siendo Richelieu un Príncipe de la Iglesia, lo natural hubiera sido que apoyara sin reservas los planes políticos para una Europa reunificada bajo el catolicismo. En términos ideológicos modernos, eso era lo que se esperaría de él. Sin embargo, el cardenal, antes que Príncipe de la Iglesia era primer ministro de Luis XIII, rey de Francia. Y tenía muy claro que en esa reunificación a Francia le tocaba un papel de segundona a la sombra de Austria y España. Así pues, se dispuso con toda su energía arruinar un proyecto que no le convenía a los intereses de su patria. Contrató a sueldo al campeón del protestantismo europeo, el rey Gustavo Adolfo de Suecia. Cinco toneladas de oro sellaron la alianza entre el cardenal y el joven genio militar protestante.
El resto es historia conocida. Gustavo Adolfo asoló Europa durante dos años, hasta que murió en batalla y Austria, al borde del colapso, se salvó. Más no Europa. Quedó dividida entre católicos y protestantes y de entre ellos Francia surgió como la gran potencia que hasta hoy todos conocemos. Ni Austria ni España llegaron a recuperarse nunca de ese compromiso ideológico que los llevó a la decadencia.
Así, en diplomacia lo único que debe contar son los intereses de los Estados. Si el interés de un país está en ser aliado del diablo para prevalecer o procurarse una mejor situación de poder en el mundo regional o global, pues tal alianza debe ser hecha. Y los agentes diplomáticos de un país, oficiales y oficiosos, tampoco deben ser medidos con varas ideológicas.
Exigir la expulsión de un embajador extranjero desubicado que se sale de sus funciones luego de ser amonestado por el anfitrión como corresponde, es demagogia barata y prejuicio ideológico. La regla de oro es siempre no empeorar las cosas con un país vecino si esto es posible. Precisamente el embajador lenguaraz es el mejor ejemplo de por qué ideología y diplomacia son malas compañeras.
Y las lecciones del cardenal todavía valen hoy, sobre todo para los “cancilleres” de la prensa y los “diplomáticos” del Congreso.
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2 comentarios:
Hola Edy, muy bueno el resumen sobre Richelieu. Decir que se metió en la Guerra de los Treinta Años (1618-1648) cuando los suecos fueron derrotados por los austroespañoles en Nordligen y Montaña Blanca (Alemania). Esa casi virtual victoria de los Habsburgo hizo que Richelieu hostigase sin éxito a los Tercios españoles. Dejó plantada la semilla y, unos días después de su muerte se dió la victoria francesa de Rocroi, primera derrota española en 150 años. La Paz de Westfalia dió el triunfo y la hegemonía a la francia de Luis XIV la segunda mitad del siglo XVII y el ocaso español en Europa.
Francia siempre ha tenido muy claro que, por encima de todo está el Estado francés, ya sea religión, política o lo que sea. Y ¡ay de quién diga lo contrario! Voy a menido al país vecino de España y da gusto. Desde la República, Francia es la cuna del laicismo.
Por supuesto que son muy derechistas también pero saben vender muy bien su país en el mundo.
Saludos muy cordiales desde Madrid al nuevo Perú Ollantista, amigo Edy.
Sobre Richelieu se sabe que esta "Eminencia roja", tenía dominado al rey de Francia, Luis XIII, pero a su vez se dejaba influir por un capuchino, fray José, conocido como la "Eminencia gris".
Un fuerte abrazo querido amigo.
Posdata: Muchisimas gracias por el excelente enlace de ellibrototal.com
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