jueves, 9 de febrero de 2012

Familia, Cultura y Revolución: Vida Cotidiana en Sendero Luminoso. Los Senderos Insólitos del Perú.

MOVADEF II

Por: Eduardo Dargent (Politólogo)

La guerra tiene costos. La frase la he escuchado antes para justificar actos horrendos cometidos por el Estado, evitando así distinguir errores, comprensibles en un conflicto, y crímenes. Pero esta semana han sido los integrantes del MOVADEF los que han hablado de costos para minimizar y exculpar los actos de Sendero Luminoso.

La respuesta de algunos periodistas ante este cinismo ha sido indignarse, mandando callar al entrevistado. Es difícil dar lecciones sobre cómo actuar ante una situación de este tipo. Sin embargo, creo que más efectivo que perder la calma sería mostrar las contradicciones del argumento. Y para ello es necesario conocer mejor a Sendero.

Por ejemplo, para responder al cínico puede usarse un texto de Ponciano del Pino, llamado ‘Familia Cultura y Revolución: Vida Cotidiana en Sendero Luminoso’ (en: Steve Stern Ed. Los Senderos Insólitos del Perú, IEP 1998). He usado el artículo en clase para aterrizar el tema de los totalitarismos al caso peruano. Su efecto es muy poderoso en jóvenes que nacieron después de la captura de Abimael Guzmán.

Del Pino entrevista a personas que vivieron en tres poblaciones controladas por Sendero. Sus testimonios nos ofrecen una aproximación a cómo hubiese sido la vida, de haber ganado Sendero la guerra. El autor muestra cómo, tras una primera etapa en la que los dirigentes intentaron atraer a los pobladores (“la masa”) a su causa con la promesa de cambios sociales, la vida se volvió un infierno.

Sendero implantó una sociedad totalitaria, donde toda persona vivía para el partido y su líder. Lo hizo en base a ejecuciones, reclutamientos forzados, ideologización de niños y castigos corporales. La ideología debía ocupar todos los espacios de la vida, por lo que había que romper con lazos familiares, eliminar la tradición y prohibir la religión. No había familiares, había compañeros. No se rezaba a Dios, se rogaba al Presidente Gonzalo. Pero además la prometida sociedad sin clases se convirtió en una sociedad en la que los Senderistas eran los explotadores.

Del Pino documenta múltiples formas de resistencia pasiva entre los pobladores. Adoptar métodos de control de natalidad para no tener hijos que puedan serles arrebatados para la guerra o fugar de noche, por ejemplo. Finalmente, cuando Sendero está débil, la resistencia es abierta. En un caso, los pobladores matan a los dirigentes para acogerse a la Ley de Arrepentimiento.

La vida en estas tres comunidades muestra que los muertos de Sendero no fueron costos de la guerra ni errores lamentables, sino la consecuencia lógica, justificada ideológicamente, de su proyecto totalitario. Si ganaban la guerra estas conductas no se hubiesen detenido. Por el contrario, se hubiesen radicalizado al contar con el poder del Estado para crear su sociedad utópica bizarra. Moldear la realidad hubiese requerido campos de concentración y asesinatos masivos, todo justificado como “costos” para un mejor mañana. Eran los primeros pasos del genocidio, un experimento de lo que se venía.

Fuente: Diario 16 (Perú). 29-01-2012.

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