domingo, 25 de marzo de 2012

Historia del nombre verdadero de Machu Picchu: "Patallaqta" o "Llaqtapata", pata (escalón) y llaqta (pueblo, ciudad, provincia).

Foto: El Comercio
Patallaqta: El nombre original de Machu Picchu

Mari Carmen Martín Rubio, una historiadora española que ha focalizado su interés en el Perú precolombino, asegura que el verdadero nombre de Machu Picchu es Patallaqta. Basa su afirmación en la crónica de Juan de Betanzos, un documento del siglo XVI que estuvo perdido durante cuatro siglos y que fue descubierto por ella, en 1987, en una biblioteca de Palma de Mallorca. Aquí el texto original de una noticia que ha dado la vuelta al mundo.

Por Fietta Jarque (El País)

Se llamaba Patallaqta, que deriva de los vocablos quechuas pata (escalón) y llaqta (pueblo, ciudad, provincia). Un nombre que le venía del sistema de sembradíos utilizado para ganar terreno a las montañas en un territorio, el andino, con escasas llanuras. En la época de esplendor de Machu Picchu, que duró alrededor de un siglo escaso –más o menos entre 1440 y 1533–, el inca Pachacútec ordenó el máximo aprovechamiento de esos fértiles territorios al borde de la selva amazónica para crear una de las mayores reservas de alimentos para la población. Para gestionar todo ese volumen de producción, hizo construir una ciudad administrativa, que también funcionaba como lugar de culto. La Ciudad Escalón o la Ciudad Escalera es la que a partir de 1911 fue conocida para el mundo como Machu Picchu.

Quien asegura tener pruebas irrefutables de esto es la historiadora española Mari Carmen Martín Rubio, en base a un texto en el capítulo XXXII de la Suma y narración de los incas, crónica de Juan de Betanzos. En él se dice que el inca Pachacútec, forjador de la máxima expansión del imperio del Tahuantinsuyo, pidió ser enterrado en “sus casas de Patallaqta”. Una afirmación que exige ciertas explicaciones.

“Aparentemente hay una contradicción porque Pachacuti (prefiere usar esta denominación a la de los cronistas posteriores) dice a la vez que quiere que su cuerpo quede en el templo principal de Coricancha, en el Cusco. Un lugar donde se exhibían para el culto las momias de los gobernantes incas. Cosa que recogen otras crónicas (las de Sarmiento de Gamboa, Pedro Acosta) y también Juan Polo de Ondegardo, que encontró la momia de Pachacuti y se la llevó a Lima, donde la vio el inca Garcilaso de la Vega y así lo cuenta en su libro. Pero Betanzos dice que lo enterraron en una vasija de barro en Patallaqta”.

Según la historiadora, al morir un inca se hacían al menos dos bultos. Uno de ellos era el cuerpo embalsamado, el otro contenía algunos órganos vitales y probablemente algún trozo de carne, junto con los recortes de pelo y uñas que le habían hecho a lo largo de toda su vida. Atahualpa también mandó hacer tres bultos con los restos de su padre. Huayna Cápac. ¿Por qué pide que se le entierre en Patallaqta? “Pachacuti fue el gobernante que más amplió el territorio del imperio incaico, una especie de Alejandro Magno de América del Sur”, explica Martín Rubio. “No solo un gran guerrero, sino mejor administrador y guía religioso. Llegó a estructurar una sociedad cuasi perfecta, que merecería ser mejor conocida hoy. Fue además el primero que se adentró algo en la selva amazónica y sometió a los pobladores. La ciudadela que mandó construir en Patallaqta, en la ceja de selva, era el centro administrativo de un territorio muy fértil aunque de escarpadas montañas. Allí se construyó un sistema de terrazas escalonadas, conocidas como andenes, donde se sembraron grandes cantidades de provisiones para los ejércitos y otras necesidades. El nombre de Machu Picchu significa “montaña vieja”. Sin embargo, en quechua montaña se dice “orqo”. Picchu es un derivado de “pico”, en castellano. No es su nombre original”, puntualiza.

Mari Carmen Martín Rubio hizo en 1987 un hallazgo que desde entonces ha echado luz sobre muchos aspectos de los primeros años tras la conquista del imperio de los incas por los españoles. Encontró en la biblioteca Bartolomé March, de Palma de Mallorca, 82 capítulos de la Suma y narración de los incas, del cronista Juan de Betanzos, escrita en Cusco en 1551, de la que solo se conocían 18. Una crónica de la conquista desde el punto de vista de los incas encargada a este temprano traductor del quechua (runasimi para los incas) por el virrey Antonio de Mendoza para conocer mejor el pasado de este imperio y, sobre todo, la genealogía de sus anteriores gobernantes.

La situación de Betanzos era privilegiada para este fin. Hijodalgo de una familia de origen gallego y vasco, Juan Díez de Betanzos Arauz se casó con la prima y esposa principal del inca Atahualpa, Cuxirimay Ocllo, bautizada como Angelina Yupanqui. Bisnieta de Pachacuti y desposada con el último inca poco antes de su ejecución en 1533, la joven viuda, de proverbial belleza, fue después mujer de Francisco Pizarro (unos 40 años mayor), con quien tuvo dos hijos. Tras el asesinato del conquistador en 1541 –ella contaba entonces entre 20 y 25 años–, se casó con Betanzos, el joven intérprete y traductor de quechua, casi de su misma edad, con el que llegó a tener tres hijos. Ella tenía una gran fortuna y él sumó la suya. Pero lo principal para el cronista fue su acceso directo a los ancianos nobles y los maestros incas, quienes le relataron de primera mano la historia de su pueblo antes de que cayera en el olvido al no tener registros escritos de ella. Un libro que todavía tiene mucho que revelar.

La teoría del nombre de Patallaqta no es nueva, pero este documento es su confirmación, según Martín Rubio. Y así lo corrobora el historiador y arqueólogo peruano Federico Kaufmann Doig, consultado por este diario. Kaufmann, que actualmente está supervisando la edición de un libro monumental sobre Machu Picchu, encargado por la Universidad Alas Peruanas de Lima, considera muy factible que Patallaqta haya sido el nombre original. “En mi libro Machu Picchu/Tesoro Inca (Lima 2005) señalo que la toponimia actual de Machu Picchu debe haber sido inventada durante el periodo republicano o tal vez virreinal, por pobladores comarcales en referencia al gran sitio arqueológico, y que esta toponimia corresponde a la palabra quechua o runasimi Machu (mayor en tamaño, viejo) y a su vez Picchu, que debe ser corrupción del vocablo español ‘pico’, pronunciado así por quechuahablantes”, afirma Kaufmann.

“En mi libro en edición sobre Machu Picchu (dos tomos de 500 páginas) me ocupo del tema pasajeramente, por no haber dispuesto de los argumentos que presenta ahora Mari Carmen Martín Rubio, que encuentro muy eruditos y por lo mismo convincentes. Al hacer mención a Patallaqta hago la salvedad de que esta toponimia ha sido alterada por influencia del idioma español y que debería ser Llaqtapata, porque Patallaqta va contra la estructura gramatical del quechua o runasimi”, continúa Kaufmann.

“Martín Rubio no se circunscribe solo a los datos proporcionados por el cronista Betanzos, sino también a los consignados por Cobo, Sarmiento de Gamboa y otros que, de alguna u otra manera, tratan de la ocupación de los predios de Vilcabamba (donde está ubicado Machu Picchu) por Manco Inca en 1537 y de la guerrilla que este y sus sucesores enarbolaron atrincherándose en esa región para combatir la irrupción española en el Perú de los incas, hasta 1572 en que fueron vencidos definitivamente. El cotejo de diversas crónicas permite a la Dra. Martín Rubio advertir que lo que hoy se conoce como Machu Picchu pudo, en efecto, ser el Patallaqta al que se refiere Betanzos, cuando alude a que en este lugar fue sepultado el soberano Pachacútec. Como bien lo subraya la historiadora, no se habría tratado del cadáver de su persona, sino, como se acostumbraba por entonces, el de su huauque o doble”.

Situada en un alto promontorio rocoso entre dos imponentes montañas, a 2.360 metros sobre el nivel del mar, rodeada de quebradas y ante un profundo cañón por donde transcurre el río Urubamba, la ciudadela hasta ahora conocida como Machu Picchu contaba con una población limitada, de unos 300 a 400 habitantes. “Era allí donde se redistribuía, almacenaba y contabilizaban los productos de la tierra. Los campesinos eran mitimaes, pobladores de otras regiones reclutados temporalmente para estas tareas. Los tributos que se les exigían, dos tercios de lo producido, eran muy altos y con frecuencia se sublevaban. La presencia de Pachacuti, que los doblegó una y otra vez, era importante para mantener el orden y la paz en la región. El culto a los muertos justificaba su presencia”, afirma la historiadora.

Martín Rubio, que hizo su tesis doctoral sobre La ciudad inca, sabe de lo que habla. “No resulta extraño que Pachacuti quisiera ser enterrado allí. El arqueólogo Luis G. Lumbreras, que ha trabajado en el torreón de Machu Picchu, asegura que abajo hay bóvedas para un enterramiento importante”.

Fuente: Diario La República, Revista "Domingo" (Perú). 25 de marzo de 2012.

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