La puerta del horno
Por Antonio Zapata (Historiador)
Después de la enorme sorpresa de la última quincena, el panorama electoral comienza a aclararse. Las encuestas del fin de semana muestran un triple empate en el primer lugar, quedando cuarto PPK y Luis Castañeda rezagado. Aunque aún puede ser una final con cinco potenciales ganadores, parece que nos acercamos a una resolución entre tres, quienes representan –a su manera– las clásicas clasificaciones del espectro: derecha, centro e izquierda.
No hay antecedente de empate por el primer puesto entre cinco candidatos. No solo en la historia política peruana, ni siquiera en toda América Latina se encuentra una elección con cinco candidatos casi parejos en el primer lugar. Pero, en el Perú, en dos ocasiones se encuentran finales apretados entre tres: se trata de las elecciones presidenciales de 1962 y 1963. Repasarlas es interesante, porque presentan varias lecciones para la actualidad.
Los tres candidatos eran Manuel Apolinario Odría, Víctor Raúl Haya de la Torre y Fernando Belaunde, quienes también representaban derecha, centro e izquierda de la baraja. En 1962, Odría quedó tercero porque obtuvo algo menos de 30%, mientras que tanto Belaunde como Haya superaron 32%, habiendo ganado el líder aprista por una nariz. En esa época no había segunda vuelta; no la preveía la Constitución vigente de 1933. Por el contrario, el sistema indicaba que, si ningún candidato superaba el tercio, la elección pasaba al nuevo Congreso, que se instalaba el 28 de julio y procedía a elegir presidente.
El sistema era muy malo; pocos confiaban en la idoneidad de los congresistas para tomar tamaña decisión. De hecho, acabó en golpe de Estado, porque las FFAA tampoco aceptaron la solución que estaban cocinando los parlamentarios, quienes habían decidido elegir a Odría, que había quedado tercero y que ganaría en el Congreso gracias a la suma de sus votos con aquellos de los apristas. Éstos controlarían las Cámaras y Belaunde quedaría desplazado. De este modo, el golpe se produjo por la voluntad de las FFAA de propiciar una experiencia reformista, que bajo forma democrática encarnaba FBT y que –luego- Velasco encabezaría como dictadura.
Afortunadamente, hoy tenemos dos vueltas, que es una mejora sustantiva del sistema, alejando el peligro de intervención militar. Por su parte, los golpistas de 1962 convocaron elecciones para el año siguiente, 1963. En realidad, se trató de una segunda vuelta, aunque con tres candidatos.
En ese momento, el centro, que era el APRA, buscó un entendimiento político con la derecha, representada por Odría. Ese acuerdo se concretó en el Congreso 1963-1968 y se denominó “la Coalición”. Por su parte, Belaunde ganó un aliado clave en la Democracia Cristiana que le permitió superar a Haya en la decisiva elección de 1963. Odría nuevamente quedó tercero, aunque también bastante cerca.
Así, Belaunde necesitó una alianza de centroizquierda para ganar, restándole votos del centro al representante natural de esa corriente, que era Haya de la Torre. Por su parte, la debilidad del APRA fue inclinarse demasiado a la derecha, perdiendo parte de su atractivo, e incluso de sus cuadros dirigentes, que pasaron al otro lado.
Si el presente puede leerse en los acontecimientos del pasado, para tentar la presidencia, Ollanta Humala requiere colocarse en la centroizquierda, como hizo FBT con la DC. Por su parte, Alejandro Toledo puede ganar, le basta aparecer como el único capaz de mantener la paz social y la relativa tranquilidad política. Finalmente, si Keiko pasa a segunda vuelta, pierde la posibilidad de negociar la libertad de Alberto Fujimori apoyando a quien pacte con ellos. En ese caso, la liberación de su líder solo se consigue ganando la presidencia, aunque ello equivaldría a hacer del Perú el país de la mala memoria.
La apuesta es fuerte y la polémica será decisiva. En ella, la consistencia tendrá ventaja.
Fuente: Diario La República (Perú). 30 de marzo del 2011.
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