.Imagen: Diario Correo Ecuador.
Carismático, de impresionante porte y cautivantes modales, sumados a una bien ganada reputación de guerrero y vasta experiencia en asuntos de Estado, le fue fácil asegurarse una situación privilegiada en Europa. Llegó a España en un momento propicio. Había gran resistencia a aceptar la pérdida de los antiguos dominios y su declive como potencia mundial y la inestabilidad de las nuevas repúblicas alentaba las esperanzas de reconquista. Gran Bretaña, a su vez, forjaba un imperio en Centroamérica y su rivalidad con Estados Unidos estaba en apogeo. En este contexto, Gran Bretaña vio con interés la posible reincorporación al poder de un aliado como Flores, que no fuese indiferente a su ofrecimiento de privilegios comerciales en el Ecuador.
En julio de 1846, Flores organizaba ya la expedición que pretendía establecer una monarquía en el Ecuador. Reclutó voluntarios y adquirió armamento y provisiones en España, Inglaterra e Irlanda. El anzuelo de “fama, fortuna, tierras y empleo” facilitó el reclutamiento. El Ejército español, que no tenía que enfrentarse ni a revueltas ni a guerras, podía desprenderse de personal militar. A ello se agregaba la hambruna que azotaba Irlanda. España apoyó la expedición en forma encubierta, Gran Bretaña fingió ignorar los preparativos, mientras que las autoridades irlandesas se opusieron desde el inicio. Flores compró en Gran Bretaña dos buques a vapor, transformándolos en naves de guerra, y uno adicional para el transporte de suministros y tropas.
Al conocer los hechos, Juan Manuel Iturregui, prócer de la Independencia y ministro peruano en Londres, sin esperar instrucciones de Lima, dirigió dos protestas: una al ministro de Negocios Extranjeros de España y otra al vizconde Palmerston, secretario de Estado de Negocios Extranjeros británico. La respuesta del Gobierno Español fue que Iturregui no estaba acreditado ante la corte, mientras Palmerston, en actitud reticente, alegó no tener conocimiento de procedimientos ilegales en alistamientos para el extranjero.
Frente americano
Iturregui reiteró su pedido a Palmerston para que impidiera la expedición. Denunció que Flores tenía reunidos 1.200 hombres en Irlanda y le advirtió que la preparación de una fuerza hostil, aunque fracasara, afectaría los intereses comerciales británicos en América hispana. Palmerston se irritó con la alusión a posibles daños a los intereses británicos y respondió con “insolente impertinencia”: “El Gobierno Británico verá con gran satisfacción un cambio mediante el cual la conducta de los gobiernos de aquellos países (repúblicas sudamericanas) hacia los súbditos británicos, fuese más conforme con la justicia, la buena fe y las obligaciones de los tratados”. Iturregui replicó que en el Perú no había ramo de comercio en que los extranjeros no pudieran ejercer libremente y que era notoria la intervención de diplomáticos y cónsules británicos en la política interna del país.
La lucha contra el proyecto de Flores contó con la colaboración de los pocos diplomáticos hispanoamericanos acreditados en Europa: los de Argentina, Chile, Ecuador y Nueva Granada. La acción se realizó en estrecha coordinación con el gobierno de Ramón Castilla, quien evaluó el peligro que significaba la expedición armada del ex mandatario ecuatoriano. Era obvio que el ambicioso proyecto monárquico no se contentaría con el Ecuador, país pobre y endeudado. El 9 de noviembre de 1846 el canciller Paz Soldán informó a las cancillerías hispanoamericanas la determinación del Gobierno Peruano de defender la independencia ecuatoriana y les invocó a cooperar en esta cruzada. También dirigió otra circular, invitando al Congreso Americano de 1847 en Lima, para elaborar un tratado de defensa hemisférica de las naciones hispanoamericanas, contra toda forma de agresión extranjera. Este objetivo se plasmó en el gran Tratado de Confederación de 1848, precedente jurídico de los pactos de la Sociedad de Naciones, la OEA y las Naciones Unidas.
Todo se desbarata
La mayoría de las respuestas a la circular peruana mostraba un sincero deseo de plegarse a esta causa. El Gobierno Ecuatoriano, mientras tanto, se preparaba para defenderse de la expedición extranjera y para enfrentar a elementos subversivos favorables a Flores. Finalmente, las implicancias económicas hicieron desistir a Palmerston de su apoyo a la iniciativa monárquica. El 20 de octubre más de treinta casas comerciales protestaron ante la cancillería británica. Invocando la Ley de Reclutamiento Extranjero, las tres naves de Flores fueron embargadas por funcionarios de la aduana, al tiempo que Joaquín José de Osma, agente confidencial peruano en España, publicaba la noticia del embargo en los periódicos de Madrid. Informado por Guillermo Parish Robertson, cónsul peruano en Londres, el alcalde de Limerick, Irlanda, desbarató el reclutamiento.
Mientras en España la prensa y la oposición denunciaban el proyecto de Flores, este permaneció en Madrid disfrutando los placeres que ofrecía esta ciudad. No pudo contener la deserción de sus reclutas en Santander, intensificada tras su partida a Londres tratando de salvar su flota embargada. Se unió a su esfuerzo la reina María Cristina deseosa de recuperar parte de su inversión para la compra de las naves. En España el gabinete de Francisco Istúriz Montero (1790-1871) cayó como resultado del escándalo. El nuevo, encabezado por el duque de Sotomayor, dio la orden para que se deshiciera “el depósito de hombres”.
Flores permaneció varios meses en Europa tratando inútilmente de recuperar sus naves. Fue centro de agitación y revuelta contra el Ecuador durante la siguiente década. Esto le valió al “Padre de Ecuador” ser reconocido por sus geniales pero perniciosas cualidades como el “rey de la noche”.
Alarma peruana
Cuando Ecuador fue casi un reino
Por: Rosa Garibaldi* (Historiadora y diplomàtica)
Durante dieciséis años, Juan José Flores (1800-1864), nacido en Venezuela, fue presidente de Ecuador. Una revolución en Guayaquil lo derrocó en 1845. Merced al Tratado de Virginia entregó el mando a un gobierno provisorio y dejó el país por dos años, a cambio de conservar tanto su grado militar y su sueldo como sus propiedades, además de una asignación anual de 20.000 pesos para sus gastos de residencia en Europa. Pero una disposición injustificable de la Asamblea Nacional anuló el acuerdo, generándole amargura y sed de venganza que fortalecieron su ánimo conspirativo contra la república de Ecuador.
Paso por Europa
Por: Rosa Garibaldi* (Historiadora y diplomàtica)
Durante dieciséis años, Juan José Flores (1800-1864), nacido en Venezuela, fue presidente de Ecuador. Una revolución en Guayaquil lo derrocó en 1845. Merced al Tratado de Virginia entregó el mando a un gobierno provisorio y dejó el país por dos años, a cambio de conservar tanto su grado militar y su sueldo como sus propiedades, además de una asignación anual de 20.000 pesos para sus gastos de residencia en Europa. Pero una disposición injustificable de la Asamblea Nacional anuló el acuerdo, generándole amargura y sed de venganza que fortalecieron su ánimo conspirativo contra la república de Ecuador.
Paso por Europa
Carismático, de impresionante porte y cautivantes modales, sumados a una bien ganada reputación de guerrero y vasta experiencia en asuntos de Estado, le fue fácil asegurarse una situación privilegiada en Europa. Llegó a España en un momento propicio. Había gran resistencia a aceptar la pérdida de los antiguos dominios y su declive como potencia mundial y la inestabilidad de las nuevas repúblicas alentaba las esperanzas de reconquista. Gran Bretaña, a su vez, forjaba un imperio en Centroamérica y su rivalidad con Estados Unidos estaba en apogeo. En este contexto, Gran Bretaña vio con interés la posible reincorporación al poder de un aliado como Flores, que no fuese indiferente a su ofrecimiento de privilegios comerciales en el Ecuador.
En julio de 1846, Flores organizaba ya la expedición que pretendía establecer una monarquía en el Ecuador. Reclutó voluntarios y adquirió armamento y provisiones en España, Inglaterra e Irlanda. El anzuelo de “fama, fortuna, tierras y empleo” facilitó el reclutamiento. El Ejército español, que no tenía que enfrentarse ni a revueltas ni a guerras, podía desprenderse de personal militar. A ello se agregaba la hambruna que azotaba Irlanda. España apoyó la expedición en forma encubierta, Gran Bretaña fingió ignorar los preparativos, mientras que las autoridades irlandesas se opusieron desde el inicio. Flores compró en Gran Bretaña dos buques a vapor, transformándolos en naves de guerra, y uno adicional para el transporte de suministros y tropas.
Al conocer los hechos, Juan Manuel Iturregui, prócer de la Independencia y ministro peruano en Londres, sin esperar instrucciones de Lima, dirigió dos protestas: una al ministro de Negocios Extranjeros de España y otra al vizconde Palmerston, secretario de Estado de Negocios Extranjeros británico. La respuesta del Gobierno Español fue que Iturregui no estaba acreditado ante la corte, mientras Palmerston, en actitud reticente, alegó no tener conocimiento de procedimientos ilegales en alistamientos para el extranjero.
Frente americano
Iturregui reiteró su pedido a Palmerston para que impidiera la expedición. Denunció que Flores tenía reunidos 1.200 hombres en Irlanda y le advirtió que la preparación de una fuerza hostil, aunque fracasara, afectaría los intereses comerciales británicos en América hispana. Palmerston se irritó con la alusión a posibles daños a los intereses británicos y respondió con “insolente impertinencia”: “El Gobierno Británico verá con gran satisfacción un cambio mediante el cual la conducta de los gobiernos de aquellos países (repúblicas sudamericanas) hacia los súbditos británicos, fuese más conforme con la justicia, la buena fe y las obligaciones de los tratados”. Iturregui replicó que en el Perú no había ramo de comercio en que los extranjeros no pudieran ejercer libremente y que era notoria la intervención de diplomáticos y cónsules británicos en la política interna del país.
La lucha contra el proyecto de Flores contó con la colaboración de los pocos diplomáticos hispanoamericanos acreditados en Europa: los de Argentina, Chile, Ecuador y Nueva Granada. La acción se realizó en estrecha coordinación con el gobierno de Ramón Castilla, quien evaluó el peligro que significaba la expedición armada del ex mandatario ecuatoriano. Era obvio que el ambicioso proyecto monárquico no se contentaría con el Ecuador, país pobre y endeudado. El 9 de noviembre de 1846 el canciller Paz Soldán informó a las cancillerías hispanoamericanas la determinación del Gobierno Peruano de defender la independencia ecuatoriana y les invocó a cooperar en esta cruzada. También dirigió otra circular, invitando al Congreso Americano de 1847 en Lima, para elaborar un tratado de defensa hemisférica de las naciones hispanoamericanas, contra toda forma de agresión extranjera. Este objetivo se plasmó en el gran Tratado de Confederación de 1848, precedente jurídico de los pactos de la Sociedad de Naciones, la OEA y las Naciones Unidas.
Todo se desbarata
La mayoría de las respuestas a la circular peruana mostraba un sincero deseo de plegarse a esta causa. El Gobierno Ecuatoriano, mientras tanto, se preparaba para defenderse de la expedición extranjera y para enfrentar a elementos subversivos favorables a Flores. Finalmente, las implicancias económicas hicieron desistir a Palmerston de su apoyo a la iniciativa monárquica. El 20 de octubre más de treinta casas comerciales protestaron ante la cancillería británica. Invocando la Ley de Reclutamiento Extranjero, las tres naves de Flores fueron embargadas por funcionarios de la aduana, al tiempo que Joaquín José de Osma, agente confidencial peruano en España, publicaba la noticia del embargo en los periódicos de Madrid. Informado por Guillermo Parish Robertson, cónsul peruano en Londres, el alcalde de Limerick, Irlanda, desbarató el reclutamiento.
Mientras en España la prensa y la oposición denunciaban el proyecto de Flores, este permaneció en Madrid disfrutando los placeres que ofrecía esta ciudad. No pudo contener la deserción de sus reclutas en Santander, intensificada tras su partida a Londres tratando de salvar su flota embargada. Se unió a su esfuerzo la reina María Cristina deseosa de recuperar parte de su inversión para la compra de las naves. En España el gabinete de Francisco Istúriz Montero (1790-1871) cayó como resultado del escándalo. El nuevo, encabezado por el duque de Sotomayor, dio la orden para que se deshiciera “el depósito de hombres”.
Flores permaneció varios meses en Europa tratando inútilmente de recuperar sus naves. Fue centro de agitación y revuelta contra el Ecuador durante la siguiente década. Esto le valió al “Padre de Ecuador” ser reconocido por sus geniales pero perniciosas cualidades como el “rey de la noche”.
Alarma peruana
Juan Manuel Iturregui (1796-1871) prócer de la Independencia y ministro peruano en Londres fue quien dio la alarma. Tras enterarse de los hechos por los diarios madrileños, informó al canciller José Gregorio Paz Soldán (1800-1875) que el general Juan José Flores organizaba en la capital española una expedición armada para invadir a Ecuador, y de paso al Perú, con el objetivo de instaurar en ambos países una monarquía a cuya cabeza se colocaría uno de los hijos de la reina regente María Cristina de Borbón y del duque de Riánsares. Andrés de Santa Cruz también estaba involucrado en esta empresa.
[*] Historiadora, diplomática peruana, profesora de la Academia Diplomática del Perú.
Fuente: Diario El Comercio. Domingo 28 de junio del 2009.
Ver màs en: Blog de Juan Luis Orrego.
[*] Historiadora, diplomática peruana, profesora de la Academia Diplomática del Perú.
Fuente: Diario El Comercio. Domingo 28 de junio del 2009.
Ver màs en: Blog de Juan Luis Orrego.