La selva y Venezuela
Alberto Adrianzén (Sociólogo)
Una de las grandes virtudes de la rebelión de los pueblos amazónicos es que han dejado, finalmente, de ser “invisibles” para el resto del país. En el imaginario centralista (y oligárquico) la selva era un territorio vacío y poblado por gentes que no alcanzaban la estatura de civilizados. La idea de que estaba habitada por gentes con “plumas, arcos y flechas”, lo más parecido a un “piel roja” norteamericano, a lo que se sumaba una supuesta “lujuria” por el calor y la exuberancia, fue, acaso, el imaginario que la mayoría de peruanos construyeron sobre esta región. Por eso, el grito durante años fue “colonizar la selva”, tratando de repetir la famosa “conquista del oeste” de los EEUU.
Sin embargo, este imaginario colonialista no produjo, como sí sucedió en el país del norte, un mito fundacional. Fue todo lo contrario. “Colonizar la selva” se convirtió en el grito de guerra de supuestos conquistadores. Su símbolo, en el pasado, fue el cauchero, esta suerte de capitalista que recordaba al amo y señor de esclavos; como lo son hoy el petrolero, el maderero y también el narco, el senderista o el traficante de madera. El resultado fue la depredación, el saqueo y, porqué no decirlo, el genocidio étnico y cultural, además de la desconexión del resto del país que la propia geografía imponía.
Ese imaginario ha concluido. Hoy lo que se tiene es un pueblo aguerrido, como lo fue siempre, que no solo defiende sus derechos y sus tierras sino también el interés nacional frente a la voracidad de las transnacionales. Estos “nativos” que son, en realidad, “pueblos originarios”, ya que son preexistentes al Estado nacional, han decidido integrarse al país pero no como simples adornos turísticos ubicados en unas cuantas reservas, como quisieran las elites, sino más bien como una parte de lo que podemos llamar pueblo peruano. Es, acaso, el último componente que faltaba en este proceso de inclusión social y político que se vive en el país y de formación de un nuevo sujeto para el cambio.
Por eso las movilizaciones de los pueblos amazónicos no son una simple protesta sino más bien una “insurgencia” que enuncia un proceso inédito y, por lo tanto, un hecho político de gran relevancia. No es, como algunos han dicho, un movimiento tradicional o conservador (o ‘perros del hortelano’ como diría Alan García) sino todo lo contrario; es decir, un movimiento moderno, cuyo accionar va directamente contra el proceso de desnacionalización y transnacionalización que inició Fujimori, continuó Toledo con su consigna “TLC: Sí o Sí” y que hoy el alanismo pretende concluir. Son una suerte de guardianes de la patria. Por eso, me temo, que su derrota, si sucede, será la de la mayoría de los peruanos. Lograr que venzan, porque así es el juego, es un deber político pero sobre todo nacional.
La cuestión venezolana
No soy partidario de la reelección presidencial, menos de la reelección indefinida y mucho menos de nombrar alcaldes sustitutos cuando se pierde una elección, como hoy sucede en Caracas. Eso convierte a la democracia en una charada. Protestaré, como otros, si Mario Vargas Llosa es expulsado de Venezuela. Sin embargo, todo ello no me lleva a firmar el comunicado “Por una Venezuela Democrática”.
Por eso me pregunto en qué pueden estar de acuerdo personas como Enrique Bernales, Víctor Delfín, Aldo Panfichi, Harold Forsyth o Juan de la Puente con Luis Agois Banchero, dueño de Correo, que hace cera y pabilo con la misma libertad de prensa que hoy le exigen a Hugo Chávez, y que ha convertido a ese diario en vocero del odio, del racismo y del autoritarismo. Y qué los une con Javier Valle Riestra, primer ministro de un régimen autoritario que ellos mismos condenan en el comunicado o con Walter Menchola, suspendido en el Congreso por hechos de corrupción. Sería bueno que aclaren cuáles son los países donde hay “el riesgo de (que) procesos de este tipo (se refieren al chavismo) se esparzan”. Seguramente no se refieren a Colombia, pese a que este país, según el Partido Liberal y el Polo Democrático, luego que el Senado aprobara el referéndum para la segunda reelección de Álvaro Uribe, camina a convertirse en una “dictadura civil” tal como fue el fujimorismo. Decir eso, seguramente, no sería políticamente correcto para estos defensores de Venezuela.
Por último, me pregunto si saben que la reunión en Caracas del 24 al 29 de mayo a la que asistirá MVLL, está organizada por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (CEDICE), por el Instituto Cato, por la Red Liberal de A. Latina que tiene como uno de sus principios “desarrollar un contrapeso a las redes socialistas y demócratas existentes”; por el Atlas Economic Research Foundation, por la Fundación Iberoamericana Europea y por otras, todas ligadas a lo más rancio del neoliberalismo internacional. Y si bien no critico que algunos opten por la derecha, sí lamento que lo hagan junto a personas que no creen en la democracia.
(*) www.albertoadrianzen.org
Fuente: Diario La República. Sábado 23 de mayo del 2009.
Alberto Adrianzén (Sociólogo)
Una de las grandes virtudes de la rebelión de los pueblos amazónicos es que han dejado, finalmente, de ser “invisibles” para el resto del país. En el imaginario centralista (y oligárquico) la selva era un territorio vacío y poblado por gentes que no alcanzaban la estatura de civilizados. La idea de que estaba habitada por gentes con “plumas, arcos y flechas”, lo más parecido a un “piel roja” norteamericano, a lo que se sumaba una supuesta “lujuria” por el calor y la exuberancia, fue, acaso, el imaginario que la mayoría de peruanos construyeron sobre esta región. Por eso, el grito durante años fue “colonizar la selva”, tratando de repetir la famosa “conquista del oeste” de los EEUU.
Sin embargo, este imaginario colonialista no produjo, como sí sucedió en el país del norte, un mito fundacional. Fue todo lo contrario. “Colonizar la selva” se convirtió en el grito de guerra de supuestos conquistadores. Su símbolo, en el pasado, fue el cauchero, esta suerte de capitalista que recordaba al amo y señor de esclavos; como lo son hoy el petrolero, el maderero y también el narco, el senderista o el traficante de madera. El resultado fue la depredación, el saqueo y, porqué no decirlo, el genocidio étnico y cultural, además de la desconexión del resto del país que la propia geografía imponía.
Ese imaginario ha concluido. Hoy lo que se tiene es un pueblo aguerrido, como lo fue siempre, que no solo defiende sus derechos y sus tierras sino también el interés nacional frente a la voracidad de las transnacionales. Estos “nativos” que son, en realidad, “pueblos originarios”, ya que son preexistentes al Estado nacional, han decidido integrarse al país pero no como simples adornos turísticos ubicados en unas cuantas reservas, como quisieran las elites, sino más bien como una parte de lo que podemos llamar pueblo peruano. Es, acaso, el último componente que faltaba en este proceso de inclusión social y político que se vive en el país y de formación de un nuevo sujeto para el cambio.
Por eso las movilizaciones de los pueblos amazónicos no son una simple protesta sino más bien una “insurgencia” que enuncia un proceso inédito y, por lo tanto, un hecho político de gran relevancia. No es, como algunos han dicho, un movimiento tradicional o conservador (o ‘perros del hortelano’ como diría Alan García) sino todo lo contrario; es decir, un movimiento moderno, cuyo accionar va directamente contra el proceso de desnacionalización y transnacionalización que inició Fujimori, continuó Toledo con su consigna “TLC: Sí o Sí” y que hoy el alanismo pretende concluir. Son una suerte de guardianes de la patria. Por eso, me temo, que su derrota, si sucede, será la de la mayoría de los peruanos. Lograr que venzan, porque así es el juego, es un deber político pero sobre todo nacional.
La cuestión venezolana
No soy partidario de la reelección presidencial, menos de la reelección indefinida y mucho menos de nombrar alcaldes sustitutos cuando se pierde una elección, como hoy sucede en Caracas. Eso convierte a la democracia en una charada. Protestaré, como otros, si Mario Vargas Llosa es expulsado de Venezuela. Sin embargo, todo ello no me lleva a firmar el comunicado “Por una Venezuela Democrática”.
Por eso me pregunto en qué pueden estar de acuerdo personas como Enrique Bernales, Víctor Delfín, Aldo Panfichi, Harold Forsyth o Juan de la Puente con Luis Agois Banchero, dueño de Correo, que hace cera y pabilo con la misma libertad de prensa que hoy le exigen a Hugo Chávez, y que ha convertido a ese diario en vocero del odio, del racismo y del autoritarismo. Y qué los une con Javier Valle Riestra, primer ministro de un régimen autoritario que ellos mismos condenan en el comunicado o con Walter Menchola, suspendido en el Congreso por hechos de corrupción. Sería bueno que aclaren cuáles son los países donde hay “el riesgo de (que) procesos de este tipo (se refieren al chavismo) se esparzan”. Seguramente no se refieren a Colombia, pese a que este país, según el Partido Liberal y el Polo Democrático, luego que el Senado aprobara el referéndum para la segunda reelección de Álvaro Uribe, camina a convertirse en una “dictadura civil” tal como fue el fujimorismo. Decir eso, seguramente, no sería políticamente correcto para estos defensores de Venezuela.
Por último, me pregunto si saben que la reunión en Caracas del 24 al 29 de mayo a la que asistirá MVLL, está organizada por el Centro de Divulgación del Conocimiento Económico para la Libertad (CEDICE), por el Instituto Cato, por la Red Liberal de A. Latina que tiene como uno de sus principios “desarrollar un contrapeso a las redes socialistas y demócratas existentes”; por el Atlas Economic Research Foundation, por la Fundación Iberoamericana Europea y por otras, todas ligadas a lo más rancio del neoliberalismo internacional. Y si bien no critico que algunos opten por la derecha, sí lamento que lo hagan junto a personas que no creen en la democracia.
(*) www.albertoadrianzen.org
Fuente: Diario La República. Sábado 23 de mayo del 2009.
Pues sí, lo de los indígenas es muy interesante. Creo que se trata del fin del colonialismo nacional, o sea el que imponen los peruanos tras la expulsión de los españoles, y a la orden de las multinacionales. Esta lucha es doblemente interesante en tanto en cuanto siguen siendo indomables como lo fueron durante trescientos años ante los españoles y ahora doscientos ante los peruanos. La selva debe ser un lugar increíble de visitar.
ResponderEliminarLa segunda parte del correo. Pues sí, son miserables esas personas que van de antidictatoriales de Chávez cuando en realidad son dictatoriales de derechas. Creo que esas contradicciones las sabe el pueblo y eleigen el mal peor: a Chávez.
Saludos Eddye
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ResponderEliminarI like you!