domingo, 26 de abril de 2009

Historia de las Relaciones Diplomàticas Perù - EE.UU.

Imagen: flickr

Cuando rompimos relaciones diplomáticas con Estados Unidos
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Rosa Garibaldi *

El 22 de octubre de 1860 el presidente Ramón Castilla optó por romper relaciones diplomáticas con Estados Unidos antes que ceder al reclamo que cuestionaba la jurisdicción territorial del gobierno central: la indemnización a los dueños de dos naves la “Lizzie Thompson” y la “Georgiana”, capturadas y embargadas el 24 de enero de 1858 por cargar guano ilegalmente en las islas de Lobos, en base a una licencia otorgada por las autoridades insurrectas de Manuel Ignacio Vivanco que habían ocupado Iquique.

Hasta la víspera, el canciller peruano José Fabio Melgar insistió en el arbitraje como única solución, y dejó a Estados Unidos la selección del árbitro. John Randolph Clay, ministro estadounidense en Lima, por instrucciones del gobierno demócrata de James Buchanan, rechazó el arbitraje y planteó un proyecto de convención encaminado a salvar las apariencias: el pago de una suma global como liquidación de todos los reclamos pendientes entre el Perú y los Estados Unidos. No debían mencionarse casos concretos ni debía haber retroceso en cuanto a principios. La suma incluiría un monto aceptable a los dueños de las naves. Castilla rechazó la fórmula propuesta por Clay.

Castilla y Lincoln

Ramón Castilla decidió jugarse con la recién elegida administración republicana de Abraham Lincoln. Envió a Federico Barreda como agente confidencial a Washington para reanudar contactos hasta restablecer oficialmente las relaciones diplomáticas. Pesó en el ánimo de Castilla el éxito en los Estados Unidos de Federico Barreda (socio de su hermano Felipe), quien fue consignatario del guano en ese país.

La misión de Federico Barreda era promover el restablecimiento de las relaciones diplomáticas sin dar marcha atrás en el asunto de las naves confiscadas.

Con solo 24 años de edad, Barreda se enfrentaría en Washington a un formidable contendor: el secretario de Estado William Seward, de 60 años, intelectual puro, expansionista innato, y reconocido después de John Quincy Adams como el más prominente de los secretarios de Estado norteamericanos. Su visión de imperio dominó la política exterior norteamericana durante el siglo XX.

Dos argumentos enfrentados

Dos argumentos legales se enfrentaban. La posición estadounidense propugnaba que las condiciones de guerra civil en el Perú le conferían a los gobernantes de facto el derecho a gobernar las porciones del país que pudieran doblegar y poseer.

El Perú sostenía que los capitanes de las naves estaban involucrados en el contrabando de guano, que violaba las leyes fiscales y los reglamentos de comercio, en base a una licencia ilícitamente otorgada por un grupo insurrecto.

Inteligente posición

El 30 de marzo de 1861 en su primera entrevista con el secretario de Estado William Seward, Barreda abordó el problema de las naves confiscadas. Subrayó que con el reclamo se estaba reconociendo a una autoridad espuria. Le entregó el memorándum: “Remarks on the Peruvian Question in relation to the internal affairs of the Union” . Allí recordaba la afirmación de Lincoln sobre la ilegalidad de las autoridades establecidas en los Estados Separatistas del Sur. ¿Cómo podía entonces el gobierno estadounidense juzgar en forma distinta al Perú que se hallaba en idéntica situación en 1858? Seward recomendó a Lincoln la reapertura de relaciones diplomáticas con el Perú. Fue determinante el argumento de Barreda: dada la rebelión sureña contra el gobierno de la Unión, no era conveniente adoptar una decisión que sirviera de justificación para que cualquier potencia extranjera saqueara las zonas de los Estados Unidos que desconocían al gobierno federal.

Una nueva política para Hispanoamérica

El presidente Abraham Lincoln cambió radicalmente la postura estadounidense con respecto al Perú y a Hispanoamérica. Su política exterior debía enfocarse en evitar que se reconociera a la Confederación de los Estados rebeldes. Gran Bretaña ya consideraba a los confederados como beligerantes, un primer paso para reconocer su independencia. Napoléon III dependía del derrocamiento de la Unión por los confederados para establecer un imperio francés en México. Lincoln procedió al nombramiento inmediato de ministros en Hispanoamérica. A fines de octubre de 1861, tres meses después de que los Estados Unidos nombraran a Christopher Robinson como ministro en el Perú, Ramón Castilla firmó el nombramiento de Federico Barreda como ministro residente en Washington.

El 20 de diciembre de 1862 los dos gobiernos firmaron la Convención para el Arbitraje de las Cuestiones del Lizzie Thompson y la Georgiana. El asunto fue sometido al arbitraje del rey Leopoldo I de Bélgica, quien rehusó pronunciarse. En conversación confidencial con el ministro estadounidense Henry Sanford, el monarca informó que estaba convencido de que el Perú tenía la razón y quería evitarle al gobierno estadounidense el bochorno de un dictamen contrario.

El arbitraje concluyó con resultados favorables para el Perú. El gobierno de Lincoln retiró su reclamo discretamente, concluyendo así el problema. El resultado le permitió salvar las apariencias. El 9 de julio de 1864 el secretario de Estado Seward le informó a Federico Barreda que el presidente Lincoln no tenía intenciones de continuar con el asunto. La comisión mixta establecida en cumplimiento de la Convención de Reclamos firmada por los dos países el 12 de enero de 1863, poco más de dos meses después de que Castilla dejara el poder, emitió un informe favorable al Perú. De los diecinueve reclamos presentados, la comisión rechazó once y parte de uno. En la mayoría de los casos redujo considerablemente el monto de los reclamos contra el Perú.

La estrategia comunicacional de Barreda

Barreda llegó en tiempos difíciles a Estados Unidos. Los Estados del Sur habían votado para separarse de la Unión con el nombre de “Confederados Estados de América”. El demócrata James Buchanan era ya un presidente debilitado a punto de terminar su mandato.

Federico Barreda inició su misión en Washington con la publicación de un folleto de 140 páginas: “La Cuestión entre los Estados Unidos y el Perú”, que exponía el punto de vista peruano sobre el reclamo estadounidense por la confiscación de las naves “Lizzie Thompson” y “Georgiana”. Mil copias se distribuyeron entre periódicos importantes y personas influyentes en Washington y otros lugares. Contrató a un publicista para que enviara artículos —tales como Cartas al Editor— a los periódicos. Apenas se publicó el folleto muchos diarios, incluyendo el amigable New York Times, se expresaron abiertamente en defensa del Perú.

El folleto defendía un principio: “¿Puede un grupo de especuladores apropiarse temporalmente de los depósitos de guano y privar al gobierno del Perú de su propiedad y más valiosa fuente de recursos y hacerlo bajo la protección de la bandera norteamericana? Sometemos esta pregunta a la prensa y al pueblo de los Estados Unidos”.

Abordó otro punto esencial: ¿por qué se negó el presidente James Buchanan a aceptar el arbitraje propuesto por el Perú? ¿Tenía temor de que la decisión hubiera sido favorable al Perú? El temor implicaba una duda.

Historiadora y diplomática peruana. Profesora de la Academia Diplomática del Perú.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 26 de abril del 2009.

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