domingo, 9 de junio de 2013

El Comunismo Amish, Huterita y Menonita.

Comunismo


Por: Gregorio Martínez (Escritor)

Aunque la Unión Soviética ya está muerta y con cemento encima, y China ha vuelto al redil capitalista como una mansa ovejita bajo el pastoreo de Estados unidos, mientras Cuba accede coqueta ante la metida de mano del imperio británico que le ofrece establecer inocentes campos de golf, ya no burdeles, sea como fuere, el caso concreto es que el COMUNISMO, así con mayúsculas, está vivito y coleando.

Me refiero, sin metáfora de ningún tipo, al comunismo real e histórico, constituido por las comunas Amish, Huterita y Menonita que existen, bajo un manto de silencio, en Canadá, Estados Unidos, México y Paraguay. Comunismo radical, ese que dicta que cada quien rinda según su habilidad y reciba según su necesidad; no el socialismo mediatizado que existió en la URSS que, por decisión de Lenin, quedó anclado en el pago de acuerdo al trabajo realizado, sin considerar si alcanzaba o no para mantener a la familia.

Esas comunidades agrarias, que derivaron del movimiento anabaptista que estremeció Europa en 1524, cuando Thomas Munzer inició la guerra campesina contra los emperadores, reyes y el pontífice romano, dichas comunas poseen actualmente la más alta productividad agraria, según fuentes de Naciones Unidas, por encima de la agroindustria de Estados Unidos y de los países ricos.

De paso arrasan con el mito de la tecnología. Esas poblaciones que practican un comunismo pleno que los ideólogos marxistas jamás han mencionado, cultivan la tierra a pulso, solo con lampa y azadón, mula y arado, esto por principio doctrinario. Únicamente los menonitas, luego de minucioso análisis, concluyeron que no trasgredían los principios de Dios si usaban tractor para roturar la tierra. Pero amish y huteritas continúan solo con la mula.

Entre tales comunas que datan del siglo XVI y las comunas que establecieron los hippies en la década de 1960, no hay punto de comparación. Eso de los hippies sí fue puro idealismo metafísico, como diría un marxista esquemático. Por esto las comunidades hippies se diluyeron igual que sal y agua, al ritmo del bolero cumbia que cantaba Iván Cruz.

En las comunas anabaptistas no hay electricidad ni teléfono, cine ni radio, menos televisión o computadora. Se movilizan en carruaje tirado por un caballo. La educación es solo primaria y la única ocupación es la actividad agropecuaria.

Nunca se ha dado el caso de un desertor anabaptista que afuera despotrique contra el régimen que norma la vida en la comuna. No hay un Eudocio Ravines, secretario general del PCP, que escribió “La gran estafa” contra la Unión Soviética. Mi amiga Mary Ann Kirkby, hija de una familia desertora, ha publicado el libro “Yo soy una huterita”, mas no presenta queja alguna contra la comunidad donde nació. Ella narra cómo fue su vida de niña dentro de la comuna y la lucha de su padre para sobrevivir en el mundo exterior, donde no había la casa y la comida asegurada, y menos el banquete dominical con pato al horno y las deliciosas tortas que amenizaban el yantar de cada día en el comedor colectivo.

Pese al origen religioso, en las comunas anabaptistas no existe templo ni sacerdote. La ceremonia semanal de gracias a Dios se hace cada vez en una casa diferente. Así se evita el germen del poder y el origen del Estado. Si un marxista esquemático cree que se trata de comunismo cristiano, le recuerdo que el principio: “De cada uno según su capacidad y a cada uno según su necesidad”, esto lo tomó calladito Karl Marx de la Biblia, Hechos 4:35. Ya en la práctica Lenin estableció la norma socialista: “A cada uno según el trabajo realizado”.
Aún no sé si fue crasa ignorancia o sectarismo lo que llevó a los países socialistas a ignorar el modelo comunista más logrado y próspero que existe en el mundo real. ¿Por qué Cuba no ha tenido la menor curiosidad por ver cómo funcionan, con tanta productividad, las comunas menonitas? Cerca, en México, existe una que provoca envidia en los pobres campesinos nativos.

Fuente: Revista Caretas n° 2286 (Perú). 06 de junio del 2013.

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