lunes, 1 de abril de 2013

Libro "El imperio español. De Colón a Magallanes". Hugh Thomas.

Hugh Thomas cree que el imperio español se forjó por azar, curiosidad, fe y fiebre del oro

El historiador relata las primeras décadas de la expansión en América, desde 1492 a 1522


Miguel Mora
Hugh Thomas (Windsor, 1931), el autor de las ya míticas La guerra civil española (dos tomos), Cuba, la lucha por la libertad (tres) y La conquista de México, ha viajado de nuevo 500 años atrás para relatar los primeros 30 años de la construcción del imperio católico español, de 1492 a 1522. El imperio español. De Colón a Magallanes (Planeta) narra con ameno rigor los hechos y traza los perfiles de los héroes y villanos que los protagonizaron. El imperio, dijo ayer el historiador británico, se forjó con una extraña combinación de "curiosidad, patriotismo, suerte, fe y fiebre del oro".
A lo largo de 700 páginas, divididas en 10 libros, 38 capítulos, 22 mapas y varios árboles genealógicos de las familias más importantes de la época, Thomas se detiene, con claridad entre irónica y didáctica, en los antecedentes políticos, la caída de Granada, la expulsión de los judíos, la enorme importancia de Isabel la Católica en la unificación interior y la posterior expansión exterior, la oscura llegada a España del oscuro marino Cristóbal Colón, la decisiva recomendación de sus excéntricas ideas por el visionario cardenal Mendoza, la conquista de casi todas las islas del Caribe, el principio de la dominación del continente en Darién (Colombia), la involuntaria utilización de la sífilis local como arma de destrucción masiva del invasor, las primeras protestas de los dominicos por los malos tratos a los indígenas, el inicio de la tarea pacificadora de fray Bartolomé de las Casas, las primeras tratas de esclavos (primero los americanos, luego los africanos), la llegada del emperador Carlos V al poder, la conquista de Cuba por Diego Velázquez y de México por el "sutil" Hernán Cortés...
En la introducción, el autor cuenta que ha viajado por todos los sitios cruciales donde sucedió (salvo Darién, en manos de la guerrilla colombiana) y donde se contó la historia, tanto de acá como de allá. En directo, explica que el imperio se forjó, sobre todo, gracias a la combinación simultánea y más o menos azarosa de cuatro o cinco elementos: "La curiosidad, el deseo de ver qué había más allá de ese cabo; la voluntad de gloria individual de muchos exploradores y el sentido patriótico de otros; la búsqueda de fortuna, es decir, la fiebre del oro [el título original de la obra, en inglés, es Rivers of gold, Ríos de oro]; la pervivencia entre los militares del espíritu de novelas de caballerías como el Amadís de Gaula, y la evidente voluntad de ganar algún indígena para el cristianismo".
Algunos de esos aspectos se cumplieron más que otros, pero, sobre todo, en el resultado final, la conquista, influyó lo suyo la (mala) suerte: "Colón fue mucho mejor marino que gobernador, y al principio sólo quiso establecer algunos puntos comerciales, no colonizar nada. Tuvo que hacerlo porque perdió la Santa María. Naufragó, y no le quedó más remedio que asentarse en la ciudad de Navidad", cuenta Thomas.
¿Conquista por accidente, entonces? "Alguien dijo que el Imperio Británico nació en un momento de despiste colectivo de la nación, de ausencia de cerebro, y de hecho Colón pensó, durante muchos años, que estaba en Indochina, Asia, y no en América".
El libro de Thomas concede un papel fundamental a Isabel la Católica, y llega a decir que ninguna mujer en la era del feminismo ha alcanzado logros tan grandes como los suyos: "Igual que pasa con Margaret Thatcher, las feministas quizá no estén muy orgullosas de ella, pero lo cierto es que fue bastante más eficaz que otra mujeres importantes, como la tía de Carlos V, la fascinante archiduquesa Margarita, o algunas princesas francesas. Isabel fue una gran mujer, de enorme voluntad y determinación y gran inteligencia política. Fernando era más cínico, y aunque a la muerte de Isabel siguió apoyando la aventura americana, sólo tenía ojos para la Vieja Europa, Nápoles y Sicilia, feudos tradicionales de la familia. Ella prefirió siempre el Nuevo Mundo. Cuando le hablaban de América, Fernando solía decir: "Eso son cosas de Isabel".
"Son un caso único", añade, "un matrimonio que tuvo gran éxito en el poder. Y es curioso que no se haya repetido, pero quizá los europeos podríamos copiar esa fórmula tan imaginativa". Atención especial merece también en la obra el "insólito debate sobre los derechos de los indios". "¡Extraordinario!", dice Thomas en su despacioso y bastante correcto español. "Los ingleses jamás hemos hablado de eso, siempre pensamos que estábamos involucrados en el imperio por razones filantrópicas. Nunca hubo discusiones por eso entre anglicanos y católicos o entre empresarios y políticos. Y aunque los dominicos ganaron la batalla intelectual, los colonos triunfaron en la batalla física".
En ese debate tuvo un rol conocido el padre Bartolomé de las Casas, para Thomas el héroe del último cuarto del libro. "Uno de sus secretos es que tenía gran encanto personal. Insistía en que el rey le recibiera y decía: 'No me importa esperar, no tengo prisa, me da igual si es a las tres de la mañana, tengo mis libros, puedo leer'. Fue un gran viajero además, cruzó el charco muchas veces, y sus crónicas son muy importantes, aunque confusas y difusas".
Fuente: Diario El País. 29 de octubre del 2003.

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