domingo, 17 de febrero de 2013

Polémico libro “Mito y utopía. Relato alternativo del origen republicano del Perú” de Héctor Bejar.


Son necesarias las utopías
La liberación de los pueblos empieza por la recuperación de sus conciencias. Y la recuperación de las conciencias empieza por la construcción de utopías. Esta es, en síntesis, la idea de “Mito y utopía. Relato alternativo del origen republicano del Perú” (AcHeBe, 2012), del científico social Héctor Bejar.
ENTREVISTA CON HÉCTOR BÉJAR "
—“Mito y utopía”. ¿A qué se refiere con el título?
—Hay muchas formas de ver un mito. La antropología europea nos dice que los mitos son propios de las sociedades primitivas. El problema es que los europeos no aceptan que ellos también tienen mitos. El libro “Mito y utopía” te dice “cuidado, la sofisticada cultura occidental tiene otros mitos”. El primer mito es su superioridad, el mito de que la civilización empieza con Europa. El otro mito europeo es que el capitalismo surge espontáneamente: no fue así, el capitalismo, como dice Marx, emergió chorreando sangre, por la desposesión de miles de gentes. Esa gente, que está entre el siglo XIV y el siglo XV, tenía utopías. Es decir, pensaba que se podía vivir de manera distinta. Todos los grupos sociales que trataron de vivir de manera distinta fueron aplastados sangrientamente por los ejércitos de los propietarios europeos que ya estaban despojando a la gente de sus propiedades. Hay un choque entre los mitos que van creando las clases dominantes en Europa y las utopías que van creando los despojados, los oprimidos.

—¿Qué tipo de utopías eran?

—Primero, todos cuestionaban la propiedad. Como decía San Agustín, el pecado original del hombre es haber propiciado la pobreza y haber dividido la tierra. Eso también sucedió en América. Esa es la revolución del Consejero que calumnia Mario Vargas Llosa cuando escribe “La Guerra del Fin del Mundo”, presentando al Consejero como un loco… Cuando en realidad es la historia (escrita por Euclides da Cunha en “Os Sertoes”) de los esclavos que habían sido “liberados” y que no tenían a dónde ir y que se van al desierto, y cuando ellos tratan de establecer una sociedad sin propiedad, la nueva república Brasileña acaba con ellos. Este es un auténtico genocidio, una cosa feroz, que se repite en Paraguay con la Guerra de la Triple Alianza, contra los últimos ecos de lo que habían sido las misiones jesuíticas en el Paraguay, que tampoco aceptaban la propiedad privada.

—¿Esos grupos que durante 500 años han tratado de vivir de una manera distinta tenían todos la idea contraria a la propiedad?

—Sí: los líderes eran curas todos. El Vaticano había sido tomado por los propietarios, a través del Renacimiento. ¿Qué hace Clemente, el primer papa? Acaba con los caballeros templarios, con la gente que todavía pensaba en una función social de la iglesia. El asunto del libro es: si la contradicción fundamental es entre los mitos y las utopías, entre los mitos de los poderosos y las utopías de los pobres y despojados, ¿cuál es la nueva utopía?

—¿Cuál es?

—Hay que ver. ¿Qué es lo que ha pasado? Los poderosos te están convenciendo para que no tengas utopías. Este libro cuestiona el realismo mediocre.

—¿Qué es el realismo mediocre?

—Es el realismo del que piensa que solo hay que vivir el día. Sucede que la sociedad piensa que tienes que competir, lo cual supone que la cooperación acaba.

¿Una nueva república?

—El subtítulo dice “Relato alternativo del origen republicano del Perú”.

¿Cuál es el relato oficial y cuál el alternativo?

—El relato común es que aquí había una colonia, esa colonia estaba subordinada a España; que fuimos una colonia española, y que luego surgieron una serie de líderes guerreros, como San Martín y Bolívar que te liberaron y esos líderes tenían una mentalidad republicana, excepto San Martín, que tenía una idea monárquica. Esa es la historia oficial. La historia verdadera, primero, es que no había colonia. Colonos hubo en NorteAmérica, porque colono es el que viene y se instala, para cultivar. Aquí solo vinieron a sacar todo el oro posible, regresar y comprar un título en Europa e instalarse en Europa. Cuando lees la biografía de Carlos V, te das cuenta que América no le interesaba; solo el oro para financiar sus guerras. Segundo problema: ¿fuimos colonia de España si quien gobernaba era Carlos V y este ni siquiera hablaba castellano? España nunca llegó a existir. La vieja España, primero, eran los castellanos que habían expulsado a los árabes y bereberes, pero que luego fueron reprimidos por Carlos V y su corte austriaca, porque eran las comunidades que hacen la primera revolución de la independencia, pero que son reprimidas y aniquiladas.

—Y España lo niega. ¿Qué niega el Perú?

—Lo que la historia peruana oculta cautamente es que los dos primeros presidentes del Perú fueron traidores: el Marqués de Torre Tagle, que se arrepiente de todo, traiciona de la manera más increíble y muere con los españoles; y Riva Agüero, que es declarado traidor, y que se va, trata de negociar con la Santa Alianza para que lo reconozcan como presidente del Perú, como falso presidente del Perú. Esos son los dos primeros presidentes del Perú. La República peruana tiene un defecto de fábrica: nació mal. Cuando algo nace mal, ya no sabes si vale la pena modificarlo, si esto es modificable, o si vale la pena pensar todo de nuevo. Y pensar un nuevo tipo de república a la manera actual.

—¿Cómo sería esa nueva república?

—Multicultural, que reconozca a las culturas que nosotros hemos creído que son salvajes, empezando por los amazónicos, aymaras, quechuas, y por supuesto, criollos, italianos… todos los aportes que ha tenido el Perú. Pero esa es otra historia que ya no está en el libro, pero la idea es que si el Perú no se mira al espejo y no se reconoce como lo que es, nunca va a poder solucionar sus problemas. Si el sueño es ser como los de Miami, prefiero el positivismo europeo. Se necesita un cambio en las estructuras mentales, eso es lo que el libro plantea. Tú vives lo que piensas. El problema básico del Perú está en cómo nos pensamos a nosotros mismos. Eso no significa disminuir la importancia de las estructuras económicas, pero lo que el libro trata de decirte es que la forma como piensas es importante, tiene igual o mayor importancia que la forma como vives. La idea es rescatar lo que eres para modificar lo que piensas. 

—El Perú no es solo andino o amazónico.

—Para nada. Es urbano. Pero los andinos cada vez son menos andinos también. Las modificaciones culturales son aceleradas en el mundo y el Perú. Hay una serie de intelectuales brillantes de los años veinte, que hoy han sido olvidados. Uno de ellos es José Vasconcelos, quien habla de la cultura indoamericana. En esa época se hablaba mucho de raza, se habla de la raza cósmica. Precisamente en tiempos en que en México se depreciaba lo indígena, él reivindica lo indígena, pero dice cuidado, somos cósmicos, eso significa que tenemos que abrirnos al mundo. Ni siquiera usó la palabra indigenismo, él hablaba de la raza, pero, para él, la raza indoamericana es una raza espiritual, abierta al mundo. Creo que debemos regresar a Vasconcelos.

No existen culturas superiores ni puras

Como diría Wallerstein, el occidental es uno de los sistemas mundo que hay: otro es China; otro es Medio Oriente, el mundo árabe; otro ha sido históricamente Bizancio, la parte bizantina, la parte más desarrollada del mundo en la época del nacimiento de la Europa que actualmente conocemos; otro es el mundo eslavo… “Hay muchos mundos; pero aquí nosotros creemos que solo hay uno, al punto que en la historia nos enseñan solo la historia occidental; y a África la borraron del mapa, culturalmente”, dice Béjar.

—¿Por eso es que algunos intelectuales cuando ubican la barbarie en algún lado lo hacen en África?

—Sí, y eso viene del siglo XIX. Es una imagen que las potencias europeas fabricaron. En París, hace poco hicieron una muestra (crítica) sobre la famosa Exposición Universal de fines del siglo XIX, en la que mostraron africanos encadenados, indios de NorteAmérica exhibidos como salvajes en jaulas… porque a los europeos (en ese tiempo) les interesaba fijar la imagen de lo africano como lo salvaje porque estaban afirmando su dominación sobre África, y se acababan de repartir ese continente. Ahora, los europeos mismos critican el europeocentrismo. Las imágenes culturales que se crearon para justificar esto tienen que ver con la justificación de sus aventuras militares. Eso ha perdurado; esas imágenes son las mismas que ahora los justifican para actuar en sus nuevas aventuras imperiales, como en Libia…

—¿Qué imágenes, si pudiera ser más específico?

—Cuando provocan el asesinato de Gadafi, la imagen de este es la de un africano loco, y los musulmanes aparecen como terroristas locos. Van creando frente a su propia gente la imagen del islam como una religión terrorista, cuando todo el mundo que ha visitado los países islámicos sabe que son países pacíficos y que la base del islam es pacífica. Lo que sucede es que son grupos que han tenido que reaccionar frente a la ocupación europea.

—Dice usted que no hay cultura pura.

—Debemos aceptar que toda cultura es intercultural. Tú vas a cualquier tienda de Inglaterra y ves una hermosa porcelana inglesa… y eso era chino; la porcelana holandesa es china; los paños holandeses eran bizantinos; el tulipán, que es el símbolo de Holanda, es turco. Los europeos se las han ingeniado para negar sus orígenes culturales; niegan su interculturalidad. Se presentan así, y también nosotros los vemos así; porque la culpa no es solo de ellos, sino de quienes los vemos así, como La Cultura, y todo lo demás es menor.

—En el Perú, el más grande promotor de esa idea es Vargas Llosa.

—Responde a esa concepción, cuando en realidad se trata de culturas distintas que tienen sus particularidades y cada una tiene sus fanáticos y sus fundamentalistas, que creen que su cultura es La Cultura, la única posible, y todas las demás son negativas. Un equivalente a Mario Vargas Llosa sería un fundamentalista islámico o un fundamentalista neoliberal. 

Marco Fernández
Redacción

Fuente: Diario La Primera. 13 de diciembre del 2013.

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