La Venganza de la Geografía
Por: Alfredo Barnechea (Periodista y analista)
Acabo de leer un libro fascinante, The Revenge of Geography (“La venganza de la geografía”), de Robert Kaplan. Su subtítulo: “Lo que los mapas nos dicen acerca de los conflictos que vienen y la batalla contra el destino”.
Kaplan ha recorrido el mundo entero, y producto de esos viajes y esas crónicas (principalmente para The Atlantic Monthly) han sido algunos de los libros contemporáneos más interesantes publicados. Por ejemplo, Fantasmas Balcánicos.
A diferencia de la mayoría de reporteros o pensadores norteamericanos, encerrados en el inmenso país-continente del “destino manifiesto”, Kaplan está abierto a la diversidad de la historia. En sus libros hay siempre conocimiento histórico, sofisticación política, conciencia de la “continuidad” de la cultura humana. Como Kapuscinski, parece haber tenido siempre, junto a su bloc de reportero, un ejemplar de Herodoto.
La conclusión de su último libro es que en las relaciones internacionales no mandan los deseos ni las teorías, sino la geografía. “La única cosa perdurable es la posición de un país en el mapa”. Agrega a eso que “cuando el piso político se mueve bajo los pies, el mapa es el comienzo para discernir la lógica de lo que vendrá”.
A lo largo del libro surgen muchas recomendaciones de políticas. Por ejemplo, que Irán (Persia) siempre será el país decisivo en su zona. O que hay regiones más “cohesivas” que otras, lo que explica que las dictaduras en Túnez o Egipto fueron más benignas que las de Siria. O que Libia va camino a dividirse porque siempre estuvo dividida entre una parte orientada a Túnez y otra a Egipto. O que no hay, verdaderamente en la geografía, una Europa del Centro, que es solo un punto en el gran espacio que es Eurasia.
Se reconoce desde siempre la importancia de la geografía. “La geografía es el factor constante del acontecer histórico”, le escribió De Gaulle a principios de los años sesenta a Nasser, “por lo que Egipto siempre tendrá que tener una política árabe y una política africana”.
Si esto es así, Perú siempre tendrá que tener una política andina, una política amazónica y una política pacífica.
Cuando terminé el libro, los periódicos locales estaban llenos de noticias y comentarios sobre el diferendo de La Haya. ¿Qué me sugería el libro?
Pensé: somos vecinos por supuesto desde antes que la guerra de 1879. Antes incluso que existiéramos como repúblicas.
Antes del virreinato del Perú, del que Chile era una provincia –y no la más importante. Entonces Brasil era poco más que lo trazado en el Tratado de Tordesillas por el Papa Borgia, y no se había expandido por la audacia de los bandeirantes –y la astucia de Río Branco. Por eso Riva-Agüero dijo que Perú era el país “primogénito” de la América del Sur.
Antes aun que el Incanato se levantara como una “Roma andina”.
En realidad somos vecinos desde que, hace millones de años, se levantara la gran mole de los Andes.
Pensé entonces: la geografía nos condena a entendernos. Estaremos juntos por un largo, largo tiempo…
Por tanto, si se miran las cosas en esta “larga duración”, que es el tiempo mental con el que Braudel aconsejaba mirar la historia, ¿qué deberíamos concluir de este diferendo?
Kaplan dice también: en la vida de los Estados-Nación, donde hay leyes, se le ha dado a los Estados el monopolio de la Fuerza. Eso casi los define. Pero en el mundo internacional seguimos en un “estado de naturaleza”. Es todavía el mundo de Hobbes. El Perú ha recurrido precisamente a un mecanismo civilizado, judicial, de solución de controversias.
Una conclusión razonable debería ser: este diferendo cubre una parte, pequeña, de todo el entramado de relaciones entre los dos países. Afecta a una parte también pequeña de los territorios.
Pero esencialmente habrá relación, inevitablemente, después del fallo.
El libro de Kaplan me transportó mentalmente a Jean Monnet. Alemania y Francia se habían estado arranchando territorio, y matándose, durante centurias. ¿Cómo se cambia esa dinámica?, se preguntó Monnet. Creando ejes de intereses, al principio limitados, que luego se expanden. De allí nació su ingeniosa idea de la comunidad del carbón y el acero, el comienzo de lo que terminó siendo la gran construcción europea.
Chile es un pequeño país, situado en los extramuros del mundo. Acaso eso ha llevado a algunas de sus gentes a pensar que, económicamente, debía ser una suerte de Singapur, comerciando urbi et orbi. Y, militarmente, una suerte de Israel. Pero está atado a la punta de la gran plataforma sudamericana. Allí se quedará por mucho tiempo.
¿Cómo replicar a Monnet, y crear en Sudamérica, en lugar de los círculos viciosos del pasado, los círculos virtuosos del futuro, fundados en el comercio, que hace siempre más pacíficas a las naciones?
Hace años que pienso que tendremos que construir una gran Confederación de la energía (pensaba al principio en gas, pero energía en un amplio sentido es más adecuado), que incluya también a Bolivia. Chile no tiene energía ni agua.
Podríamos edificar un gran polo, de nivel mundial, en el Pacífico Sur, socios los tres países, y exportando al Pacífico, frente al cual estamos ubicados. He propuesto esta idea el año pasado, en Río de Janeiro, al presidente Lagos. Imaginaba saliendo de Ilo grandes buques metaneros, del gran polo petroquímico (del que podrían ser socios los tres países), al que llegaba un gran ducto desde Tarija. Sí, ya sé, parece política-ficción, pero algún día lo haremos.
Porque cuando ya no estemos sobre la tierra, quedarán los Andes.
Fuente: Revista Caretas n° 2260 (Perú). 29 de noviembre del 2012.
Recomendado:
Robert Kaplan: El Mapa de Europa y la Venganza de la Geografía (I) Clionauta. Blog de Historia.
Robert Kaplan. El Mapa de Europa y la Venganza de la Geografía (II). Clionauta Blog de Historia.
Muy buena la entrada. Me parece que la postura es bastante razonable... Un grupo conformado por un tridente que eternamente estará unido geográficamente es necesario para el desarrollo, de toda índole, de los ciudadanos de estas naciones.
ResponderEliminarExactamente, los nacionalismos decimonónicos deben dar paso a miradas más estratégicas de complementariedad económica entre Perú, Chile y Bolivia. Desde el punto de vista social buscar la integración desde la educación, la cultura, el turismo y cualquier otro esquema en este contexto global.
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