martes, 1 de mayo de 2012

Libro "Economía de la primera centuria independiente", editado por Carlos Contreras. Coedición del Banco Central de Reserva y el Instituto de Estudios Peruanos.


Una historia económica

Por: Nelson Manrique (Historiador)


Esta semana se presentó el libro Economía de la primera centuria independiente, editado por Carlos Contreras y publicado en una pulcra coedición del Banco Central de Reserva y el Instituto de Estudios Peruanos. Este volumen constituye la cuarta entrega del Compendio de historia económica del Perú y aborda el periodo comprendido entre la independencia y la gran crisis capitalista de 1929. Ha sido organizado temáticamente partiendo de las actividades económicas predominantes durante el periodo, añadiendo dos ensayos dedicados a la población y el mercado laboral y a las finanzas públicas. El texto tiene más de 400 páginas y un excelente anexo estadístico de 120 páginas elaborado por Luis Miguel Espinoza.
Jesús Cosamalón dedica un excelente ensayo a la población y el mercado laboral. Fernando Armas Asín aborda el estudio del sector agrario, limitándose básicamente a la agricultura moderna de la costa, dejando grandes vacíos sobre la economía agropecuaria tradicional de la sierra, donde estaba encuadrada la amplia mayoría de la población. José Deustua estudia la minería metálica y no metálica, abordando, junto con la minería de la plata y el cobre, el estudio de las explotaciones guanera, petrolera y salitrera. Deustua es uno de los mejores especialistas sobre el tema y su mirada de conjunto es muy sugerente. Martín Monsalve presenta un panorama del desarrollo industrial en el Perú y sus dificultades, un proceso en que los lectores encontrarán más de una sorpresa. Alejandro Salinas aborda el estudio de las finanzas públicas en el ensayo más extenso del volumen, que aporta una mirada de conjunto muy ilustrativa.
Globalmente, lo que emerge del volumen es la imagen de un país donde terminaron imponiéndose los intereses de los grupos dominantes dedicados a las actividades primario exportadoras. Estos opinaban que el Perú debería dedicarse a la exportación de materias primas e importar los productos manufacturados que necesitaba. Los proteccionistas, sus adversarios, sostenían en cambio que este camino volvería al país totalmente dependiente de las vicisitudes de la economía mundial, arrastrándolo a la ruina cada vez que cayera el precio de las materias primas que exportaba; propiciaría además el crecimiento de la desigualdad, alimentando la conflictividad social. Como alternativa proponían promover el desarrollo del mercado interno. Que los términos del debate en el siglo XXI sigan siendo básicamente los mismos es una constatación que debiera mover a reflexión.
Un par de apuntes al paso. El estudio de Jesús Cosamalón muestra que al iniciarse la República la población peruana ascendía a millón y medio de habitantes y para 1940 había superado la barrera de los 7 millones, pero lo llamativo es su distribución. En 1940, con cerca de 850,000 habitantes el departamento de Lima superaba en apenas un 30% de población a Puno (646,000 habitantes). Tampoco estaba lejos de Cajamarca y Cusco, que tenían más de medio millón de pobladores cada uno, ni de Áncash, Ayacucho y Piura, que estaban por encima de los 400,000 habitantes. Hoy Lima concentra la tercera parte de la población nacional y supera a La Libertad, su más cercano competidor, en 5 veces, mientras que supera a Puno en 8 veces. El agobiante centralismo demográfico limeño es pues cosa de las últimas 7 décadas. Analizando el tema de la raza, categoría utilizada en el censo de 1940, Cosamalón muestra cómo en la ejecución de ese censo, que se esperaba disipara los prejuicios raciales, éstos terminaron infiltrándose en la propia mirada de los encargados de realizarlo.
Alejandro Salinas muestra que el cobro de impuestos indirectos (que gravan el consumo popular, a diferencia de los directos, que gravan la riqueza, las rentas y las utilidades de los sectores acomodados) fue creado recién a fines del siglo XIX y sirvió para defender de los intereses de los sectores extractivistas, los mismos que hoy defienden este modelo. Es especialmente valioso su análisis de las vicisitudes del debate entre librecambistas y proteccionistas y sus consecuencias en la política fiscal. Son apuntes muy útiles para entender por qué un siglo después seguimos apostando al modelo primario exportador.
Fuente: Diario La República (Perú). 01 de mayo del 2012.
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