Fernando De Trazegnies frente a la historia
Por: Eddy W. Romero Meza. Profesor de Historia.
En un artículo reciente el ex-canciller, Fernando De Trazegnies, refiere su postura frente al quehacer histórico. Pontifica sobre la necesidad de una historia objetiva, distanciada de toda distorsión política al pasado (lamenta cualquier juicio histórico al pasado). Convenientemente se libra así de emitir juicio sobre la historia política reciente. Nos referimos a la década del fujimorismo, régimen del que fue parte y que no admite sea interpretado por supuestas subjetividades políticas del presente.
La aproximación al pasado que propone De Trazegnies, solo tiene dos explicaciones, o es ingenua o directamente malintencionada. Francamente es desechable la idea de creerlo ingenuo. Su afán de exaltar una “historia neutral”, se pierde contra una ética y época actual de no tomar distancia cómplice frente a lo acaecido. De aproximarnos crítica y rigurosamente al pasado, sin dejar de lado nuestros valores humanos.
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Hacer historia es también hacer política por canales intelectuales. De Trazegnies astutamente trata de “advertirnos” del peligro de una historia que pueda ser “falseada por razones políticas”. Sin embargo estos buenos deseos por “desideologizar” la historia, encierra la agenda política de quien promueve el silencio frente a lo cuestionable en nuestro pasado reciente.
Entre una historia aséptica y una historia deliberativa, es preferible la segunda. Esto porque, mientras la primera no existe, la segunda es la que reconstruye un pasado más dinámico y sujeto a crítica. Los historiadores y expertos en historia son sujetos de origen y postura ideológica diversa. Y si bien las propuestas de aproximación al pasado serán múltiples (inteligentes o dogmáticas), siempre será preferible una historia abierta y no una historia sujeta a silencios perniciosos.
Eric Hobsbawm, uno de los historiadores vivos más importantes del mundo, es un historiador marxista. Francamente seria improbable una de sus grandes obras, sin su sincera postura política, además de su integridad intelectual.
Finalmente, hacer historia es también advertir los peligros de aquellos que quieren despojarla de su real valor como ciencia y actividad que ubica al hombre en el tiempo. Pero no en un tiempo cronológico de “contexto objetivo”, sino en un “tiempo histórico”, un tiempo dialógico y sujeto a cuestionamientos, propio de una sociedad democrática.
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Buen artículo, Eddy, muestra claramente los engaños de una supuesta "neutralidad" en la historia, ajena a las ideologías, cuando en realidad es también una postura que se pronuncia desde una ética y política determinadas (por supuesto, de orden conservador). Los términos "legado", "herencia", "tradición", "instrumento" que aparecen implícita o explícitamente en el artículo de De Trazegnies revelan el carácter pasivo y conservador de su concepción de la historia. Su idea es que que aceptemos el pasado sin más ("la historia seria no toma partido respecto al pasado, no lo aplaude ni lo condena") para ser "objetivos" cuando lo cierto es que la historia es una construcción social cuya validez sólo podría tener sustento en la intersubjetividad, en el diálogo abierto.
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