viernes, 5 de agosto de 2011

Nelson Manrique y Carlos Iván Degregori. Amistad y participación política.

Última conversa con Carlos Iván

Por: Nelson Manrique

Toco la puerta con aprensión y me abre la puerta un Carlos Iván siempre sonriente. Faltan cinco días para su muerte, casi no puede ingerir alimentos, pero ha descubierto que puede comer caramelos, y ese es su máximo placer. Por su delgadez es otra persona; he visto al cáncer destruir los cuerpos de gente querida, pero este no es su caso. Físicamente Carlos Iván es otro, pero es un otro admirablemente armónico y en plena sintonía con su espíritu.

Está al final del trayecto y lo sabe. Cuando hace unos años le diagnosticaron un cáncer al páncreas, esto era virtualmente una sentencia de muerte inminente. Los cubanos, siempre solidarios, lo incorporaron a un revolucionario tratamiento basado en la picadura de un alacrán y le regalaron casi tres años de vida más. Los plazos se han vencido y Carlos Iván lo acepta con una admirable serenidad. Durante sus últimas semanas de vida ha trabajado siete horas diarias para tratar de redondear sus textos que se deben publicar póstumamente, y está satisfecho.

Con ese su humor autoirónico, que por momentos es negro, ha cambiado el nombre de su blog por “Se sienten pasos”. Esa vena no es de ahora. En los años 80 él y Sinesio López publicaban en El Diario de Marka una columna titulada ‘Marko Político’. Poco después apareció en Monos y Monadas el ‘Marko Polito’, una parodia que se burlaba sangrientamente de ellos. “Gregorio el Necio (el autor de la parodia) le saca el alma a Carlos Iván”, me comentaron más de una vez burlonamente. Lo que muy pocos sabían era que Gregorio era el propio Carlos Iván.

“¿Te acuerdas por qué nos peleábamos?”, le pregunto, y ríe de buena gana. Entre 1979 y 1982 logramos unificar cinco organizaciones de izquierda y esto nos permitió un tiempo de militancia juntos. Nos encomendaron la Comisión de Prensa y ese fue un periodo inolvidable, trabajando con un equipo de lujo. Creo que fue él quien comenzó con lo de El Planeta, el periódico de Metrópolis, y la idea prendió: lo convertimos en el rubio y juvenil Jimmy Olsen y a Lucha María, su mujer, en Lois Lane. Yanina, su gran amiga, tenía que ser inevitablemente Lina Luna. Miguel, con sus anteojos de carey y su aire reconcentrado, se convirtió en el tímido Clark Kent. Como yo era el responsable me convertí en Peter White, el director, el gordo Benjamín en Lex Luthor y Lorenzo Osores en el Sr. Mxyzptlk, el pequeño duende que trataba de conseguir que Superman dijera su nombre al revés, para mandarlo al mundo bizarro. Como nos faltaban personajes nos prestamos algunos de Batman: Gonzalo, el primo de Carlos Iván, hizo un excelente Guasón, y Elsa se convirtió en la sensual Gatúbela. Sintomáticamente solo faltaba Superman.

En medio de reuniones partidarias que podían durar días nos las arreglábamos para conversar largamente. CID era un poeta y nos acercaba el hecho de ser considerados intelectuales en un medio que despreciaba el trabajo intelectual. Nuestra formación académica había sido virtualmente un subproducto de las contingencias de la militancia, como cuando a Carlos Iván le diagnosticaron una tuberculosis y Jürgen Golte, uno de sus amigos de toda la vida, le consiguió una invitación académica a Berlín, donde podría curarse. En su partido casi rechazan darle licencia: “¡Miraba cómo casi votaron mi sentencia de muerte –decía con su mirada de niño desconcertado– sin saber cómo reaccionar!”.

Con los años las discrepancias se enconaron y finalmente se llegó a la ruptura. Para mí, fue el final de la política partidaria, luego de 13 años de militancia. La fracción de Carlos Iván impulsó la creación del PUM, y allí continuó él, hasta la ruptura de la IU. Fue un tiempo de debates que por momentos fueron ásperos, sobre temas que ahora parecen irrelevantes. En un texto reciente, hablando de la destrucción de la izquierda, Carlos Iván se comparó con un sobreviviente de la Atlántida luego de que su continente se hubiera hundido. Fuimos muchos los náufragos, pero con él nos reencontramos en la CVR.

Me alegra decirle que Keiko Fujimori no ganó la elección; considerábamos que esa sería la derrota de todo aquello en lo que creímos, y que el porvenir sigue siendo ese interrogante abierto por el que él apostó toda su vida con terco optimismo.

Fuente: Diario La República. Mar, 02/08/2011.

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