lunes, 25 de abril de 2011

Semblanza de Carlos Iván Degregori, destacado antropólogo peruano y defensor de la justicia social en el país.

Carlos Iván Degregori

Por: Carlos Tapia

Después de una larga batalla por la vida, nos está abandonando. Con su mirada fresca y con la confianza que da la tarea cumplida. Transparente como nadie, vivió a su manera, es decir, auténticamente. Gozó de la vida, de las conversaciones interesantes, de la lealtad expresada siempre desinteresadamente y con gracia, y del cumplimiento de las responsabilidades asumidas; de todas. Aunque también sufrió la vida, como debe ser, y más aún, en países como el nuestro.

Muy bueno con los números, estudió un año en la facultad de minas de la UNI; y también poeta, quedó en el segundo lugar en el premio nacional de poesía. De allí, seguro, su facilidad como expositor y destacado escribidor. Estudió Antropología en San Marcos antes de viajar a la Universidad de Boston. A pesar de ser profesor invitado en diversas universidades de EEUU y Europa, prefirió presentar su tesis y sacar licenciatura en la Universidad de Huamanga (UNSCH), de la cual fue profesor ocho años. Su doctorado ya lo obtuvo en la universidad de Amsterdam.

Llegué a conocerlo hace 41 años, durante los azarosos años de los 70. Militábamos en un sector de la izquierda fraccionada en mil pedazos y atacándonos entre sí a nombre de la misma revolución, como si fuésemos enemigos. Pero él nunca tuvo ni consideró como enemigo a nadie que luchaba por un verdadero cambio de nuestra patria. En realidad, de largo se adelantó a los tiempos actuales. Repudió todo tipo de sectarismo, pero nunca dejó de afirmar lo que consideraba correcto, aunque siempre creyó que la política tenía mucho de apuesta. Ahí están los numerosos ejemplares de la revista “El zorro de abajo”

Siendo profesor de la UNSCH, y visitando a las comunidades campesinas contrajo la tuberculosis. Intelectual de valía, aprovechó una invitación de la Universidad Libre de Berlín para ofrecer un curso de su especialidad y así tratarse de su penosa enfermedad. Nunca peleó por cargos, académicos o políticos. Fue un ejemplo de modestia, de la de verdad, nunca sucumbió ante el campo de atracción que ejercen los que tienen el poder. Fue un hombre libre.

En la UNSCH, también fue uno de los más lúcidos en entender el peligro que contenía en sus entrañas el proyecto senderista, bastante antes del inicio de su lucha armada. Junto con otros profesores de Ciencias Sociales encabezó el combate ideológico contra esta propuesta totalitaria. Escribió varios textos, algunos ya clásicos, al respecto. Posteriormente trabajó en el Instituto de Estudios peruanos (IEP) llegando a ser su Director. No escatimó esfuerzos para ayudar a jóvenes investigadores de las universidades del interior del país.

Nominado miembro de la Comisión de la Verdad, no le faltó entusiasmo cuando tuvo que coordinar el Plan General de Investigaciones y posteriormente su importante aporte a la redacción del Informe Final. Nunca dudó de su trascendencia.

Para el final, una anécdota. Mientras los dirigentes de las fracciones de izquierda de los inicios de los años 80 nos entreteníamos discutiendo tesis alejadas de la realidad, Carlos Iván, en una reunión nos dijo “sería conveniente que de vez en cuando vayan a los coliseos donde se presentan cantantes de Música folklórica y se nutran del aire social que allí se respira”. Gracias Carlos Iván, por todo lo que hiciste, por lo que nos enseñaste con tu ejemplo, por tu sonrisa y sentido del humor. Muchas gracias, compañero y amigo.



Fuente: Diario La Primera (Perú). 25 de abril del 2011.

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