sábado, 22 de enero de 2011

Perspectivas del cambio climático y la economía mundial. Actual contexto socio-político de América latina y el Perú.

Balance global del 2010 y perspectivas del 2011

Sin ninguna duda, el año 2010 llegó a su fin con un evento clave: la Conferencia de las Partes de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático (UNFCCC, por sus siglas en inglés) en Cancún (México), la primera quincena de diciembre. Decisiva y trascendente no tanto por los acuerdos suscritos, sino por lo que significa el incremento de las emisiones de dióxido de carbono en la atmósfera. Todo el mundo coincide en que el cambio climático definirá el curso de la historia del planeta y, por tanto, el destino humano.

Como la Cumbre de Copenhague de diciembre del 2009, Cancún 2010 tampoco tiene acuerdos vinculantes, de cumplimiento obligatorio y con un cronograma de acciones. Sin embargo, cuando la cita estaba a punto del naufragio, una cierta sensatez y sentido común primó entre los 193 países asistentes -incluyendo a los dos mayores emisores, China y Estados Unidos- que finalmente llevaron a suscribir un acuerdo marco que compromete a los países suscriptores del Protocolo de Kyoto- que expira en el año 2012- a reducir antes del 2020 entre un 25 y un 40% de sus emisiones de gases de efecto invernadero con respecto a los niveles de 1990.

Los gobiernos, asimismo, en este acuerdo donde no hay cronogramas concretos de reducción ni mecanismos de control, se comprometen a que el calentamiento de la Tierra sea como máximo de 2 grados y, si es posible, de 1.5 grados, además de la creación de un Fondo mundial para el CLima por un monto de US$ 100 mil millones para el 2020 bajo la administración del Banco mundial que en Cancún recibió amplísimas prerrogativas.

Para tener una idea de lo crucial que es mantener la temperatura global por debajo de los 2 grados, vale la pena recordar que la temperatura del planeta subió 2 grados a lo largo de los 10 mil años que duró el período glacial. Subió dos grados más desde el siglo XIX en el curso de la revolución industrial hasta finales del siglo XX y subirá 2 grados en los próximos 15 o 20 años, con consecuencias devastadoras sobre la vida humana.

Uno de los aspectos que ha sorprendido en Cancún 2010, además de la ausencia de acuerdos vinculantes, fue el silencio en torno a los problemas macroeconómicos, a la crisis económica global y a los modelos de desarrollo.

Porque el cambio climático-lo han señalado los expertos-plantea a todas las sociedades y en particular a los países desarrollados, retos y desafíos que tienen que ser enfrentados hoy y no mañana. Por eso también cualquier balance global del año 2010 y una visión prospectiva del futuro no puede obviar el análisis del cambio climático y su relación con la economía y la crisis civilizatoria que ahora sacude a las sociedades en el siglo XXI.

Porque la piedra de toque y la llave maestra para la reducir las emisiones de gases de efecto invernadero tienen que ver con transformaciones estructurales que son imprescindibles e inevitables: descarbonizar la economía, es decir, modificar el patrón productivo, el modelo de inversiones principalmente en actividades extractivas como petróleo, gas, carbón y en general en toda la actividad económica, comercio, industria, agricultura, etc. Nada más ni nada menos que modificar el sistema de producción y consumo del modelo neoliberal en vigencia en el mundo.

Se ha calculado que el costo de este proceso de cambios estructurales implicaría una inversión inicial de 500 mil millones de dólares. Bajo el argumento de la crisis económica que ahora golpea las economías y a las sociedades del planeta, ningún país quiere asumir este reto, con Estados Unidos, China, Japón, la Unión Europea a la cabeza y otras economías emergentes como India y Brasil.

¿Estarían entonces las naciones dispuestas a iniciar los cambios estructurales para lograr reducir las emisiones de gases de efecto invernadero? La respuesta seguramente es no en el momento actual. La sociedad humana se debate pues en un dilema en el que se juega la vida. Un modelo de consumo y de producción y de vida adicto a la energía fósil, al carbono, que a la vez lo conduce inevitablemente a un callejón sin salida: la destrucción del planeta Tierra.

Es en este escenario que intentaremos un balance económico y político global del 2010, focalizado básicamente en las dos mayores economías del siglo XXI: Estados Unidos y China y también la Unión Europea, luego América Latina, el Perú y concluiremos con la Amazonía Peruana.

EE.UU. a la cárcel los banqueros

La frase “yo mandaría a las cárcel a los banqueros” no es un ex abrupto de un político radical o un socialista. Es una frase que expresa el punto de vista del Premio Nobel de Economía (2001), Joseph Stiglitz, sobre la culpabilidad de los banqueros del Wall Street en la crisis económica que sigue golpeando a Estados Unidos y cuyas repercusiones -como un temblor de 7 grados en la escala de Mercalli- sacudieron la economía global y lo seguirán haciendo temblar.

A este respecto, se recuerda a los famosos economistas John Kenneth Galbraith y William Black que decían que “no podemos resolver la crisis a menos que metamos a la cárcel a los delincuentes que han cometido los actos fraudulentos”.

Lo increíble y escandaloso es que esos mismos banqueros y jefes de corporaciones son los que se han beneficiado de los cuantiosos rescates aportados por el Estado, por los millones de estadounidenses que pagan sus impuestos y que ahora cargan el peso de las medidas de salvataje. Porque resulta que son ellos mismos los que están diseñando las medidas para salir de la crisis y, una de ellas, cuándo no, es la drástica reducción del gasto social para combatir el déficit.

El mismo Stiglitz ha criticado este procedimiento señalando que la idea de que sólo se puede combatir el déficit por el procedimiento del recorte del gasto social es un intento de debilitar las protecciones sociales, reducir la progresividad del sistema de impuestos y disminuir el papel y el tamaño del Estado.

El efecto de esta receta es producto de un sistema diseñado para estimular prácticas fraudulentas porque al final las multas y otras penalidades son sólo un coste del negocio y están creando más desigualdad y pobreza en este país. Las cifras más recientes revelan que el número de pobres en Estados Unidos, todavía una de las naciones más poderosas del planeta, está llegando al pico de 43 millones de personas, mientras que los ricos son cada día más ricos. Para ello basta mirar la lista anual que publica la revista Forbes.

Pero mucho cuidado. En Estados Unidos si alguien se atreve a hablar de “una mejor distribución de la riqueza”, debe estar preparado para soportar la vindicta pública y la condena por el delito de ser “socialista”. Seguramente, el locutor Rick Santelli en su programa en la CNBC le hará papilla llenándole de improperios y los líderes del ultraderechista Tea Party pedirán su excomunión política.

Pams Martens, una destacada economista con un profundo conocimiento de los oscuros secretos de Wall Street, ha escrito al respecto:

“La fantásticamente sesgada distribución de riqueza de la sociedad americana, sigue siendo uno de los principales problemas estructurales que subyace en esta crisis. El 1% más rico de los americanos ostenta alrededor del 40 % de la riqueza del país (excluyendo la propiedad de viviendas) en esta que es la más opulenta sociedad que ha visto jamás la historia.

“El 60 % más pobre de los americanos tiene sólo el 1% de la riqueza. Mantener los recortes de impuestos de Bush simplemente perpetúa parte de la contradicción que nos llevó a la presente situación de crisis económica mundial”.

Las fallas de fábrica del modelo no sólo generan una intolerable concentración de la riqueza. También han convertido a Estados Unidos en el principal deudor del planeta. Tal como ha recordado el profesor de teoría política de la Universidad de Buenos Aires, Atilio A. Borón, citando a Eric Toussaint, el endeudamiento de las familias que en el año 1980 era del 58 por ciento de los ingresos, pasó al 120 por ciento en el 2006.

Esta crisis, asimismo, se refleja en el debilitamiento de la gravitación económica del país: a finales de la Segunda Guerra mundial, el PIB de Estados Unidos equivalía al 50 por ciento de la economía mundial; ahora sólo representa el 20 por ciento.

La pérdida de su poder económico la compensa Estados Unidos con su hegemonía militar. Tiene 872 bases militares en 128 países y su presupuesto bélico es superior a los presupuestos militares de todos los demás países del mundo: 1 billón de dólares, es decir, 1 millón de millones de dólares.

La perpetuación de la crisis

“Las elecciones intermedias de Estados Unidos registran un nivel de cólera, temor y desilusión en el país como nada que pueda recordar en mi existencia. Dado que los demócratas están en el poder, ellos reciben el impacto del rechazo en torno a nuestra situación socioecómica y política actual”, escribe Noam Chomsky, el lingüista y profesor estadounidense considerado como el intelectual más influyente del siglo XXI.

En efecto, las elecciones de noviembre aquí en Estados Unidos han tenido múltiples expresiones y consecuencias. Sin duda la peor, además de la derrota política de los demócratras, ha sido el final de una ilusión, de una esperanza y una promesa que millones de electores habían depositado en el presidente Barack Obama.

“No se puede hacer milagros en política. Obama no podía, no puede arreglar en dos años el desastre que dejó Bush”, argumentan los militantes demócratas a quienes interpelo a propósito de la derrota demócrata de noviembre. Pero les hago recordar, citando a los analistas más lúcidos de este país, que los demócratas incumplieron sus promesas, durmiéndose en los laureles del triunfo y cruzándose de brazos, mientras los republicanos armaban Tea Party, convencían a la opinión pública del riesgo “socialista” de hacer justicia con los más pobres del país y asistían prácticamente impasibles a lo que los críticos califican como uno de los mayores errores del presidente Obama: el océano de dinero que el gobierno arrojó a las cajas fuertes y los bolsillos de los banqueros, precisamente los responsables de la crisis, mientras se ajustaban los fondos para la salud, la Educación y otros servicios básicos.

Hoy en día, luego del triunfo republicano de noviembre, los analistas están diciendo que el presidente Obama no es sino un “rehén” del partido republicano y lo que ocurra hasta el final de su gobierno serán las políticas en beneficio de ese 1% más rico de este país. Es decir, como escribe el analista Alberto Ampuero (La Opinión, 9/12/2010): “Sea cual sea la coyuntura, sea cual sea la situación económica, bien que crezca la actividad económica, bien que se reduzca, no habrá consignas de los republicanos que no sean las de reducir el gasto público, aliviar la carga fiscal de los más ricos, reducir los gastos sociales, eliminar al máximo la protección de los trabajadores”.

Dicho y hecho: el primer acuerdo, luego de la derrota demócrata de noviembre, entre el presidente Barack Obama y los republicanos cada vez más agresivos y más ostentosos de su poder y capacidad de maniobra, ha sido prorrogar las reducciones de los impuestos a los ricos de Bush por un monto de 700 mil millones de dólares.

La hoja de ruta económica, política y geopolítica ya ha sido trazada por los republicanos. En todo el mundo y en especial en América Latina, el Perú y la Amazonía estamos advertidos.

China, fortaleza y debilidad de un gigante

Nadie pone en duda que China es, por hoy, la potencia económica que compite de igual a igual con Estados Unidos e, incluso, lo ha sobrepasado como potencia exportadora.

Pero China, el país más poblado del planeta, con 1300 millones de habitantes, es un gigante con enormes fortalezas y debilidades, y cómo incremente estas fortalezas y resuelva y corrija sus debilidades, tendrá una decisiva influencia y repercusión en el mundo de hoy y de mañana.

China ha enfrentado de una manera racional e inteligente la crisis que al resto del planeta le ha provocado verdaderos desbarajustes en todo orden de cosas. Rafael Poch, un destacado experto en el tema, ha señalado que China, dueña de una cultura de previsión, empezó a tomar medidas apenas aparecieron las primeras señales y signos de la crisis. Como un ejemplo de esta cultura enraizada en la filosofía confuciana, “China muestra una gobernabilidad más efectiva de la situación. Como resultado. China mantiene su nivel de crecimiento anterior a la crisis y se ha convertido en el principal exportador mundial”.

Parte de esta previsión ha sido otorgarle al Estado chino una mayor capacidad decisoria, que incluye recursos importantes a la banca estatal para transferir recursos a las empresas. Este keynesianismo chino ha hecho reverdecer la figura y el pensamiento de Mao Tse-tung que ha sido citado reiteradamente en los últimos tiempos. Incluso el máximo líder chino, Hu Jingtao y su posible sucesor, Xi Yimping, han recordado su pensamiento sin mencionar el nombre de Mao.

Sin embargo, China, que actualmente tiene 30 millones de millonarios, junto a la fortaleza de ser la mayor potencia exportadora del mundo de hoy y otras que hemos señalado, tiene debilidades. Un de estas debilidades-lo señala Poch-está en la globalización económica y política. Por ejemplo, China no tiene ninguna empresa de poder global como las que posee Estados Unidos por decenas. China tampoco tiene bancos a escala planetaria. Ello explica que la inversión China, comparada con la inversión estadounidense, sea apenas una mínima parte del grueso de la inversión mundial. Como dice Poch: “Las transnacionales están muy metidas en China, pero las empresas chinas no existen en el mundo desarrollado”.

Estados Unidos y China, la futura disputa por la energía

Aunque muchos analistas de la geopolítica mundial alertan sobre posibles disputas económicas, militares, diplomáticas entre Estados Unidos y China, muy pocos han advertido que el más probable frente de fricciones, disputas e incluso enfrentamientos militares entre ambas potencias se dará en el plano del control energético.

El 20 de julio de este año, Faith Birol, economista en jefe de la Agencia de energía Internacional declaró al “Wall Street Journal” que China había sobrepasado a Estados Unidos al convertirse en el primer consumidor de energía en el mundo.

Con este paso, China marca el futuro global y se convierte asimismo en el mayor emisor de gases de efecto invernadero en el planeta.

Cono recuerdan los historiadores, la autosuficiencia petrolera fue clave en la conversión de Estados Unidos en potencia mundial. La Standard Oil Company fue LA PRIMERA multinacional petrolera en 1911. Partida en dos por la ley anti-trust dio origen a la que es hoy la mayor petrolera del mundo, la Exxon Mobil. Otra de sus descendientes, la Standard Oil de California, es hoy la Chevron, la tercera petrolera de Estados Unidos.

El consumo petrolero de China hoy es de 8.6 millones de barriles de petróleo. El resto de su demanda energética proviene del carbón. Estados Unidos, por su lado consume 18.7 millones de barriles diarios de petróleo. La provisión mundial de petróleo para el año 2035 se estima en 110.6 millones de barriles diarios.

Actualmente China importa petróleo de Arabia Saudita, Irán, Angola, Sudán, Kuwait, Rusia, Kazajistán, Libia y Venezuela. Las empresas públicas chinas operan en estos y otros países del mundo.

El consumo energético de China, de acuerdo a cifras citadas por Michael T. Klare, entre los años 2007-2035 crecerá 133%, esto es, de 78 a 132 cuatrillones de unidades térmicas británicas (BTU), que equivale al total del consumo energético de Europa y Oriente Medio en el año 2007.

En el momento actual la principal provisión de energía en China proviene del carbón. Se calcula que en el año 2035, el 62% del suministro energético se basará en el carbón. Pero el uso del carbón ha hecho de China uno de los países más contaminados del mundo y el mayor emisor de gases de efecto invernadero en el planeta. Se estima que en el año 2035 China emitirá el 31.4 de C02 a la atmósfera.

Las guerras actuales en la mayoría de los casos están relacionadas al control de las reservas petroleras y las guerras del futuro serán también por el control energético y por el agua. Sólo hay que mirar el mapa de los conflictos globales y las guerras de Irak, Afganistán, las siete bases norteamericanas en Colombia, el control y monitoreo de las reservas de Hidrocarburos en el Ártico para darse cuenta del carácter estratégico que ahora posee el petróleo y el gas.

Cuando Estados Unidos perdió su autosuficiencia energética y empezó a depender de la importación, trazó un mapa estratégico en las áreas del mundo de donde se abastecería, firmando acuerdos, contribuyendo con ayuda militar y comercial y cuando fue necesario, invadiendo los países, como en los casos de Irak y Afganistán.

Los previsibles tensiones, fricciones y enfrentamientos entre China y Estados Unidos se originarán por sus necesidades energéticas. China por el momento, como ha hecho Estados Unidos, firma acuerdos, otorga préstamos y proporciona ayuda militar a sus proveedores.

Al respecto, los expertos se plantean tres hipótesis en el escenario del próximo futuro.

Primera hipótesis. China dependerá cada vez más del petróleo y disputará con Estados Unidos por el control de los países proveedores.

Segunda hipótesis. China dependerá aún más del carbón y su nivel de contaminación ahogará al planeta.

Tercera hipótesis. China, con su cultura de previsión, buscará fuentes energéticas alternativas, disminuirá la contaminación y asegurará la provisión de agua y seguirá siendo el motor de la exportación mundial y se consolidará como la mayor potencia del siglo XXI.

El resto del mapa

Los países del resto del mapa están definitivamente marcados por las tendencias predominantes en Estados Unidos y China.

Estados Unidos está más endeudado que el conjunto de países europeos, pero la Unión Europea sigue el recetario de los banqueros de Wall Street: dejar sin oxígeno el balón del gasto social.

“El miserable dogma de la austeridad a cualquier precio perjudica a las economías afectadas gravemente, hundiéndolas más todavía en la recesión”, escribe Michael Kratke, economista holandés.

Víctimas de este dogma, los países europeos más endeudados, los llamados PIIGS (Portugal, Italia, Irlanda, Grecia y España) son espectadores del colapso del estado de bienestar que costó sangre, sudor y lágrimas a todo lo largo del siglo XX.

“Todo el debate muestra que las potencias rectoras de la zona euro no saben hacia dónde quieren o pueden conducir a Europa”, escribe Kratke. Los gobiernos y sus mentores, los bancos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) y el Banco mundial (BM) sí saben a dónde quieren ir.

Alan Touraine, el famoso sociólogo y filósofo francés, en un análisis publicado en mayo de 2010 nos lo recuerda al reflexionar sobre el origen de la crisis: “Esta nueva etapa de construcción europea sólo tropieza con un obstáculo, pero de una altura que muchos encuentran desesperante: el neoliberalismo, cuyos centros estuvieron y están en Estados Unidos y el Reino Unido, le ha quitado toda autoridad a los europeos para dárselos a los bancos, cuyo poder sobre las empresas aumenta. Estados Unidos también está sometido a ese capitalismo financiero, pero tiene unidad política y una fuerte confianza en sí mismo, lo que hace de los europeos-y quizás también de Japón-las víctimas más graves de la actual crisis”.

Para salvar el sistema todo vale. En las últimas semanas miles de estudiantes han salido a las calles en Italia y el Reino Unidos para protestar por el incremento escandaloso de las matrículas. En Estados Unidos la escuela pública es atacada por varios frentes: presupuesto y persecución de ideas.

En América Latina se ejecuta el mismo dogma económico y político. El gobierno neopinochetista de Piñera ha cortado drásticamente las horas de geografía, historia y ciencias sociales en las escuelas primarias y secundarias. Así los grupos de poder se aseguran su hegemonía transmitiendo conocimiento, cultura y valores que no son materia de análisis y discusión pública.

Según un último informe de la Comisión Económica para la América Latina y El Caribe (CEPAL), la pobreza y pobreza extrema afecta al 35% de la población, o sea 190 millones de personas en América Latina. La OCDE, por su lado, informa que 40 millones de personas cayeron en la pobreza hasta este año 2010 en la región latinoamericana.

Todas las organizaciones internacionales que miden el desarrollo económico coinciden en señalar que América Latina es el continente más desigual del mundo. Sobre todo Chile, el modelo que todos quieren imitar. Chile sigue siendo una democracia tutelada por el militarismo pinochetista.

De acuerdo a estudios de la poderosa banca de inversión Merrill Lynch y Capgemini, la fortuna de los ricos en América Latina creció más en que cualquier otro lugar del mundo durante la crisis. Son 500 mil ricos contra 190 millones de habitantes.

La pobreza, la inequidad y la clamorosa falta de oportunidades especialmente de la población joven están haciendo de América Latina uno de los continentes más violentos del mundo. Estudios recientes han concluido que del total de muertes violentas que ocurren en el mundo, 27% tienen lugar en América Latina. Estos mismos estudios señalan que más de la mitad de 100 millones de jóvenes entre 15 y 24 años no tienen trabajo ni posibilidad de tenerlo. CEPAL dice que América Latina tiene uno de los más altos índices de empleo informal en el mundo.

Por su parte, los voceros del gobierno aprista presentan el Perú como la isla de la fantasía, el país que está a un paso de ser una nación “del primer mundo”, Alan García dixit.

Ismael Benavides, el actual ministro de Economía y Finanzas, acaba de anunciar que nuestro país reducirá la tasa de pobreza a 22% en el año 2015 y consolidará “una senda virtuosa de crecimiento mientras se mantenga una política macroeconómica ordenada”. En otras palabras, el mismo modelo que es una fábrica de pobres a lo largo y ancho del mundo. El mismo Benavides ha dicho que el Perú acumuló un crecimiento económico de 72.4% en los últimos 8 años, el más alto de América Latina.

Pero crecimiento, ¿para quién? El economista Pedro Francke ha revelado la montaña de dinero que ganarán este año un puñado de multinacionales en el Perú: 8 mil millones de dólares, equivalentes a 22,000 mil millones de soles, más que 12 millones de peruanos que ganan 150 soles mensuales y, sumando sus miserables salarios, llegan a 21,000 mil millones de soles.

Hace poco, el presidente García anunció el incremento del salario mínimo a 600 soles mensuales. Pero la canasta de consumo básico, según el INEI, es de S/. 1,292 soles. Es decir, 600 soles es un sueldo para morirse de hambre en el Perú. Entretanto, Alan García anuncia que este año creceremos al 7%, “como China”, mientras que la presión tributaria es del 14.5 %, la más baja de América Latina. A los ricos no se les toca ni con el pétalo de una rosa.

El 12 de noviembre pasado, en la reunión de CADE en Urubamba, Cusco, el gurú de la economía internacional, Michael E. Porter, profesor en la Business School of Harvard presentó A Strategy for Sustaining Growth and Prosperity for Peru que debe ser materia de reflexión y decisiones entre los 29 millones de peruanos, sin importar si son de derecha o izquierda. Porter dijo en esa ocasión que el Perú no tiene una política de largo plazo en materia de competitividad, que la economía no tiene rumbo definido, que el crecimiento económico no se refleja en un mayor bienestar de la población, que el Perú vive “una ilusión exportadora” porque su crecimiento sólo depende de los buenos precios de las materias primas y que la inversión extranjera no viene al país a hacer empresa sino a comprar las existentes.

Y lanzó un reto y una suerte de sombría profecía a la clase empresarial y política congregada en el CADE y que le escuchaba como a un iluminado: a largo plazo el Perú enfrentará inmensas dificultades sobre todo por la baja productividad y nuestra condición de país primario exportador. Y para culminar añadió que nuestro gran problema es la pésima Educación y salud y una endémica corrupción que hace metástasis en todo el cuerpo nacional. Las elecciones de abril del 2011 serán una decisión de quedarse anclado en ese escenario del fin del mundo descrito por Porter o elegir los cambios que nuestro país necesita como un acto de sobrevivencia.

Finalmente en lo que toca a la Amazonía. Todas las últimas decisiones del estado peruano capturado por el gran capital -la secuestrada Ley de Consulta Previa, el intento de aprobar inconsultamente la Ley Forestal y de Fauna Silvestre No. 4141, la continuación de la lotización petrolera, gasífera y forestal de la Amazonía- son una clara señal de que la derecha económica y política está dispuesta a no ceder un centímetro en la política del perro del hortelano, en el proceso de transnacionalización de la riqueza amazónica.

Lo que también es una clara señal de que en la Amazonía se dará también la batalla contra un sistema que no sólo genera injusticia, sino que está destruyendo el planeta. Y que en esta guerra de resistencia del fin del mundo, otra vez, como en Bagua en junio del 2009, los pueblos indígenas andino-amazónicos estarán en la vanguardia por la resistencia y en defensa de la vida.

Lake Elsinore,
California, 22 de diciembre del 2010.

Por. Róger Rumrrill,
desde Estados Unidos


Fuente: Diario La Primera (Perú). 15 de enero del 2011.

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