viernes, 1 de octubre de 2010

José de la Riva Agüero: memorias y pensamiento liberal.

José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete (1783–1858), primer presidente de la República del Perú.

La rabia de Riva Agüero

Por: Manuel Burga (Historiador)

A los estudiosos llama mucho la atención José de la Riva Agüero y Sánchez Boquete (1783–1858), primer presidente de la República y fundador de una importante familia criolla, por su inmensa obra, Memorias y documento para la historia de la Independencia del Perú, y causas del mal éxito que ha tenido ésta, publicada en París, en 1858, con el seudónimo de P. Pruvovena. La terminó en 1855 y la publicaron sus amigos cercanos, ya que él murió cuando el libro viajaba a Europa, tomando la palabra de manera póstuma para contar, con rabia para sus enemigos y afecto para el país, sus verdades sobre los primeros 34 años de nuestra vida republicana.

Hijo de un español, educado en Lima, culminó sus estudios en España cuando se produjo la invasión napoleónica, la que lógicamente lo llevó a tomar partido por la tierra de su padre. Muy pronto, en una metamorfosis desconocida, se convierte en un liberal radical que comenzó a jugar un interesante papel en la defensa de la independencia latinoamericana. Escribe libros, y en 1819, en un acto nada frecuente, también de manera anónima, publica su alegato, “28 causas de la independencia peruana”. Apoya el ingreso de las tropas de San Martín, quien –según los criollos limeños– venía con un encargo muy preciso: lograr la independencia del Perú y dejar un peruano en el gobierno, pero que, para sorpresa de todos, embriagado de poder y embrujado por Monteagudo, incumple el encargo, se declara Protector del Perú, sienta sus reales en Lima y saborea la miel del botín y la prebenda.

San Martín, según Riva Agüero, terminó fugando del país. Luego, el Congreso asume el poder en 1823 y designa a Riva Agüero como primer presidente peruano de la República, lo que marcó con fuego su vida, aunque duró escasos tres meses en el poder. Se opuso a Bolívar, salió al exilio en 1825, regresando en 1831. Nuevamente es exiliado en 1836, para finalmente –ya en la paz de un chacarero– regresar al país para dedicarse a las actividades agrícolas y rumiar sus frustraciones.

Organiza su libro, para mayor credibilidad, como una Memoria, acompañada, para convencer a sus lectores, de muchos documentos. Pero no oculta su intención, su mensaje político, anunciado en el subtítulo, “causas del mal éxito que ha tenido ésta”. Se pregunta por qué el sistema democrático que funcionó tan bien en la Grecia de Pericles, que funciona aun mejor en los cantones suizos y en los Estados Unidos, aquí en el Perú, ha tenido resultados adversos. Por qué aquí, en nuestro país, las cosas resultan al revés.

A 34 años de la Independencia, un alucinado liberal, que nunca tuvo las vacilaciones y el oportunismo de otros próceres de la Independencia, escribe violentamente para indagar por las causas de este fracaso. Al responder, en primer lugar, ensaya un argumento tocqueviliano: el Perú no tenía ni las costumbres ni la educación necesarias. Denuncia a San Martín y a Bolívar. Trata de explicar por qué no prosperó la República, porqué no tuvo éxito la Independencia y de Tocqueville pasa a los hechos concretos, para señalar a los culpables.

Nunca dejó de ser liberal, siempre defendió la libertad, el orden, la justicia, además del “patriotismo”. No se cansa de decir que el buen gobernante debe extinguir la anarquía, el desorden y premiar el mérito. Estos valores, según él, habían sido resquebrajados y allí estaba la clave del fracaso. Si no hay sentido de patria, no hay nación, y si no hay nación, no hay ciudadanía, sostenía. La ausencia de patriotismo había llevado a la anarquía. Un monstruo que aún nos causa rabia y que sigue rondando nuestras conciencias y realidades.

Fuente: Diario La República. Jue, 30/09/2010.

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