viernes, 4 de junio de 2010

El sistema político tripartito: la oligarquía, el ejército y el Apra. Las alianzas o pactos del partido aprista a lo largo del tiempo.

Foto: Eudocio Ravines, Pedro Beltrán, Víctor Raúl Haya de la Torre y Manuel Odría (1958).
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Configuraciones de partidos y coaliciones del APRA. Los desplazamientos del APRA hacia la derecha.

Por: Sinesio López Jiménez.
Doctor en sociología y analista político. Profesor principal de la PUCP y de la UNMSM.

“Sólo el APRA salvará al Perú” era una vigorosa consigna que expresaba una ideología fuertemente cerrada y apasionadamente vivida por los fieles seguidores de Haya de la Torre. La consigna revelaba no sólo fe y confianza plena en el partido y en sus líderes sino también dogmatismo e intransigencia. Por eso llama la atención una cierta propensión del APRA a formar coaliciones políticas, incluso con sus enemigos políticos más encarnizados. El hecho es más sorprendente si se toma en cuenta que el APRA fue un partido mayoritario hasta comienzos de la década del 60 y no necesitaba como tal coalición alguna para llegar al poder. En realidad, las coaliciones en las que participó el APRA han sido de diverso tipo: antioligárquicas, oligárquicas y neoliberales. ¿Qué factores explican esta propensión aprista a coaligarse con otras fuerzas y a formar diferentes tipos de coaliciones?. El presente artículo, que no es una historia de las coaliciones apristas sino un análisis político de las mismas, plantea algunas hipótesis que pretenden explicar la conducta coalicionista del Apra.

Las coaliciones políticas dependen, en general, de un conjunto de factores entre los cuales los más importantes son la configuración de los partidos (predominante en un sistema tripartito, pluralismo extremo polarizado, pluralismo polarizado, crisis y colapso de los partidos y pluralismo extremo polarizado en un ciclo semipartidario), el tipo de cerrazón (total o parcial) o inclusión (corporativa, liberal) que impone el Estado los tipos de apertura (liberalización limitada sin participación, liberalización limitada y participación limitada, liberación plena y participación limitada, liberalización limitada y participación plena, liberalización plena y participación plena) que realiza el Estado, y las formas mismas del Estado (oligárquico, populista, neoliberal). En este artículo centro mi atención en el primer factor: el tipo de configuración de los partidos.

El sistema político tripartito y las coaliciones antioligárquicas.

La emergencia del APRA en los años 30 y los cambios en el conflicto político y en las reglas de juego dieron origen a lo que Denis Gilbert (La oligarquía peruana: historia de tres familias, Editorial Horizonte, Lima, 1982) ha denominado un “sistema político tripartito”. Según Gilbert, el sistema político tripartito se caracterizaba porque el ejército dominaba la política estatal, la oligarquía predominaba en la economía y el Apra tenía hegemonía en la vida política de la sociedad. La emergencia aprista constituyó un desafío para la oligarquía que respondió respaldando a las fuerzas armadas. Desde entonces, se instauraría un patrón caracterizado por regímenes que 1) mantuvieron fuertes vínculos con la oligarquía, 2) gobernaron dictatorialmente, 3) reprimieron al Apra, 4) limitaron fuertemente la actividad sindical, 5) e impusieron una economía de laissez faire orientada hacia la exportación. Este patrón, apenas interrumpido en el período 1945-1948, duró hasta los años 60. Desde los 30 se estableció un juego político entre la oligarquía, el APRA y las FF.AA. Con pequeñas disidencias e indisciplinas, estas dos últimas fueron los actores políticos más compactos y homogéneos. Las FF.AA. han actuado a través de caudillos militares hasta los años 50 y en forma institucional después. El juego político de la oligarquía fue más complejo en la medida de que, luego de la desaparición de partidos de notables en los años 20, no logró forjar después una representación política propia. Ella se hizo presente a través de diversos caudillos políticos que expresaron dos tipos de intereses básicos de la oligarquía: una élite urbana más abierta a las coaliciones y una élite terrateniente cerrada y excluyente. A ellas se sumó el gamonalismo que fue utilizado por las élites oligárquicas y sus caudillos como una fuerza política de apoyo. Empero, el sustento más firme de la oligarquía fue la Fuerza Armada, a través de sus jefes institucionales y caudillos. Estos no fueron, sin embargo, simples mascarones de proa sino que tuvieron muchas veces intereses y objetivos propios. Esto no impidió, desde luego, que se formara una coalición básica entre la oligarquía y las FF.AA. contra el APRA.

El APRA respondió a esa coalición entre la oligarquía y las FF.AA buscando forjar también sus propias coaliciones, luego de fracasar en el intento de organizar un juego político propio y autónomo. Este es el caso de la transición bloqueada de 1936. El APRA buscó romper la exclusión, establecida en el artículo 53 de la Constitución de 1933, lanzando la candidatura de Haya de la Torre y movilizando a sus bases y simpatizantes, pero fracasó. Entonces decidió apoyar la candidatura de Luis Antonio Eguiguren buscando establecer una coalición antioligárquica, democrática y nacional. Eguiguren triunfó con el apoyo del APRA, pero el gobierno de Benavides anuló las elecciones y el triunfo de Eguiguren, alegando la ilegal participación aprista. La coalición antioligárquica pudo triunfar en 1945 debido al quiebre de la coalición de la oligarquía con las FF.AA. como producto del desprestigio de todo tipo de dictaduras, luego de la derrota del nazismo y del fascismo en el mundo, y fue resquebrajada y derrotada cuando la tradicional coalición oligárquico-militar se recompuso a través del golpe de Manuel A. Odría y la impaciencia y el sectarismo del APRA se incrementaron. Cuando la coalición oligárquico-militar era sólida e imposibilitaba la formación de una coalición antioligárquica, el APRA y las élites urbanas de la oligarquía tendieron puentes, a pesar de sus conflictos y diferencias de intereses, para formar una coalición informal viable de transición semi-competitiva. Este es el caso de las elecciones de 1939 en las que el APRA (del mismo modo que el pequeño Partido Comunista) apoyó y le dio el triunfo a la candidatura de Manuel Prado, pese a las resistencias iniciales.

El pluralismo extremo polarizado y las coaliciones oligárquicas.

En los años 50 y 60, el APRA organizó o participó en coaliciones de carácter oligárquico que estuvieron vinculadas a la crisis del anterior sistema político tripartito y al resquebrajamiento de la coalición oligárquico-militar. Esta crisis se debió, a su vez, a la reorientación de las FF. AA en una dirección reformista (debido a la presencia del CAEM y del SIN en los 50) y a la emergencia de nuevos partidos políticos reformistas, principalmente Acción Popular. El APRA dejó de ser un partido mayoritario (predominante, en términos de Sartori) y entró a formar parte de un pluralismo extremo polarizado. Todo ello redefinió el conflicto político y las reglas de juego que se hicieron más complejas y competitivas. Para la dirigencia aprista el juego político fue más difícil: tenía que incorporarse al juego institucional en las mejores condiciones y cuidar su propio espacio político amenazado por nuevos competidores, especialmente por Belaunde y Acción Popular. Todo ello indujo al APRA a elegir entre las fuerzas del orden oligárquico (Lavalle y Prado) a aquella que ofreciera mejores condiciones para su incorporación a la vida política institucionalizada y a combatir a Belaunde, que era una amenaza para la dirigencia aprista, pero era visto con simpatía por sus bases. Triunfó Prado con el apoyo aprista, dando origen al llamado gobierno de la “convivencia” en 1956. En 1962, se organizó una coalición parecida. Haya de la Torre obtuvo el triunfo entre siete candidatos en las primeras elecciones competitivas de la historia peruana sin alcanzar el tercio electoral exigido por la Constitución, obligándolo a negociar primero con Belaunde, quien se negó a elegir a Haya presidente en el Congreso, y con Odría, quien, ante el veto de las FF.AA. a la elección presidencial de Haya de la Torre, iba a ser elegido finalmente Presidente de la República. Pero el veto de las FF. AA a Odría como representante de la oligarquía impidió igualmente su elección en el Congreso, dando lugar al primer golpe militar institucionalmente antioligárquico (y reiteradamente antiaprista) que duró un año. En 1963, se reeditó la frustrada coalición apro-odriista que impuso su mayoría en el Congreso, limitando la gobernabilidad de la coalición de Acción Popular con la Democracia Cristiana y del presidente Belaunde. El gobierno, dividido, paralizado y estéril, culminó con el golpe de los coroneles radicales y de Velasco quien realizó, por la vía de la dictadura, las reformas antioligárquicas que los partidos políticos fueron incapaces de realizar por el camino democrático.

Pluralismo extremo semipartidario polarizado y coalición neoliberal.

El primer gobierno de Alan García (1980-1985) llevó hasta el límite la Industria Sustitutiva de Importaciones como modelo de desarrollo, el Estado Populista y la crisis de la representación de los partidos. Con Fujimori, a partir de 1990, y los poderes fácticos se instaló el neoliberalismo como modelo de desarrollo y como forma estatal y colapsaron los partidos políticos, dando origen a nuevas formas de conflicto político y de configuración partidaria (los outsiders o políticos sin partido). Con la caída de Fujimori en el 2000, emerge una nueva configuración partidaria que combina la presencia de algunos partidos (APRA, PPC) con numerosos políticos sin partido. Surge de ese modo un pluralismo extremo semipartidario polarizado en el que se confrontan y alimentan mutuamente el neoliberalismo excluyente y un agresivo nacionalismo y estatismo de los excluidos que demandan más Estado (que los incluya) y una comunidad política (nación) que les dé identidad política y los considere como sus miembros. Como por un túnel del tiempo, el Perú y América Latina parecen volver a las épocas de la exclusión oligárquica y a las respuestas estatistas y nacionalistas que dicha exclusión generó. Han reaparecido el terreno y el clima en los que germinaron y crecieron los partidos nacional-populares y las Apras de América Latina de los años 30 del siglo pasado. Pero el APRA de hoy se ubica en el campo neoliberal formando una coalición informal con el fujimorismo y Unidad Nacional. En la primera vuelta de las elecciones de 2006, García se presentó como el candidato antineoliberal que enfrentaba a Lourdes Flores, la candidata de los ricos (en sus propias palabras). En la segunda vuelta, se presentó como el candidato del cambio responsable que luchaba contra el caos y el cambio sin un rumbo claro que representaba, supuestamente, Ollanta Humala. Ganadas las elecciones en la segunda vuelta con el apoyo de la derecha, se transformó en el presidente de la continuidad neoliberal. Cada cambio en el discurso y en la acción implicaba un desplazamiento social ascendente: de candidato popular (primera vuelta), a candidato de clase media (segunda vuelta) y a presidente de los ricos (después del 28 de julio de 2006).♦

Fuente: Le Monde diplomatique Año II, Número 11, Marzo de 2008.
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