sábado, 29 de mayo de 2010

El Ocaso del Tercer Militarismo: El general Alfredo Rodríguez y el golpe de estado fallido contra el presidente Óscar R. Benavides (1939).

Sucedió. Domingo de carnaval

Por: Antonio Zapata (Historiador)

Febrero de 1939 fue un mes espectacular. Por primera vez, Perú fue campeón sudamericano de fútbol. Realizado íntegramente en Lima, el domingo 12 de ese mes fue la final del decimoquinto torneo sudamericano. Ese partido se jugó en el antiguo Estadio Nacional y vencimos a Uruguay por 2 a 1. El héroe del campeonato fue Lolo Fernández; máximo artillero con siete tantos. A continuación, vinieron días de jolgorio nacional, máxime cuando el siguiente fin de semana era carnaval. Aún se celebraba a la antigua, es decir, una serie de fiestas a lo largo de varios días seguidos que recién terminaba el miércoles de ceniza. Pues bien, el domingo siguiente al campeonato, en el esplendor del carnaval, el ministro de Gobierno y Policía protagonizó un golpe de estado contra el presidente Óscar R. Benavides y resultó muerto en el intento. En un confuso incidente, el ministro golpista, general Alfredo Rodríguez, fue asesinado por el mayor Luis Rizo Patrón en el patio de honor de Palacio de Gobierno. Rodríguez recibió 32 tiros de una ráfaga de ametralladora que segó la vida de otras dos personas. El estado de ánimo del país viró del entusiasmo por el fútbol al más absoluto estupor por el inesperado giro de la política.

El general Rodríguez fue un militar leal a Sánchez Cerro y lo había acompañado en las buenas y en las malas. Después del asesinato de su líder, Rodríguez fue llamado en 1935 como ministro de Gobierno y Policía, hoy Interior. El presidente era Benavides, quien gobernaba apoyado en el ejército y la oligarquía, pero estaba enemistado con todas las fuerzas políticas. En efecto, no solamente el APRA y el PCP estaban fuera de la ley; avanzando los años 30 también fueron perseguidos los militantes de la Unión Revolucionaria, los famosos "camisas negras", que eran los partidarios civiles de Sánchez Cerro.

Es decir, un militar leal al "Mocho", siendo ministro del Interior de su sucesor, había perseguido a los políticos civiles partidarios de su ex jefe. En algún momento se arrepintió y tomó contacto con el general Cirilo Ortega, que seguía fiel a la UR. Fueron tramando una conspiración e incluyeron al APRA. El ministro buscó una entrevista con Haya de la Torre, quien se la concedió después de verificar sus intenciones. La reunión fue en Miraflores y el ministro llegó en un automóvil del PAP que lo había recogido en el Centro de Lima sin ningún acompañante. Ahí acordaron crear un frente integrado por la UR y el APRA para respaldar el golpe de Rodríguez, quien se comprometió a un gobierno provisional que convocaría a elecciones. Estos dos partidos se habían combatido con ferocidad todo el decenio anterior y eran muchos los muertos que los separaban. A pesar de ello, en una muestra del gran pragmatismo de Haya de la Torre, decidió marchar junto a su enemigo tradicional para recuperar la democracia.

Pero algo salió mal. Tanto Guillermo Thorndike como Domingo Tamariz han escrito sobre este suceso relatando la participación de médiums espiritistas y logias masónicas, que explicarían la descoordinación entre los complotados. El caso es que Rodríguez tomó Palacio y obvió capturar Radio Nacional, por cuyas ondas debía transmitirse la proclama revolucionaria; la señal convenida para que el APRA gane las calles. Los medios de comunicación modernos aún no eran prioridad en los momentos críticos. Radio Nacional sólo propaló música de carnaval y la calle estuvo de fiesta. La escena política se concentró en Palacio, donde un desenlace fortuito ultimó al jefe de los sublevados.

El golpe de Rodríguez se parece al que, muchos años después, intentara Jaime Salinas Sedó. Ambos fueron dirigidos por militares que buscaban retornar a la democracia y fracasaron. Aunque tuvieron suertes distintas. Mientras Salinas conservó la vida, Rodríguez perdió la suya. Pero el fracaso de Salinas dio curso al afianzamiento de Fujimori. En cierto sentido, el poder de Vladimiro Montesinos sólo llegó a la plenitud cuando se deshizo de un buen grupo de oficiales de primer nivel, como eran los que complotaron con Salinas. Por el contrario, en el golpe de 1939, el general Rodríguez con su desgracia obtuvo una victoria política, porque Benavides se sintió obligado a convocar elecciones para ese mismo año. Hay quien muere para ganar.

Fuente: Diario La República. Mié, 06/02/2008

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