El programa nuclear iraní
Por: Farid Kahhat
Internacionalista. Catedrático de la PUCP.
Comenzaré por aquello que no pongo en discusión: el iraní es un régimen autoritario (como la mayoría de los aliados estadounidenses en el Medio Oriente). Ese régimen no solo reprime a sus opositores políticos, y persigue a minorías religiosas como los Bahai. Su presidente es un antisemita cuya reelección se produjo a través de un proceso inescrutable en el mejor de los casos, y fraudulento en el peor. Y ese régimen ocultó en más de una ocasión información sobre su programa nuclear al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Continuaré ahora con aquello que sí me parece discutible: el presidente iraní no dijo que había que destruir Israel (me remito aquí a la traducción del académico estadounidense Juan Cole). Mientras Mohamed El Baradei fue presidente de la OIEA, esa entidad jamás suscribió la hipótesis de que el programa nuclear iraní tenía fines bélicos, como tampoco lo hizo la comunidad de inteligencia estadounidense en su reporte del 2007. El que en ambos casos esa opinión esté cambiando en tan poco tiempo revela una de dos posibilidades: o bien adquirieron súbitamente nueva y crucial información sobre el tema, o están cediendo ante la presión política como hicieron antes de la guerra contra Iraq en el 2003. Por último, no creo que sea evidente que la estrategia militar iraní tenga propósitos ofensivos.
Admito que en el tema nuclear la lógica está del lado de los escépticos. Póngase usted por un momento bajo el turbante del verdadero gobernante de Irán (el ayatola Alí Jamenei), durante la administración Bush. De un lado, oye decir que el régimen que preside constituye, junto con los de Saddam Hussein y Kim Jong-Il, parte de un mefistofélico eje del mal. De otro lado, constata que mientras el régimen iraquí (que no poseía armas de destrucción masiva) fue derrocado mediante una invasión militar, el régimen norcoreano (que posee todo tipo de armas de destrucción masiva) jamás fue atacado. No solo eso, Estados Unidos además negoció con él, ofreciéndole garantías de seguridad y recompensas materiales si renunciaba a su arsenal nuclear. Bajo esas circunstancias, ¿usted preferiría estar en la situación de Iraq o en la de Corea del Norte?
Pero ese silogismo no reemplaza la necesidad de pruebas materiales y es discutible que la ambigüedad del régimen iraní en la materia oculte un propósito ofensivo. Al menos desde la aprobación en el 2006 del “Iran Freedom and Support Act” el derrocamiento del régimen iraní es un objetivo explícito del Gobierno de Estados Unidos, el cual comparte de manera pública el Estado de Israel. Ambos admiten que el uso de la fuerza contra Irán no puede ser descartado. Irán tiene suficientes motivos para tomar esa admisión en serio: Israel destruyó en 1981 el reactor nuclear iraquí de Osirak, y en el 2007 destruyó un objetivo en Siria en el que, según su versión, se desarrollaban armas de destrucción masiva. Estados Unidos invadió y ocupó Iraq y Afganistán y tiene en Turquía a un aliado militar de la OTAN, todos ellos vecinos de Irán. Posee, además, bases militares en diversos estados del Golfo Pérsico, a pocas millas de las costas iraníes. Y si bien Irán respalda a grupos armados hostiles a Israel y Estados Unidos (como Hezbolá), esos países han hecho exactamente lo mismo respecto a Irán. Por ejemplo, mientras el Departamento de Estado incluía al grupo opositor iraní Muyahidín Al Jalq en su lista de organizaciones terroristas, el Pentágono contribuía a financiarlo. Bajo ese cúmulo de circunstancias, es impresionante que ninguno de los rivales del régimen iraní se plantee siquiera la posibilidad de que este tenga también preocupaciones de seguridad legítimas.
Fuente: Diario El Comercio. Domingo 28 de Febrero del 2010.
Por: Farid Kahhat
Internacionalista. Catedrático de la PUCP.
Comenzaré por aquello que no pongo en discusión: el iraní es un régimen autoritario (como la mayoría de los aliados estadounidenses en el Medio Oriente). Ese régimen no solo reprime a sus opositores políticos, y persigue a minorías religiosas como los Bahai. Su presidente es un antisemita cuya reelección se produjo a través de un proceso inescrutable en el mejor de los casos, y fraudulento en el peor. Y ese régimen ocultó en más de una ocasión información sobre su programa nuclear al Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA).
Continuaré ahora con aquello que sí me parece discutible: el presidente iraní no dijo que había que destruir Israel (me remito aquí a la traducción del académico estadounidense Juan Cole). Mientras Mohamed El Baradei fue presidente de la OIEA, esa entidad jamás suscribió la hipótesis de que el programa nuclear iraní tenía fines bélicos, como tampoco lo hizo la comunidad de inteligencia estadounidense en su reporte del 2007. El que en ambos casos esa opinión esté cambiando en tan poco tiempo revela una de dos posibilidades: o bien adquirieron súbitamente nueva y crucial información sobre el tema, o están cediendo ante la presión política como hicieron antes de la guerra contra Iraq en el 2003. Por último, no creo que sea evidente que la estrategia militar iraní tenga propósitos ofensivos.
Admito que en el tema nuclear la lógica está del lado de los escépticos. Póngase usted por un momento bajo el turbante del verdadero gobernante de Irán (el ayatola Alí Jamenei), durante la administración Bush. De un lado, oye decir que el régimen que preside constituye, junto con los de Saddam Hussein y Kim Jong-Il, parte de un mefistofélico eje del mal. De otro lado, constata que mientras el régimen iraquí (que no poseía armas de destrucción masiva) fue derrocado mediante una invasión militar, el régimen norcoreano (que posee todo tipo de armas de destrucción masiva) jamás fue atacado. No solo eso, Estados Unidos además negoció con él, ofreciéndole garantías de seguridad y recompensas materiales si renunciaba a su arsenal nuclear. Bajo esas circunstancias, ¿usted preferiría estar en la situación de Iraq o en la de Corea del Norte?
Pero ese silogismo no reemplaza la necesidad de pruebas materiales y es discutible que la ambigüedad del régimen iraní en la materia oculte un propósito ofensivo. Al menos desde la aprobación en el 2006 del “Iran Freedom and Support Act” el derrocamiento del régimen iraní es un objetivo explícito del Gobierno de Estados Unidos, el cual comparte de manera pública el Estado de Israel. Ambos admiten que el uso de la fuerza contra Irán no puede ser descartado. Irán tiene suficientes motivos para tomar esa admisión en serio: Israel destruyó en 1981 el reactor nuclear iraquí de Osirak, y en el 2007 destruyó un objetivo en Siria en el que, según su versión, se desarrollaban armas de destrucción masiva. Estados Unidos invadió y ocupó Iraq y Afganistán y tiene en Turquía a un aliado militar de la OTAN, todos ellos vecinos de Irán. Posee, además, bases militares en diversos estados del Golfo Pérsico, a pocas millas de las costas iraníes. Y si bien Irán respalda a grupos armados hostiles a Israel y Estados Unidos (como Hezbolá), esos países han hecho exactamente lo mismo respecto a Irán. Por ejemplo, mientras el Departamento de Estado incluía al grupo opositor iraní Muyahidín Al Jalq en su lista de organizaciones terroristas, el Pentágono contribuía a financiarlo. Bajo ese cúmulo de circunstancias, es impresionante que ninguno de los rivales del régimen iraní se plantee siquiera la posibilidad de que este tenga también preocupaciones de seguridad legítimas.
Fuente: Diario El Comercio. Domingo 28 de Febrero del 2010.