sábado, 31 de octubre de 2009

Debate sobre el voto facultativo en el Perú.

La democracia, los votos y los pobres

Por Alberto Adrianzén (Sociòlogo)

Hace unos días el presidente García anunció que impulsará un referéndum para cambiar la Constitución y aprobar el voto facultativo y la renovación por mitades del Congreso, luego que la Comisión de Constitución del Congreso archivara ambas propuestas. Si bien el presidente García propuso estas medidas (sobre todo la renovación del Congreso) en su último mensaje a la Nación, resulta extraño que estas propuestas se hagan a menos de dos años de las próximas elecciones generales y que se crea que con ello se mejorará tanto la democracia como el funcionamiento del Congreso. Sería bueno recordarle al mandatario que su partido, el APRA, ha tenido desde el 2006 la presidencia del Congreso y que hasta ahora hizo muy poco para reformarlo.

Por eso la propuesta de renovar el Congreso para que la población, como dice el Presidente, deje “de votar por los partidos que han tenido congresistas escandalosos, ineficientes y que no han cumplido con su mandato” es discutible no solo porque no se sabe qué parlamentarios tendrán que dejar el escaño a mitad del periodo (la renovación del Congreso no implica la revocatoria de los malos parlamentarios como se cree) sino también porque si no hay una profunda reforma política del Congreso y de los partidos, la renovación se podría convertir en una poderosa arma para desestabilizar al próximo gobierno.

Es cierto que los principales responsables del desprestigio del Legislativo son los propios parlamentarios. Su papel principal ha sido llenar las primeras planas de los diarios con una serie de escándalos. Por eso si no hay una reforma profunda del Congreso y de los partidos, el asunto de la renovación es un simple cosmético que puede convertirse en un arma de doble filo.

En estas páginas hemos señalado varias veces que la propuesta de anular el voto obligatorio tiene como objetivo principal reducir el número de votantes en los sectores populares, en particular en las zonas rurales. Hace unos días, Felipe Osterling, ex senador y miembro del PPC, afirmó que “el voto obligatorio favorece a los candidatos tipo Ollanta Humala o Marco Arana, cuyo bolsón electoral está en la sierra sur, donde es muy difícil ir a votar, pero la gente lo hace por no pagar multa” (Correo, 29/10/09). Y no le falta razón. En las elecciones del 2006 los electores más pwobres de las zonas andinas y de la amazonía votaron masivamente por Ollanta Humala. Ese es el problema de fondo y la razón del porqué la derecha y el APRA proponen el voto facultativo. Es, en la práctica, proponer el regreso a una democracia censitaria en el país.

Otro argumento para rechazar el voto facultativo es el siguiente: un ciudadano goza de un derecho cuando puede ejercerlo. Dicho en otros términos, uno puede ejercer su derecho a no votar cuando tiene el derecho pleno de votar. Qué pasa con los indocumentados que no pueden ejercer este derecho por la sencilla razón de que no tienen DNI. No hay cifras exactas, pero se calcula que estarían entre los 700 mil a un millón de ciudadanos. Por ello, la propuesta del voto facultativo lo único que busca es legalizar la exclusión de los pobres de las elecciones y profundizar la brecha entre la costa moderna y el mundo rural andino y amazónico. En lugar del voto facultativo lo que habría que plantear es una política que incorpore a los indocumentados al sistema electoral y a la vida ciudadana.

Finalmente, si hoy muchos países viven procesos de cambio en A. Latina es porque los pobres no solo ejercen su derecho al voto sino también porque están votando por candidatos contrarios a las políticas conservadoras y neoliberales. Y eso es lo que se busca impedir en el país. Me temo que ambas propuestas antes que reformar o democratizar el sistema político o el Congreso, a lo único que apuntan es a bloquear a los candidatos mal llamados “antisistema” o a crearles problemas si ganan las próximas elecciones.

(*) albertoadrianzen.lamula.pe

Fuente: Diario La Republica. Sábado 31 de octubre del 2009.

sábado, 24 de octubre de 2009

Edgar Morin: Progresos científicos dispersos, parcelación de los conocimientos y especialización sin contextualización de los saberes.

edgarmorin.org

¿Es la economía una ciencia aislada?

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

El muy respetado científico social francés Edgard Morin, que hace poco dictó una brillante conferencia en la Biblioteca Nacional, escribió, mucho antes de que estallara la crisis que aún perturba nuestras economías, lo siguiente: “La economía, que es la ciencia social matemáticamente más avanzada, es la ciencia social humanamente más atrasada puesto que opera sin tener en cuenta las condiciones sociales, históricas, políticas, psicológicas, ecológicas inseparables de las actividades económicas. Por eso, sus expertos son cada vez más incapaces de interpretar las causas y consecuencias de las perturbaciones monetarias y bursátiles y de predecir el curso económico, incluso a corto plazo. El error económico se convierte, entonces, en la primera consecuencia de la ciencia económica”. Repito que esta reflexión, que pareciera tener carácter profético, fue formulada varios años antes de que estallara la crisis que se desencadenó en 2008, y la he hallado revolviendo notas sobre el admirado maestro.

La cito ahora pues, desde hace unos meses, varios gurúes de la economía anuncian distintos escenarios sobre el futuro que nos aguarda. Algunos son optimistas y, citando solo lo que les conviene, son citados a su vez por la gran prensa internacional maridada con los intereses del sistema. Otros son cautos o decididamente pesimistas, y sus predicciones y advertencias circulan, básicamente, por Internet. Ostracismo decretado por los padres de la libertad de prensa en nombre de los inmensos intereses económicos que se ocultan detrás de esta 'libertad’. Ignoro quién tiene razón, pero sospecho que los profetas de turno, ateniéndome a las palabras de Morin y si no son fundamentalistas, deben tener dudas más científicamente justificadas que las mías.

Siguiendo a Morin, resulta sencillo afirmar que, mientras los saberes permanezcan encerrados en compartimentos, resultará imposible hacer un diagnóstico más o menos aproximado sobre el rumbo que, liderado por la especie humana, está siguiendo el planeta Tierra. Dice el maestro que durante el siglo XX ha habido progresos gigantescos en las distintas disciplinas especializadas pero, subraya, “estos progresos están dispersos, desunidos, debido, precisamente, a la especialización que a menudo quebranta los contextos, las globalidades, las complejidades”. Y hace una advertencia cuya cita me parece ineludible: “Las disciplinas pierden sus aptitudes naturales para contextualizar los saberes (tratar de ubicar una parte en el todo) y para integrarlos en sus conjuntos naturales”. Para agregar luego una advertencia que, desde mi punto de vista, es alarmante: “El debilitamiento de la percepción de lo global conduce al debilitamiento de la responsabilidad y al debilitamiento de la solidaridad”.

No es casual, entonces, que el orden establecido, atendiendo a sus intereses, cultive esta visión parcelada y engañosa de la realidad. Debilitar la responsabilidad y la solidaridad debilita lo social y permite que el poder del dinero ocupe su lugar y cree la ficción de un mundo mejor.

Fuente: Diario Perú 21. Viernes 09 de octubre del 2009.

martes, 20 de octubre de 2009

Chile-Salitre II: «Por la razón o la fuerza»

Provocación chilena

César Hildebrandt (Periodista)

En el desierto de Atacama, que Chile obtuvo en la guerra del salitre de 1879, empiezan este viernes las maniobras que las fuerzas armadas chilenas han llamado, con la misma sutileza empleada en torturar prisioneros socialistas tras el golpe de 1973, “Salitre II”.

Este ejercicio militar es la respuesta del chauvinismo uniformado de Chile al reclamo presentado por el Perú en La Haya.

Oficialmente se trata de un conflicto “de baja intensidad” dirigido en contra “de un país que estaría ubicado en Iquique, 500 kilómetros al norte de Antofagasta”.

¿Las razones de esta guerra simulada? Los militares chilenos lo dicen con todas sus letras: “Ese país pondría en peligro la paz mundial al violar tratados internacionales”.

¿En Iquique (tierra usurpada al Perú), 500 kilómetros al norte de Antofagasta (territorio capturado a Bolivia)?

Eso es abiertamente el Perú. El Perú tal como era antes del zarpazo anglochileno sobre el guano y el salitre. Por eso es que en la primera versión de esta campaña el país agresor fue llamado “Tarapacá” (uno de los departamentos peruanos que Chile tomó para sí después del Tratado de Ancón).

Lo increíble es que en estas maniobras no sólo estarán uniformados chilenos piloteando aviones F-16 y F-5 y helicópteros de ataque y de rescate (aparte de la infantería que saldrá de las bases de Cerro Moreno y Chuquicamata).

Chile ha conseguido que el simulacro en contra de ese país insumiso respecto del derecho internacional cuente con la participación de Estados Unidos, Brasil, Francia y Argentina.

Doscientos efectivos estadounidenses castigarán desde el aire “las posiciones enemigas” con algunos F-15, KC135 y HC 130.

¿Y nuestro gran amigo, el Brasil de Lula y de Odebrecht? Pues ha enviado a 50 militares que operarán aviones A-1 (de Embraer, por supuesto).

¿Y la Francia de la Marsellesa? Pues ha enviado a 100 de los suyos a bombardear simuladamente el desierto de Atacama desde los clásicos Mirage 2000 que tanto le suenan al doctor García.

¿Y la Argentina del corazón, nuestro blindado fraterno al que ayudamos en su guerra malvinense mientras el alcohólico de su presidente daba órdenes erráticas en la Casa Rosada? Pues la dulce Argentina también se hace presente con aeronaves A-4-AR y KC 130.

Todos, por supuesto, bajo un comando aéreo unificado por la Fuerza Aérea de Chile. Y todo al servicio de un objetivo que el gobierno de la señora Bachelet comparte ampliamente: “la iniciativa permitirá -dice la FACH- compartir experiencias a niveles de planificación operacional y táctica, mientras que, al mismo tiempo, servirá para programar operaciones de sostenimiento e imposición de la paz”.

¿Imposición de la paz? ¿Por la razón o por la fuerza?

Es cierto que es un exceso llamar conchuda a la señora presidenta de Chile. Ella hace su trabajo y tiene 76 por ciento de aprobación ciudadana (contra 26% de Alan García).

Lo que es cierto también es que el canciller peruano no tenía por qué dar ninguna explicación al gobierno de Chile. Al darla no sólo se ha sometido a la enésima humillación propinada desde el sur sino que, de algún modo, ha reconocido que el vocero de su aliado político –el fujimorismo con y sin Fujimori- puede ponerlo en aprietos diplomáticos.

Y lo que resulta también inevitable es admitir, desde el más hondo dolor patriótico, que nuestra diplomacia internacional está, a la vista de las maniobras Salitre II, en manos de personas que, si se esforzaran más, podrían llegar a ser incompetentes.

Fuente: Diario La Primera. Martes 20 de octubre del 2009.

jueves, 15 de octubre de 2009

Europa: coyuntura política, económica y social.

(Hacer click en la imagen para ampliar)

LOS CAMBIOS QUE VIVE EL VIEJO CONTINENTE

Europa cero nueve

Por: Carlos Fuentes (Escritor)

El continente está triste. ¿Qué tendrá el continente? El continente está alegre. ¿Qué tendrá el continente?

Europa está contenta porque por primera vez en un siglo no hay un enfrentamiento bélico entre naciones del continente. Europa está triste porque la paz en sus fronteras corre pareja a una disminución notoria de la influencia internacional de Europa. La paz entre Alemania y Francia ya no es noticia. Noticia es la guerra en Afganistán.

Europa está contenta porque su poder económico es el más grande de su historia. Europa está triste porque el desarrollo no ha podido impedir la crisis. Pero Europa vuelve a sonreír porque gracias a las medidas sociales comunes a todo el continente (seguro social, seguro médico, redes de asistencia, tercera edad), los males del momento se amortiguan, y Europa se pregunta: ¿Por qué motivo las redes de seguridad social aceptadas y aún celebradas en Europa, son denunciadas como atentados “socialistas” en los Estados Unidos de América? ¿Cuándo se pondrá Estados Unidos a la altura de Europa? ¿Qué le impide a la nación estadounidense adherir a una legislación protectora universal de la salud, el bienestar, la tercera edad?

Inglaterra está alegre. El vigoroso discurso del primer ministro Gordon Brown en Brighton destaca los logros del laborismo en el poder tras de 12 años de ejercerlo y anuncia las metas del gobierno: Educación segura hasta los 18 años de edad para todos, la cura del cáncer “en esta generación”, la protección a las empresas medianas, el castigo a los parlamentarios corruptos, las medidas de seguridad contra el vandalismo juvenil (que llevó a Fiona Pilkington y su hija al suicidio) y la reserva de personalidades jóvenes (los hermanos Miliband) para sustituir a la “vieja guardia”. Más unido que nunca, en Brighton el laborismo no dijo lo que todos saben. Tercero en las encuestas nacionales, el Partido Laborista se prepara para pasar a la oposición. Pero Inglaterra está triste. La alianza subsirviente de Blair con Bush disipó para siempre la noción de un “imperio británico”, el león se convirtió en perro faldero e Inglaterra no acaba de integrarse con plenitud a la Comunidad Europea y sus ventajas. El Partido Conservador está contento. Todo indica que ganará, con David Cameron, las siguientes elecciones, no por méritos propios, sino por cansancio con el laborismo, necesidad de cambio y necesidad, acaso, del laborismo de regresar a la trinchera de la oposición. A veces, se cree menos en lo logrado que en lo perdido.

Francia está triste. Por más que lo oculten los desplantes del presidente Nicolas Sarkozy, la nación gala ya no es la gran potencia que fue. Sin embargo, es enorme el poder de su agricultura, su industria y sobre todo, el de su sociedad civil. Esta, la sociedad, está triste porque los antiguos parámetros políticos, izquierda y derecha, se disuelven a causa de la mutación de la industria a los servicios, la desaparición de la clase obrera de antaño a favor de una clase media trabajadora y la ausencia de respuestas partidistas a la novedad social. La izquierda socialdemócrata tarda en despertar. Y la derecha posgolista secuestra la temática de la izquierda. Pero Francia está triste. El juicio contra Dominique de Villepin demuestra las miserias de la rivalidad política. Sarkozy se entrampa a sí mismo condenando a Villepin antes de que este sea juzgado, y Villepin —Francia está contenta—, demuestra que en la vida política la elocuencia, la frialdad irónica y el aplomo personal no están del todo desterrados.

Italia está triste. Las payasadas del primer ministro Silvio Berlusconi ya no hacen gracia. Indignan a un número cada vez mayor de italianos que se sienten ofendidos por el cinismo del jefe de Gobierno, sus bromas de mal gusto (se refiere al matrimonio Obama como los “tostaditos” que se atreven a tomar el sol). Su compadrazgo con sujetos de la baja vida criminal, sus fiestas con prostitutas de lujo, sus veleidades de tenorio septuagenario. Y todo ello con el dominio cuasiabsoluto de los medios de comunicación audiovisuales. Pero Italia está contenta. Los medios libres y el público se manifiestan contra los abusos y las amenazas de Berlusconi y el propio primer ministro se descara demandando a “La Reppublica” y “L’Unitá” por decir la verdad, hostigando la independencia de la RAI (Radiotelevisión italiana) y acercándose peligrosamente a un sistema de autoritarismo sin precedentes desde Mussolini. Solo que Silvio es más ridículo que Benito y la ridiculez mata.

Alemania está contenta. Sus rencores históricos —territorio exiguo y cercado, ambición de expandirse territorialmente, militarismo— han sido superados por la gran virtud germana: La capacidad de trabajo, la disciplina laboral. Ceñida entre el Occidente y el Oriente europeos. Alemania es la potencia económica primera del continente, la mayor productora, la mayor exportadora. Pero Alemania está triste. El régimen de cohabitación entre demócratas cristianos (Ángela Merkel) y social democracia (Frank-Walter Steinmeier) ha sido reemplazado por un gobierno de coalición centro-derecha (democristianos de Merkel y liberales de Guido Westerwelle, el “Guidomóbil”) enviando a la izquierda moderada a una oposición compartida e indeseada con la izquierda extrema. ¿Dañará esta nueva configuración el papel intermediario y equilibrador de Alemania en Europa?

La Europa del Este está contenta. Tras de medio siglo de sometimiento —a la Alemania nazi, a la Rusia soviética— Polonia, República Checa, Eslovaquia, Hungría, recuperan su pasado nacional y su gran cultura cosmopolita. Pero la Europa del Este está triste. Liberada de la esvástica, de la hoz y del martillo, se creía protegida para siempre por las barras y las estrellas. Barack Obama ha puesto de lado la falsa noción de que la defensa contra Irán empezaba en Varsovia y Praga y ha indicado que los misiles deben mudarse de la Europa central a sitios de intercepción marina. Y ha obligado, sin decirlo, a la Europa oriental a integrarse más a la Europa occidental y a depender menos del escudo estadounidense.

Rusia está contenta. Los yacimientos de gas y petróleo le dan una potencia inmediata con la consiguiente voz global. El gobierno compartido del presidente Dimitri Medvedev, y del primer ministro Vladimir Putin le dan una semblanza de orden a la autoridad, aunque todos saben que en el Kremlin vive el presidente y el que manda vive enfrente. Y Rusia está triste. Los espacios de libertad se encojen. La oposición, la prensa libre, se debilitan, la democracia se logra a medias y la mitad no democrática está demasiado emparentada con la tradición despótica. Un vasto país —el más grande del mundo— espera la transformación y el desarrollo tantas veces aplazados.

¿Y España? Como la siento parte de mi propio mundo hispanoamericano, solo la miraré con otros ojos, más cariñosos y preocupados, más parecidos a los que miran a nuestro continente hispanoparlante.

Carlos Fuentes es autor de “La muerte de Artemio Cruz” y “La frontera de cristal”.
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Exclusivo para el diario El Comercio en el Perú. Domingo 11 de octubre del 2009.

lunes, 12 de octubre de 2009

Breve historia del himno nacional del Perú. Cambios y continuidad.

Largo tiempo el peruano...

Antonio Zapata (Historiador)

En reiteradas ocasiones las autoridades peruanas han querido cambiar la letra del Himno Nacional, sustituyendo la estrofa de Largo tiempo por otra más edificante. Se la juzga apócrifa y depresiva. Por ello, hemos tenido concursos y debates legislativos. Ahora mismo, el Ministerio de Defensa ha emprendido una nueva campaña, decretando que en ceremonias castrenses se cante la sexta estrofa en vez de Largo tiempo. El problema es que nunca se ha podido efectuar el cambio y que en forma terca esa estrofa permanece vinculada al Himno. ¿A qué se debe esta persistencia?

Largo tiempo es la primera estrofa de una canción patriótica de la misma época de la Independencia. Su título general es “Primera Canción Patriota” y alude varias veces a San Martín, al grado que algunos la consideran traída por la expedición libertadora.

Hubo otras canciones patriotas de aquella época auroral, entre ellas la famosa “La chicha”, que alude a la exquisita gastronomía nacional en oposición a la desabrida europea. Pero, Largo tiempo tuvo éxito y el público la adoptó. Cuando se aprobó el Himno Nacional, en el concurso oficial de San Martín, la gente las combinó. El coro del Himno y la primera estrofa de la Primera Canción. Dicha combinación ocurrió en ese mismo momento, cuando estaba naciendo la República Peruana.

Poco después, el autor de la música, Bernardo Alcedo se fue a trabajar a Chile, ventajosamente contratado como maestro del coro de la catedral de Santiago. Regresó luego de cuarenta años; era un anciano y antes de morir trabajó con un importante músico italiano que había llegado a Lima entretanto.

Se trataba de Claudio Rebagliati, reputado como el músico de mejor formación en haberse instalado en la Lima del ochocientos. Ambos establecieron la música y la letra definitiva del Himno, tal como la conocemos hasta hoy. En esa versión, última en vida de Alcedo, sí aparece Largo tiempo como primera estrofa. El original se halla custodiado en el Museo Nacional de Historia y ha sido publicado como facsimilar.

Como esa historia corresponde a la década de 1860, resulta que Largo tiempo acompañó a las tropas que combatieron en la Guerra del Pacífico. Se habría cantado en todas las circunstancias de la República Peruana. En las buenas y en las malas. Ahí donde ganamos, como en Zarumilla por ejemplo, y ahí donde fuimos derrotados, como en Arica y Huamachuco.

En las grandes ocasiones del país ha estado presente ese Himno y la gente lo ha hecho suyo. ¿Es apócrifo? Sí. Es indudable que Largo tiempo no estaba en la versión ganadora del concurso de San Martín. Por su lado, es también verdad que esta estrofa es depresiva. Ella alude a una figura de la esclavitud en manos de España que se entendía en el siglo diecinueve, pero que hoy parece poco estimulante de la autoestima nacional.

Pero Largo tiempo es nuestro. Esa estrofa se ha incorporado al pedestal del Himno Nacional por decisión espontánea. Además, ella fue refrendada por el creador de la pieza. Y al habernos acompañado en todas, está consagrada. Nadie puede cambiar la letra que Grau cantó en el Huáscar. ¿Alguien tiene mérito suficiente?

Por otro lado, existe una última razón para la larga permanencia de Largo tiempo. Se trata de una cuestión de ritmo musical. La primera estrofa es triste y gimiente para que el coro emerja triunfante. La fuerza y brillo de Somos libres guarda relación con el lamento quejumbroso de Largo tiempo. La estructura musical del Himno es clásica y simple: alto, bajo, alto. Imposible cambiar el bajo por otra estrofa que no tiene ese tono. Se caería toda la composición.

Fuente: Diario La República. Miércoles 07 de octubre del 2009.

jueves, 8 de octubre de 2009

¡Miguel Grau … presente!!! / 130 años del Combate de Angamos.


8 de Octubre
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Cèsar Hildebrandt (Periodista)

Cuando el monitor Huáscar llegó al Perú ya era un barco anticuado.

En 1869, en los astilleros de Birkenhead, el creador de los monitores, el inglés Cowper Coles, había lanzado a la mar el “Captain”, cuatro veces más grande que el Huáscar, con dos hélices y un nuevo blindaje.

Sin embargo, ese portento se hundiría poco después entre el oleaje insano de una noche borrascosa en las aguas de Finisterre.

El “Captain” se volcó ahogando a sus 200 tripulantes y de esa estirpe de naves discutibles, a las que el centro de gravedad parecía fallarles, vino el Huáscar a nuestra flota.

Los monitores como el Huáscar habían surgido, como diseño, en la fase naval de la guerra de secesión de los Estados Unidos y se dice que Lincoln encargó el primero de ellos para contrarrestar, con su espolón, el blindaje de pino y hierro del buque sureño “Merrimac”. Casi lo logra pero terminó naufragando calamitosamente durante una tormenta.

Sin embargo, aquel modesto Huáscar era lo mejor que teníamos cuando Chile empezó la guerra de rapiña en la que tanto le ayudaron franceses y británicos.

Y aunque estaba armado de dos cañones de 300 y navegaba a once nudos calentando al máximo las calderas, su blindaje era de sólo cuatro pulgadas en los flancos y de dos en popa y proa: muy poca cosa en comparación con el de los blindados chilenos y frente a la calidad y potencia de la artillería enemiga.

¿Qué teníamos, además del Huáscar?

Teníamos a la “Independencia”, que portaba doce cañones chirriantes de apenas 70. ¿Y qué más? Ah, sí: teníamos al “Atahualpa” y al “Unión”, dos monitores que habían combatido en la guerra civil estadounidense, que eran fluviales y que alcanzaban las tres millas por hora.

Los cañones del Huáscar no podrían perforar, de ninguna manera, el blindaje de acero de siete pulgadas del “Blanco Encalada” y el “Cochrane”. Tienen estas naves, además, doble hélice y sus máquinas son por lo menos tres veces más potentes. Sus cañones disparan balas de acero endurecido, que atravesarán al Huáscar donde lo toquen (como así fue: el cuerpo de Grau fue pulverizado en la torre de mando).

La historia lo dice –y Guillermo Thorndike lo apunta en su memorable “1879”-: pudimos comprar en 1870 un acorazado que el gobierno turco encargó a los astilleros ingleses y que no pudo pagar.

Podía cargar seis mil toneladas (el Huáscar apenas una y media), tenía dos motores Maudslay con doble hélice, un blindaje de acero de siete pulgadas y podía desarrollar catorce nudos/hora, además de contar con cuatro cañones de 400 y 23 cañones ligeros de tiro rápido distribuidos en dos cubiertas.

Con esa nave Chile no nos habría declarado la guerra ni habría codiciado hasta la sangre nuestro salitre y nuestro guano (y nuestra biblioteca y nuestras mujeres y nuestro pasado de centro virreinal).

Fue el presidente Balta quien decidió no comprar ese buque, cosa que sí hizo, poco después, la armada prusiana. Balta prefirió comprar los inútiles “Manco Cápac” y “Atahualpa”.

Después vendría Pardo, que se negó a renovar a la marina diciendo que Argentina nos ayudaría en cualquier apuro.

No sólo era que el Huáscar estaba condenado a ser abatido ni que Grau, su comandante, sabía que tendría que morir. Era que al Huáscar ni siquiera le habían comprado los nuevos proyectiles Palliser solicitados ni el sistema de torpedos Whitehead. Algunos de sus artilleros –hay que decirlo- tampoco estaban a la altura de las circunstancias.

No es que Grau fue un héroe por las circunstancias. Fue el mártir voluntario y hazañoso de un país que, como ahora, había decidido suicidarse. Eso agranda aún más su figura. Por Grau es que el gentilicio peruano recobró honores y dignidades. Por Grau es que podemos mirar atrás sin avergonzarnos del todo.

Y el legado de Grau no es un botín naval anclado en Talcahuano. Su herencia tiene el clamor de una advertencia que los pobres de espíritu de toda la vida se niegan a oír.

Grau no querría una guerra. Lo que Grau sí querría es que el Perú estuviese preparado para evitarla.

Fuente: Diario La Primera. Jueves 08 de octubre del 2009.

Democracia bipartidista en EE.UU y el poder de los medios.

Dramática advertencia de Chomsky

Autor: Guillermo Giacosa (Periodista)

Hace unos días Chomsky, el lúcido pensador estadounidense, ofreció una conferencia en México que dejó atónito a más de uno. Chomsky no necesita argumentos estrafalarios para sorprender. Le basta expresar conceptos que todos tenemos al alcance de nuestra inteligencia, pero que ha oscurecido la alienación impuesta por el poder mediático. Dijo Chomsky, por ejemplo, que “las elecciones en EE.UU. son montajes espectaculares, conducidos por la industria de las relaciones públicas que floreció hace un siglo en los países más libres del mundo, Inglaterra y el propio EE.UU., donde las luchas populares habían ganado la suficiente libertad para que el público ya no fuera tan fácilmente controlado por la fuerza. Entonces, los arquitectos de las políticas públicas comprendieron que era necesario controlar las actitudes y las opiniones. Para ello había que controlar las elecciones”.

Como no podían controlarlos desde afuera, decidieron controlarlos desde adentro. Ocuparon su cerebro y desde allí operan impunemente sin más recriminaciones que las que pueden hacer quienes carecen del poder de cambiar radicalmente esa tendencia. Esa ausencia de ciudadanos, dueños de sus propios razonamientos, es el punto central de un vía crucis que puede terminar en la degradación total de la vida sobre el planeta. El triunfo de los intereses económicos sobre el pensamiento crítico es un desafío a la humanidad.

Agrega luego Chomsky que “EE.UU. no es una democracia guiada como Irán, donde los candidatos requieren la aprobación de los clérigos. En sociedades libres, son las concentraciones de capital las que aprueban candidatos y, entre quienes pasan por el filtro, los resultados terminan casi siempre determinados por los gastos de campaña. Los operadores políticos son muy conscientes de que, con frecuencia, el público disiente –en algunos puntos– de los arquitectos de las políticas públicas. Entonces, las campañas electorales evitan ahondar en cualquier punto y favorecen las consignas, las floridas oratorias, las personalidades y el chisme. Cada año, la industria de la publicidad otorga un premio a la mejor campaña promocional del año. En 2008, el premio se lo llevó la campaña de Obama, derrotando a las computadoras Apple. Los ejecutivos estaban eufóricos. Se ufanaban abiertamente de que este era su éxito más grande desde que comenzaron a promocionar candidatos –cual si fueran pasta de dientes que asocian con estilos de vida–, técnicas que cobraron fuerza durante el periodo neoliberal, primero que nada, con Reagan”.

Chomsky termina: “Quien mire un anuncio de TV sabe que las empresas destinan enormes recursos a crear consumidores uniformados que eligen irracionalmente sus opciones. Los mismos dispositivos utilizados para derruir mercados se adaptan al objetivo de socavar la democracia, creando votantes desinformados que tomarán decisiones irracionales a partir de una limitada serie de opciones compatibles con los intereses de los dos partidos que, a lo sumo, son facciones competidoras de un solo partido empresarial”.


Fuente: Diario Perú 21. Miércoles 30 de septiembre del 2009.

martes, 6 de octubre de 2009

Educación científica e inversión estatal en investigación y desarrollo.

La cultura acientífica

Oswaldo de Rivero (Analista)

¿Qué fue lo que hizo la diferencia entre los países de América Latina, que siguen siempre “en desarrollo” y Corea del Sur, Malasia, Singapur y Taiwán, que son ahora países desarrollados?

La diferencia la hizo la educación científica y una gran inversión estatal en investigación y desarrollo (R&D).

Hoy, Corea del Sur, Taiwán, Singapur y Malasia gradúan tantos científicos como los otros países desarrollados. Son además los únicos países que, aparte de los Estados Unidos, Japón y la Unión Europea, registran cada año cientos de patentes de invención.

Latinoamérica, después de 190 años de independencia, no inventa casi nada, es un páramo científico comparada al Asia. Salvo Brasil, nadie en la región gasta en R&D más del 1% de su PBI. En el Perú esta inversión es casi nula, representa sólo el 0,18%.

En la cultura latinoamericana las humanidades prevalecen excesivamente sobre las ciencias naturales, físicas, biológicas, químicas y matemáticas. Se prefiere más la letra que el logaritmo, la deducción que el experimento, la creencia que la duda científica y el auditorio que el laboratorio.

El resultado es una cultura acientífica, que no inventa, que no innova, que entrampa en el subdesarrollo a través de producción de bajo contenido tecnológico, que tiene mucho menos valor que los modernos productos y servicios de alta tecnología, que se compran. Así, los países sin ciencia no tienen otra alternativa que endeudarse para perseguir siempre la modernidad.

Explicar el subdesarrollo por causas culturales no agrada porque culpabiliza a un país de su propio atraso. Es, sin duda, una explicación severa, pero no falsa, que nos lleva a conocer con entereza las verdaderas causas de nuestra pobreza. Nos hace así, responsables de nuestro destino, obligándonos a hacer una revolución educativa e invertir seriamente en R&D en vez de echarle la culpa sólo al injusto orden económico internacional.

Corea del Sur, Taiwán, Malasia y Singapur de un orden económico internacional injusto pero supieron vencerlos, zafándose de su cultura acientífica, y con ello, de la pobreza. Este mismo esfuerzo se percibe hoy en la China y en la India, mientras que en Latinoamérica seguimos echándole la culpa de nuestra pobreza, a los más diversos factores internos y externos, sin darnos cuenta que el atraso científico que históricamente nos hemos infligido, es lo que nos mantiene en el subdesarrollo.

La persistencia de una cultura acientífica en el Perú, en América Latina y en todos los países mal llamados “en desarrollo” está haciendo que la humanidad ingrese a su tercer milenio como una sociedad planetaria dual. Integrada, de un lado, por una minoría de países prósperos que viven de invenciones e innovaciones; y del otro, por una mayoría de países pobres que viven de recursos naturales y manufacturas de baja tecnología, importando siempre el oneroso progreso científico que no pueden producir.

Fuente: Diario La Primera. Martes 06 de octubre del 2009.

domingo, 4 de octubre de 2009

El G20 versus el unilateralismo de EEUU. Hacia un nuevo siglo.


Signo de los tiempos: El G20 enterró al G8

Humberto Campodónico (Economista)

Lo más importante de la Cumbre de Pittsburg es el reconocimiento oficial de que ha terminado la era del unilateralismo de EEUU en lo económico y político para dar paso a un “nuevo orden mundial”. Si bien el Grupo de los 8 incluía a otras potencias económicas y políticas (Francia, Alemania, Canadá, Gran Bretaña, Italia, Japón y Rusia) no cabe duda que el período 1945-2009 estuvo signado por la hegemonía norteamericana, aunque su declive comenzó a mediados de los 70 (la URSS, hasta su derrumbe en 1989, le disputó la hegemonía política y militar).

Con el entierro del G8, el nuevo actor es el Grupo de los 20 –con el 90% de la economía mundial– que tiene a cuatro pesos pesados como China, India, Brasil y Corea a los que se añaden, entre otros, Australia, Turquía, Indonesia, Sudáfrica, Arabia Saudita y también Argentina y México (ver “La banda de las Gs y el Papa”, http://www.cristaldemira.com/articulo.php?idfecha=2009-07-10).

Uno de los acuerdos más importantes del G20 es que va a encarar los desbalances globales que provienen, en lo fundamental, de que EEUU era la locomotora del consumo mundial a través de enormes importaciones de bienes y servicios del resto del mundo, los que provocaban enormes déficits comerciales y de cuenta corriente de su Balanza de Pagos.

La otra cara del “desbalance” eran los superávits de China y Alemania, entre otros, que a la vez financiaban a EEUU comprando bonos del Tesoro. Dice el G20 que los programas económicos de cada país serán revisados por sus pares de cada país, con participación del FMI, aunque ninguna de esas “revisiones” será vinculante.

Que logren substituir al consumidor norteamericano no será fácil, claro está. Lo clave es cuánto tiempo tardarán en hacerlo. De lo que no queda duda es que cualquier salida de la recesión será lenta y prolongada.

Otro acuerdo importante es que se desea avanzar hacia la regulación del sistema financiero mundial. Tim Geithner, Secretario del Tesoro de EEUU, ha dicho: “No vamos a irnos de la más grande crisis económica desde la Gran Depresión y dejar en el mismo sitio las trágicas vulnerabilidades que causaron esta crisis”.

Así, el G20 se ha puesto de acuerdo, de un lado, en encarar la cuestión de los bonos que los banqueros se pagan a sí mismos (si bien no se han puesto topes, como quería Francia) y, de otro, en aumentar el grado de capitalización de los bancos (o sea el colchón para amortiguar las pérdidas de préstamos e hipotecas), que se había reducido fuertemente debido a los “nuevos instrumentos financieros” sin regulación alguna.

El G20 parece haber nacido con todas las mechas prendidas: dicen que van a luchar contra el proteccionismo y reanudar la Ronda Doha de la Organización Mundial de Comercio. También se van a tomar medidas contra los paraísos fiscales y para reformar la estructura de capital del FMI para darle más peso a China.

De la misma manera, el G20 dice que se van a eliminar los subsidios a los combustibles fósiles que causan el calentamiento global, pero no dijeron cuándo ni, tampoco, se han pronunciado sobre quién pagará el costo de “adaptación” de los países pobres, tema crucial en la Cumbre de Copenhague de diciembre próximo. Lo que quiere decir que se ataca solo una de las crisis, la económica, y no la ambiental. Malo.

Veremos cuánto de lo que se ha dicho ayer se cristaliza. Lo que sí es ya una realidad es que el siglo XXI no será “un nuevo siglo norteamericano” (como querían, sin base económica real) los halcones de Bush, pues hay varios chicos nuevos en el barrio. Y van a seguir creciendo.

Fuente: Diario La República. Sábado 26 de septiembre del 2009.

jueves, 1 de octubre de 2009

Conflicto Perú-Ecuador de 1860. Tratado de Mapasingue.




¿Por qué Castilla invadió Ecuador?

Por: Rosa Garibaldi*

La historia que derivó en la invasión del Ecuador comenzó en 1857 cuando un personaje insólito, de nombre Juan Celestino Cavero, llegó a Quito como encargado de negocios del Perú. Poco antes, el gobierno ecuatoriano había comunicado al de Ramón Castilla que su Congreso había ratificado el Tratado Continental —pacto de defensa hemisférica, promovido por el Perú—. Ecuador tomaba, así, la iniciativa para restablecer las relaciones diplomáticas interrumpidas por tres años. Castilla nombró a Cavero y le encomendó lograr la aprobación de las enmiendas hechas al referido tratado por la Convención Nacional y ofrecer sus buenos oficios para la devolución de las propiedades embargadas al ex presidente ecuatoriano Juan José Flores —promotor de la expedición armada que en 1848 pretendió establecer una monarquía en el Ecuador— e instigador impenitente de revueltas en su patria.

Rudeza y destino

La misión de Cavero fue un fiasco por su actitud desdeñosa de las formas protocolares. Apenas llegó a Quito —antes de ser acreditado— se ofendió porque el canciller ecuatoriano Antonio Mata no lo saludó en un encuentro casual. Cavero le envió una carta destemplada reprochándole su actitud. El canciller Manuel Ortiz de Zevallos censuró el comportamiento de Cavero y lamentó también que la reclamación a favor de Flores —que debía ser de “buenos oficios”— hubiera ofendido al gobierno ecuatoriano y perjudicado las negociaciones sobre la nueva ratificación del Tratado Continental.

Defensa amazónica

Tras el impase, Cavero se enteró de que el gobierno ecuatoriano, presionado por acreedores británicos y para condonar su deuda, había suscrito el 21 de setiembre de 1857 una convención para adjudicarles terrenos en Canelos, provincia de Oriente (que incluía tierras que el Perú reclamaba como suyas). Cavero se embarcó en una campaña desatinada, pese a su motivación patriótica. Protestó invocando la Real Cédula de 1802 —que ordenó agregar el Gobierno y la Comandancia General de Maynas al Virreinato del Perú—, pero no utilizó el esquema progresivo de gestiones dictado por la cancillería peruana para que Ecuador retrocediera. Su descontrol fue mayor cuando el canciller Antonio Mata respondió que la Real Cédula de 1802 no había recibido el pase del Virrey de Nueva Granada y que por no haber sido ejecutada el territorio pertenecía al Ecuador. Cavero replicó que Ecuador estaba trasladando extensos territorios a súbditos de una nación extranjera, violando el artículo 13 del Tratado Continental que obligaba a no ceder ni enajenar a otro Estado o a súbditos extranjeros parte alguna de su territorio. Las relaciones diplomáticas se quebraron por las comunicaciones de Cavero al cónsul general de Colombia. En una carta (terminó publicada en la Gaceta Oficial de Bogotá), acusó al Ecuador de sacrificar la soberanía e independencia de los estados americanos por la imprudencia de adjudicar a los ingleses territorios aún no deslindados. Cavero, además, anunció que apenas terminara la guerra civil en el Perú, el gobierno ocuparía Guayaquil para obligar al Ecuador a un arreglo fronterizo.

Bloqueo peruano

En vísperas de las negociaciones con el Ecuador, el canciller Ortiz de Zevallos recibió una nota de su homólogo Mata, solicitando el retiro de Cavero e informando la suspensión de toda comunicación con él. El Perú exigió el inmediato restablecimiento de Cavero en sus funciones, como condición previa a toda negociación. Ecuador no acató la exigencia y se precipitó: una cosa era pedir el retiro de Cavero al gobierno de Lima y otra devolver sus notas sin abrir, lo que constituyó una ofensa diplomática. Por ley del 26 de octubre de 1858, el Congreso autorizó al presidente Castilla a emplear toda medida, inclusive la guerra, hasta alcanzar satisfacción con el Ecuador. Ese día Castilla decretó el bloqueo de la costa ecuatoriana. En la tensa coyuntura, surgió otra desavenencia: Ecuador propuso a Estados Unidos, una vez más, venderle las islas Galápagos.

Se desata la guerra

El 10 de agosto de 1859, el canciller Melgar envió una circular al cuerpo diplomático y consular en Lima explicando por qué el Perú declaraba la guerra al Ecuador: su renuencia para fijar las líneas fronterizas; su tendencia a transferir o vender importantes porciones de territorio a potencias extranjeras, incluyendo aquellas que el Perú reclamaba como suyas; su declaración de que el Amazonas y sus confluentes estaban abiertos al comercio y la navegación de todas las naciones, sin tener en cuenta la determinación de los demás estados ribereños; y por el trato ofensivo y suspensión del ministro Cavero y por la falta de respuesta al último pedido peruano (ratificación del Tratado Continental con las enmiendas hechas por el Perú).

Ocupación por la paz

El contralmirante Ignacio Mariátegui estaba encargado del bloqueo de la costa ecuatoriana pero no logró acuerdo con el general Guillermo Franco, comandante general de Guayaquil. Entonces Castilla encabezó una segunda expedición armada. Pronto se percató de que la anarquía reinaba en ese país: no existía un gobierno único y legítimo. Castilla suspendió las operaciones militares y envió un ultimátum a Gabriel García Moreno y a Franco —los caudillos rivales— para que en treinta días establecieran un gobierno provisorio, que representara a toda la nación ecuatoriana, para poder negociar un tratado de paz. No tuvo éxito con García Moreno, mandatario en Quito, pero sí con Franco, quien reconoció a Cavero como plenipotenciario y ofreció sus cuarteles a las tropas peruanas. El 7 de enero de 1860, Perú ocupó Guayaquil.

Anulación de una venta

En la legación del Perú en Guayaquil, Castilla exhibió el original de la Real Cédula de 1802. En el artículo quinto del Tratado de Mapasingue, firmado el 25 de enero de 1860, el Ecuador declaró nulas las adjudicaciones a los británicos y, en términos claros, reconoció la Cédula Real de 1802. Convino en hacer una rectificación de los límites del Perú por medio de una comisión mixta; y aceptó provisionalmente los límites conforme a la Real Cédula de 1802. El Perú concedió al Ecuador un plazo de dos años para “presentar las pruebas que enervasen los efectos de esa cédula”. La política de contención seguida por Castilla evidenció su intención de no arriesgar las posibilidades de lograr la adhesión ecuatoriana al Tratado Continental, con las enmiendas peruanas. No prosiguió con la ocupación militar hasta que se hubiera logrado la unión del Ecuador bajo un solo gobierno que firmara y ratificara el tratado. Tampoco aprovechó su situación de fuerza para reafirmar el derecho del Perú sobre Guayaquil, lo que hubiera creado una barrera infranqueable a todo intento de cooperación y unión futura, pero sobre todo no usó la fuerza para demarcar la frontera entre el Perú y el Ecuador. Castilla estaba tan convencido del título peruano sobre algunos de los territorios que el Ecuador pretendía enajenar, que le concedió el plazo de dos años para refutar dicha propiedad. Pese a todo, la expedición dejó un resentimiento por la invasión de territorio ecuatoriano y por la imposición de la paz.

Poco después de que Castilla partiera de Guayaquil, Juan José Flores retornó del exilio, asumió el mando del ejército ecuatoriano y unificó el país bajo el gobierno de García Moreno. Aunque en abril de 1861, el Ecuador rechazó el Tratado de Mapasingue, Castilla logró algo trascendental con su expedición militar: la anulación de la adjudicación de terrenos a los acreedores británicos, evitando la creación de otra Guyana en la Amazonía. Así, la frontera norte del Perú se mantuvo en una situación de status quo.
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(*) Historiadora y diplomàtica. Profesora de la Escuela Diplomàtica Peruana.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 27 de septiembre del 2009.