El insáider
Entrevista con Scott Palmer, académico y consultor del Departamento de Estado y de la red de agencias de inteligencia de EE.UU., y ex docente de la Escuela de las Américas
Por Santiago O’Donnell (Periodista)
Scott Palmer va para la derecha, va para la izquierda, avanza por la hilera del medio, vuelve a retroceder. Camina y cuenta lo que nadie cuenta marcando a zancadas el ritmo de sus palabras, micrófono en mano, ante un auditorio mitad lleno, mitad vacío, en el subsuelo de la sede central de la Universidad de Belgrano.
Scott Palmer es un insáider, “insider” en inglés, o sea alguien que conoce desde adentro, desde el “inside”. Scott Palmer es un insáider del Departamento de Estado y dentro de él un insáider del mundillo de los funcionarios estadounidenses que deciden las políticas para América latina.
Trabajó doce años en el Departamento de Estado como director de Estudios de Latinoamérica y el Caribe, y como decano asociado del Instituto de Servicio Exterior, al que sigue ligado como profesor visitante. Graduado de Dartmouth, Stanford y Cornell, su currículum llena varias páginas con libros, papers y cátedras en distintas universidades estadounidenses y latinoamericanas. Es director de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Boston y consultor académico del Departamento de Estado y de la Comunidad de Inteligencia Nacional (NIC), el paraguas que agrupa a las dieciséis principales agencias de espionaje de Estados Unidos.
El insáider no se encuadra en los estereotipos de la Guerra Fría. Escribió un libro muy citado de Sendero Luminoso en el que analiza la problemática social y de inequidad en el que surgió la guerrilla, y en el que sostiene que la etiqueta de “terroristas” no les cabe, porque los senderistas buscaban tomar el poder y no simplemente sembrar el terror.
Acaba de terminar un libro sobre la relación del gobierno de Clinton con América latina, para el cual entrevistó a más de cincuenta funcionarios del área, desde el jefe de gabinete para abajo. El libro sostiene que Clinton dejó pasar una gran oportunidad y que sus principales errores fueron firmar la ley Helms-Burton, que empeoró el bloqueo cubano, y el no haber sostenido el acuerdo de Governor’s Island, que restituía al derrocado presidente haitiano Jean Bertrand Aristide.
Ahora nomás está escribiendo un libro sobre la última guerra entre Perú y Ecuador, y viene de recorrer sus fronteras.
En su juventud, como becario de la Fulbright, compartió un año y medio con el líder senderista Abimael Guzmán en la sala de profesores de la Universidad San Cristóbal de Huamanga en Ayacucho, Perú, donde, según Palmer, aprendieron a “odiarse dulcemente” y nunca dejaron de saludarse:
–Hola, señor Palmer.
–Hola, profesor Guzmán.
El insáider es alto y corpulento y luce una corbata larguísima entre su blazer abierto y su chaleco abrochado en el último botón. Está cerca de cumplir los 70, pero su lenguaje corporal dice otra cosa. Camina erguido y habla pausado en un español apenas acentuado, casi sin recurrir a palabras en inglés. Habla sin rodeos ni histrionismos ni tonos altisonantes, como les gusta a los norteamericanos.
El tema de la conferencia que lo trae a Buenos Aires es “la política exterior para América latina del gobierno de Obama”. Después dijo más cosas mientras degustaba un bife de chorizo bien jugoso con abundante malbec en un restaurante cerca de su embajada. Cosas que muy pocos pueden decir, o porque no saben o porque ocupan cargos sensibles. En cambio el insáider nunca queda en offside.
Además de Obama habló con soltura de Clinton y los dos Bush, de Chávez, Evo y Correa, de Honduras, de las bases colombianas, del consenso de Washington y de la Cuarta Flota. Hasta contó y defendió su experiencia como profesor en la Escuela de las Américas, “la escuela de asesinos”, como él mismo reconoce que la apodaron sus numerosos detractores.
Arrancó la conferencia diciendo que Obama asumió en medio de grandes expectativas en la región, por el desprestigio en que había caído el gobierno de Bush. Dijo que ese desprestigio se debía más bien a errores cometidos en el resto del mundo y no tanto por lo hecho en América latina, donde salvo su política hacia Cuba y Venezuela en su primer mandato, el resto no había sido demasiado malo.
Agregó que esa expectativa desmesurada hace más difícil apreciar que Obama, en sus primeros cien días de gobierno, en medio de muchas urgencias, ha tenido gestos importantes que demuestran su compromiso con la región. Contó que en esos cien días, entre el presidente, el vice y la secretaria de Estado hubo siete viajes a la región, incluyendo los dos de Obama a México, algo que no había ocurrido nunca. Y que Calderón fue el primer mandatario que Obama vio tras ganar las elecciones y Lula el primer jefe de Estado que Obama recibió al llegar a la Casa Blanca.
Pero también reconoció que esos gestos han sido mayormente simbólicos y que Obama no ha hecho prácticamente nada todavía para resolver los principales problemas del continente. Dijo que esto se debe a que el presidente tiene un estilo de buscar equilibrios y es reacio a tomar medidas extremas, por lo que sus seguidores más fanáticos se desesperan, pero a él, Palmer, le parece bien porque los cambios políticos graduales son más sustentables que los repentinos.
Explicó que los principales temas vinculados con América latina que debe encarar Obama son los llamados “intermésticos”, porque involucran a las relaciones internacionales, pero su impacto es mayormente doméstico. En esta categoría colocó a la demorada reforma migratoria, el problema de las pandillas en Centroamérica y la política antidroga.
En este último punto dijo que es significativo que Obama haya nombrado un zar antidroga con conocimientos médicos y que la nueva estrategia consiste en archivar la idea de “guerra contra la droga” y pasar de políticas de erradicación a políticas de interdicción y control de demanda a través de tratamientos y programas educativos. Señaló que el acuerdo militar con Colombia forma parte de esta nueva estrategia.
“Hubo avances significativos. Primero, el reconocimiento de la importancia del diálogo, el deseo articulado de conversar con la llamada nueva ola populista de izquierda, con Chávez, con Raúl Castro. Se ha demostrado un deseo de terminar con la presencia de prisioneros del conflicto en Medio Oriente con el anuncio del cierre de la base de Guantánamo en un año. El estilo de Obama de actuar en un marco de respeto mutuo, de tolerancia y multilateralismo no sirve para resolver los problemas en un tiempo muy corto, pero pienso que es muy sensato”, redondeó.
Lo mejor vino cuando llegaron la preguntas. Sorprendió a un estudiante hondureño y antichavista declarado, diciendo que Zelaya hizo bien en aliarse con el líder bolivariano: “Chávez le vende petróleo a bajo precio a Honduras, así como a otros países de Centroamérica, el Caribe y Su-damérica. Honduras no tiene petróleo y el suministro es fundamental, especialmente en estos tiempos. Por eso pienso que Zelaya hizo bien, aunque estas ayudas siempre vienen a un precio, y ese precio está por verse”.
Cuando le preguntaron sobre Chávez, dijo que más que una amenaza, para Estados Unidos representa una molestia. “Tiene una retórica muy inflamada, pero sus discursos son para consumo interno. De sus dichos a los hechos hay una distancia. De hecho, desde que asumió Chávez el comercio entre Venezuela y Estados Unidos aumentó.”
No satisfecho con la respuesta, el estudiante insistió haciendo referencia a la supuesta política chavista de “confiscar tierras”.
“Las políticas que implementa son cosa de él, está en su derecho. Si hay alguna irregularidad legal la podremos observar, pero no queremos interferir”, replicó el insáider.
Ante la típica pregunta sobre la política hacia Cuba, el insáider no tuvo problemas en reconocer que no tiene una buena razón de ser. “Todo el mundo sabe que la política sobre Cuba no se decide en Washington, sino que se decide en Miami, y si no pregunten qué estado decidió las elecciones de 2008 y qué grupo le dio a George W. Bush el margen de victoria. Por eso, contra la opinión de prácticamente todos los expertos en el tema, se mantiene una política contraproducente para los intereses nacionales, por razones domésticas o electorales.”
Haciendo esa salvedad, aclaró que Obama ya levantó restricciones a las remesas y las visitas a Cuba. Contó que la semana pasada, su gobierno retiró un cartel que transmitía noticias anticastristas desde la sede diplomática estadounidense en La Habana. Y remató diciendo que conoce la existencia de “conversaciones subterráneas” entre los dos gobiernos.
“Cuba ya está cambiando. Todo indica que marcha hacia un modelo chino, con libre comercio y control político. ¿Podrá Estados Unidos vivir con eso? Todavía no lo sé. Los tiempos del descongelamiento los marca Cuba, como siempre, porque hacen falta dos para bailar el tango. Pero estoy convencido de que algún día, probablemente tras el deceso de Fidel Castro, llegará la normalización total como sucedió con China.”
Fuente: Diario Página 12 (Argentina). Domingo 16 de agosto del 2009.
Entrevista con Scott Palmer, académico y consultor del Departamento de Estado y de la red de agencias de inteligencia de EE.UU., y ex docente de la Escuela de las Américas
Por Santiago O’Donnell (Periodista)
Scott Palmer va para la derecha, va para la izquierda, avanza por la hilera del medio, vuelve a retroceder. Camina y cuenta lo que nadie cuenta marcando a zancadas el ritmo de sus palabras, micrófono en mano, ante un auditorio mitad lleno, mitad vacío, en el subsuelo de la sede central de la Universidad de Belgrano.
Scott Palmer es un insáider, “insider” en inglés, o sea alguien que conoce desde adentro, desde el “inside”. Scott Palmer es un insáider del Departamento de Estado y dentro de él un insáider del mundillo de los funcionarios estadounidenses que deciden las políticas para América latina.
Trabajó doce años en el Departamento de Estado como director de Estudios de Latinoamérica y el Caribe, y como decano asociado del Instituto de Servicio Exterior, al que sigue ligado como profesor visitante. Graduado de Dartmouth, Stanford y Cornell, su currículum llena varias páginas con libros, papers y cátedras en distintas universidades estadounidenses y latinoamericanas. Es director de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Boston y consultor académico del Departamento de Estado y de la Comunidad de Inteligencia Nacional (NIC), el paraguas que agrupa a las dieciséis principales agencias de espionaje de Estados Unidos.
El insáider no se encuadra en los estereotipos de la Guerra Fría. Escribió un libro muy citado de Sendero Luminoso en el que analiza la problemática social y de inequidad en el que surgió la guerrilla, y en el que sostiene que la etiqueta de “terroristas” no les cabe, porque los senderistas buscaban tomar el poder y no simplemente sembrar el terror.
Acaba de terminar un libro sobre la relación del gobierno de Clinton con América latina, para el cual entrevistó a más de cincuenta funcionarios del área, desde el jefe de gabinete para abajo. El libro sostiene que Clinton dejó pasar una gran oportunidad y que sus principales errores fueron firmar la ley Helms-Burton, que empeoró el bloqueo cubano, y el no haber sostenido el acuerdo de Governor’s Island, que restituía al derrocado presidente haitiano Jean Bertrand Aristide.
Ahora nomás está escribiendo un libro sobre la última guerra entre Perú y Ecuador, y viene de recorrer sus fronteras.
En su juventud, como becario de la Fulbright, compartió un año y medio con el líder senderista Abimael Guzmán en la sala de profesores de la Universidad San Cristóbal de Huamanga en Ayacucho, Perú, donde, según Palmer, aprendieron a “odiarse dulcemente” y nunca dejaron de saludarse:
–Hola, señor Palmer.
–Hola, profesor Guzmán.
El insáider es alto y corpulento y luce una corbata larguísima entre su blazer abierto y su chaleco abrochado en el último botón. Está cerca de cumplir los 70, pero su lenguaje corporal dice otra cosa. Camina erguido y habla pausado en un español apenas acentuado, casi sin recurrir a palabras en inglés. Habla sin rodeos ni histrionismos ni tonos altisonantes, como les gusta a los norteamericanos.
El tema de la conferencia que lo trae a Buenos Aires es “la política exterior para América latina del gobierno de Obama”. Después dijo más cosas mientras degustaba un bife de chorizo bien jugoso con abundante malbec en un restaurante cerca de su embajada. Cosas que muy pocos pueden decir, o porque no saben o porque ocupan cargos sensibles. En cambio el insáider nunca queda en offside.
Además de Obama habló con soltura de Clinton y los dos Bush, de Chávez, Evo y Correa, de Honduras, de las bases colombianas, del consenso de Washington y de la Cuarta Flota. Hasta contó y defendió su experiencia como profesor en la Escuela de las Américas, “la escuela de asesinos”, como él mismo reconoce que la apodaron sus numerosos detractores.
Arrancó la conferencia diciendo que Obama asumió en medio de grandes expectativas en la región, por el desprestigio en que había caído el gobierno de Bush. Dijo que ese desprestigio se debía más bien a errores cometidos en el resto del mundo y no tanto por lo hecho en América latina, donde salvo su política hacia Cuba y Venezuela en su primer mandato, el resto no había sido demasiado malo.
Agregó que esa expectativa desmesurada hace más difícil apreciar que Obama, en sus primeros cien días de gobierno, en medio de muchas urgencias, ha tenido gestos importantes que demuestran su compromiso con la región. Contó que en esos cien días, entre el presidente, el vice y la secretaria de Estado hubo siete viajes a la región, incluyendo los dos de Obama a México, algo que no había ocurrido nunca. Y que Calderón fue el primer mandatario que Obama vio tras ganar las elecciones y Lula el primer jefe de Estado que Obama recibió al llegar a la Casa Blanca.
Pero también reconoció que esos gestos han sido mayormente simbólicos y que Obama no ha hecho prácticamente nada todavía para resolver los principales problemas del continente. Dijo que esto se debe a que el presidente tiene un estilo de buscar equilibrios y es reacio a tomar medidas extremas, por lo que sus seguidores más fanáticos se desesperan, pero a él, Palmer, le parece bien porque los cambios políticos graduales son más sustentables que los repentinos.
Explicó que los principales temas vinculados con América latina que debe encarar Obama son los llamados “intermésticos”, porque involucran a las relaciones internacionales, pero su impacto es mayormente doméstico. En esta categoría colocó a la demorada reforma migratoria, el problema de las pandillas en Centroamérica y la política antidroga.
En este último punto dijo que es significativo que Obama haya nombrado un zar antidroga con conocimientos médicos y que la nueva estrategia consiste en archivar la idea de “guerra contra la droga” y pasar de políticas de erradicación a políticas de interdicción y control de demanda a través de tratamientos y programas educativos. Señaló que el acuerdo militar con Colombia forma parte de esta nueva estrategia.
“Hubo avances significativos. Primero, el reconocimiento de la importancia del diálogo, el deseo articulado de conversar con la llamada nueva ola populista de izquierda, con Chávez, con Raúl Castro. Se ha demostrado un deseo de terminar con la presencia de prisioneros del conflicto en Medio Oriente con el anuncio del cierre de la base de Guantánamo en un año. El estilo de Obama de actuar en un marco de respeto mutuo, de tolerancia y multilateralismo no sirve para resolver los problemas en un tiempo muy corto, pero pienso que es muy sensato”, redondeó.
Lo mejor vino cuando llegaron la preguntas. Sorprendió a un estudiante hondureño y antichavista declarado, diciendo que Zelaya hizo bien en aliarse con el líder bolivariano: “Chávez le vende petróleo a bajo precio a Honduras, así como a otros países de Centroamérica, el Caribe y Su-damérica. Honduras no tiene petróleo y el suministro es fundamental, especialmente en estos tiempos. Por eso pienso que Zelaya hizo bien, aunque estas ayudas siempre vienen a un precio, y ese precio está por verse”.
Cuando le preguntaron sobre Chávez, dijo que más que una amenaza, para Estados Unidos representa una molestia. “Tiene una retórica muy inflamada, pero sus discursos son para consumo interno. De sus dichos a los hechos hay una distancia. De hecho, desde que asumió Chávez el comercio entre Venezuela y Estados Unidos aumentó.”
No satisfecho con la respuesta, el estudiante insistió haciendo referencia a la supuesta política chavista de “confiscar tierras”.
“Las políticas que implementa son cosa de él, está en su derecho. Si hay alguna irregularidad legal la podremos observar, pero no queremos interferir”, replicó el insáider.
Ante la típica pregunta sobre la política hacia Cuba, el insáider no tuvo problemas en reconocer que no tiene una buena razón de ser. “Todo el mundo sabe que la política sobre Cuba no se decide en Washington, sino que se decide en Miami, y si no pregunten qué estado decidió las elecciones de 2008 y qué grupo le dio a George W. Bush el margen de victoria. Por eso, contra la opinión de prácticamente todos los expertos en el tema, se mantiene una política contraproducente para los intereses nacionales, por razones domésticas o electorales.”
Haciendo esa salvedad, aclaró que Obama ya levantó restricciones a las remesas y las visitas a Cuba. Contó que la semana pasada, su gobierno retiró un cartel que transmitía noticias anticastristas desde la sede diplomática estadounidense en La Habana. Y remató diciendo que conoce la existencia de “conversaciones subterráneas” entre los dos gobiernos.
“Cuba ya está cambiando. Todo indica que marcha hacia un modelo chino, con libre comercio y control político. ¿Podrá Estados Unidos vivir con eso? Todavía no lo sé. Los tiempos del descongelamiento los marca Cuba, como siempre, porque hacen falta dos para bailar el tango. Pero estoy convencido de que algún día, probablemente tras el deceso de Fidel Castro, llegará la normalización total como sucedió con China.”
Fuente: Diario Página 12 (Argentina). Domingo 16 de agosto del 2009.
Hola, me parece muy interesante tu post. Me gustaría profundizar sobre el tema. Cuentas con referencias bibliográficas que sustentes lo expuesto? Te dejo mi correo realkaizer@gmail.com saludos!
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