G-20: Hegemonía o multilateralismo
Humberto Campodónico (Economista)
A mediados de 1944, los aliados convocaron a una conferencia en Bretton Woods (Massachussets) para diseñar el nuevo orden económico mundial. De allí salieron el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, después Banco Mundial) y el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) que en 1994 se convirtió en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El andamiaje de BW le debe mucho al economista inglés John Keynes, ampliamente respetado y conocido por sus tratados donde planteaba la necesidad de la intervención del Estado para obtener un equilibrio económico que el libre mercado es incapaz de lograr. Esa fue la base del New Deal (Nuevo Acuerdo) del presidente Roosevelt en 1933, que ejecutó planes de estímulo estatal para superar la Gran Depresión.
Hoy, en el 2009, la próxima reunión del Grupo de los 20 enfrenta retos parecidos –o quizá superiores– pues estamos frente a una recesión mundial de grandes proporciones. La cuestión es que todo el andamiaje de BW ha fracasado estrepitosamente pues no pudo prever –menos comprender– la debacle que se incubó bajo su vista y paciencia.
Sucede que, desde fines de los 70, el enfoque keynesiano del Estado de Bienestar, “economía mixta”, fue completamente dejado de lado por las grandes potencias económicas, a medida que avanzaba la liberalización de los mercados, la globalización de las transnacionales y la preeminencia del capital financiero especulativo en mercados desregulados.
Así, de un sistema monetario con un patrón fijo oro-dólar (EEUU garantizaba un precio del oro estable a US$ 35/onza) se pasó a un no-sistema de tipos de cambios variables en 1971-73. El Banco Mundial dejó de lado su carácter de banco de fomento y se dedicó a liberalizar y privatizar el Estado de las economías de los “países en desarrollo”.
El GATT-OMC, que siempre planteó liberalizar el comercio bajando aranceles y eliminando barreras para-arancelarias (cuotas de importaciones, por ejemplo), incorporó los llamados “nuevos temas” (propiedad intelectual, trabajo, medio ambiente, solución de controversias, libre competencia, inversiones, entre otros). Así, poco a poco, las “nuevas” negociaciones tenían poco de comercio de bienes y bastante de políticas de “integración profunda” (los países chicos adoptan las políticas liberales de los países grandes, lo que, supuestamente, era bueno para todos).
Según la UNCTAD, organismo de la ONU para el comercio y el desarrollo, “esas políticas de laissez-faire de los últimos 20 años, inspiradas por un fundamentalismo de mercado, han fracasado estrepitosamente. La fe ciega en la eficiencia de los mercados financieros desregulados y la inexistencia de un sistema financiero y monetario basado en la cooperación generaron la ilusión de que las operaciones financieras especulativas en numerosos ámbitos podían rendir ganancias sin riesgo y otorgaban licencia para el derroche” (1).
El quid del asunto es que esa cooperación para doblegar al capital financiero especulativo “implica una gobernanza monetaria y financiera internacional más rigurosa. Esto es más pertinente que nunca en la actual crisis, que tiene alcance mundial y carácter sistémico”. En otras palabras, se necesita una “gobernanza mundial”, muy distinta por cierto a la hegemonía que EEUU tuvo en BW. Dice la UNCTAD: “para salir de la presente crisis, y evitar que se reproduzca, es necesario ir más allá de la regulación bancaria y financiera y abordar la cuestión fundamental de cómo reactivar y extender el multilateralismo en un mundo en proceso de globalización”.
Y agrega: “Las Naciones Unidas están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la conducción de ese proceso de reforma. Son la única institución que, por su carácter universal y su credibilidad, está en condiciones de dar legitimidad y viabilidad a un sistema de gobernanza reformado”. Efectivamente, pero, ¿le hará caso el G-20?
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(1) La crisis económica mundial: Fallos sistémicos y remedios multilaterales, 19/03/2009, http://www.unctad.org/
Humberto Campodónico (Economista)
A mediados de 1944, los aliados convocaron a una conferencia en Bretton Woods (Massachussets) para diseñar el nuevo orden económico mundial. De allí salieron el Fondo Monetario Internacional, el Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento (BIRF, después Banco Mundial) y el Acuerdo General sobre Aranceles y Comercio (GATT, por sus siglas en inglés) que en 1994 se convirtió en la Organización Mundial de Comercio (OMC).
El andamiaje de BW le debe mucho al economista inglés John Keynes, ampliamente respetado y conocido por sus tratados donde planteaba la necesidad de la intervención del Estado para obtener un equilibrio económico que el libre mercado es incapaz de lograr. Esa fue la base del New Deal (Nuevo Acuerdo) del presidente Roosevelt en 1933, que ejecutó planes de estímulo estatal para superar la Gran Depresión.
Hoy, en el 2009, la próxima reunión del Grupo de los 20 enfrenta retos parecidos –o quizá superiores– pues estamos frente a una recesión mundial de grandes proporciones. La cuestión es que todo el andamiaje de BW ha fracasado estrepitosamente pues no pudo prever –menos comprender– la debacle que se incubó bajo su vista y paciencia.
Sucede que, desde fines de los 70, el enfoque keynesiano del Estado de Bienestar, “economía mixta”, fue completamente dejado de lado por las grandes potencias económicas, a medida que avanzaba la liberalización de los mercados, la globalización de las transnacionales y la preeminencia del capital financiero especulativo en mercados desregulados.
Así, de un sistema monetario con un patrón fijo oro-dólar (EEUU garantizaba un precio del oro estable a US$ 35/onza) se pasó a un no-sistema de tipos de cambios variables en 1971-73. El Banco Mundial dejó de lado su carácter de banco de fomento y se dedicó a liberalizar y privatizar el Estado de las economías de los “países en desarrollo”.
El GATT-OMC, que siempre planteó liberalizar el comercio bajando aranceles y eliminando barreras para-arancelarias (cuotas de importaciones, por ejemplo), incorporó los llamados “nuevos temas” (propiedad intelectual, trabajo, medio ambiente, solución de controversias, libre competencia, inversiones, entre otros). Así, poco a poco, las “nuevas” negociaciones tenían poco de comercio de bienes y bastante de políticas de “integración profunda” (los países chicos adoptan las políticas liberales de los países grandes, lo que, supuestamente, era bueno para todos).
Según la UNCTAD, organismo de la ONU para el comercio y el desarrollo, “esas políticas de laissez-faire de los últimos 20 años, inspiradas por un fundamentalismo de mercado, han fracasado estrepitosamente. La fe ciega en la eficiencia de los mercados financieros desregulados y la inexistencia de un sistema financiero y monetario basado en la cooperación generaron la ilusión de que las operaciones financieras especulativas en numerosos ámbitos podían rendir ganancias sin riesgo y otorgaban licencia para el derroche” (1).
El quid del asunto es que esa cooperación para doblegar al capital financiero especulativo “implica una gobernanza monetaria y financiera internacional más rigurosa. Esto es más pertinente que nunca en la actual crisis, que tiene alcance mundial y carácter sistémico”. En otras palabras, se necesita una “gobernanza mundial”, muy distinta por cierto a la hegemonía que EEUU tuvo en BW. Dice la UNCTAD: “para salir de la presente crisis, y evitar que se reproduzca, es necesario ir más allá de la regulación bancaria y financiera y abordar la cuestión fundamental de cómo reactivar y extender el multilateralismo en un mundo en proceso de globalización”.
Y agrega: “Las Naciones Unidas están llamadas a desempeñar un papel fundamental en la conducción de ese proceso de reforma. Son la única institución que, por su carácter universal y su credibilidad, está en condiciones de dar legitimidad y viabilidad a un sistema de gobernanza reformado”. Efectivamente, pero, ¿le hará caso el G-20?
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(1) La crisis económica mundial: Fallos sistémicos y remedios multilaterales, 19/03/2009, http://www.unctad.org/
Fuente: Diario La Repùblica. Mièrcoles 25 de marzo de 2009.
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