martes, 24 de febrero de 2009

La lucha de Sandino en Nicaragua a travès del testimonio de un peruano. 2da parte.

(Augusto Cèsar Sandino, lìder nicaraguense contra la interveniòn norteamericana en centroamèrica)
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Sandino: El guerrillero que venció a los yanquis

El siguiente es un documento cargado de historia -en el sentido de recuerdo y proyección-. Consiste en una entrevista a Esteban Pavletich, el peruano que a los 22 años de edad se alistó en las filas del patriota nicaragüense y se convirtió en su secretario. La entrevista grabada de César Lévano apareció inicialmente en la revista “Caretas”, el 7 de febrero de 1974. El relato de Pavletich abarca un panorama de la lucha política y cultural de nuestra América en los años 20 y 30 del siglo XX, en días en que Estados Unidos imponía condiciones, dictaduras y asesinatos en el continente.

Cèsar Lèvano : ¿Oyó alguna vez hablar a Sandino sobre sus reglas de guerra?

ESTEBAN PAVLETICH: Realmente no las exponía ni las había concretado en una cartilla o manual. Las había ido extrayendo de la práctica. Por ejemplo, sus tres primeros combates con los infantes de Marina le fueron totalmente desfavorables. Especialmente el primero, que fue en la plaza del Ocotal, donde los yanquis y los conservadores estaban acuartelados en lo que era casi un fuerte. La población civil sufrió una verdadera catástrofe desde los aviones. El pueblo había seguido a los guerrilleros al penetrar en la plaza. Tuvo que batirse en retirada. Tuvo otros dos intentos de batir al enemigo allí donde estaba fortificado. Ya no volvió a hacerlo más. Entonces, empezó a aplicar el sistema de la guerrilla móvil, el de las emboscadas. Hay que considerar que las fuerzas de Sandino tenían pocas armas, no recibían paga y en la época de siembra se reducían. Había un 70 por ciento de campesinos, incluso algunos hondureños. El resto eran mayormente obreros, algunos artesanos y aun elementos del lumpen, que eran ganados para la militancia por la causa de Nicaragua. El servicio de espionaje funcionaba maravillosamente. Toda la población servía por propia iniciativa.

C.L.: ¿Qué papel desempeñaron las mujeres?

ESTEBAN PAVLETICH: El sistema que existía era el de las “soldaderas”, equivalente de las “rabonas” nuestras. Ellas vivían en los campamentos junto con los hombres. Cuando se iba a producir una emboscada, los hombres se desprendían. A veces una emboscada duraba muchas horas, porque la columna norteamericana se demoraba. Entonces ellas llevaban los alimentos hasta los propios lugares de la acción. Si estaban presentes en el momento de la emboscada, y caía el marido u otro combatiente, ellas tomaban el fusil. Sandino mismo tenía una compañera. Él se había casado en los primeros momentos de la ocupación norteamericana con la telegrafista de San Rafael del Norte, que fue la ciudad en la cual él lanzó su primer manifiesto contra la ocupación y contra la capitulación de Moncada. Bueno, pero tenía una mujer, digamos, de compaña, y que vale la pena hacer resaltar. Era Teresa Villatoro. El nombre se parece al de la Teresa Toro de Bolívar. Era salvadoreña, tenía un hijito. Era mujer de gran coraje, que lo acompañó durante toda la campaña. La esposa, la telegrafista, se había quedado en la ciudad, porque era una mujer de complexión delicada. La Villatoro era una gran compañera. Incluso podía intervenir en algunas decisiones. Fue herida en una ocasión por un “shrapnel”, una granada, lanzada desde un avión. De la frente se le desprendió un trozo de hueso. Sandino hizo engastar ese trozo de hueso en un anillo que tenía como amuleto.

C.L: ¿Por qué salió Sandino a México en 1929?

ESTEBAN PAVLETICH: Me interesa que se sepa las razones por las que se convirtió en prisionero de Estado en México. En Honduras se produjo un cambio de gobierno, y subió al poder un doctor al servicio de la United Fruit Company, Vicente Mejía Colinas, quien firmó un acuerdo con Washington para impedir todo paso de ayuda hacia Nicaragua. Se había formado una Guardia Nacional organizada por el Partido Liberal. Además, a Sandino le recrudeció una dolencia de paludismo. Turcios, su representante en Honduras, se entregó al gobierno de su país y fue nombrado cónsul en París. Además, había sido un error nombrar representante suyo en México a José María Capeda. Luego de los finteos revolucionarios de la pequeña burguesía mexicana, el presidente Coolidge había nombrado embajador en México a Mr. Dwight Morrow, quien logró conciliar los intereses de Estados Unidos y de los dirigentes de la revolución mexicana. Se produjo un avenimiento, una entrega de la pequeña burguesía al imperialismo. Simultáneamente se inició una represión contra la izquierda. Se había producido el Termidor de la Revolución Mexicana. El embajador Morrow, de la Casa Morgan, había sido perfectamente elegido para eso. Entonces se formó un triángulo encargado de liquidar la lucha de Sandino en la montaña. Lo formaban Portes Gil, presidente provisional de México, Mr. Morrow y José María Cepeda. Portes Gil relata en sus memorias que Cepeda se presentó un día en Palacio para decirle que Sandino abandonaría la lucha si los infantes de Marina se retiraban de Nicaragua. El intento fracasó. Entonces se aplicó otro plan, que dio frutos: el de que Sandino viajara a México. Se presentaron tres generales mexicanos y le brindaron honores de general de división. Lo acompañaron hasta el puerto de Veracruz; pero en vez de llevarlo a Ciudad de México, le dijeron que había que dejar que se enfriara el entusiasmo popular. En Veracruz, el pueblo le había hecho un recibimiento apoteósico. Lo mandaron a Mérida, como decir que en el Perú a un invitado oficial lo envíen a Iquitos.

Allí comenzó la etapa más atormentada de Sandino. Estuvo casi un año virtualmente prisionero del régimen mexicano.

C.L.: ¿Usted ya estaba en México?

ESTABAN PAVLETICH: Sandino salió en junio de 1929 de Nicaragua. Dos meses antes, sospechando de los planes de Cepeda y del gobierno mexicano, me envió a México para sondear el caso. Yo me di cuenta de todo el plan; pero ya no pude regresar a Guatemala. No disponía de fondos ni recursos. Bueno, cuando al fin llegó Sandino a Ciudad de México, se despertó un entusiasmo multitudinario. Yo recuerdo que en el teatro Lírico le organizaron un homenaje. Las seis u ocho cuadras que había desde su alojamiento hasta allí estaban repletas de gente. Medio México se había volcado para ver a Sandino. En el teatro, lo recuerdo con cierta vanidad, Sandino me encomendó tomar la palabra en su nombre. Pero poco después se produjo una represión contra la gente de izquierda que rodeaba a Sandino. Sandino, en gesto de protesta, huyó de Mérida. Viajó como mecánico, con documentos falsos, a Guatemala. Finalmente, regresó a pelear en las montañas de Nicaragua. Hay que precisar que Sandino no era comunista. Aunque tenía una gran inclinación a la izquierda, su propósito era mantener un frente único amplio.

C.L.: ¿Qué nos puede decir de la muerte de Sandino?

ESTEBAN PAVLETICH: El uno de enero de 1933 se hizo cargo de la presidencia de Nicaragua el jefe liberal Federico Sacasa. Fue un presidente impuesto por Estados Unidos, al mismo tiempo que imponía como jefe de la Guardia Nacional a Anastasio Somoza. El 2 de enero había salido el último soldado norteamericano de Nicaragua. Sandino se quedó combatiendo contra la Guardia Nacional. Entonces vinieron los trajines para que suscribiera un pacto con Sacasa. Las aves de rapiña de la política nicaragüense lograron la firma. Sandino recibió unas tierras, en las que creó una cooperativa con los cien hombres que le quedaban de su ejército. Todo parecía en paz hasta que un día lo invitaron a Managua, la capital. En la noche, después de cenar en Palacio, fue ametrallado en el aeropuerto. Allí estaba montada una ametralladora. Da la coincidencia de que un mayor disfrazado de cabo que era el ejecutor de la maniobra ideada por Somoza, así como otro oficial, eran masones. Sandino se había incorporado a la masonería en Mérida Yucatán a la Logia Chinambalán. Lo curioso es que en esa misma logia se hizo masón Haya de la Torre. Bueno, el mayor llamó al teatro en el que en ese momento estaba Somoza, escuchando un recital de la declamadora peruana Zoila Rosa Cárdenas. También Somoza era masón, y por eso el mayor quiso consultarle. Pero Somoza se hizo negar. Hay que precisar que horas antes había conferenciado con el embajador de Estados Unidos, Arthur Lane. El hecho es que la orden se cumplió. La ametralladora fue puesta en marcha, y liquidaron al general Sandino, a su hermano Sócrates y a sus generales Francisco Estrada y Juan Pablo Umanzor. Sus cadáveres desaparecieron para siempre.
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Fuente: Diario La Primera. 22/02/09

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