miércoles, 24 de septiembre de 2008

CRACK DEL NEOLIBERALISMO NORTEAMERICANO

Sucedió. El Waterloo del neoliberalismo

Antonio Zapata (historiador)

Diversos analistas han subrayado el efecto paradójico del lunes negro: un cuantioso rescate estatal del colapso generado por instituciones financieras privadas. ¡Dos decenios predicando libre mercado para terminar necesitando el mayor salvataje estatal de la historia universal! Por lo menos alguna convicción neoliberal debe entrar en duda metódica.

Así como la caída del muro de Berlín desmoronó la ilusión comunista ortodoxa, del mismo modo, el lunes negro y sus consecuencias estatistas han de subvertir las convicciones neoliberales. Si el mercado libre optimizaba los beneficios y distribuía adecuadamente las ganancias, cómo así termina en una gigantesca operación de rescate. Alguna explicación merece esta comedia humana.

El problema es que el libre mercado sin regulación estatal conduce a la especulación, a la búsqueda desenfrenada de la ganancia y a la formación de burbujas que estallan de cuando en cuando. Cuando el mercado actúa por sí mismo, con absoluta libertad, el desenfreno suele ser espectacular. Ya sucedió en los años veinte y terminó en el crack de Wall Street.

Del mismo modo, el neoliberalismo especulativo en los EEUU bajo el gobierno de Bush está terminando con la quiebra de la cadena de pagos financieros y la amenaza de recesión mundial. En estos días, los Bancos Centrales intentan frenar la caída inyectando ingentes cantidades de dinero fresco a la economía, al transferir efectivo a cambio de papeles del tesoro. Quizá logren atemperar la crisis, pero la erosión ya de por sí es grande. El tema es que, en caso de peligro mortal, el libre mercado ha culminado arrojándose en manos del Estado. Antes condenado y ahora salvador.

El capitalismo es un sistema cíclico que tiene alzas y bajas. No puede escapar a esta dinámica y las mismas crisis tienen efecto benéfico a largo plazo, porque limpian el mercado de productores ineficientes y permiten un nuevo ciclo expansivo del capital. Pero es un hecho que el capitalismo es ondulante y que estamos entrando en depresión. Años atrás, un economista ruso apellidado Kondriatef postuló que los ciclos del capitalismo estaban agrupados en ondas largas, al alza o a la baja. Cada ciclo dura cinco o siete años, pero pertenece a una onda mayor que apunta a la crisis o al crecimiento. Así habría grandes puntos de quiebre, como la crisis de 1929 por ejemplo.

A partir de entonces terminó el liberalismo clásico, que había apostado por la exportación de materias primas bajo dominio oligárquico. Ese régimen, que entre nosotros duró hasta Leguía, fue común a toda América Latina. Pero, el crack de 1929 fue un momento decisivo. Luego, la mayor parte de Latinoamérica viró a la substitución de importaciones.

El Perú fue una excepción. El APRA fue derrotada durante la crisis revolucionaria de 1930-1933 y se impusieron los agroexportadores. Fueron ayudados por el dinamismo de una diversificada canasta exportadora que pronto se recuperó. Puede que en esta ocasión suceda lo mismo, porque la diversificación exportadora se ha profundizado en los últimos decenios. Pero después del lunes negro viene un bajón de las exportaciones, porque estamos ante una contracción de la demanda mundial.

Recesión ad portas y masivo salvataje estatal son las actuales variables de la economía internacional. Ante este panorama han de redefinirse las ideologías. Como siempre sospechó Carlos Marx, ellas siguen la marcha de acontecimientos más profundos que subyacen bajo superficie y, sin embargo, explotan de pronto, con efectos múltiples que alcanzan a todos. El comunismo terminó con un acto político, como fue una masiva rebelión popular en Europa del Este que derribó el Muro de Berlín.

En ese momento, se impuso el Consenso de Washington, que predicó la absoluta libertad para el mercado y la reducción al mínimo del Estado. Pero ahora con el lunes negro, este neoliberalismo enfrenta su Waterloo. Es evidente que la realidad ha negado el principio del libre mercado, que es libre hasta que enfrenta una crisis terminal, entonces ruega por la intervención del Estado.

Liberalismo y socialismo entraron en pugna hace doscientos años. El predominio de uno u otro ha dependido de los ciclos económicos y de las renovadas respuestas políticas. Pero, cada cambio de ciclo, como el que estamos empezando a vivir, ha sido un fuerte sacudón. Ajústense los cinturones. Entramos en turbulencia.
Fuente: Diario La República

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