miércoles, 30 de abril de 2014

Libro «La leyenda negra de España», Julián Juderías.

"La leyenda negra hizo que lo español se valore peor en España que en otro sitio"

El historiador Luis Español edita el clásico de Julián Juderías, un libro que cumple cien años en 2014 y destapó la gran manipulación histórica de la leyenda negra.


El historiador y divulgador Luis Español acaba de publicar una edición crítica y comentada de un libro que acaba de cumplir cien años pero está de enorme actualidad: «La leyenda negra de España», de Julián Juderías (Esfera de los libros). El gran traductor e historiador que tanta influencia tuvo en figuras como Ramiro de Maeztu y José María de Areilza, publicó en 1914 en cinco entregas su obra más famosa: «La leyenda negra y la verdad histórica».
«La leyenda negra hizo que lo español se valore peor en España que en otro sitio»
ABC
Portada del libro
Apareció en la publicación «La Ilustración Española y Americana». En 1917 publicaría una segunda edición, considerada definitiva. En esta obra denuncia, como nunca antes se había hecho, el éxito que han tenido históricamente las manipulaciones y falsificaciones de los enemigos seculares que nuestra nación tuvo. Hechos como la represión en los Países Bajos, la Inquisición e incluso las denuncias de Fray Bartolomé de las Casas encontraron un eco propagandístico entusiástico que terminó achacando a los españoles una querencia congénita a la crueldad, el fanatismo, y la intolerancia.
«La leyenda negra hizo que lo español se valore peor en España que en otro sitio»
JOSÉ MARÍA DE PABLO
El historiador Luis Español
Hoy que tratamos de hablar de la Marca España como algo positivo, conviene recordar que La Leyenda Negra es, además de una falsedad, una corriente de opinión que tiene incluso éxito en la actualidad, como veremos. Luis Español ha preparado la edición de este libro que conmemora el centenario de tanta lucidez.
- Qué tiene, en su opinión, de actualidad el libro de Juderías?
-Es una reflexión sobre el ser y el devenir de España, y eso en el momento actual es particularmente valioso si consideramos que hace unos días 47 diputados consideraron asumible la idea de despedazar España y los argumentos de quienes les hicieron frente se limitaron a invocar el texto de la Constitución vigente en lugar de hablar de dos mil años de Historia, de los siglos de unificación, de los lazos en común que nos unen desde tiempos de Maricastaña... Así que además de actual, el libro de Juderías resulta especialmente oportuno,incluso necesario. Ese ensayo no perderá nunca actualidad. Sus planteamientos fueron revolucionarios, porque trataba de la imagen, en concreto de la imagen de una nación. Dígame si podría entenderse la historia del siglo XX o del tercer milenio sin apelar a la omnipresencia de la imagen, a la valoración de la imagen. Pues el primer estudio sobre la imagen, en concreto la imagen de una nación y de un pueblo, no lo escribió un sabio extranjero sino un español, madrileño para más señas, llamado Julián Juderías, el primero en llamar la atención sobre el mensaje y no tanto sobre el mensajero…
-Usted es el biógrafo del autor: ¿por qué se embarca Juderías en esa obra, en su momento?
La razón más obvia es que se presentó a un concurso que convocó La Ilustración Española y Americana, la gran revista de la restauración, en junio de 1913. Las condiciones del concurso imponían la óptica de los trabajos, había que presentar un «Estudio histórico, documentado, de asunto español o hispanoamericano, que descubra, analice o esclarezca alguna gloria o merecimiento de España o refute y destruya algún error extendido contra ella.» Juderías ganó el concurso y la revista publicó la obra por entregas a principios de 1914. Pero es que además Juderías llevaba toda la vida preparándose para ese libro. Sus primeras obras pretendían dar a conocer la realidad contemporánea de Rusia, más allá de los clichés. Su preocupación por las leyendas negras, por la propaganda negativa en general, es anterior a su monumental estudio. En artículos anteriores Juderías ya había apuntado absurdos prejuicios contra España y los españoles. Por eso pudo escribir su libro en menos de tres meses: le sobraba el material. Además era un experto de la Era Moderna periodo en que se difunde la Imprenta y surge la propaganda contra una España convertida en potencia global y en campeona del catolicismo.
-¿Cómo percibe Juderías la interiorización de la leyenda negra entre los españoles de su época?
-Como una catástrofe. De las cinco partes en que se divide su obra, dedica una por entero a la influencia que ha ejercido la Leyenda Negra sobre el espíritu de los españoles. Con ejemplos concretos. Sus términos literales son «deplorable» y «desmoralizadora». La consecuencia es el papanatismo que lleva «al desprecio de lo propio y a la admiración irreflexiva de lo ajeno» por usar, de nuevo, sus propias palabras. Juderías fue el primero en comprender la importancia de la autoestima y el derecho a la propia imagen. Al principio de su obra, nos dice que las naciones son como individuos, que viven de su reputación y al final concluye con una pregunta: si se respeta la honra de los individuos, ¿por qué no se ha de respetar la de los pueblos? Esta preocupación de Juderías es muy interesante, porque hay otros ejemplos más cercanos en el tiempo que reflejan esa misma inquietud, y no sólo españoles. Por ejemplo, Nelson Mandela creía, y así lo repite varias veces en sus memorias, que el mayor enemigo para el progreso de los negros era la rémora de una visión negativa de la negritud, interiorizada por los propios negros…
-¿Cree que hemos mejorado en eso en los últimos cien años?
-Sin duda. Y en gran parte gracias a la obra de Juderías, que divulgó la idea de que las estupideces que se contaban acerca de los españoles eran pura leyenda, propaganda negativa sistemática y contumaz a la que, por tanto, no había que conceder el menor crédito. Por otra parte dos Guerras Mundiales han ilustrado la sentencia de Romain Gary «el patriotismo es el amor de lo propio y el nacionalismo el odio de lo ajeno». Europa se ha vacunado contra el nacionalismo, contra el odio. En cambio el amor no es algo exclusivo, puedes ser, a la vez, un patriota español, un patriota europeo y un patriota de la humanidad, porque lo único que haces es ampliar el concepto de «lo propio». Gracias al proceso de unificación, al turismo y a las becas Erasmus, muchos estereotipos han perdido fuerza, en Europa. Curiosamente, el país en que peor se valora España y lo español, hoy por hoy, es la propia España y por dos motivos: el cataclismo educativo y el afán de los palurdos separatistas y localistas por reescribir la Historia en función de sus ridículas tesis, que ha supuesto una reactivación para consumo propio de la propaganda antiespañola.
-¿Por qué recomienda que leamos esta obra?
-Porque nos informa, nos reconforta y nos desafía. Nos proporciona muchísimos datos concretos, perfectamente hilvanados. Te la puedes leer de un tirón, pero además tiene una estructura diáfana y eso te permite buscar los epígrafes y capítulos que más te interesan. El texto es muy entretenido y con ese sentido de la ironía que caracterizaba a don Julián. Es un texto reconfortante porque te reconcilia con tu propia historia y te presenta un pasado interesante que te obliga a hacerte preguntas acerca del valor de las naciones, de en qué consiste, realmente, el progreso, ¡te hace pensar! Sobre todo, es un desafío, un envite que nos lanza Juderías desde la sepultura: tenemos que estar a la altura de nuestra Historia, de nuestros mayores y de nuestros niños. No se trata de desarrollar un absurdo orgullo nacional sino de inocularnos anticuerpos contra la propaganda antiespañola.
-¿Cómo debemos defendernos de falsedades históricas en un país tan acostumbrado a versiones manipuladas de nuestro pasado?
-Debemos defendernos porque las leyendas negras, en general y nuestra Leyenda Negra —la antiespañola, la que hay que escribir con mayúsculas— no son inocuas; persiguen un fin: desprestigiar. Y cuando desprestigias a alguien luego puedes hacerle de todo: robarle, esclavizarlo, matarlo… La Leyenda Negra permitió que los rivales de España le disputaran cualquier derecho y sigue debilitando a los españoles en la jungla de las relaciones internacionales igual que la leyenda negra antijudía facilitó el saqueo de los bienes de los judíos y el Holocausto. No nos podemos permitir el lujo de dejarnos calumniar. Hemos podido comprobar con motivo del caso Odyssey, de la guerra del fletán o de las crisis provocadas regularmente por los británicos en Gibraltar lo fácil que resulta resucitar la Leyenda Negra para quitarnos algo. Toda defensa tiene una parte práctica y otra argumental. La parte práctica consiste en fomentar el patriotismo inteligente que modifique de forma constante y positiva nuestra realidad, que es el mejor de los argumentos y el más eficaz de los desmentidos. Hacer patria consiste en trabajar, criar niños, quererlos y educarlos, pagar los impuestos que te tocan, servir tu comunidad, poner lo mejor de ti mismo al servicio del bien común. Por otra parte está la defensa argumental. Eso lo hizo Juderías, cincelando una joya tan documentada y sensata como La Leyenda Negra. Ahora el desafío lo ha recogido una nueva generación de productores españoles como los de la serie Isabel que ha hecho mucho para acercar al gran público los envites de aquella época y sus protagonistas.
-¿Qué cosas o hechos de la historia España le gustan más y han quedado ocultas por la leyenda negra?
-En términos de civilización, hay dos características españolas que me parecen fascinantes. La primera es una sorprendente capacidad para recuperarse: en el momento en que todo parece perdido, hundido y deprimido, cambian las tornas y volvemos a galopar. La Leyenda Negra, que nos presenta como condenados a la Decadencia no puede aceptar esa realidad, así que la oculta. La segunda característica notable de los españoles es su capacidad para hibridarse, que se traduce en el mestizaje. La Leyenda Negra ha ninguneado un momento clave de la Historia universal como el Descubrimiento, limitándose a satanizar la Conquista. La Conquista fue sin duda una hazaña extraordinaria, pero el Descubrimiento de América, del Pacífico y Filipinas es mucho más interesante, porque es algo personal y mutuo, algo tan íntimo como el encuentro, hace cinco siglos, de un español y una india que se aman, y entre besos y caricias engendran la Raza Cósmica que imaginó Vasconcelos. Ese proceso, descubrir al Otro y fundirse en él prosigue en la actualidad. Ahora en Madrid tenemos naturales de nuestra América que han abierto restaurantes que ofrecen arepas, sancochos o cebiches y tiendas en que puedes comprar panelas de azúcar, plátano macho, yuca o distintos tipos de maíz, que antes, aquí, no consumíamos. Piense en el más ilustre de nuestros conquistadores, nuestro último premio Nobel, que nació en Arequipa…

El caso Odyssey y la leyenda negra

lunes, 28 de abril de 2014

La Coalición Nacional. 120 años del pacto que agrupó a civilistas y demócratas.

La Coalición Nacional: Guerra, política y violencia en el Perú


La historiadora Carmen Mc Evoy analiza la Coalición Nacional a 120 años del pacto que agrupó a civilistas y demócratas.

Carmen McEvoy (Historiadora)

En el verano de 1895 El Comercio publicó un balance de la guerra civil que preludió la caída del gobierno del general Cáceres. El informe periodístico relató la hazaña de 2000 montoneros, mal vestidos y pobremente apertrechados, que derrotaron a 4000 soldados perfectamente armados. El éxito de la montonera coalicionista radicó en su fuerza destructiva pero también en su capacidad de expresar las aspiraciones del “pueblo”. A esta poderosa idea se refirió Nicolás de Piérola cuando señaló que “la conciencia nacional” crecía hora a hora y no existía fuerza en el mundo capaz de detenerla.

"La Coalición Nacional", comandada por la figura carismática del político arequipeño Nicolás de Piérola, se cristalizó el 30 de marzo de 1894. Mediante un pacto firmado por representantes del civilismo, del Círculo Parlamentario y del Partido Demócrata, los coalicionistas se comprometieron a defender el respeto del voto ciudadano. Meses atrás el controversial y reinventado Piérola recibió el título de “Delegado Nacional y Defensor de la Constitución del Estado y de la Verdadera Democracia”. De esa manera quedaron atrás los años de su nefasta dictadura y de su posterior huida a la sierra luego de la derrota peruana en San Juan Y Miraflores.
En el crucial año de 1894 se hacen evidentes las intenciones de Cáceres por postular nuevamente a la presidencia de la república. Para ello emplea una serie de tácticas. La cooptación o eliminación política de la oposición, el uso indiscriminado de la maquinaria y los recursos del estado e incluso la transgresión del orden constitucional conforman la estrategia para imponer su reelección.

La respuesta de la sociedad civil a las intenciones de Cáceres fue el renacer del discurso ciudadano. En la Memoria que Piérola leyó ante la Asamblea Nacional de Delegados Departamentales del Partido Demócrata, señaló que la causa del mal que aquejaba a la república era la ausencia de ciudadanos. Al retomar el viejo concepto de la ciudadanía Piérola se propuso asumir el liderazgo de una revolución sustentada en la vieja tradición republicana.

La pugna entre una renovada coalición republicana y un militarismo ávido por perpetuarse en el poder llegó a su punto climático el 1 de Abril de 1894. Ese día, previsto para la votación de los Colegios Electorales limeños y provincianos, falleció el mandatario saliente, Remigio Morales Bermúdez. La acefalia del ejecutivo fue aprovechada por el general Cáceres quien presionó para que el poder presidencial pasara a otro miembro de su maquinaria militar, el segundo vice presidente Justiniano Borgoño.

Para favorecer el triunfo electoral del cacerismo fue necesario capturar “los resortes del poder”. La respuesta no tardo en llegar. A partir de mayo de ese año los miembros de la “coalición de papel”, como Cáceres y sus adeptos bautizaron al bloque opositor, decidieron alzarse en armas para defender las libertades civiles, en especial el voto, amenazadas por el régimen de turno.

La montonera- estrategia de movilización ensayada durante la guerra de independencia- se erigió en el arma de combate contra el orden cacerista. Como en otras oportunidades el principal objetivo fue derrocar a la tiranía. Los milicianos luchaban, asimismo, por sus intereses locales e incluso por derechos políticos y sociales que les habían sido arrebatados. Lo anterior da cuenta de la vitalidad y el poder de las provincias alzadas en armas y su capacidad de incorporarse a una movilización que exhibió una dimensión nacional.

La característica de la montonera provinciana fue su violencia y su capacidad de sorprender al enemigo. En el distrito norteño de Guadalupe, por ejemplo, la irrupción rebelde permitió que los atacantes llegaran hasta la plaza principal. Una ciudad que cayó tempranamente en poder del coalicionismo fue Huánuco. El 20 de agosto de 1894 la montonera, organizada por el liberal Augusto Durand, logró hacerse del control de ese estratégico departamento. Luego de constituir un “Estado Mayor Revolucionario” se procedió al nombramiento de nuevas autoridades políticas para luego avanzar hacia la rica ciudad minera de Cerro de Pasco.

La toma de Lima, convertida en un inmenso campo de batalla, no fue tarea fácil. La gran mortandad, ocurrida entre el 17 y 18 de marzo de 1895 se debió al combate con modernas armas de precisión entre ellas las ametralladoras, utilizadas por el gobierno. Centenares de cadáveres descompuestos rodeados de charcos de sangre; multitud de caballos muertos; madres y esposas vagando por las calles en búsqueda de sus seres queridos y miles de civiles damnificados, muchos asesinados por las balas y cañonazos que cruzaban la ciudad, fueron el balance de una guerra a muerte.

En el discurso inaugural pronunciado en su toma de mando, el nuevo presidente electo Nicolás de Piérola señaló que el deber fundamental del coalicionismo era construir "el hogar común" de todos los peruanos. Así, Piérola, al igual que Ramón Castilla, Manuel Pardo, y el mismo Andrés A. Cáceres-quien partió días después de su derrota a un exilio en Europa- no sólo repitió el ritual fundacional del republicanismo auroral sino que dio inicio a su mandato con un país en escombros. El siglo XX, con sus luces y sombras, es en gran parte el heredero de los logros-la reconstrucción nacional- pero también de los errores-la conflictividad y la restricción del voto indígena- del coalicionismo decimonónico.

Fuente: Revista Caretas N° 2329. 10 de abril del 2014.

jueves, 24 de abril de 2014

Noventa años de la muerte de Lenin. Una mirada histórica.

Vladimir Ilich Lenin

Antonio Zapata (Historiador)
Hace poco se cumplieron noventa años de la muerte de Lenin, uno de los protagonistas principales del siglo XX. Durante décadas gozó de inmenso prestigio y su tumba en la Plaza Roja simbolizó el ideal revolucionario. Sin embargo, tras la caída del Muro de Berlín en 1989, esa fama súbitamente se evaporó.
Desde entonces, en Occidente, Lenin es una figura casi olvidada, porque no sintoniza con las preocupaciones e inquietudes contemporáneas. Ese desplazamiento al anonimato guarda relación directa con la suerte de su obra principal: la URSS.
Lo que impresiona de Lenin es su capacidad para haber tomado el poder desafiando las condiciones objetivas. Lo suyo fue el triunfo máximo de la voluntad. Cuando comenzó, sus partidarios eran un puñado, pero quince años después, había derrocado al zar y alcanzado el gobierno de la nación más extensa del planeta. Además, transformó la sociedad y economía de un modo radical, estableciendo un Estado de nuevo tipo sólidamente en control del partido comunista.
La base de su propuesta fue formar un partido disciplinado, compuesto por cuadros dedicados profesionalmente a la revolución. Este aparato era centralizado por un periódico que marcaba la línea. No importaba ser minoría, sino estar listo para la toma del poder, entendida como asalto al cielo. El castillo tenía las puertas cerradas, pero un grupo audaz y bien guiado podría escalar sus muros y acceder al poder.
Se impuso una tarea formidable y tuvo éxito. Las matanzas de la Primera Guerra Mundial trastocaron el orden político tradicional, y al final del combate se derrumbaron los viejos imperios: alemán, austriaco y ruso. Era la coyuntura largamente esperada por el partido bolchevique.
En ese momento, Lenin supo dar un giro que no fue bien comprendido por sus partidarios más ortodoxos. Los bolcheviques habían creído que la autocracia zarista sería sucedida por el capitalismo liberal y que solo cuando este hubiera cumplido su obra vendría el momento del socialismo. Pero Lenin vio la ocasión para vencer simultáneamente a dos rivales: zarismo y liberalismo burgués. Efectivamente, el gobierno provisional ruso se derrumbó al no poder alcanzar la paz con Alemania y, al querer seguir peleando la Primera Guerra, dio oportunidad a los bolcheviques para capturar el Palacio de Invierno.

La tercera lección significativa de Lenin sobrevino luego de la toma del poder. No se aferró a una línea, sino que fue muy flexible, con tal de conservar férreamente el control del Estado. En ocasiones viró a la derecha, concediendo derechos al mercado y a la propiedad privada, como por ejemplo cuando estableció la Nueva Política Económica, llamada NEP.

En otras ocasiones fue duro e inflexible. Por ejemplo, cuando reprimió las manifestaciones de los marineros del Kronsdat, que habían luchado por la revolución, pero luego quisieron derribar a los bolcheviques para imponer el anarquismo. Concesivo e inflexible a la vez, su norte estaba puesto en la conservación del poder.
Lenin quiso crear un nuevo tipo de Estado y adaptó la táctica a ese objetivo estratégico. Siete décadas después, su sueño llegó al fin con la disolución de la URSS. En ese momento pareció que ganaban el liberalismo y la democracia. Pero, el país líder, EEUU, se enfrascó en constantes guerras que lo han desgastado sin obtener ninguna victoria concluyente: Irak, Afganistán, las drogas, etc. Ese desgaste fue bien aprovechado por la China, que se proyecta como nueva potencia emergente.
Ese resultado se viene construyendo ante nuestros ojos precisamente en estos días. En ese escenario, Lenin no ha desaparecido. Si el triunfo fuera del liberalismo occidental carecería de sitio, pero en China gobierna un partido comunista que para conservar el poder ha ido de izquierda a derecha sin tapujos. Como hubiera querido Lenin, que de pronto vuelve a ser un modelo, esta vez no de revolucionario, sino del nuevo amo del mundo.
Fuente: Diario La República. 23 de abril del 2014.

viernes, 18 de abril de 2014

Historia de la violencia moral, religiosa, simbólica, cultural y física contra la mujer.

Las mujeres en los orígenes del cristianismo

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género.


Juan José Tamayo
En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.
La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.
Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no sé hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.
La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

La mayoría de las religiones se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres
El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.
En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.
A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.
Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “Ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.
Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el poder y la gloria, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. ¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy, cuestionar la primacía de Pedro, recuperar el cristianismo inclusivo del comienzo y crear nuevas alianzas. Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas y la teología feminista caminan en dirección similar.
Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013).
Fuente: Diario El País. 17 de abril del 2014.

sábado, 12 de abril de 2014

La utilización de la Historia para legitimar posturas políticas. Los nacionalismos en España.

Cuando éramos libres y felices

La retórica política sigue refiriéndose a un pasado paradisíaco, una época anterior mejor que la actual. Pero no hay el menor indicio de que fuera así. Sería preferible debatir sobre el presente sin recurrir a los mitos.


José Álvarez Junco (Historiador)
La utilización de la Historia para legitimar dominaciones políticas se basó, durante milenios, en la existencia de antecedentes remotos e ilustres. Nada justificaba más un poder político que tener una antigüedad de milenios. Y nada proporcionaba mayor autoestima colectiva que provenir —el pueblo entero o su casta dirigente— de héroes legendarios. De ahí las repetidas invenciones de reyes o personajes que habrían protagonizado hazañas sobrehumanas. Hoy, estas no pasan de ser cuentos infantiles, algunos muy fascinantes. Pero no sirven ya para justificar nuestras estructuras o propuestas políticas, algo que en la actualidad es producto del debate y de la voluntad popular.
Hay, sin embargo, aspectos en los que seguimos anclados en la leyenda. La retórica política sigue refiriéndose, por ejemplo, a un pasado paradisíaco, una época en la que las relaciones sociales fueron más naturales, armoniosas y felices de lo que lo son en la actualidad. Se trataría de una Edad de Oro, un mundo perfecto, anterior al surgimiento del mal.
Son tantos y tan constantes los ejemplos que podrían citarse de este tipo de nostalgia que se siente uno tentado de explicarlo, en términos psicoanalíticos, como un deseo universal de retorno al seno materno. Recordemos el Paraíso Terrenal, de la Biblia, o la “Edad de Oro” de los clásicos grecolatinos (un “reino de Saturno”, anterior al destronamiento de este dios por su hijo Júpiter, caracterizado por la abundancia y la comunidad de bienes, la inexistencia de enfermedades o de esclavitud). Los primeros teólogos cristianos recibieron la leyenda de la Edad de Oro a través de la filosofía estoica y la fundieron con la del Paraíso bíblico. Durante toda la Edad Media, la Iglesia siguió manteniendo que en una sociedad “natural” reinarían la igualdad y la comunidad de bienes. Era un mero recurso retórico, ya que de inmediato se justificaba la existencia de jerarquías sociales, propiedad privada y coacción gubernamental debido a que una naturaleza “caída” como la humana exigía estas instituciones imperfectas.
En parte por herencia cristiana, y en tiempos mucho más recientes, el socialismo clásico recurrió al “comunismo primitivo”, paraíso del que la humanidad habría salido tras el pecado originario de la apropiación privada. Engels, apoyándose en Morgan y Bachofen, idealizó aquella “antigua sociedad de las gens, sin clases” de la que se salió por una “degradación”, una “caída”, al instituirse la propiedad privada; a partir de entonces, dominaron la codicia, el egoísmo y “los intereses más viles”, impuestos por “los medios más vergonzosos” —la violencia, la perfidia, el robo—. Y el “abuelo” del anarquismo español, Anselmo Lorenzo, escribió que la futura sociedad sin autoridad, realización de “la felicidad humana, la igualdad, la libertad y la justicia”, sería “como el reingreso de la humanidad en aquel paraíso de la fábula genesiaca, enriquecido con los infinitos del progreso”.
Han sido sobre todo los nacionalismos los que han hecho del pasado una pieza esencial del discurso
Pero han sido sobre todo los nacionalismos los que han hecho del mito del pasado feliz pieza esencial de su discurso. Todos ellos han planteado su programa como una “recuperación del pasado nacional”, a partir de narraciones o “recuerdos” mitificados de antiguos reinos o imperios autóctonos que fueron periodos de esplendor para su comunidad. Los nacionalistas tienen, además, una ventaja sobre las religiones o las utopías sociales: que resuelven con más facilidad el problema teodiceico, el origen del mal. Porque, a decir verdad, si se cree en un Dios omnipotente y omnisciente es muy difícil explicar el origen de las desgracias humanas. Que exista un demonio no resuelve nada, porque ¿no ha sido Dios todopoderoso el creador de este personaje maléfico y no sabía él de antemano las consecuencias de su creación? En cuanto al socialismo, ¿qué explica que la humanidad abandonara aquella situación feliz de comunismo primitivo y optara por la propiedad privada? ¿Qué nos garantiza que no volverá a ocurrir lo mismo después de hacer esta revolución que tantas penalidades nos está costando? Los nacionalistas, en cambio, resuelven este problema con soltura, atribuyendo todos los males a las interferencias foráneas, esos malvados extranjeros que son los únicos culpables de las distorsiones que han perturbado nuestra idílica situación originaria.
Así, el mito ha complementado a la razón en los planteamientos políticos modernos. A partir de los enormes descubrimientos y novedades que ha vivido la humanidad en el último medio milenio, cuando en filosofía se ha ido imponiendo la razón sobre la fe y la tradición, pareció que la argumentación política también se basaría en principios tales como la libertad o la igualdad, y que solo recurrirían a la Historia los defensores del orden tradicional. Pero no fue así. También los revolucionarios se inventaron sus mitos históricos.
A finales del XVI, los monarcómacos franceses se rebelaron contra el absolutismo denunciando su “novedad” frente a un pasado de libertades. Algo parecido harían los revolucionarios ingleses en el XVII, reclamando el retorno (la “revolución”) a las libertades sajonas, a partir del mito del “inglés nacido libre”. Y aunque la Gran Revolución de 1789 se apoyó en la razón y decidió arrojar al cubo de la basura el recurso al pasado como justificación de los privilegios políticos, también algún revolucionario, como Sieyès, ancló sus demandas en antecedentes históricos (el pueblo galo frente a la nobleza celta).
Pese a que la razón se impuso sobre la tradición, también los revolucionarios apelaron a mitos históricos
En el caso español, los liberales gaditanos, que no podían acudir al racionalismo ni a la terminología revolucionaria para no parecerse al enemigo, se inventaron también un idílico pasado de libertades medievales que se supone restablecía la Constitución de 1812. El historiador Martínez Marina describió unas Cortes medievales que limitaban el poder del monarca, que elegían y destituían reyes y les hacían jurar los fueros y libertades, cosa que en realidad nunca ocurrió. La idea era que en la historia española había habido un feliz periodo de libertad, que además expresaba la verdadera “forma de ser” de los españoles, y que la propuesta de establecer un régimen político constitucional no era sino un retorno a aquella situación.
Pero este recurso a la Historia resultó un fiasco. Porque, siguiendo las huellas de los primeros liberales, también el romanticismo catalán idealizó sus glorias medievales: su imperio mediterráneo, su literatura, su lengua… y sus libertades. Y se empezaron a recuperar invenciones barrocas, muy sensatamente descartadas durante el siglo ilustrado. No serían verdad aquellas leyendas, argüían los románticos, pero qué hermosas eran. Y con la Renaixença empezó un culto al pasado que fue la base del posterior nacionalismo, enfrentado al final con el españolismo.
No menos idealizaron los vascos su paraíso perdido, pese a que esta identidad haya tendido a ser menos autoconmiserativa que la catalana. “Feliz vivía el pueblo vasco en sus montañas hasta que por las fronteras se nos entraron los hábitos emponzoñados de los liberales…”, escribiría, en pleno siglo XX, el tradicionalista, luego franquista, Esteban Bilbao. Los vascos, nunca derrotados ni invadidos, siempre fueron independientes. Se vincularon de forma pactada con el reino de Castilla, a condición de que se respetaran sus fueros y libertades. Y aquel mundo feliz desprovisto de tensiones y desgarramientos internos fue al fin perturbado por la “invasión” de los abyectos maketos o españoles.
Incluso en Andalucía, en el revival autonomista de los años setenta se publicaron estudios con pretensiones científicas que hablaban de los “soberbios avances de la Antigüedad y el Medievo”, de Tartessos o el Islam como espléndidas culturas basadas en el “modo de producción andalusí” (¡basado en el despilfarro!) y de sus “retrocesos” posteriores debidos a la “dominación de Castilla” sobre la nación andaluza.
No hay el menor indicio de que haya habido tiempos felices en el pasado humano. Lo que constatan los documentos existentes son constantes quejas de nuestros ancestros por los malos tiempos que les ha tocado vivir. Tampoco es cierto que los reinos peninsulares vivieran bajo un régimen “liberal” o “constitucional” en la Edad Media; ni que Cataluña fuera “independiente” antes de 1714; ni que los vascos lo hayan sido siempre (ni nunca)… Las propuestas políticas son legítimas en sí mismas, sin necesidad de apoyarlas en mitos. Debatámoslas, considerando simplemente sus ventajas e inconvenientes actuales. Quizás así nos entendamos mejor.
José Álvarez Junco es catedrático de Historia en la Universidad Complutense de Madrid. Su último libro es Las historias de España (Pons/Crítica)
Fuente: Diario El País. 12 de abril del 2014.

Reflexión sobre las mundializaciones por Jacques Le Goff.

Suerte y desgracia de las mundializaciones

Jacques Le Goff (Historiador)
El conocimiento de las formas anteriores de mundialización es necesario para comprender las que vivimos y para adoptar las posiciones que conviene tomar frente a este fenómeno. Dos obras escritas en los años setenta atañen a una noción que creo que es capital para el problema de la mundialización, y en particular de la actual: la de la economía-mundo. Estos dos libros son el del sociólogo norteamericano Immanuel Waller Stein The Modern World System (1974) y el del historiador francés Fernand Braudel en el tercer volumen de Le Temps du mondede su Civilisation materielle. Économie et capitalisme, Xème-XVIIIème siècle (1979). (...)
El fenómeno que se produce hoy día es que en el fenómeno de la mundialización hay una primacía de lo económico. Es una primacía relativamente reciente que surge en Occidente con el capitalismo de los siglos XVI y XVII, y que Sismondi definió muy bien a principios del siglo XIX en sus Nouveaux principes d'économie politique (1819): 'El género humano, o toda esta parte del género humano que comercia junta y que de alguna forma no constituye más que un solo mercado'. Como la principal señal de la mundialización son los precios, conviene reflexionar sobre el hecho de que el dinero (y los precios) es un fenómeno esencial en el corazón de la mundialización. Pero Fernand Braudel insiste con fuerza en el hecho de que pensar sólo en la economía sería no sólo un error, sino un peligro. 'La historia económica del mundo', escribe, 'es la historia entera del mundo, pero vista desde un solo observatorio: el observatorio económico. Elegir este observatorio es privilegiar de antemano una forma de explicación unilateral y peligrosa'.
Este autor subraya que en toda mundialización hay cuatro aspectos esenciales, que, según él, constituyen también órdenes: un aspecto económico, un aspecto social, un aspecto cultural y un aspecto político. Insiste también en el hecho de que estos órdenes, aunque son útiles para analizar el fenómeno, no funcionan y no deben considerarse por separado, sino que forman en cierto sentido un sistema y no se puede aislar la economía de los otros aspectos (es muy importante hoy día y las lecciones del pasado deben iluminarnos). (...) Las mundializaciones históricas señaladas por Braudel son: la antigua Fenicia, Cartago, Roma, la Europa cristiana, el Islam, Moscovia, China e India. Estas mundializaciones, que también adquieren forma de imperios -y esto plantea un problema si se quieren analizar históricamente-, se han presentado primero como construcciones esencialmente políticas: es el caso de Roma, de China y de la guirnalda de países dependientes de que se ha rodeado, de India.
El caso de Roma me parece especialmente interesante, porque los romanos tenían la impresión de que extendían su dominación sobre el conjunto del mundo habitado y proyectaban hacerlo. Por lo tanto, ahí había una verdadera intención mundializadora. Habían retomado el término griego para designar ese mundo habitado -la ecúmene- y el Imperio Romano se presentaba como el gobierno de la ecúmene.
Por otra parte, se podrían encontrar mundializaciones parciales; por ejemplo, la Hansa, que reagrupaba en la Edad Media a toda una serie de ciudades y corporaciones en Europa del norte. Aquí aparece otra noción importante cuando se habla de la mundialización: la noción de red. El fenómeno de la mundialización tiende a constituir redes y a apoyarse sobre estas redes. (...) La mundialización implica que hay un desarrollo. Es un término que significa una evolución, y la mundialización es un fenómeno que conquista espacios y sociedades. Hay una respiración de la historia entre los periodos de globalización / mundialización (hay que distinguir periodos de expansión de los imperios a pesar de los lazos entre los dos movimientos) y periodos de fragmentación. Pero hay un hilo conductor, más o menos continuo, de perseverancia de la mundialización como futuro de la historia. Esta tendencia está estimulada por los avances de la técnica y de los instrumentos de comunicación. (...) Fernand Braudel subrayaba que la mundialización capitalista moldeaba el espacio político-geográfico. Alrededor de un centro, de una ciudad, sede de un organismo de impulso, la Bolsa, funcionaban 'brillantes segundos' más o menos alejados, y la relación centro-periferia dominaba este sistema jerarquizado espacialmente. Fueron, sucesivamente, Amberes, Amsterdam, Londres, Nueva York. Yo creo más en la importancia de ciertos espacios y Estados económico-políticos. En la Antigüedad fue la Roma mediterránea; de la Edad Media al siglo XV, Europa; hoy día, Estados Unidos. El dominio de la mundialización exige una resistencia razonable y razonada a estas hegemonías. (...) En el fenómeno de la mundialización hay una idea de éxito, de conseguir algo; pero si hay progreso, al mismo tiempo, correlativamente, están las desgracias ligadas a las mundializaciones históricas y que ponen de relieve los peligros de la mundialización actual. ¿Qué aportó Roma a esta ecúmene que ella dominó durante siglos? Le aportó la paz; la pax romana es un elemento ligado a la mundialización. Por consiguiente, el espacio de la mundialización puede y debe considerarse un espacio pacífico. Evidentemente, hay que saber lo que significa esta pacificación, cómo se ha obtenido -desgraciadamente, a menudo se ha conseguido con la guerra- y qué representa la dominación, aunque sea pacífica, que ha aportado.
La mundialización romana aportó a los habitantes, o en todo caso a la capa superior de los habitantes de este espacio mundial, la sensación de una ciudadanía universal: ciudadanos del mundo. El ejemplo más conocido es Pablo de Tarso, San Pablo, ese judío que devino cristiano, que afirmaba con fuerza: 'Cives romanus sum' ('Soy ciudadano romano').
Por otra parte, la mundialización romana llevó a la formación de un espacio jurídico; por lo tanto, hay nociones y prácticas de derecho ligadas a esta pacificación y que deben acompañarla.
Por último (¿accesoriamente?), hay un problema que dura hasta hoy: el de la lengua, la unificación lingüística.
¿Qué hay que poner en la cuenta de esta mundialización? Al final de un periodo muy largo -varios siglos-, la mundialización romana se mostró incapaz de integrar o asimilar a los nuevos ciudadanos, a los que había llamado 'bárbaros', y que, al no poder integrarse en el espacio y el sistema romanos, se sublevaron contra él. En general, la mundialización llama, a largo o corto plazo, a la revuelta de aquellos para los que no supone un beneficio, sino una explotación e incluso una expulsión.
La colonización ligada a la expansión de Europa, y que acabó bajo las formas del capitalismo, comenzó en los siglos XV y XVI, y afectó sobre todo a África y América. Entre lo que se puede llamar progreso hay que decir que puso fin -me choca que se hable tan poco de ello- a la crueldad de las dominaciones y de las culturas precolombinas en América. Los Estados aztecas, incas e incluso mayas eran Estados de una gran crueldad interna, cuyo caso más llamativo eran los sacrificios humanos.
Un problema muy importante en lo que respecta a la mundialización es lo que ocurre desde el punto de vista de la salud, del estado biológico de las poblaciones. Ahí, el balance también es desigual. En América, el resultado fue un resultado globalmente catastrófico. Los colonizadores aportaron involuntariamente, excepto quizá indirectamente por la difusión del alcohol, sus enfermedades, sus microbios, sus bacilos, y perturbaron profundamente, o destruyeron, el equilibrio biológico de los pueblos mundializados. Pero también hay que ver cómo esta colonización aportó los avances de la higiene y de la medicina (más recientemente, esto es especialmente cierto en África).
Además, no creo ceder al mito de los colonizadores franceses, en particular del siglo XIX y la III República, si digo que la mundialización debe aportar, y aporta a menudo, la difusión de la escuela, del saber, del uso de la escritura y de la lectura.
Desde luego, en el otro platillo de la balanza, me aparecen dos grandes desgracias: lo que llamaría violación de las culturas anteriores de los pueblos con una auténtica destrucción de esas culturas. Aquí tiene que entrar en juego un componente importante de la mundialización: la religión. (...) Me gustaría hablar (...) de lo que podríamos llamar, aun a riesgo de resultar chocante, los peligros del monoteísmo. La mundialización ha adquirido un carácter universal con las religiones -dejando aparte el judaísmo, que sólo se dirige a una sociedad particular-, y el cristianismo o el islam, con el monoteísmo, han aportado una idea que se desliza fácilmente -la historia lo ha demostrado- hacia la intolerancia e incluso la persecución.
Por otra parte, (...) nos damos cuenta de que, sobre todo desde que el aspecto económico se ha vuelto primordial, la mundialización desarrolla, crea o en todo caso exacerba la oposición entre pobres y ricos o dominantes. El empobrecimiento es un mal hasta ahora casi inevitable de las mundializaciones. (...). Las mundializaciones no sólo han violado las culturas, sino también la historia. 'Pueblos sin historia': esta expresión, inventada a menudo por los colonizadores, ha herido a poblaciones que de hecho tenían una historia, a menudo oral, una historia particular, y que fueron realmente destruidas. La destrucción de la memoria, de la historia del pasado, es algo terrible para una sociedad.
Jacques Le Goff es historiador. Este texto recoge amplios fragmentos de su intervención en el Foro de la Academia Universal de las Culturas cebrado el 13 y 14 de noviembre en París (www.academie-universelle.org). © Le Monde.
Fuente: Diario El País. 24 de noviembre del 2001.

jueves, 10 de abril de 2014

Entrevista a Jacques Le Goff "el ogro historiador".

"Seguimos viviendo en la Edad Media", dice Jacques Le Goff

Fue una etapa brillante, dice el historiador.

Luisa Corradini

Discípulos y colegas llaman al francés Jacques Le Goff "el ogro historiador". Es una referencia al desaparecido Marc Bloch, cofundador de l'Ecole des Annales, quien afirmaba que un buen historiador "se parece al ogro de la leyenda: allí donde huele carne humana, sabe que está su presa".
De un ogro, Jacques Le Goff tiene la estatura y el apetito. También tiene una insaciable curiosidad que lo llevó a transformarse en una referencia mundial sobre la historia de la Edad Media, período al cual el hombre contemporáneo le debe muchas de sus conquistas, dice.
A los 82 años, Jacques Le Goff sigue trabajando, a pesar de la profunda tristeza que le provocó la reciente muerte de su esposa -después de casi 60 años de vida en común- y de una caída que desde 2003 lo mantiene recluido en su departamento de París.
Con cualquiera de sus libros -tantos que podrían formar una biblioteca- todo lector se siente inteligente y erudito.
Aún más que sus condiscípulos George Duby, Emmanuel Le Roy Ladurie y François Furet, Le Goff recurrió a todas las disciplinas para estudiar la vida cotidiana, las mentalidades y los sueños de la Edad Media: antropología, etnología, arqueología, psicología? Sus obras mezclan conocimiento y perspectivas. Con ellas es posible introducirse en un medioevo fascinante, donde se estudiaba y se enseñaba a Aristóteles, Averroes y Avicenas, las ciudades comenzaban a forjarse una idea de la belleza y los burgueses financiaban catedrales que inspirarían a Gropius, Gaudi y Niemeyer. En esa Edad Media masculina, la mujer era respetada, las prostitutas, bien tratadas y hasta desposadas, y solía suceder que las jovencitas aprendieran a leer y a escribir.
-Los historiadores no consiguen ponerse de acuerdo sobre la cronología de la Edad Media. ¿Cuál es la correcta, a su juicio?
-Es verdad que no todos los historiadores coinciden en esa cronología. Para mí, la primera de sus etapas comienza en el siglo IV y termina en el VIII. Es el período de las invasiones, de la instalación de los bárbaros en el antiguo imperio romano occidental y de la expansión del cristianismo. Déjeme subrayar que Europa debe su cultura a la Iglesia. Sobre todo, a San Jerónimo, cuya traducción latina de la Biblia se impuso durante todo el medioevo, y a San Agustín, el más grande de los profesores de la época.
-Usted, gran anticlerical, jamás deja de destacar el papel de la Iglesia en los mayores logros de la Edad Media.
-¡Pero no es necesario ser un ferviente creyente para hablar bien de la Iglesia! También soy un convencido partidario del laicismo: principio admirable, establecido por el mismo Jesús cuando dijo: "Al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios". Pero, volviendo a la cronología, la segunda etapa está delimitada por el período carolingio, del siglo VIII al X.
-El imperio de Carlomagno fue, para muchos, el primer intento verdadero de construcción europea?
-Falso. En realidad se trató del primer intento abortado de construcción europea. Un intento pervertido por la visión "nacionalista" de Carlomagno y su patriotismo franco. En vez de mirar al futuro, Carlomagno miraba hacia atrás, hacia el imperio romano. La Europa de Carlos V, de Napoleón y de Hitler fueron también proyectos antieuropeos. Ninguno de ellos buscaba la unidad continental en la diversidad. Todos perseguían un sueño imperial.
-Usted escribió que a partir del año 1000 apareció una Europa soñada y potencial, en la cual el mundo monástico tendría un papel social y cultural fundamental.
-Así es. Una nueva Europa llena de promesas, con la entrada del mundo eslavo en la cristiandad y la recuperación de la península hispánica, que estaba en manos de los musulmanes. Al desarrollo económico, factor de progreso, se asoció una intensa energía colectiva, religiosa y psicológica, así como un importante movimiento de paz promovido por la Iglesia. El mundo feudal occidental se puso en marcha entre los siglos XI y XII. Esa fue la Europa de la tierra, de la agricultura y de los campesinos. La vida se organizaba entre la señoría, el pueblo y la parroquia. Pero también entraron en escena las órdenes religiosas militares, debido a las Cruzadas y a las peregrinaciones que transformarían la imagen de la cristiandad. Entre los siglos XIII y XV, fue el turno de una Europa suntuosa de las universidades y las catedrales góticas.
-En todo caso, para usted, la Edad Media fue todo lo contrario del oscurantismo.
-Aquellos que hablan de oscurantismo no han comprendido nada. Esa es una idea falsa, legado del Siglo de las Luces y de los románticos. La era moderna nació en el medioevo. El combate por la laicidad del siglo XIX contribuyó a legitimar la idea de que la Edad Media, profundamente religiosa, era oscurantista. La verdad es que la Edad Media fue una época de fe, apasionada por la búsqueda de la razón. A ella le debemos el Estado, la nación, la ciudad, la universidad, los derechos del individuo, la emancipación de la mujer, la conciencia, la organización de la guerra, el molino, la máquina, la brújula, la hora, el libro, el purgatorio, la confesión, el tenedor, las sábanas y hasta la Revolución Francesa.
-Pero la Revolución Francesa fue en 1789. ¿No se considera que la Edad Media terminó con la llegada del Renacimiento, en el siglo XV?
-Para comprender verdaderamente el pasado, es necesario tener en cuenta que los hechos son sólo la espuma de la historia. Lo importante son los procesos subyacentes. Para mí, el humanismo no esperó la llegada del Renacimiento: ya existía en la Edad Media. Como existían también los principios que generaron la Revolución Francesa. Y hasta la Revolución Industrial. La verdad es que nuestras sociedades hiperdesarrolladas siguen estando profundamente influidas por estructuras nacidas en el medioevo.

-¿POR EJEMPLO?

-Tomemos el ejemplo de la conciencia. En 1215, el IV Concilio de Latran tomó decisiones que marcaron para siempre la evolución de nuestras sociedades. Entre ellas, instituyó la confesión obligatoria. Lo que después se llamó "examen de conciencia" contribuyó a liberar la palabra, pero también la ficción. Hasta ese momento, los parroquianos se reunían y confesaban públicamente que habían robado, matado o engañado a su mujer. Ahora se trataba de contar su vida espiritual, en secreto, a un sacerdote. Tanto para mí como para el filósofo Michel Foucault, ese momento fue esencial para el desarrollo de la introspección, que es una característica de la sociedad occidental. No hace falta que le haga notar que bastaría con hacer girar un confesionario para que se transformara en el diván de un psicoanalista.
-Usted habla de emancipación de la mujer en la Edad Media. ¿Pero aquella no fue una época de profunda misoginia?
-Eso dicen y, naturalmente, hay que poner las cosas en perspectiva. Yo sostengo, sin embargo, que se trató de una época de promoción de la mujer. Un ejemplo bastaría: el culto a la Virgen María. ¿Qué es lo que el cristianismo medieval inventó, entre otras cosas? La Santísima Trinidad, que, como los Tres Mosqueteros, eran, en realidad, cuatro: Dios, Jesús, el Espíritu Santo y María, madre de Dios. Convengamos en que no se puede pedir mucho más a una religión que fue capaz de dar estatus divino a una mujer. Pero también está el matrimonio: en 1215, la Iglesia exigió el consentimiento de la mujer, así como el del hombre, para unirlos en matrimonio. El hombre medieval no era tan misógino como se pretende.
-La invención del purgatorio, a mediados del siglo XII, parece haber sido también uno de los momentos clave para el desarrollo de nuestras sociedades actuales.
-Así es. Curiosamente, lo que comenzó como un intento suplementario de control por parte de la Iglesia, concluyó permitiendo el desarrollo de la economía occidental tal como la practicamos en nuestros días.

-¿CÓMO ES ESO?

-La invención del purgatorio se produjo en el momento de transición entre una Edad Media relativamente libre y un medioevo extremadamente rígido. En el siglo XII comenzó a instalarse la noción de cristiandad, que permitiría avanzar, pero también excluir y perseguir: a los herejes, los judíos, los homosexuales, los leprosos, los locos... Pero, como siempre sucedió en la Edad Media, cada vez que se hacían sentir las rigideces de la época los hombres conseguían inventar la forma de atenuarlas. Así, la invención de un espacio intermedio entre el cielo y el infierno, entre la condena eterna y la salvación, permitió a Occidente salir del maniqueísmo del bien y del mal absolutos. Podríamos decir también que, inventando el purgatorio, los hombres medievales se apoderaron del más allá, que hasta entonces estaba exclusivamente en manos de Dios. Ahora era la Iglesia la que decía qué categorías de pecadores podrían pagar sus culpas en ese espacio intermedio y lograr la salvación. Una toma de poder que, por ejemplo, permitiría a los usureros escapar al infierno y hacer avanzar la economía. También serían salvados de este modo los fornicadores.
-Pero hasta la aparición del sistema bancario reglamentado, en el siglo XVIII, tanto la Iglesia como las monarquías sobrevivieron gracias a los usureros. ¿Por qué condenarlos al infierno?
-Porque así lo establecían las escrituras, como en la mayoría de las religiones. En el universo cristiano medieval, la usura era un doble robo: contra el prójimo, a quien el usurero despojaba de parte de su bien, pero, sobre todo, contra Dios, porque el interés de un préstamo sólo es posible a través del tiempo. Y como el tiempo en el medioevo sólo pertenecía a Dios, comprar tiempo era robarle a Dios. Sin embargo, el usurero fue indispensable a partir del siglo XI, con el renacimiento de la economía monetaria. La sed de dinero era tan grande que hubo que recurrir a los prestamistas. Entonces la escolástica logró hallarles justificaciones. Surgió así el concepto de mecenas. También se aceptó que prestar dinero era un riesgo y que era normal que engendrara un beneficio. En todo caso, y sólo para los prestamistas considerados "de buena fe", el purgatorio resultó un buen negocio.
-La Edad Media también inventó el concepto de guerra justa, vigente hasta nuestros días, como lo demostraron los debates en la ONU sobre la guerra en Irak. Curioso, ya que el cristianismo es portador de un ideal de paz. Hasta se podría decir que es antimilitarista.
-Es verdad. Ordenándole a Pedro que enfundara su espada, Cristo dijo: "Quien a hierro mate, a hierro morirá". Los primeros grandes teóricos cristianos latinos eran pacifistas. Pero todo cambió a partir del siglo IV, cuando el cristianismo se transformó en religión de Estado.
-En otras palabras, los cristianos se vieron obligados a cristianizar la guerra.
-En esa tarea tendrá un papel fundamental San Agustín, el gran pedagogo cristiano. Para él, la guerra es una consecuencia del pecado original. Como éste existirá hasta el fin de los tiempos, la guerra también existirá por siempre. San Agustín propuso, entonces, imponer límites a esa guerra. En vez de erradicarla, decidió confinarla, someterla a reglas. La primera de esas reglas es que sólo es legítima la guerra declarada por una persona autorizada por Dios. En la Edad Media, era el príncipe. Hoy es el Estado, el poder público. La segunda regla es que una guerra es justa sólo cuando no persigue la conquista. En otras palabras: las armas sólo se toman en defensa propia o para reparar una injusticia. Esas reglas siguen perfectamente vigentes en nuestros días.
-¿Se podría decir que el hombre medieval trataba de preservar la cristiandad de todo aquello que amenazaba su equilibrio?
-Constantemente. Déjeme evocar como ejemplo el que para mí fue el aspecto más negativo de la época: la condena absoluta del placer sexual, simbolizado por el llamado "pecado de la carne". La alta Edad Media asumió las prohibiciones del Antiguo Testamento. Desde entonces, el cuerpo fue diabolizado, a pesar de algunas excepciones, como Santo Tomás de Aquino, para quien era lícito el placer en el acto amoroso. Frente a la opresión moral, la sociedad medieval reaccionó con la risa, la comedia y la ironía. El universo medieval fue un mundo de música y de cantos, promovió el órgano e inventó la polifonía.
-Hace un momento hizo referencia a los fornicadores que tuvieron un lugar en el purgatorio. ¿Cómo fue esto posible en una época de tanta represión sexual?
-Hay una anécdota que ilustra perfectamente la dualidad medieval. El rey Luis IX de Francia, que después sería canonizado como San Luis, tenía una vitalidad sexual desbordante. En los períodos en que las relaciones carnales eran lícitas (fuera de las fiestas religiosas), el monarca no se contentaba con reunirse con su esposa por las noches. También lo hacía durante el día. Esto irritaba mucho a su madre, Blanca de Castilla, que en cuanto se enteraba de que su hijo estaba con la reina intentaba introducirse en la habitación para poner fin a sus efusiones. Luis IX decidió entonces poner un guardián ante su puerta, que debía prevenirlo y darle tiempo de disimular su desenfreno. Ese hombre lleno de ardor tuvo once hijos y cuando partió a la Cruzada, en 1248, llevó a su mujer, a fin de no privarse de sus placeres sexuales. ¡No imaginará usted que la Iglesia podía enviar a San Luis a arder en el fuego eterno del infierno!
-¿También podríamos decir que la Edad Media inventó el concepto de Occidente?
-La palabra "Occidente" no me gusta. Pronunciada por los occidentales, tiene un contenido de soberbia para el resto del planeta.
-Pero entonces, ¿cómo definir, por ejemplo, a América, heredera de Europa?
-América ha dejado de ser la heredera de Europa. Lo fue hasta finales de la Segunda Guerra Mundial, cuando tanto Estados Unidos como el resto del continente dejaron de tener al hombre como centro de sus preocupaciones.
-Usted es un apasionado estudioso de la imaginación colectiva de la Edad Media. ¿Por qué eso es tan importante?
-Felizmente, las nuevas generaciones de historiadores siguen cada vez más esa tendencia. La imaginación colectiva se construye y se nutre de leyendas, de mitos. Se la podría definir como el sistema de sueños de una sociedad, de una civilización. Un sistema capaz de transformar la realidad en apasionadas imágenes mentales. Y esto es fundamental para comprender los procesos históricos. La historia se hace con hombres de carne y hueso, con sus sueños, sus creencias y sus necesidades cotidianas.
-¿Y cómo era esa imaginación medieval?
-Estaba constituida por un mundo sin fronteras entre lo real y lo fantástico, entre lo natural y lo sobrenatural, entre lo terrenal y lo celestial, entre la realidad y la fantasía. Si bien los cimientos medievales de Europa subsistieron, sus héroes y leyendas fueron olvidados durante el Siglo de las Luces. El romanticismo los resucitó, cantando las leyendas doradas de la Edad Media. Hoy asistimos a un segundo renacimiento gracias a dos inventos del siglo XX: el cine y las historietas. El medioevo vuelve a estar de moda con "Harry Potter", "La guerra de las galaxias" y los videojuegos. En realidad, la Edad Media tiene una gran deuda con Hollywood. Y viceversa. Pensé alguna vez que provocaría un escándalo afirmando que el medioevo se había prolongado hasta la Revolución Industrial. La verdad es que ha llegado hasta nuestros días.
-¿Se podría decir entonces que seguimos viviendo en la Edad Media?
-Sí. Pero esto quiere decir todo lo contrario de que estamos en una época de hordas salvajes, ignorantes e incultas, sumergidos en pleno oscurantismo. Estamos en la Edad Media porque de ella heredamos la ciudad, las universidades, nuestros sistemas de pensamiento, el amor por el conocimiento y la cortesía. Aunque, pensándolo bien, esto último bien podría estar en vías de extinción. 
Fuente: Diario La Nación. 12 de octubre del 2005.