viernes, 20 de diciembre de 2013

El conquistador Francisco Pizarro y la Leyenda Negra.


PIZARRO O LA LEYENDA NEGRA DEL CONQUISTADOR

Eddy Walter Romero Meza*

La historia del Perú es un campo de batalla ideológico como toda historia nacional. Durante el siglo XX, hispanistas e indigenistas, discutieron ampliamente el significado de la conquista y la colonia. Mientras los primeros enfatizaban el valor civilizador de occidente, considerando lo pre-hispánico apenas como un sustrato primigenio de nuestra historia. Los indigenistas se autoerigieron como la autentica expresión americana, rechazando (moralmente) el legado cultural europeo que durante la colonia (y luego la república) desplazo a las raíces históricas de nuestro continente (1)

Es en este escenario que se definirá parte importante de la narrativa histórica que predominara en el imaginario social peruano. Siendo la posición indigenista, la que logre mayor difusión (y legitimidad) con los años. Esto gracias a los diversos movimientos sociales que cuestionaron el orden político criollo, así como su origen histórico-cultural.

Una etapa histórica, especialmente repudiada por los indigenistas, dado su carácter trágico, será la conquista española. Periodo concebido como el inicio de un “genocidio” sistemático contra los indígenas y el fin de nuestra grandeza histórico-cultural: el imperio incaico.

La figura que personificara este doloroso momento, será la del conquistador Francisco Pizarro; sobre el cual caerá todo el desprecio de un pueblo, que se siente despojado y desplazado por este hombre y sus descendientes, los grupos criollos.

Cabe resaltar, sin embargo, que contrario a la posición hoy casi dominante, hubo importantes posturas hispanistas, tales como la del historiador Raúl Porras Barrenechea, que presentaron al conquistador Francisco Pizarro como personaje heroico, fundador de ciudades, estadista, occidentalizador y padre del mestizaje peruano.

La conquista española en América ha sido objeto de múltiples discusiones. Los hispanistas presentaron a Pizarro como personaje valeroso, inteligente y esforzado, mientras los defensores del mundo andino, lo califican de sanguinario, codicioso y mentiroso. Esta última postura, por su carácter “nacionalista”, ha primado en el imaginario colectivo peruano.

Desde hace muchas décadas, un maniqueísmo torpe se ha formado en torno a la conquista: “europeos malos” e “indios buenos”. Donde, si bien es innegable los crueles hechos de sangre que supuso la invasión española, son igualmente ciertas las contradicciones del mundo andino y las cruentas guerras que atravesó (la última de ellas entre Atahualpa y Huáscar).  Este maniqueísmo expresa claramente la oscilación peruana entre la “leyenda blanca” del Tahuantinsuyo y la “leyenda negra” de lo hispánico, asunto especialmente vigente en la enseñanza escolar. No resulta extraño así que toda la animadversión contra lo español, se dirija especialmente a Francisco Pizarro, la figura sobresaliente en esta compleja etapa.

Leer el artículo completo en: El conquistador Francisco Pizarro y la Leyenda Negra. Hispanic American Historical Review.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Francisco Durand: Los Romero. Fe, Fama y Fortuna. Historia económica del Perú.

Los Romero: fe, fama y fortuna

Dionisio Romero fue, por muchos años, no solo el empresario número uno en este país sino también uno de los hombres más poderosos. Fue el símbolo de que el poder y el dinero podían ir juntos sin levantar muchas sospechas y hasta, incluso, causar admiración.

En realidad, el caso de la relación Dionisio Romero-Vladimiro Montesinos, es un buen ejemplo de cómo operan muchos empresarios en el país, especialmente de aquellos que pregonan el liberalismo. Es el viejo truco de gritar contra el Estado pero vivir de éste mediante las prebendas y una legislación redactada por sus “técnicos”, siempre a su favor.

Alberto Adrianzén 

¿Cómo fue el primer Romero que llegó a este país? ¿Cómo fueron las sucesiones en ese clan familiar y cómo crecieron hasta construir un imperio económico y convertirse en uno de los grupos económicos más poderosos del Perú? Son algunas preguntas que responde el excelente libro que acaba de publicar el sociólogo Francisco Durand: Los Romero. Fe, Fama y Fortuna, publicado bajo el sello DESCO y El Virrey.

El libro de Durand, que en cierta manera continúa y mejora los trabajos de Carlos Malpica iniciados con su famoso libro Los dueños del Perú, demuestra, como él mismo dice, cómo “La historia económica de un país es en buena medida la historia de las empresas y de los empresarios que las forman y desarrollan, algunas veces con suficiente esfuerzo y fortuna como para hacerlas crecer por muchos años y transferir el mando y la propiedad a nuevas generaciones”. Los Romero, al igual que muchas fortunas en América Latina, pertenecen a lo que se llama el “capitalismo familiar”.

En sus más de 500 páginas podemos descubrir el proceso complejo, por cierto, de cómo un español que llega al Perú en el siglo XIX, luego de la Guerra del Pacífico, logra poner los cimientos, que serán continuados por sus sucesores, no solo de lo que podemos llamar la dinastía Romero sino también del imperio económico que lleva el mismo nombre. 

El libro tiene varias virtudes. Una de ellas es que va más allá de la anécdota, presente en algunos trabajos periodísticos que hablan de los grupos económicos y de los ricos. Durand, con mucho acierto, une al personaje, en este caso la familia Romero, con las circunstancias históricas que le tocó vivir. Los personajes se mueven en un contexto familiar, regional (Piura) y nacional en el cual el lector descubre, a partir de opciones tomadas, cómo se fue formando el grupo y su fortuna.

Otra virtud es el lenguaje ponderado, la visión serena y, diría, bastante objetiva que Durand nos ofrece de los Romero. En este como en otros trabajos, el autor ha optado por la seriedad. No estamos frente a un libro de “denuncia”. Todo lo contrario. El tratamiento que Durand da a la familia Romero permite que el lector, por momentos, logre una empatía con ellos. La laboriosidad, la búsqueda de la excelencia empresarial, la ética basada en el ahorro, en el trabajo y en una fuerte religiosidad, las estrategias de crecimiento económico y hasta el alejamiento del estilo aristocrático y oligárquico de algunos ricos peruanos, hacen de los Romero una familia en la que su fortuna, cuando menos al inicio y por algún tiempo, se la ganaron en base al trabajo y a una racionalidad empresarial. 

Sin embargo, así como Durand es objetivo y ponderado en resaltar los atributos positivos de la familia, también lo es al momento de describir, en el capítulo 15, lo que él llama “En el corazón de las tinieblas”, cuando se refiere a las relaciones que Dionisio Romero, tercer jefe de la dinastía, estableció con el fujimorismo y, más concretamente, con Vladimiro Montesinos.

En el último CADE, un conocido ejecutivo de grandes empresas dijo que “en los años 70 actuar desde el Estado era lo más propicio”. Eso hizo Dionisio Romero. A diferencia de otros empresarios que se enfrentaron abiertamente al poderoso Estado velasquista, él decidió penetrarlo. Una vez promulgada la reforma agraria, entregó voluntariamente las tierras del Grupo Romero y gracias a los bonos pagados por las tierras expropiadas logró expandir aún más la fortuna y propiedades del grupo, para luego tomar el control del Banco de Crédito.

Los anteriores jefes del clan Romero se relacionaron con Estados débiles o subordinados a la oligarquía, mientras que Dionisio Romero estableció una nueva relación con el Estado, e inauguró un estilo que consistió en ubicar en puestos claves del Estado, como el MEF, a sus allegados u hombres de confianza. Fue el inicio de lo que hoy se conoce como la “puerta giratoria” que consiste en “prestar” técnicos por un tiempo al Estado para que estos defiendan los intereses de los privados. El libro, en este punto, muestra con mucha claridad cómo funcionó este nuevo estilo y quiénes fueron esos hombres de confianza. 

En realidad, el caso de la relación Dionisio Romero-Vladimiro Montesinos es un buen ejemplo de cómo operan muchos empresarios en el país, especialmente de aquellos que pregonan el liberalismo. Es el viejo truco de gritar contra el Estado pero vivir de éste mediante las prebendas y una legislación redactada por sus “técnicos”, siempre a su favor. 

En ese sentido, el libro de Francisco Durand es una excelente radiografía de los Romero y su Grupo y del “alma” de muchos empresarios peruanos que tienen poca cercanía a un liberalismo bien entendido. Esperamos que el libro no sea “silenciado” por esta nueva policía del pensamiento, acostumbrada a “esconder” todo aquello que es contrario a sus intereses.

Fuente: Diario La Primera. 15 de diciembre del 2013. 

sábado, 14 de diciembre de 2013

La batalla de Tarapacá. Victoria peruana en el sur.

La victoria gloriosa de Tarapacá

La captura del Monitor Huáscar y la muerte heroica del almirante Miguel Grau en el Combate de Angamos, donde un solo buque se enfrentó a toda la escuadra enemiga, determinó que Chile consiguiera la supremacía en el mar que Grau la había mantenido inexpugnable frente a los invasores, hundiendo a cuanto buque chileno se atreviera a entrar, por espacio de ocho meses, lapso en que facilitó el abastecimiento de armamento, municiones, víveres y el traslado de tropas patriotas hasta las bases operativas del Primer Ejército del Sur.

Julio del Carpio Gallegos Tnte. Crnl. EP (r)

La correlación de fuerzas se inclinó a favor de los invasores con el desembarco de un ejército de 10 mil soldados chilenos en Pisagua, registrado el 02 de noviembre de 1879, destinado a penetrar el interior del departamento de Tarapacá para consolidar sus posiciones y controlar las vías de comunicación y suministros.

En este contexto, se produjeron dos acciones militares de distinta importancia: un encuentro de caballería, el seis de noviembre de 1879, muy limitado en Germania, conocido en la historia como el combate de Germania o Combate de Agua Santa, en el que una unidad de la caballería chilena venció a otra de la caballería aliada comandada por el Teniente Coronel José Sepúlveda, que se encontraba en la retaguardia del ejército aliado.

A este revés, siguió una batalla en el cerro San Francisco o Dolores, el día 19 del mismo mes, en el que los aliados fueron rebasados debido a un apresuramiento del batallón boliviano Illimani de iniciar el ataque, seguido de un ataque patriota desordenado que facilitó que muchos combatientes peruanos murieran al ascender el cerro bajo una lluvia de fuego enemigo.

Por si esta cadena de reveses fuera poco, el ejército boliviano, al mando del general Hilarión Daza, optó por la retirada de Camarones, para dirigirse a Arica sin enfrentar batalla alguna.

PLAN DE LOS INVASORES

Producto de todo lo anterior, el ejército peruano inició un repliegue hacia Tiliviche, para luego marchar hacia el puerto de Arica, con el fin de reunirse con las fuerzas aliadas que se encontraban en esta posición.

La retirada de las tropas peruanas a través del inclemente desierto de Atacama, el más árido del mundo donde las temperaturas promedio oscilan en rangos de 50 grados, constituyen una página épica en la historia universal solo comparable a las campañas de Aníbal y su ejército, que recorrieron a campo traviesa los Pirineos y los Alpes con el objetivo de conquistar el norte de Italia.

El Primer Ejercito del Sur, después de atravesar la pampa de Tamarugal, ahogado por la sed, exhausto por el cansancio, arribó a la quebrada de Tarapacá, donde las tropas hicieron un alto para darse un descanso en su marcha hacia Arica, meta distante a 500 kilómetros, a la que para llegar tendrían que atravesar terrenos desérticos desprovistos de recurso alguno, sin abastecimientos, sin línea de comunicaciones y acosado por un enemigo inmensamente superior en efectivos y armamento de última generación.

El General en Jefe del Ejército chileno, Manuel Bulnes, al tener conocimiento de la vulnerable situación en que se encontraban las Fuerzas Peruanas decidió enviar un Ejército de 3,500 hombres para aniquilarlos en el fondo de la quebrada de Tarapacá.

La fecha elegida fue el 27 de noviembre de 1879 y consistía en lanzar una maniobra de doble envolvimiento a cargo de tres divisiones para sorprender a los peruanos en el fondo de la quebrada. La primera, al mando del coronel Ricardo Santa Cruz, desencadenó su ataque desde la posición de Huarasiña, la 2da. División, al mando del coronel Eleuterio Ramírez atacó por el flanco que domina el pueblo, completando el cerco con la 3ra División, al mando del general Luis Arteaga, cuya misión era cortar la retirada de las fuerzas que escaparan al aniquilamiento del grueso.

REACCIÓN PERUANA

Para que el plan de ataque resultara como estaba previsto, era necesario: 1) que las tres divisiones chilenas salieran a distintas horas para llegar a las posiciones prefijadas de manera sincronizada, y, 2) el factor sorpresa, pero ésta contra todos sus planes se desvaneció, debido a que la tropa de Santa Cruz quedó a la vista de los peruanos que notaron su presencia de inmediato. Los patriotas se dieron cuenta del peligro que los amenazaba y comprendieron en pocos minutos el plan de los atacantes. Rápidamente se impartieron las órdenes respectivas para sacar a sus tropas del fondo de la quebrada y llevarlas a la parte alta donde ofrecerían batalla en mejores condiciones.

Las fuerzas peruanas reaccionaron con celeridad y organizaron inicialmente una defensa móvil. La 2da División al mando del coronel Andrés Avelino Cáceres contraatacó y escaló los casi inaccesibles cerros, al llegar a la cumbre en una lucha cuerpo a cuerpo rechazó el ataque del enemigo; los valerosos soldados del Batallón "Zepita" en una invencible carga a la bayoneta lograron apoderarse de 4 cañones Krupp, continuaron su avance despojándose de sus viejos rifles Chassepot y recogiendo los fusiles Komblain que arrojaban los chilenos en su desesperada fuga, con los cuales les ocasionaron fuertes bajas.

La 3ra. División, al mando del Coronel Francisco Bolognesi contraatacó a la división chilena que se encontraba en las alturas de Huarasiña y después de un prolongado combate los desalojó de la posición que ocupaban poniéndolas en fugas, destacando la acción del Guardia Mariano de los Santos del Batallón "Guardias de Arequipa", quien logró capturar el Estandarte de Guerra del Regimiento chileno 2do de Línea.

No se contaba con caballería ni artillería. En total eran 4.486 hombres. Los oficiales peruanos eran de reconocida capacidad, entre los que se destacaban Justo Pastor Dávila, Andrés Avelino Cáceres, Miguel Ríos, Belisario Suárez, Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi y Roque Sáenz Peña, todos bajo el mando de Juan Buendía, general en jefe de los ejércitos del Sur.

VICTORIA PERUANA

El tenaz combate luchado encarnizadamente se decidió cuando la División Peruana "Vanguardia", al mando del coronel Justo Pastor Dávila, que llegaba de Pachica, realizó un vigoroso ataque que hizo huir en desbandada al ejército chileno, el que no fue aniquilado debido a que las fuerzas patriotas no tenían escuadrones de caballería y artillería de campaña para efectuar la persecución y explotación del éxito.

Al atardecer el campo de batalla quedo en poder de las tropas peruanas que infligieron al ejército chileno su más grande derrota en la Guerra del Pacífico, ocasionándole 534 muertos, 179 heridos, 66 prisioneros, captura de 6 cañones Krupp y 2 cañones La Hitt, el Estandarte de Guerra del 2do de Línea, numerosas banderas, armamento, municiones, víveres, pertrechos, la ambulancia, etc. El ejército peruano solo tuvo 236 muertos y 261 heridos.

Producto del cansancio y tensión de la jornada, sin proponérselo ninguno de los dos bandos, se produjo una tregua. Las ambulancias de ambos bandos recogían a los heridos y se contabilizaban las bajas. A pesar de haber sido una victoria, el ejército peruano, al término de la batalla, quedó sin pertrechos para permanecer en Tarapacá y ofrecer resistencia a una segunda embestida de los invasores.

La intensidad del combate había vaciado las cartucheras de los soldados. Las pérdidas de oficiales en la batalla de la mañana fueron considerables y se necesitaba reorganizar el mando casi completamente. Los invasores derrotados estaban totalmente desorientados respecto a lo que estaba sucediendo en realidad y no tomaron medidas especiales de defensa ni de repliegue. Las tropas de Arteaga se replegaron a Negreiros al día siguiente. Ese mismo día las tropas peruanas marchaban a Arica a escribir, con la entrega de sus propias vidas, la defensa de la Patria y a llenarse de infinita gloria en las batallas del Campo de la Alianza y en la defensa de Arica.

Un sector del Perú oficial ha olvidado, adrede, fechas tan importante como la batalla de Tarapacá, orgullo de la infantería peruana y de los pueblos que luchan por un destino libertario.

Ecos de la derrota de los invasores

La noticia de la derrota sufrida por el ejército chileno en Tarapacá produjo en Chile estupor e indignación. El historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna cita: "Eran las doce del día y la Batalla de Tarapacá estaba perdida, Zapadores, Chacabuco y la Artillería de Marina habían sido rechazados en toda la línea y 8 cañones quedaron en poder del enemigo (?) con estos y con nuestros propios proyectiles se hizo fuego a nuestras tropas (?) La derrota de las dos primeras Divisiones era por tanto completa. Los pocos sobrevivientes retrocedían (?) cuando fueron alcanzados por las Divisiones Peruanas que llegaban de Pachica y entonces el pánico se apoderó de todos y las laderas del Huarasiña cubrieronse de fugitivos".

Fuente: Diario La Primera. 27 de noviembre del 2013.