lunes, 28 de noviembre de 2011

Historiador chileno Manuel Vicuña. Comentario al libro Guerreros civilizadores, de la historiadora peruana Carmen Mc Evoy.

Vencedor. Modesto Molina, soldado chileno retratado en 1881, en un estudio fotográfico de Lima durante la ocupación.

Ínfulas de grandeza

Por: Manuel Vicuña. Doctor en Historia, Universidad de Cambridge.

Descendiente del historiador chileno Benjamín Vicuña Mackenna, el autor de este texto sostiene que el libro Guerreros civilizadores, de la historiadora peruana Carmen Mc Evoy, “se convertirá en un texto imprescindible para comprender las dimensiones cultural, política y social de la Guerra del Pacífico, fiel reflejo del nacionalismo chileno”.

Habría que escribir la historia del sentimiento de superioridad de los chilenos, rastrear las fuentes de nuestro orgullo y su degradación en prepotencia colectiva. Esa historia del ego nacional debiese abordar las cuestiones que han alentado los aires de grandeza del país desde el siglo XIX. Ahora, al vuelo, diría que esas cuestiones son la estabilidad institucional y el desarrollo económico. Ambas se sintetizan en una idea de la civilización como privilegio nacional en la región, al menos en comparación con Bolivia y Perú. Si hay una encrucijada del pasado decisiva en este proceso de cristalización del nacionalismo chileno, esa es la Guerra del Pacífico.

La historia de esa guerra ha sido contada varias veces, con reiterado énfasis en lo militar y en lo diplomático. Autores como Benjamín Vicuña Mackenna empezaron a narrarla en caliente, casi al instante de verificarse, transformando a sus sucesos y personajes en referencias clave de un imaginario colectivo y una opinión pública ilusionada con la posibilidad de trascender las fronteras de clase, las divisiones ideológicas y las distancias territoriales de un Chile todavía precario. En la década del Centenario, Gonzalo Bulnes publicó una contundente narrativa sobre el conflicto, un súbito clásico historiográfico cuya lectura se convirtió en una forma de devoción para los nacionalistas de la época. Hace unas semanas apareció el último libro sobre el asunto, Guerreros civilizadores, el fruto de diez años de investigación de la historiadora peruana Carmen Mc Evoy. Se convertirá en un texto imprescindible para comprender las dimensiones cultural, política y social de esa guerra expansionista.

Mc Evoy reconstruye, con minuciosidad documental y sofisticación analítica, el proceso mediante el cual se fragua la imagen de Chile como una vanguardia de la civilización occidental, cuya misión es regenerar a sociedades corrompidas por los residuos de la barbarie y del colonialismo. Es notable cómo pesquisa el origen del desarrollo de este sentido de superioridad nacional, al cual contribuyeron no solo los líderes políticos, los cabecillas militares o la elite económica con intereses en la industria del salitre, sino además el clero chileno, que resucita las ideas de “guerra santa” y de pueblo elegido en beneficio de sus connacionales, violentando el universalismo católico digitado desde el Vaticano; los soldados que registran en sus cartas y diarios de vida el avance en territorio enemigo, y en sus victorias a veces vislumbran la voluntad de Dios; y la prensa de Santiago y regiones, que mantenía en vilo a una opinión pública aleccionada a diario sobre la dignidad cultural de la guerra emprendida por Chile. Todos, diferencias aparte, aportaron al caudal del nacionalismo chileno, que incurrió, para ganar fuerza, en la degradación sistemática de los países rivales. La “nación en armas” desfila por las páginas de este libro, y en ese tránsito, plagado de citas documentales dignas de antología, va dejando un testimonio macizo sobre la implicancia emocional e intelectual de la sociedad civil en la aventura bélica.

Entonces se ajustaron la maquinaria bélica y el discurso legitimador que, despejado el frente norte, se volcaría a la conquista del sur mapuche, aduciendo los mismos motivos agresivamente civilizadores. Mc Evoy desmenuza como nadie los “usos de la guerra” en la construcción de ese “Chile nuevo”, ni tan distante del nuestro, si pensamos en sus ínfulas de grandeza lastradas por el racismo.

(*)Texto publicado originalmente en la revista chilena Capital.

Fuente: Diario La República, Revista Domingo. 27 de noviembre de 2011.

miércoles, 23 de noviembre de 2011

Historia vasca y la esperanza Euskadi. Manuel de Irujo, pasado y presente vasco.

Un extranjero ante el problema vasco

Por: Gabriel Jackson. Historiador estadounidense

Desde la aparición de un reino unificado hispánico durante el reinado de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los vascos han desempeñado en la historia de España un papel mucho más importante del que les habría correspondido por su peso demográfico: han sido ministros y asesores personales de reyes, altos mandos del Ejército y la Armada, diplomáticos de alto rango para Castilla, así como industriales y banqueros de renombre, siempre en contacto con las empresas británicas, belgas, holandesas y francesas que se desarrollaron durante las últimas cuatro centurias. En los siglos XIX y XX los vascos se identificaron enormemente con los movimientos de liberación de multitud de pequeñas nacionalidades -como Serbia, Hungría, Cataluña o Finlandia- que, con lenguas e historias culturales propias, no lograron arrancar su independencia política a las monarquías dinásticas a las que estaban vinculadas.

Ya desde comienzos del siglo XX, intelectuales nacionalistas vascos recalcaban dos rasgos que hacían de su pueblo algo especialmente "diferente" del español o el francés: un idioma sin relación alguna con los principales grupos lingüísticos europeos, el latino y el germánico; y frecuencias de grupo sanguíneo, en proporción bastante distintas a las de la media europea. La primera vez que tuve conocimiento de esos rasgos fue en el París de 1950, donde, dentro de mi estudio sobre la Segunda República, visité la delegación del Gobierno vasco en el exilio. Allí me presentaron a Manuel de Irujo, parlamentario del PNV en las Cortes republicanas entre 1933 y 1939, y ministro durante los Ejecutivos de la Guerra Civil, tanto con Francisco Largo Caballero como con Juan Negrín.

Esa tarde, y en varias ocasiones posteriores, Irujo se mostró de lo más generoso con su tiempo, esbozándome con gran entusiasmo su interpretación de la historia vasca y la esperanza de que Euskadi, la patria dividida entre la soberanía española y la francesa, acabara accediendo por medios pacíficos a una completa independencia. Irujo no acusaba de opresión a España y Francia; simplemente, estaba convencido de que el carácter de la historia política y la cultura vascas hacían a su pueblo merecedor de un Estado independiente, y que esa independencia sería positiva para las tres naciones: España, Francia y Euskadi.

Uno de los argumentos que esgrimía Irujo al exponer la singularidad antropológica de la nación vasca se basaba en varios estudios llevados a cabo por grupos de especialistas europeos sobre los grupos sanguíneos vascos. Esas investigaciones, realizadas entre 1937 y 1950, habían puesto de manifiesto que el grupo 0 era más frecuente entre los vascos que entre el conjunto delos europeos y que, entre los primeros, el porcentaje que tenía RH negativo duplicaba prácticamente al registrado en el conjunto de los segundos. Ambos coincidimos en que esos datos eran cruciales para conseguir que quien necesitara sangre recibiera el grupo sanguíneo adecuado, pero que esa información puramente biológica poco o nada tenía que ver con las capacidades y los sentimientos de los individuos.

Sin embargo, Irujo no dejaba de aludir al grupo sanguíneo al hablar de las capacidades atléticas, las preferencias culinarias o los gustos arquitectónicos de los demás vascos. En una ocasión me dijo lo encantado que se había quedado al verme llevar una chapela y que había notado que mi mandíbula y mi frente despejada se parecían a las de los hombres vascos. ¿Tenía yo acaso algún antepasado vasco? Le contesté que, por lo que yo sabía, mis abuelos y bisabuelos procedían de Irlanda, Prusia y Rusia. Que éramos judíos que, aunque se habían casado con otros judíos, se habían movido bastante y que, hasta donde yo sabía, todos mis antepasados procedían del norte de Europa.

También aproveché la oportunidad para decirle que no podía evitar sentirme un poco incómodo cuando la gente mencionaba determinados rasgos personales, considerándolos típicos o muy frecuentes en ciertas subdivisiones de la raza humana: afirmaciones en el sentido de que a los judíos se les daban bien las finanzas, que los ingleses eran estirados o que los franceses pensaban que su lengua era superior a todas las demás. Al ser judío, era también muy consciente de la constante presencia que los prejuicios sobre el carácter del pueblo hebreo habían tenido en la historia del antisemitismo y en su punto culminante: el Holocausto perpetrado por los nazis durante la II Guerra Mundial. Don Manuel me aseguró que los prejuicios antisemitas no le producían más que desprecio, pero continuó bromeando sobre mi mandíbula e insistiendo en la singularidad del pueblo vasco y en su derecho a proclamarse independiente, tanto de España como de Francia.

Esas conversaciones tuvieron lugar en el París de 1950, pero hasta la década de 1960, cuando estaba escribiendo mi historia de la Segunda República, y entre los años 2006-2010, al redactar mi biografía de Juan Negrín, no fui consciente del papel determinante que Irujo había tenido en la historia de la República durante la guerra. Con Largo Caballero había sido el ministro responsable de acabar con las barbaridades perpetradas por una minoría de anarquistas y comunistas en los tribunales y las prisiones republicanas, y también de limitar en la medida de lo posible la tendencia de los "asesores" soviéticos a decidir por su cuenta sin consultar con el Gobierno republicano. Durante los Ejecutivos de Negrín había seguido restableciendo el respeto a los derechos humanos en las cárceles, tratando también con denuedo, en su calidad de católico practicante y de demócrata, de reabrir las iglesias en la zona republicana. Esta última iniciativa contó con el apoyo absoluto de Negrín, pero apenas pudo materializarse, por la sencilla razón de que el Vaticano, decidido a que Franco ganara la guerra, no estaba dispuesto a mover un dedo para ayudar a la República a restablecer la libertad religiosa.

Más allá de mis diversas y prolongadas conversaciones con Irujo, nunca he estudiado en profundidad la historia intelectual vasca, principalmente porque no leo vascuence y porque gran parte de mis 25 años de residencia en España los he pasado en Barcelona y Madrid. Sin embargo, de vez en cuando, al leer capítulos de Sabino Arana o de dirigentes vascos del siglo XX, he tenido la impresión de que una proporción considerable de los analistas políticos vascos, tanto conservadores como izquierdistas, están convencidos de que su pueblo tiene rasgos antropológicos que le distinguen del español y del francés, y que esas diferencias tienen mucho que ver con su insistencia en el "derecho a decidir". Al mismo tiempo, como tengo la sensación de que Manuel de Irujo fue una de las mejores personas que he tenido el privilegio de conocer, confío de todo corazón en que, después del terrible medio siglo que ETA se ha pasado emponzoñando la vida política vasca, los actuales líderes del PNV, del PSE y de la izquierda abertzale sean capaces de concebir una nueva democracia política y cultural dentro de las fronteras actuales de dos Estados democráticos y de la Unión Europea.

Traducción de Jesús Cuéllar Menezo.

Fuente: Diario El País (España). 23/11/2011.

Historia y vigencia de los Windsor. Elizabeth II, cabeza del Estado y el Clero Oficial del Reino Unido.

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"Los Windsor de aniversario "

Por: Isaac Bigio (Historiador)

El domingo 20, mientras España votaba porque su mayor partido conservador y monarquista retorne al poder con su mayor votación histórica, en el único otro reino del mundo con más población y tradición imperial (el británico) sus soberanos cumplían 64 años de estar casados.


Ese día Elizabeth II y su esposo Felipe, de 85 y 90 años, respectivamente, festejaron su aniversario nupcial en una reunión privada en el milenario castillo de Windsor, el cual, además, en esa misma fecha, recordaba que 19 años atrás se salvó de su peor incendio.


Estuve esa tarde en dicha residencia cuyo nombre fue adoptado por la familia real que se apellidaba originalmente Sachsen-Coburg und Gotha, para adoptar un apellido sin raíces alemanas.


A los turistas les maravilla ese castillo con sus más de 10,000 cuadros y piezas de arte o los trofeos de numerosas conquistas militares o de donaciones (como joyas y coronas de otras monarquías).


Como historiador lo que más me sorprende es ver la capacidad que tiene esta institución tan antigua para modernizarse y reinventarse a sí misma y haberse salvado de varios incendios militares y sociales.


Pese a su origen feudal lograron encabezar la revolución industrial y hoy colideran las intervenciones militares pro-democracia en el mundo. Cuando los medios saludan los derrocamientos de Hussein, Mubarak o Gadafi pocos dicen que Elizabeth II, que celebrará en las Olimpiadas de Londres 2012 su 60avo aniversario en el trono, es la jefa de Estado no electa del Reino Unido (la única potencia occidental cuya Cámara Alta nunca ha sido electa) y de 16 países cuyos territorios esparcidos en todos los 5 continentes suman un sexto de la superficie terráquea


Muchos de quienes cuestionan a los fundamentalistas islámicos aceptan el que los Windsor hereden tanto la cabeza de sus Estados como del clero oficial, posición que no se da en ninguno de los 55 países musulmanes. Las democracias occidentales han transformado a los Windsor en la familia más fotografiada y admirada del mundo. La boda de William y Kate, la más televisada del milenio, sólo tuvo como mandatarios invitados a los de otros reinos.


A pesar de que nuestro mundo se jacta de tener hoy más gobernantes electos que en ninguna otra época, los Windsor vienen trabajando para restaurar varios monarcas. Hace menos de medio siglo la realeza española volvió al trono, luego la camboyana reemplazó a los comunistas y las emires y reyes árabes vienen potenciándose en la supuesta primavera democrática de su región (donde en Libia vuelve a ser oficial la bandera y el himno del rey Idris y en Siria quieren deponer a su gobierno pro-ALBA).


El modelo que pregonan los Windsor y siguen las realezas española y europeas es la de combinar aspectos de feudalismo y teocracia con liberalismo y democracia. Proponen ser garantes de tradición, continuidad, orden y estabilidad, al mismo tiempo que permiten parlamentos, pluralismo y 'libertad'.

Fuente: Diario Correo (Perú). 23/11/11.

martes, 15 de noviembre de 2011

Margaret Thatcher, Ronald Reagan y el origen de los mercados financieros desregulados.

La crisis de la avaricia se gestó durante 30 años

Por: Diego López Garrido. Secretario de Estado para la Unión Europea.

En 1979, Margaret Thatcher fue elegida primera ministra de Reino Unido. En 1981, Ronald Reagan fue elegido presidente de EE UU. Treinta años después, vivimos en el núcleo de una tormenta perfecta que tiene su raíz en el giro brutal que dichos líderes imprimieron a la economía financiera globalizada.

El cambio político conservador fue posible porque iba acompañado de tres fenómenos económicos capitales. El primero, la aparición de un mercado financiero autónomo que se separa de la economía real y se internacionaliza irreversiblemente.

El segundo, la liberalización de las tecnologías de la información, que conduce a "la crisis de las telecomunicaciones" (Diego López Garrido, Fundesco, 1989) y que tiene como fechas de referencia el Consent Decree de 24 de agosto de 1982 (desmantelamiento de ATT) y la decisión desreguladora del juez Greene del 7 de marzo de 1988.

El tercer fenómeno es el más importante a nuestros efectos y deriva de los anteriores. En efecto, dado que el mercado financiero consiguió desatarse de sus anteriores regulaciones, fue capaz de crear dinero artificialmente, moviéndose a la velocidad de la luz, a lo largo y ancho del planeta, por las autopistas tecnológicas que le suministró la informática y la telemática, también desregulada. Esta creación de dinero tomó la forma de deuda, transmitida sin límites porque en cada transmisión hay una ganancia para el broker, entidad o banco de turno. Este es el proceso histórico en el que con mayor claridad se haya visto la fuerza depredadora que tiene el impulso humano hacia la codicia.

Tal proceso no ha sido inocuo políticamente. El thatcherismo y los reaganomics han empujado en el último cuarto de siglo XX a un crédito fácil sin fronteras, que terminó por seducir fatalmente a los Estados occidentales, con gran necesidad de financiación. De ahí que, desde 1987 a 2007, la deuda pública, consecuencia del déficit creciente de los países de la OCDE, pasara de representar el 55% del PIB al 100%.

El hecho paralelo, en ese mismo periodo (1987-2007), es el frenazo a la otra fuente de ingresos públicos, los impuestos. Especialmente, la degradación y debilitamiento de los impuestos directos progresivos. Desde Reagan y Thatcher la tributación dio un vuelco (The Economist, 24-9-2011). Los tipos marginales más altos aplicados a los más ricos se desplomaron en los países desarrollados. Durante la era Reagan la tasa marginal más alta en el impuesto sobre la renta cayó del 70% al 28%. En Reino Unido, Thatcher (entre 1979 y 1988) descabezó el impuesto sobre la renta bajando el tipo máximo desde el 83% al 40%. Otros países siguieron ese rumbo. En toda la OCDE, los tipos máximospasaron del 40% en los años ochenta al 28% en 2007.

Tengamos en cuenta que esos desplomes en los impuestos sobre los ingresos han sido mucho mayores en las rentas de capital que en las del trabajo (los impuestos sobre el trabajo representan, según la Comisión Europea, el 50% de los ingresos tributarios en la eurozona). Especialmente intensa ha sido la reducción "competitiva" del tipo de los impuestos de sociedades, y la invención de deducciones y exenciones, para disfrute preferente de las grandes empresas. Ese es, por cierto, el impuesto que Rajoy propone bajar aún más en España.

La crisis que vivimos es la crisis de la inflación de deuda, movida por la avaricia de los mercados financieros, oligopólicos en realidad, y por las decisiones políticas de gobernantes cortoplacistas, incapaces de ver más allá de sus narices; gobernantes que huyeron de los impuestos progresivos para refugiarse en la deuda pública descontrolada.

Ahora, esa crisis, engendrada a lo largo de 30 años, ha estallado, y el mundo occidental se encuentra con enormes deudas privadas y públicas que tiene que digerir, y que alguno no puede digerir sin ayuda externa (Grecia, Portugal, Irlanda... por ahora). Por eso, cuando se clama contra la Unión -como siempre- porque no se ven los brotes verdes, hay que recordar los años de sobreendeudamiento. Salir de esta realidad requerirá tiempo porque se construyó a lo largo de décadas.

La deuda accidental se infló aún más después de la caída de Lehman Brothers (2008-2009) pues los déficits se dispararon ante la necesidad de ayudar al sistema financiero que había creado la crisis, y por la disminución acelerada de los ingresos fiscales. La reacción de la UE es conocida: austeridad (2010-2011). Hoy, esa reacción, montada solo sobre los gastos, no es suficiente, el crecimiento no llega, y la recesión está a la vuelta de la esquina.

Hay que crecer y crear empleo, pero, ¿cómo?, ¿de dónde se saca el dinero para invertir, para volver a calentar la economía paralizada por la ausencia de liquidez y de crédito al por menor? Esta es la pregunta pertinente. La derecha no da respuesta a este interrogante. Decir, como hace Rajoy, que su fórmula mágica es desfiscalizar aún más las rentas del capital o los beneficios corporativos, es, sencillamente, incompatible con el mantenimiento del Estado de bienestar, y también incompatible con los compromisos de reducción del déficit con la Unión Europea.

Por más vueltas que le demos, todos los caminos conducen a la Unión Europea y a los Estados, o sea, a la intervención pública. Hay dos vías inmediatas que deben abordarse si no queremos desembocar en la recesión y profundizar en las crisis de deudas soberanas. La primera ha de ser protagonizada por el Banco Central Europeo, la institución financiera más poderosa de Europa. El BCE debe seguir bajando los tipos de interés y debe intervenir aún más en los mercados de deuda hasta el límite (prohibido por los Tratados) de la monetización de la deuda. Los Tratados deben ser reformados y dar entrada a un modelo monetario más federalizado, que refuerce la eurozona y el BCE, única forma de obtener confianza duradera de los mercados ante el euro.

La otra vía -la más relevante y de largo alcance- está en las manos de los Estados y se llama impuestos progresivos. Los argumentos de la derecha sobre la inutilidad de los impuestos sobre los que más tienen, y su insuficiencia carecen de base real. No es cierto que las grandes fortunas sean pocas y por tanto puedan aportar demasiado poco a las arcas del Estado. Según la OCDE, el 10% de los contribuyentes, que representan a los más ricos, contribuyen en un tercio del total de ingresos tributarios. Así que un aumento sustancial de la carga tributaria sobre las grandes fortunas significaría importantes ingresos fiscales. Ingresos dirigidos a: inversiones creadoras de empleo; servicios públicos de sanidad y educación; y amortización de la deuda. Lo mismo cabe decir de la revisión de la multitud de deducciones del impuesto de sociedades. Y lo mismo de la necesaria lucha contra el fraude fiscal y los paraísos fiscales, cómplices de la globalización financiera corroída por la avaricia.

Es bastante inútil esperar pasivamente a que el crecimiento y el empleo vuelvan como un milagro del espíritu santo. A la política se le pide acción colectiva, acción de poder frente al callejón sin salida de la crisis. Esta crisis creció sobre la codicia de la creación ilimitada de dinero y por tanto de deuda. No puede ser vencida con más deuda artificial y menos impuestos. Tienen que entrar en juego los impuestos progresivos sobre los que más tienen, sean rentas del capital o patrimonio. Y ser complementados con un nuevo impuesto a la globalización y especulación financiera, la tasa de transacciones financieras, que avanza en aceptación en el G-20.

Hay que trabajar en Europa para terminar de una vez con la era de la deuda hegemónica, dominada por los mercados financieros, y volver a la senda de una sociedad de bienestar basada en la capacidad distributiva del impuesto aprobado democráticamente. Es decir, hay que hacer precisamente lo contrario de lo que hicieron Reagan y Thatcher.

Fuente: Diario El País (España). 15/11/2011.

domingo, 13 de noviembre de 2011

Mariquita Sánchez y la historia argentina. Graciela Batticuore y el libro “Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución”.

Revolucionaria Argentina

La escritora Mariquita Sánchez (1786-1868) influyó con su pensamiento moderno en la independencia de su país.

Por: Diana Gonzales Obando

Una de las versiones más difundidas sobre la primera vez que se entonó el himno nacional argentino es protagonizada por Mariquita Sánchez (1786-1868), personaje emblemático de los orígenes de la República argentina, transmisora de los ideales franceses de fines del siglo XVIII y anfitriona de tertulias en el XIX. La escena fue pintada por el artista chileno Pedro Subercaseaux y en ella se puede admirar el acto de la mujer cantora, Mariquita Sánchez, simbolizando fervorosa el gran paso hacia la República. Además, la presencia en el óleo de destacados personajes como Bernardo de Monteagudo y el general don José de San Martín –quien posteriormente liberaría el Perú–, así como de poetas, intelectuales, hombres y mujeres rodeados de instrumentos musicales y de un exquisito ambiente ornamental dan cuenta de la importancia de las reuniones convocadas por Mariquita en su casa, a puertas abiertas.

PERSEGUIDA POR ROSAS

“En el interior de un salón ricamente ataviado con espejos, una fina lámpara a velas cuelga del techo y otras similares penden de las paredes e iluminan tenuemente el espacio en el que convergen un conjunto de hombres y mujeres”, así describe la distribución de la pintura de Subercaseaux Graciela Batticuore en su libro “Mariquita Sánchez. Bajo el signo de la revolución” (2011). Con ella conversamos sobre las verdaderas dimensiones de aquella mujer revolucionaria con participación directa y activa, antes y después, de la gesta independentista de mayo. “Ella interviene en tres momentos de la historia argentina”, nos comenta Batticuore, refiriéndose en un primer momento a la época de la revolución de 1810. Posteriormente, Sánchez sería elegida por el ministro B. Rivadavia presidenta de la Sociedad de la Beneficencia Pública. Un tercer momento la llevaría incluso fuera de su territorio tras el exilio. Junto con una gran cantidad de personajes, como los escritores Domingo Sarmiento, autor de “Facundo”, y Esteban Echeverría, quien escribió “La cautiva”, llegó a Montevideo tras las persecuciones del Juan Manuel de Rosas, el dictador. Para Batticuore, esta última “es una época que nos permite acercarnos bastante a ella porque escribe gran cantidad de cartas, por sus muchos contactos, especialmente con la elite letrada de la época”. Es en la aristocracia argentina en la que destacó como anfitriona de tertulias.

MUJER MODERNA

En el espacio de las veladas literarias se creó la posibilidad de intervención creativa y política de las mujeres del XIX. Desde el salón y la tertulia, las mujeres también tenían una opinión válida en una época en que se cuestionaba el verdadero valor o utilidad de la educación femenina. El pensamiento moderno de Sánchez, con miras a la revolución, encontró interlocutores en sus pares masculinos vinculados con la política. “Fue muy crítica con la vida de la época colonial, porque tenía un norte, que era lo que trajo consigo la revolución: libertad y la posibilidad de educar al pueblo y a las mujeres. Asocia el pasado virreinal con el atraso y la ignorancia, la dependencia de España la ve nefasta”, nos comenta G. Batticuore. Su intervención en la literatura se hace a través de cartas, poemas y una memoria del Buenos Aires virreinal al final de su vida. Tuvo un público masculino y femenino pendiente de sus relatos, que conversan con ella sobre literatura, política y cultura. Su obra será conocida casi un siglo después de su muerte.

Fuente:Diario El Comercio, suplemento "El Dominical" (Perú). 13 de Noviembre del 2011.

sábado, 12 de noviembre de 2011

"Quiero creer que son cuatro mil años los que nos separan del Código de Hammurabi y cerca de tres mil los que nos alejan de las leyes de Dracón".

Fujimori y el operativo Chavín de Huantar.

El otro Chavín

Por: Daniel Parodi (Historiador)

“A mí me diferencia de un terrorista no ser como él. Por eso deploro cualquier ejecución extrajudicial por la razón que fuere, deploro la de Bin Laden, la de Gadafi, y la de los terroristas que se rindieron en Chavín de Huántar, si es ese el caso. Esto no me convierte en simpatizante de ninguno de los mencionados, por el contrario exigir el Estado de derecho para ellos, es lo que me diferencia de sus crímenes y de su brutalidad”.

Hace unos días publiqué el epígrafe anterior en la red social y las respuestas que obtuve –todas respetables– llamaron poderosamente mi atención. La mayoría me tildó de bienintencionado pero ingenuo, hubo quien me indicó que en esos casos lo que importa es quién dispara primero y no faltó quien, en tono sentencioso, me recordó que “quien a hierro mata a hierro muere”.
Yo quiero creer que son cuatro mil años los que nos separan del Código de Hammurabi y cerca de tres mil los que nos alejan de las leyes de Dracón. Así y todo, reconozco que ambos códices establecieron un primer límite a la venganza pura y dura, es decir, establecieron la frontera entre la sociedad y la jungla.

Pero soy ingenuo y es por eso que en clase algunos alumnos me miran con ironía o, lo que es peor, con compasión. Tal parece que no acepto que la realidad ha superado la ficción y que Rambo –ese superhéroe que aterriza en Vietnam en paracaídas y mata en tiempo récord a cuanto vietnamita puede– ha sido desplazado por un comando de marines de verdad, ese que le cayó encima a Bin Laden y lo mató a él, a su hijo y a varios de sus sobrinos.

Europa, a su vez, no quiso perderse el sangriento reality y entonces le lanzó algunos cohetes teledirigidos a Muamar el Gadafi; él se salvó, pero no algunos de sus hijos y nietos. El resto de la historia la conocemos, el dictador libio acabó su vida parapetado en su reducto más leal, hasta que fue capturado por milicianos rivales y asesinado brutalmente y ante cámaras, como no podía ser de otra manera.

Una imagen que me viene a la mente al evocar estos sórdidos sucesos es la muerte de Benito Mussolini. Casi al finalizar la Segunda Guerra Mundial, Mussolini fue capturado por partisanos que lo ejecutaron sumariamente junto a Clara Petacci, su compañera sentimental. Tras ello, los cuerpos fueron expuestos en la plaza Loreto de Milán en donde fueron ultrajados por la multitud hasta dejarlos irreconocibles. Finalmente, fueron colgados en el grifo de la plaza.

Yo creía, sin duda ingenuamente, que la Segunda Guerra Mundial había terminado y que, debido a su secuela de sesenta millones de muertos–holocausto y bombas atómicas incluidas–, se organizó algo llamado ONU con la pretensión de establecer una jurisdicción internacional que debía ser acatada. También pensaba que el trauma que dejó la citada gran conflagración había impulsado el desarrollo de conceptos nuevos como Derechos Humanos, del niño, de la mujer etc., precisamente para terminar de apartarnos de esa jungla bárbara que a veces añoramos tanto como Adán a su Edén.

Sobre Chavín de Huántar seré claro, en un operativo así se dispara a matar, se trata de una operación militar para rescatar a los rehenes de una banda terrorista. Distinto es dispararle en la nuca a un hombre rendido –si es ese el caso– pues hasta Hammurabi y Dracón creyeron pertinente el Estado de derecho para que sea la sociedad la que sancione a sus criminales.

Pero he olvidado una vez más lo ingenuo que soy. En todo caso, reivindico mi derecho a escoger a mis héroes y a sentirme aliviado de que estos no sean los que me sugieren acaloradamente Rafael Rey y Jaime de Althaus. En mi candidez, seguiré evocando a Miguel Grau en Iquique, rescatando del mar a los sobrevivientes de la Esmeralda.

Fuente: Diario La República. 04 de noviembre de 2011.