domingo, 30 de mayo de 2010

Origen y desarrollo del Grupo Romero, el segundo grupo más poderoso del país.


El nuevo rostro del Grupo Romero

Tras liderar la parte industrial del grupo desde el 2001, en abril último Dionisio Romero Paoletti asumió también la presidencia de Credicorp, y con ello el manejo total del segundo grupo económico más grande del país. Aquí una mirada a la historia familiar y empresarial desde sus orígenes, y a los retos que le esperan al conocido “Dioni”.

Por: Luis Corvera

Su sueño era convertirse en un diseñador de autos deportivos, como el italiano Enzo Ferrari. “Esa era mi ilusión desde pequeño”, dice con algo de nostalgia Dionisio Romero Paoletti cada vez que se le pregunta qué habría hecho de su vida si hubiera podido elegir su destino. “Y no es una broma”, se apresura en añadir el actual líder del Grupo Romero cuando atisba en su interlocutor alguna sonrisa de incredulidad.

Pero la falta de un espacio donde desarrollarse profesionalmente en este campo y, sobre todo, el hecho de ser el único hijo varón de Dionisio Romero Seminario, anterior cabeza visible del grupo durante más de 40 años y el segundo mayor accionista individual del mismo, marcaron en él –desde niño– un destino diferente. Es por eso que los estudios de “Dioni”, como le dicen dentro del grupo para diferenciarlo de su padre, siempre estuvieron orientados a temas que le permitieran –en algún momento– tomar las riendas de los negocios familiares, y nunca al diseño. Tuvo que conformarse con compartir con Ferrari la sangre italiana (su madre es de esa nacionalidad). Luego de concluir su secundaria en el colegio Roosevelt, se fue a Estados Unidos, a estudiar Economía en la Brown University y luego una maestría en Administración de Empresas en Stanford, donde también estudió su padre.

Si bien desde abril pasado reemplaza a su progenitor como presidente de Credicorp y de las empresas locales que integran dicho grupo (Banco de Crédito del Perú, Pacífico Seguros y Prima AFP), la rama financiera era la única que le faltaba asumir a “Dioni” para completar la transferencia total del mando. Y es que el proceso no es nuevo, sino que se inició en el 2001, cuando en el grupo se decidió separar de las inversiones familiares la rama financiera, para administrarla separadamente, porque es de naturaleza diferente al resto de sus negocios y porque el grupo tiene en ella un control mucho menor al que posee en sus demás compañías.

Fue en ese momento que Dionisio le transfirió a “Dioni” el mando del “nuevo” Grupo Romero sin la parte financiera, y se quedó al mando del Grupo Credicorp, donde tienen casi 16% de las acciones y dos de los ocho asientos del Directorio –incluida la presidencia–. En realidad, en aquella época la idea original era transferir ambos grupos a “Dioni”, pero este le pidió a su padre que se quedara con la parte financiera, pues sentía que aún no era el momento de asumir ambas responsabilidades, sobre todo por la recesión que afrontaba el país y que lo obligaba a dedicarle todo su tiempo a la búsqueda de ideas creativas que permitieran a las empresas industriales del grupo mejorar sus resultados. Y como Dionisio adora los negocios financieros, no se hizo muchos problemas en aceptar la propuesta de su hijo y esperarlo pacientemente hasta que este le dijera que estaba listo para reemplazarlo, lo cual sucedió en febrero de este año. La transferencia se formalizó en abril.

La historia que hereda

Con 121 años de existencia, el Grupo Romero es el segundo en términos de patrimonio en el país detrás del Grupo Brescia, que es casi su contemporáneo pues está celebrando los 120 años de la llegada de Fortunato, el patriarca del grupo, al Callao. Se estima que los Romero poseen un patrimonio, a valor de mercado, de entre US$ 1.500 millones y US$ 2.000 millones, y que sus principales activos son su participación en Credicorp, Alicorp y Ransa (véase la infografía con el detalle de sus inversiones), mientras que los Brescia tendrían entre US$ 3.000 millones y US$ 3.500 millones, con participaciones en Minsur, el BBVA Banco Continental, Rímac Seguros y Tecnológica de Alimentos como sus principales activos.

El origen del Grupo Romero está ligado a la comercialización de sombreros de paja toquilla a fines del siglo XIX por parte de don Calixto Romero Hernández, hábil comerciante español que tras un viaje de negocios a Valparaíso descubrió esta actividad en Catacaos, Piura, durante una parada del barco. Fundada en 1888, la Casa Romero se dedicó durante toda la gestión de don Calixto al comercio internacional de sombreros, cueros y pacas de algodón, y otorgó representaciones a casas comerciales de Alemania, Estados Unidos, Inglaterra y Panamá, sus principales mercados de destino. Además, desde el inicio contó con dos sucursales: una en Arequipa, a cargo de su cuñado Simón Izquierdo, casado con su hermana Manuela, y otra en Cochabamba (Bolivia), que encargó a su hermano menor, Félix. En general, la concepción de don Calixto sobre los negocios, que es la que han mantenido sus descendientes, era la de tener a gente de su entera confianza a cargo de sus empresas, y qué mejor que la familia para ello.

Otra característica del manejo de don Calixto que también se ha mantenido, era la de ceder la posta a una nueva generación de la familia tan pronto estuviese preparada para tomar las riendas de las empresas, y no interferir luego en sus decisiones. De allí que con apenas 59 años volviera a su España natal y le cediera el control de la Casa Romero a su sobrino Feliciano del Campo, hijo mayor de su hermana Antonia. Originalmente le quiso ceder el puesto a su hijo mayor, Ramón Romero Navarro, a quien preparó desde pequeño para ello, pero este, que vivía en Europa desde los ocho años, se negó a regresar a Catacaos, por lo que Feliciano, quien debía ser el brazo derecho de Ramón, quedó como líder del grupo con solo 25 años. El otro hijo de don Calixto, Dionisio Romero Iturrospe, tenía apenas 15 años en ese momento y era imposible pensar en darle tal responsabilidad. La negativa de Ramón, de quien casi no existen datos, se debió a la pésima relación que mantenía desde pequeño con su padre, a quien posiblemente le guardaba rencor porque este nunca se casó con su madre, una señora piurana de apellido Navarro, y luego contrajo matrimonio con la española doña Rufina Iturrospe, de cuyo vínculo descienden los miembros del Grupo Romero que se conoce hoy en día.

A diferencia de don Calixto, quien tuvo siete hijos en dos relaciones, fue la falta de descendencia propia lo que motivó que Feliciano del Campo, a los 71 años de edad, devolviese en 1965 las riendas del grupo a los descendientes directos del fundador. Su elegido fue su sobrino Dionisio Romero Seminario, el menor de los hijos de su primo Dionisio Romero Iturrospe, a quien llamaba cariñosamente “Zorro” por el parecido que de niño tenía con dicho animal. Mejor preparado que don Calixto, Feliciano acercó al grupo a la capital, integró los negocios e incursionó con más fuerza en la banca para asegurar el financiamiento de sus empresas. Así, además de poseer casi 8% de las acciones del Banco de Crédito (llamado Banco Italiano hasta antes de la Segunda Guerra Mundial), animó a otros agricultores piuranos y comerciantes limeños a crear un nuevo banco, con él como accionista principal. Fue así que en la década de 1950 nació el Banco Continental, que diez años después vendieron al banco Chase Manhattan y que, tras ser expropiado por el gobierno militar, fue comprado en 1995 por el BBVA y el Grupo Brescia.

La historia posterior del grupo, ya bajo el liderazgo del “Zorro”, apeló mucho a la astucia de este para aprovechar las oportunidades que los gobiernos de turno generaron con su incapacidad para manejar el país. Así, si bien con el gobierno militar perdieron las cuatro haciendas que don Calixto con tanto esfuerzo había adquirido, aprovecharon la situación para crear el complejo industrial Textil Piura con los bonos de la expropiación, y para comprar a muy bajo precio las subsidiarias de las empresas extranjeras que el gobierno estaba expulsando del país, con lo que se hicieron de los activos que luego les servirían para sentar las bases de lo que hoy son Ransa y Alicorp. Pero la mejor jugada del “Zorro” fue la toma del control del Banco de Crédito del Perú en 1979, que por aquel entonces era gestionado por el Banco Sudameris (en donde participaban la banca italiana y la francesa). Aprovechando que el gobierno militar obligó a los extranjeros dueños de bancos a reducir su participación a 20%, convenció a los demás socios peruanos de que lo apoyaran y en la junta de accionistas del 30 de marzo de aquel año, en lo que denominaron la “Operación Entebbe”, logró el cambio del directorio y su elección como presidente, a pesar de no ser el principal tenedor de acciones. Según Enrique Vásquez en su libro Estrategias del poder, el Grupo Romero tenía en aquel entonces 11,8% de las acciones, mientras que los Brescia poseían 14,2%.

Fuente: Revista Poder (Perú). 18 de mayo del 2009.

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Los Romero y su maquinita de hacer dinero

Por: Francisco Durand
Profesor de Ciencias Políticas Universidad de San Antonio, Texas , EEUU.

“Mi madre apañaba algodón para los Romeros”, me contaba el taxista mientras se dirigía a San Jacinto, en el bajo Piura, donde estaba una de las antiguas desmotadoras del grupo. “Muy millonarios esos señores, ¿no doctor?, y salieron de aquí, de La Legua”. Siguió hablando y terminó en tono de revelación: “Mi mamá contaba que tenían una maquinita de hacer dinero”.

La frase me dejó intrigado. Era una curiosa forma de explicar cómo se amasa una fortuna. Para la pobre señora, los “Romeros” habían hecho tanto dinero que creía, literalmente, que lo manufacturaban. Quizás, pensé después, se refería metafóricamente al algodón Pima, o algo que los Romero trajeron de Castilla, que les permitía hacer tanto dinero.

En Piura, gente bien informada como Óscar Izquierdo decía que en los viejos tiempos bastaba una hectárea de algodón para comprarse un Mercedes Benz nuevo. Esa sería, pues, la maquinita. Aunque podía haber algo más que les permitió primero comprar algodón, desmotarlo y exportarlo, y más tarde, entre 1880 y los años 1920, adquirir tierras para sembrarlo, luego instalar y comprar plantas de aceite. Sabían entonces manejar la maquinita.

Paradójicamente, o más bien, lógicamente, cuando indagué qué había pasado con el oro blanco del valle, un alcalde de una pobre comunidad campesina –cuyos padres también apañaron el algodón– me contó que los piuranos cada vez lo siembran menos. Desde hace años los Romero ejercen un monopsonio como principal comprador, y pagan tan mal que muchos agricultores prefieren plantar paltas o cultivar el banano orgánico. Algodón ya no. Solo hace rico a los ricos.

Los Romero se han mantenido católicos y unidos en torno a las empresas que maneja un jefe varón por cuatro generaciones. Las dos primeras nacieron en España, y fueron a hacer, o a hacer crecer el dinero en Piura; las dos siguientes nacieron en el Perú, y hoy son multimillonarios. Tanto el abuelo Calixto como el sobrino Feliciano vieron la luz del día en la lejana Soria. A partir de Dionisio Romero Seminario, el tercer jefe, nacido en Piura, es que comienzan las generaciones criollas a reinar en lo que hoy es ese enorme conglomerado agroindustrial, financiero, y de infraestructura de exportación.

Incluso en Piura, de donde se fueron, se renueva esta incesante acumulación de propiedades. “Han vuelto”, dicen, recordando que los Romero salieron rumbo a Lima al llegar la reforma agraria en 1969. Ahora en el viejo predio a la entrada polvorienta de San Jacinto hay una nueva planta de Alicorp, una de las muchas que conforman la corporación agroalimentaria más poderosa y mejor conectada del país. Pero el regreso a Piura lo dicen sobre todo por la compra de tierras. El grupo Romero acaba de adquirirlas del gobierno regional en el valle del Chira, donde siembran azúcar para transformarla en etanol, insumo de uso obligatorio. Nada como influenciar la demanda. Ahí hay dos buenos engranajes: la mano amiga del gobierno, la obligación de compra por ley.

Me dio tanta curiosidad la anécdota de la maquinita que, me pregunté, ¿y si de repente la trajeron de España? Así que aprovechando una conferencia me fui a España. “Para qué vas a Soria”, me dijo un colega geógrafo, “si allí no hay nada”. “De allí vienen los Romero”, le contesté, “una de las familias más ricas del Perú”. No había manera de perderse. Llegando a Soria, ciudad capital de la provincia más pobre, alejada, y despoblada de Castilla, que lleva el mismo nombre, no es difícil llegar a la aldea de Langosto. A unos 20 kilómetros de Soria, camino a El Royo, antiguo nombre de la picota, se gira hacia Pedrajas y poco después la carretera atraviesa esa aldea por la mitad.

Dio pena la visita. En Langosto hay unas 30 casas viejas. Solo dos están ocupadas. Está a punto de ser una aldea fantasma. Allí hablé con don Fernando Durán, quien se acordaba de los Romero como ricos, pero sin saber bien de dónde. “Sí –me dijo– aquí se les recuerda. Hicieron mucho dinero, creo que en Buenos Aires, ¿no?”. Me recomendó ir al otro extremo del pueblo y hablar con los Diez, que eran sus parientes. “No puede equivocarse. Es la última casa de este lado, la única pintada de blanco”.

Los Diez no estaban o no quisieron abrir, cosa a la cual ya estoy acostumbrado. En Lima el cierrapuertas es tradición cuando los sociólogos indagan. Felizmente apareció un lugareño que andaba de visita. Se animó a hablar y me llevó a la casa de los Romero, la número 16. Todavía se ve en el balcón de fierro las letras D y R. Debe ser por Dionisio Romero Durán, padre de Calixto Romero Hernández, el que cruzó el charco en 1874.

Se trata a todas luces de una modesta casa de labriegos. Salvo el balcón, y el hecho de que tiene dos pisos, nada indica que en esa casa los Romero tuvieran la intrigante maquinita. Soria es fría y la tierra pobre, aunque en la hondonada donde está Langosto, la tierra es buena y tiene agua suficiente. El monte es agreste, pero hay caza y pacen animales. Todo labriego, además, criaba cerdos. Chorizo no faltaba. El problema, aparte de la poca tierra arable, eran las heladas.

Si se hubieran quedado en Langosto, los Romero seguirían tan pobres como el vecino Durán, como la apañadora piurana que imaginaba mecanismos de acumulación. Cuando Calixto salió rumbo a Puerto Rico en 1874 era un joven campesino alfabeto dispuesto a buscar fortuna en otro continente. En su aldea y provincia natal sus posibilidades eran mínimas. Los Doce Linajes dominaban la economía de Soria y hacían uso exclusivo de las pocas oportunidades que ofrecía. España era uno de los países más atrasados de Europa que exportaba mano de obra. Como muchos jóvenes de su generación, Calixto Romero se fue a “hacer la América”, trabajando en lo que pudiera.

A la entrada de Langosto está la iglesia de la Magdalena. Al frente, una casa bien construida que parece servir de ayuntamiento. Tiene una gran placa que reza: “HA SIDO EDIFICADA POR D. CALIXTO ROMERO AÑO 1921”. De vuelta de Piura, ya con fortuna, Calixto la mandó colocar antes de morir, previa refacción del inmueble. En el libro laudatorio sobre este personaje (Calixto Romero: Para quitarse el sombrero, 2008) la placa aparece misteriosamente en la iglesia. Me di la vuelta al perímetro y no encontré nada. Debe ser un fotomontaje.

De regreso de España, luego de desentrañar ilusiones y fantasías, era obvio que la famosa maquinita de hacer dinero tenía que estar en el Perú. De allí salió la plata que permitió una mejora en el pequeño ayuntamiento de un pueblo que está a punto de desaparecer, mientras en el Perú la fortuna crece, crece y sigue creciendo.

Fuente: Diario La República. Dom, 30/05/2010.

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Fray Melchor de Talamantes y la emancipación mexicana. El bicentenario de la independencia de la Nueva España.

Un peruano en la independencia de México

Fray Melchor de Talamantes jugó un gran papel en la emancipación mexicana. En el bicentenario de la independencia de la Nueva España vale recordar la figura de este personaje libertario.

Por: Mariana Mould De Pease (Historiadora)

La propagación de la Ilustración en Lima, durante la segunda mitad del siglo XVII, determinó y formó el pensamiento de fray Melchor de Talamantes y Baeza (1765-1809), mercedario peruano que se convertiría en ideólogo del proceso emancipador mexicano. Doctorado en Teología por la Universidad de San Marcos, fue examinador sinodal del arzobispado, regente mayor de estudios y definidor general de la provincia limeña de la Real y Militar Orden de Nuestra Señora de la Merced.

El viaje a México

Fue respetado desde muy joven por su inteligencia y empeño. En 1798 alcanzó reputación de orador sagrado con un célebre sermón en loor de Santa Rosa de Lima. Poco después obtuvo licencia para viajar a la península ibérica. Zarpó del Callao, y tuvo como primer destino Guayaquil.

Arribó a Acapulco el 26 de noviembre de 1799. Ya en la Nueva España pasó a la capital de ese virreinato y fue acogido en el convento grande que tenían los mercedarios en México.

Debía partir rumbo a España una vez finalizada la guerra con Inglaterra, pero fray Melchor se negó a partir. Y es que al poco tiempo de su llegada a la Ciudad de México trabó amistad con la flor y nata de la intelectualidad de aquel tiempo. A sus 35 años, sobresalía por sus dotes oratorias y su sólida formación académica.

Delimitar el territorio

La reducción del virreinato de Nueva España, por la cesión de Luisiana (que desde 1763 era española) a la Francia de Napoleón en 1800 y luego la venta en 1803 de dicho territorio a Estados Unidos, motivó la participación de Talamantes en la comisión demarcadora de límites entre la provincia novohispana de Tejas y la Luisiana estadounidense.

La historiadora peruano-mexicana Emilia Romero de Valle (1901-68) ha demostrado que Talamantes formó una buena biblioteca sobre este tema, así como un bien clasificado archivo en su celda mercedaria para cumplir con minuciosidad el encargo real.

Casi libres

En 1808 la invasión napoleónica a España y la abdicación de los borbones dieron a fray de Talamantes la oportunidad de exponer su lúcida tesis sobre la afirmación del principio de la soberanía del pueblo. Así, formuló planes para una nueva estructura política y la convocatoria a una asamblea legislativa. Elevó su proyecto del Congreso Nacional de Nueva España al ayuntamiento capitalino, pero su afán independentista quedó trunco por un artero golpe de Estado.

Morir en el intento

Fray Melchor de Talamantes fue acusado de sedicioso, fue juzgado y desterrado a España, y murió prisionero como defensor de la libertad de América, en el castillo de San Juan de Ulúa en Veracruz.

Su entrega personal a la causa de la emancipación puso los cimientos de la sólida hermandad entre los pueblos del Perú y de México, país que inicia este año las celebraciones del bicentenario de su independencia, solemnidades que culminarán el 2021, y que coincidirán con las celebraciones por la independencia del Perú.

+ info
Tema de la III Exposición Bimestral del Archivo General del Ministerio de Relaciones Exteriores dirigido por el ministro Iván Pinto. Lugar: Hall del edificio Carlos García Bedoya de Relaciones Exteriores (Jr. Lampa 545, Lima).

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 30 de Mayo del 2010.

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Ucronía o Historia Contrafáctica en torno a la independencia hispanoamericana. La Emancipación negociada.

¿Podía Hispanoamérica independizarse sin guerra?

Por: Rosendo Fraga
Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

Al conmemorarse el Bicentenario del inicio del proceso de emancipación de España, cabe plantearse si este era inevitable que se diera en mediante un cruento enfrentamiento militar que duro catorce años en la mayoría de Hispanoamérica, o hubo oportunidad de un proceso de independencia más negociado y menos cruento, al estilo de lo sucedido entre Portugal y Brasil.

La realidad es que pocos años antes de que estallara este proceso, fueron presentados al Rey de España dos proyectos, que de haber prosperado hubieran dado lugar a un proceso de independencia gradual y concertado, evitándose la cruenta guerra que culminó en 1824 en la batalla de Ayacucho en el Perú.

El primero de ellos es una presentación realizada ante el Rey Carlos III por José de Ábalos, firmado en 1781 en su condición de Intendente General de Ejército y Real Hacienda de la provincia de Venezuela. Concretamente, propone desmembrar el imperio español, designando príncipes de la Casa Real española para crear monarquías independientes pero vinculadas.

Este plan parte de la observación empírica -pero visionaria treinta años antes del inicio del proceso de independencia- de que España no podrá retener por mucho tiempo el imperio americano y argumenta, bajo el análisis del entonces reciente proceso de independencia de las colonias británicas del norte, que "si el rey y la nación británica hubiesen destinado oportunamente uno o dos príncipes de la real familia y establecídolos por soberanos del norte americano, no verían hoy con dolor que es preciso vean pasar a los extraños por aquellas provincias".

El segundo documento es un "Dictamen reservado" que eleva al Rey el Conde de Aranda en 1783, quien en ese momento ha tenido a su cargo la negociación del tratado de paz con Gran Bretaña que se había firmado en París.

Advierte, con realismo, que la independencia de las colonias británicas de Norte América -de las que "mañana será un gigante"- hará insostenible el imperio español al sur de dicho continente.

Con realismo pero extrema audacia para la época, propone al Rey nada menos que desprenderse de "todas las posesiones del continente de América, quedándose únicamente con las islas de Cuba y Puerto Rico en la parte septentrional -en los hechos esta parte de la estrategia se cumplió durante el siglo siguiente, ya que fueron las últimas posesiones en independizarse- y algunas que más convengan en la meridional, con el fin de que ellas sirvan de escala o depósito para el comercio español".

Para el resto del imperio americano, propone la misma alternativa que Ábalos, aunque no hay constancia de que la hayan concertado: "colocar tres infantes en América: el uno rey de México, el otro del Perú y el otro restante de Tierra firme, tomado V.M. el título de emperador".

Aunque para la fecha de presentación de este documento el Virreinato del Río de la Plata ya llevaba siete años desde su creación, era su poca importancia económica respecto a los otros tres lo que lleva al visionario Conde de Aranda a excluirlo de la propuesta de crear reinos en cada uno de ellos.

Es que para ese momento, el actual territorio argentino había dependido de la provincia del Paraguay hasta 1616, fecha en la cual se crea la provincia del Río de la Plata, que pasa a depender directamente de Lima, en cuya dependencia permanece durante 160 años, hasta la creación del Virreinato.

Este, a su vez, había sido una creación española, que es consecuencia directa de la guerra de independencia que entonces libraban las colonias inglesas de Norte América.

Estas declaran su Independencia el 4 de julio de 1776 y el 31 del mismo mes, el Rey Carlos III crea su Virreinato más austral. La relación entre ambos hechos es muy directa. Los británicos, de no haber estado empeñados en dicha contienda, no hubieran permitido que España tomara el control de ambas márgenes del Río de la Plata, algo que habían impedido durante los dos siglos precedentes y que finalmente logran medio siglo más tarde con la independencia del Uruguay.

La historia demostró que ninguna de las dos propuestas fue escuchada.

Los historiadores británicos han desarrollado la escuela de la llamada historia "contrafáctica" y creo que podría ser interesante desarrollar el ejercicio de qué hubiese sucedido si Carlos III hubiera hecho suyas estas propuestas.

Posiblemente, el proceso de independencia hispanoamericano se hubiera parecido al de Brasil, negociado y sin una larga guerra como tuvo lugar.

Los reinos, a lo mejor, hubieran tenido el mismo efecto que en Brasil, donde el Emperador mantuvo la integridad de la América portuguesa, a diferencia de lo que sucedió en la América Hispana. Es decir que en lugar de las 18 naciones en que se convirtió el Imperio español, hubieran sido tres o cuatro.

Fuente: Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

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sábado, 29 de mayo de 2010

El Ocaso del Tercer Militarismo: El general Alfredo Rodríguez y el golpe de estado fallido contra el presidente Óscar R. Benavides (1939).

Sucedió. Domingo de carnaval

Por: Antonio Zapata (Historiador)

Febrero de 1939 fue un mes espectacular. Por primera vez, Perú fue campeón sudamericano de fútbol. Realizado íntegramente en Lima, el domingo 12 de ese mes fue la final del decimoquinto torneo sudamericano. Ese partido se jugó en el antiguo Estadio Nacional y vencimos a Uruguay por 2 a 1. El héroe del campeonato fue Lolo Fernández; máximo artillero con siete tantos. A continuación, vinieron días de jolgorio nacional, máxime cuando el siguiente fin de semana era carnaval. Aún se celebraba a la antigua, es decir, una serie de fiestas a lo largo de varios días seguidos que recién terminaba el miércoles de ceniza. Pues bien, el domingo siguiente al campeonato, en el esplendor del carnaval, el ministro de Gobierno y Policía protagonizó un golpe de estado contra el presidente Óscar R. Benavides y resultó muerto en el intento. En un confuso incidente, el ministro golpista, general Alfredo Rodríguez, fue asesinado por el mayor Luis Rizo Patrón en el patio de honor de Palacio de Gobierno. Rodríguez recibió 32 tiros de una ráfaga de ametralladora que segó la vida de otras dos personas. El estado de ánimo del país viró del entusiasmo por el fútbol al más absoluto estupor por el inesperado giro de la política.

El general Rodríguez fue un militar leal a Sánchez Cerro y lo había acompañado en las buenas y en las malas. Después del asesinato de su líder, Rodríguez fue llamado en 1935 como ministro de Gobierno y Policía, hoy Interior. El presidente era Benavides, quien gobernaba apoyado en el ejército y la oligarquía, pero estaba enemistado con todas las fuerzas políticas. En efecto, no solamente el APRA y el PCP estaban fuera de la ley; avanzando los años 30 también fueron perseguidos los militantes de la Unión Revolucionaria, los famosos "camisas negras", que eran los partidarios civiles de Sánchez Cerro.

Es decir, un militar leal al "Mocho", siendo ministro del Interior de su sucesor, había perseguido a los políticos civiles partidarios de su ex jefe. En algún momento se arrepintió y tomó contacto con el general Cirilo Ortega, que seguía fiel a la UR. Fueron tramando una conspiración e incluyeron al APRA. El ministro buscó una entrevista con Haya de la Torre, quien se la concedió después de verificar sus intenciones. La reunión fue en Miraflores y el ministro llegó en un automóvil del PAP que lo había recogido en el Centro de Lima sin ningún acompañante. Ahí acordaron crear un frente integrado por la UR y el APRA para respaldar el golpe de Rodríguez, quien se comprometió a un gobierno provisional que convocaría a elecciones. Estos dos partidos se habían combatido con ferocidad todo el decenio anterior y eran muchos los muertos que los separaban. A pesar de ello, en una muestra del gran pragmatismo de Haya de la Torre, decidió marchar junto a su enemigo tradicional para recuperar la democracia.

Pero algo salió mal. Tanto Guillermo Thorndike como Domingo Tamariz han escrito sobre este suceso relatando la participación de médiums espiritistas y logias masónicas, que explicarían la descoordinación entre los complotados. El caso es que Rodríguez tomó Palacio y obvió capturar Radio Nacional, por cuyas ondas debía transmitirse la proclama revolucionaria; la señal convenida para que el APRA gane las calles. Los medios de comunicación modernos aún no eran prioridad en los momentos críticos. Radio Nacional sólo propaló música de carnaval y la calle estuvo de fiesta. La escena política se concentró en Palacio, donde un desenlace fortuito ultimó al jefe de los sublevados.

El golpe de Rodríguez se parece al que, muchos años después, intentara Jaime Salinas Sedó. Ambos fueron dirigidos por militares que buscaban retornar a la democracia y fracasaron. Aunque tuvieron suertes distintas. Mientras Salinas conservó la vida, Rodríguez perdió la suya. Pero el fracaso de Salinas dio curso al afianzamiento de Fujimori. En cierto sentido, el poder de Vladimiro Montesinos sólo llegó a la plenitud cuando se deshizo de un buen grupo de oficiales de primer nivel, como eran los que complotaron con Salinas. Por el contrario, en el golpe de 1939, el general Rodríguez con su desgracia obtuvo una victoria política, porque Benavides se sintió obligado a convocar elecciones para ese mismo año. Hay quien muere para ganar.

Fuente: Diario La República. Mié, 06/02/2008

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La caída de Leguía fue en agosto de 1930. Había durado once años y su régimen había terminado transformándose en dictatorial. Se reeligió dos veces y esta segunda reelección fue fatal porque perdió legitimidad. Su tercer mandato fue muy frágil y la gran crisis internacional de 1930 lo derribó sin miramientos. El autor del golpe fue el comandante Luis M. Sánchez Cerro, quien se sublevó en Arequipa. Su manifiesto fue redactado por el eminente jurista José Luis Bustamante y Rivero. En él se prometía terminar con la tiranía y convocar a elecciones libres.

Sánchez Cerro instaló en Lima una Junta de Gobierno que fue muy inestable. El público le achacaba que quería convocar a elecciones para presentarse siendo al mismo tiempo presidente. Además, había una crisis económica muy fuerte, que era la consecuencia peruana de la quiebra de la bolsa de valores de Nueva York en 1929 y la consiguiente depresión mundial. Fue tal la penuria del gobierno, que los empleados públicos no fueron pagados durante seis meses. Todas las actividades productivas se redujeron al mínimo y el hambre y la desesperación ganaron las calles.

Sánchez Cerro fue obligado a renunciar en marzo de 1931 y se formó una nueva Junta de Gobierno presidida por David Samanez Ocampo, quien convocó elecciones para octubre. Sánchez Cerro partió para parís y retornó en agosto para la campaña electoral. Tenía 41 años de edad, era piurano y tuvo gran prestigio entre los sectores populares menos organizados. Las trabajadoras de mercados lo idolatraron. También tuvo el apoyo del poder económico y organizó el partido Unión Revolucionaria, que lo sobrevivió luego de su asesinato en 1933. Ganó las elecciones con el 51% de los votos válidos.

El principal contendor fue el naciente partido aprista peruano conducido por su líder Víctor Raúl Haya de la Torre, entonces de 35 años, la edad mínima para postular. El APRA obtuvo el 35% de los votos gracias a una gran campaña. No contó con mayor apoyo económico, pero organizó muy bien a sus partidarios en una rápida campaña. Haya fue una figura carismática rodeada por la aureola del revolucionario que elaboró un discurso antiimperialista que cautivó a amplios sectores populares, sobre todo en el norte y entre los trabajadores organizados en gremios y sindicatos.

El tercer y cuarto puesto fueron ocupados por José María de la Jara y Ureta y por Arturo Hoyos respectivamente. El primero de los nombrados era el candidato de los descentralistas y diversas tendencias de centro que quisieron evitar los peligrosos extremos de la UR y del APRA, argumentando que cualquiera de los dos que ganara sería la guerra civil. Obtuvo el 7% de los votos. Su campaña fue a perdedor, ni siquiera regresó al Perú puesto que vivía en el Brasil. Por su parte, Arturo Hoyos representaba al civilismo, desplazado de la escena nacional por Leguía. Habría sido la candidatura de la derecha tradicional y también obtuvo el 7% de los votos.

Para las elecciones de 1931 se organizó por primera vez el Jurado Nacional de Elecciones. El árbitro dejó de ser el Congreso cuya politización había contribuido al descrédito prevaleciente sobre las instituciones políticas. También hubo un estatuto electoral democrático aprobado por la Junta de Gobierno de Samanez Ocampo y aunque se registran serios problemas en el recuento y numerosas alegaciones de fraude, las elecciones de 1931 fueron las más limpias que se habían desarrollado en el siglo XX. El padrón fue impecable y fue la primera vez que se supo cuántos debían votar y cuántos realmente lo hicieron. La participación fue un récord pues votaron 330,000 peruanos y el ausentismo fue alto: el 18%. Se recuerda que sólo votaban los hombres mayores de 21 años que supieran leer y escribir.

Fuente: Programa Sucedió en el Perú. Emitido el 18 de enero del 2006.

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Rebeldes en las sombras

Por: Manuel Burga (Historiador)

El libro del joven historiador David T. Garrett, Sombras del Imperio. La nobleza indígena del Cuzco, 1750-1825, publicado por el IEP, traducido por Javier Flores Espinoza, es un singular aporte al conocimiento de la nobleza inca, en realidad deberíamos decir realeza inca, que podríamos denominar Rebeldes en las sombras. El primero que llamó la atención sobre este hecho fue el recordado historiador de Berkeley, John H. Rowe, cuando habló, hacia 1955, del movimiento nacional inca, al referirse a la rebelión de Tupa
Amaro, que tan pronto se inició en Tinta el 4 de noviembre de 1780 exhibe símbolos prehispánicos y pronuncia mensajes que expresaban un orgullo étnico, una simpatía por el pasado y la voluntad de recuperar el poder perdido.

Este libro, bastante bien construido, con el apoyo de jóvenes historiadores cusqueños, que hurgaron en archivos locales, no va en esta dirección. No se interesa en las subjetividades, sensibilidades, ni el imaginario detrás de cualquier expectativa social dentro de un contexto colonial como el del siglo XVIII en los Andes. Vuelve a confirmar hechos que nosotros conocíamos muy bien desde las investigaciones de Rowe: a) Que la nobleza real Inca fue reconocida por la administración colonial y se les concedió una situación de privilegio, como a todas las noblezas en esa época; b) Que el gobierno colonial, y la legislación indiana, estableció dos realidades: “República de Españoles” y “República de Indios”, como una modalidad de administración colonial; c) Que las noblezas y jefaturas indígenas fueron puestas al servicio de la metrópoli y cumplieron una triste función fiscal.

El libro también exhibe un abundante análisis de casos donde las noblezas indígenas aparecen litigando por la sucesión en las jefaturas, donde incluso aparecen ilustres mujeres indígenas que ganan cacicazgos, mostrando más coraje y determinación que sus similares varones. Los caciques de Taray, Písac, Maras, Coporaque, San Sebastián, San Jerónimo, desnudan sus flaquezas y muestran sus ambiciones por las jefaturas étnicas, que daban prestigio, poder e ingresos económicos. Los descendientes de la nobleza inca prehispánica dominaban las parroquias de la ciudad del Cusco y las provincias cercanas, en un perímetro de 30 millas a la redonda. Como sucedió en la época inca, y de la misma manera, a medida que nos alejamos del núcleo urbano y marchamos hacia la periferia, los Incas anudan relaciones con familias no incas para conservar sus privilegios y poder.

Pero no hay lo que se esperaba: el análisis de la organización de las doce familias reales incas en la ciudad del Cusco. Las que estaban organizadas en un Ayuntamiento indio de los 24 alcaldes, residentes en las ocho parroquias de esta ciudad, descendientes de las doce panacas incas, que tenían un libro para registrar la elección anual del Alférez Real indio que juraba fidelidad y obediencia al Rey, en nombre de la República de Indios, cada 25 de julio, día del Patrón Santiago. En esta misma fecha las autoridades españolas hacían lo mismo y era el momento en que las dos repúblicas aparecían públicamente en todos los territorios coloniales.

¿Que este grupo indígena estuvo al servicio del sistema colonial y que la función principal de esta nobleza era la obediencia y lealtad al monarca? Son indudablemente las apariencias legales, todos los funcionarios del gobierno español lo sabían. No podían evitar esta intermediación y así crearon un mecanismo peligroso. Si no, miremos lo que sucedió luego de la rebelión de Túpac Amaru II, quien era un gran rebelde, pero no un buen político; porque olvidó ponerse a la cabeza de las noblezas dentro de ese perímetro de la muerte para la estabilidad colonial y se levantó desde fuera. Las consecuencias aún se sienten en el mismo siglo XX.

Fuente: Diario La República. Jue, 27/05/2010.

Recomendados:

David T Garrer, Shadows of Empire.

Los Incas borbónicos. La elite indígena cuzqueña en vísperas de Tupac Amaru II.

jueves, 27 de mayo de 2010

Fundación del Estado argentino: Los actos fundacionales de la diplomacia argentina y las fuerzas armadas (29 de Mayo de 1810).

El Bicentenario del Estado argentino

Por: Rosendo Fraga
Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

El 25 de mayo de 1810 se instala el primer gobierno patrio. Que el Presidente de la Primera Junta, Cornelio Saavedra, sus dos secretarios, Manuel Belgrano y Mariano Moreno, y cuatro de los seis vocales que la integraban fueran nacidos en el país, no deja duda sobre el significado y alcance del movimiento que se ponía en marcha.

Pero cuatro días después tiene lugar lo que en mi opinión es la fundación del Estado argentino. Es que el 29 de mayo tienen lugar los actos fundacionales de la diplomacia argentina y de las fuerzas armadas.

Matías de Irigoyen, un marino nacido en Buenos Aires que se había formado en España y que de retorno al país participa activamente del grupo promotor de la llamada Revolución de Mayo, es designado ese mismo día, mediante un Decreto de la Junta, como enviado ante la Corte de Inglaterra y el Gobierno de España.

El nombre de Irigoyen, que entonces tenía 29 años, había sido sugerido por Belgrano. La Junta, en un oficio, explica al gobierno británico con bastante detalle lo que había sucedido: desconoce la autoridad de la Junta de Regencia de España que sustituía al Rey y solicita al gobierno británico que proteja la conducta de Buenos Aires y la auxilie con los medios que necesita para hacerse respetar y sostener su alianza con Inglaterra. Solicita también la protección contra cualquier invasión extranjera y pide que impida los proyectos de la Corte de Portugal, instalada entonces en Brasil, para ocupar la Banda Oriental del Río de la Plata. Además, expresaba que deseaba adquirir pertrechos y armas para mantener la integridad de sus dominios y defender los derechos de Fernando VII, en cuyo nombre ejercía la autoridad.

El diplomático mantiene varias entrevistas con el Marqués de Welleslley, Ministro de Relaciones Exteriores británico y quien se compromete a intentar una mediación con las autoridades españolas y a detener las pretensiones de Portugal y de cualquier otra potencia que propusiera atacar a Buenos Aires. Respecto a la compra de armas, el gobierno inglés permitió que una partida de 8.000 fusiles y 6.000 sables que habían sido comprados por el embajador español en Londres por encargo del Virrey Cisneros, llegaran a Buenos Aires.

La misión incluía trasladarse después a España, para informar a las autoridades de la península sobre lo sucedido y neutralizar acciones militares hostiles, pero Irigoyen regresa sin cumplir esta gestión, dada la crisis política en la cual se encontraban las autoridades españolas.

El mismo 29 de mayo que se firma el Decreto designando a Irigoyen como enviado diplomático a Londres, se firma el que da origen a la Fuerzas Armadas.

La Junta dispone elevar los batallones de infantería existentes a 1.116 hombres, dejando para más adelante resolver sobre la Artillería y Caballería.

Ordena una rigurosa leva -incorporación obligatoria- que comprendía a todos los vagos y hombres sin ocupación y desde los 18 a los 40 años, y que volvieran al servicio de las armas quienes habían estado incorporados con motivo de las invasiones inglesas y no estuvieran ejerciendo algún arte mecánico o servicio público.

Disponía que el único vocal de la Junta que era militar, Miguel de Azcuénaga, se hiciera cargo de la ejecución de este Decreto, ante quien debían dar cumplimiento los alcaldes de barrio.

Pocas semanas después, sobre esta organización militar en gestación se envían los contingentes hacia el Alto Perú y Paraguay, destinados a imponer en el interior la autoridad de la Junta, que era resistida.

Que a cuatro días de la instalación del nuevo gobierno se haya puesto en marcha la actividad diplomática y militar, confirma que no se había tratado de un cambio de gobierno, sino de un régimen político.

Pero además, en mi opinión, esa fecha pone la piedra fundacional del Estado argentino. Lo que caracteriza a un Jefe de Estado es que ejerce ambas funciones, la conducción de las relaciones exteriores y el mando de la fuerza militar, pudiendo delegar de acuerdo al sistema político otras funciones de gobierno.

Y es la creación del Estado el 29 de mayo de 1810 el hecho que confirma la intencionalidad de gestar una nueva Nación, por parte de quienes protagonizaron el 25de mayo hace doscientos años.

Fuente: Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría

Recomendado:

miércoles, 26 de mayo de 2010

Bicentenario de la independencia hispanoamericana.

Bicentenario de la Independencia del Cono Sur

Por: Isaac Bigio (Internacionalista)

El 25 de mayo Argentina celebra su bicentenario. En esa fecha hace 200 años Buenos Aires (entonces la capital del virreinato de La Plata que unía a las actuales Argentina, Bolivia, Paraguay, Uruguay y parte de Chile) crea su junta soberana.

El 25 de mayo es un día muy especial. En verdad la primera junta soberana de Hispanoamérica se dio en esa misma fecha pero hace 201 años. Fue Chuquisaca (la actual Sucre, capital constitucional de Bolivia) quien resolvió desacatar a las juntas españolas para declararse como un poder autónomo. Tras esa resolución semanas después siguieron el mismo camino La Paz (16 de julio de 1809), luego Quito (10 de agosto de 1809) y posteriormente Caracas (19 de abril de 1810).

La gesta de Buenos Aires fue continuada el 20 de julio de 1810 por Bogotá, el 16 de setiembre de 1810 en México y dos días después por Chile.

Es preciso destacar que en ninguna de esas proclamas se habló de independencia o república. Ambas ideas provendrían después tras que el movimiento se radicalizara.

En 1809-1810 los que creaban estas juntas se autoconsideraban 'españoles americanos' que protestaban contra la ocupación francesa que Napoleón Bonaparte había hecho de la península ibérica en 1808. Los criollos no renegaban de la corona madrileña sino que, por el contrario, se proclamaban como sus enérgicos partidarios. Su gesta sólo buscaba lograr que sus respectivas juntas se sentasen de igual a igual con las juntas de resistencia a la ocupación gala que se habían centrado en Andalucía.

Diferencias La independencia hispanoamericana adquiere así un rasgo muy diferente a la que tuvieron los países de habla francesa o portuguesa de América Latina.

Haití en 1804 fue la primera república latinoamericana y negra en conformarse, y su proceso de dio a base de una rebelión de esclavos que tomaron violentamente el poder.

Brasil en 1822 se separó de Portugal pero sin que hubiese una cruenta guerra o revolución republicana. La monarquía de los Braganza se había trasladado de Lisboa (ocupada por los franceses) a Río desde donde administró sus colonias en América, África y Asia. Cuando el rey portugués le pidió a su hijo Pedro II que retorne a Lisboa y él dijo 'me quedo', es que la monarquía portuguesa se dividió en dos alas familiares. Brasil no pasó por el proceso de desmembramiento y terribles guerras que balcanizaron a los Andes y América central. Por más de su primer medio siglo fue una monarquía unitaria.

Las repúblicas hispanoamericanas no nacieron de una insurrección de esclavos ni fue una división relativamente pacífica de la casa real. Se trató de un proceso intermedio entre ambos.

Fuente: Diario Correo. Martes 25 de Mayo del 2010.

Historia del asesinato del presidente Luis M. Sánchez Cerro (1933).

¿Quién mató a Sánchez Cerro?

Por: Antonio Zapata (Historiador)

El 30 de abril de 1933 fue asesinado el presidente Luis M. Sánchez Cerro por el joven trabajador Abelardo Mendoza Leiva. En ese momento, la situación nacional era crítica; el mandatario muerto estaba despidiendo a las tropas que partían a Colombia para un enfrentamiento internacional. Además, el país vivía una cruenta guerra civil; el año anterior había sido el levantamiento aprista de Trujillo, que se saldó por los asesinatos del cuartel O’Donovan y la bárbara represión subsiguiente, en la cual centenares de jóvenes trujillanos fueron fusilados en los muros de Chan Chan. Cuando la guerra exterior y la interna constituían una grave amenaza a la república, cayó asesinado el gobernante, en uno de los pocos magnicidios de la historia nacional.

La escolta presidencial ultimó en el acto a Mendoza Leiva, impidiendo que declare en un juicio. Esa circunstancia sembró la sospecha de complicidad de la guardia o de quien la mandaba. El jefe del ejército era Óscar R. Benavides, quien asumió la presidencia. Por esa razón, algunos malpensados sostuvieron, soto voce, la complicidad de Benavides en el crimen. Se decía que era directo beneficiario del asesinato. Esa hipótesis fue contemplada en aquellos días por la Unión Revolucionaria, que era el partido precisamente de Sánchez Cerro.

Sobre esos tormentosos años, tiempo atrás apareció el libro del sociólogo e historiador Tirso Molinari, que analiza la postura del nuevo líder de la UR, el doctor Luis A. Flores, quien transformó el partido en una organización explícitamente fascista. Como Benavides promovió un gabinete de concordia con el APRA, presidido por Jorge Prado, que llegó a una tregua temporal con el PAP, se redoblaron los ataques de la UR al nuevo gobierno. En medio de esa creciente oposición, reiteradamente hubo veladas sugerencias sobre Benavides como instigador del crimen de Sánchez Cerro. Aunque luego, el mismo Flores negó esas insinuaciones, al defenderse en el Congreso cuando fue apresado y deportado.

Por su parte, Mendoza Leiva era aprista, lo cual abona la hipótesis de un atentado urdido por el APRA, en represalia por los sucesos de Trujillo y la implacable represión que se vivía en el país. De hecho, pocos meses atrás se había producido el intento de asesinato del presidente por un joven militante aprista, José Melgar, en la iglesia de Miraflores.

Al respecto, la opinión del escritor Guillermo Thorndike en El año de la barbarie es que el APRA estaba lista para atentar contra Sánchez Cerro y que se les adelantó Mendoza Leiva, a quien conocían, pero no saben de dónde salió. Thorndike parece sugerir que hubo varias cartas apristas para atentar contra Sánchez Cerro, una de las cuales habría funcionado. Aunque, el mismo Haya de la Torre en un discurso en la Plaza de Acho negó toda participación del APRA en el magnicidio.

Por su parte, algunos autores, como el mayor Víctor Villanueva, han sostenido que Mendoza Leiva fue parte de una conspiración conjunta del APRA y Benavides. Pero, no han aportado pruebas, solamente conjeturas basadas en especular sobre quién fue favorecido por el crimen.

En todo caso, hubo juicio y la sentencia sólo demoró tres meses. El fiscal desestimó la acusación que involucraba al APRA y planteó que fue un atentado individual, cometido por un fanático. Por su parte, el historiador Jorge Basadre comparte la idea de un crimen organizado por pocas personas sin conexiones con los altos mandos de la política nacional. Esa fue la conclusión tanto del juez como del fiscal. Pero, como parecía difícil de creer, la controversia se impuso y los hechos no están claros. Así, se trata de uno de los mayores misterios políticos del siglo XX.


Fuente: Diario La República. Mié, 05/05/2010.

Recomendado:

Historia de la Rebelión Aprista de Trujillo (1932).

martes, 25 de mayo de 2010

Historia de los miembros de la Primera Junta de Gobierno de Buenos Aires (25 de Mayo de 1810).

El ostracismo de los hombres de Mayo

Por: Rosendo Fraga
Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.

La mayoría de los miembros de la Primera Junta de Gobierno que el 25 de mayo de 1810 iniciaron el proceso de la emancipación nacional, tuvieron un final en el ostracismo, sin el reconocimiento de sus conciudadanos.

Un ejemplo de ello fue su Presidente, Cornelio Saavedra. Tras haber sido desplazado en 1811, fue procesado y debió exiliarse en Chile hasta el año 1815. Durante este período, perdió su fortuna, amasada antes de las Invasiones Inglesas como comerciante con el Alto Perú. De vuelta a Buenos Aires, recién en 1818 consiguió que Pueyrredón como director supremo le reconozca el grado militar. En 1822 se acogió a la ley de retiro y en 1825 ofreció sus servicios para la guerra con el Brasil, que no fueron aceptados por lo avanzado de su edad. Pasó sus últimos años en la estancia de la familia ubicada en Zárate, donde falleció el 29 de marzo de 1829, luego de sufrir dificultades espirituales y económicas.

Juan José Castelli fue enviado por la Primera Junta como delegado en la expedición militar al Alto Perú, que fue derrotada en la batalla de Huaqui el 20 de junio de 1811. Retornó a Buenos Aires donde fue sometido a un lento proceso. El gobierno le adeudaba sus sueldos atrasados y en el Alto Perú había gastado toda su fortuna. Atacado por un cáncer en la lengua, murió en prisión el 12 de octubre de 1812.

El final de Manuel Belgrano es más conocido. Después de la sublevación del Ejército del Norte en la posta de Arequito, Belgrano, al mando de la tropa, emprendió viaje a Córdoba acompañado de su médico, pues ya estaba enfermo, su secretario y sus ayudantes. Después de una breve detención motivada por la falta de recursos, obtuvo un préstamo de 400 pesos con los que llegó a Buenos Aires en 1820. Después de haber permanecido unos días en una quinta de San Isidro, pasó a una vieja casona de la actual avenida Belgrano. Allí su vida se apagó lentamente, mientras lo visitaban diariamente los religiosos del vecino convento. Dejó de existir el 20 de junio.

En alta mar. La muerte de Mariano Moreno también es conocida. El 22 de enero de 1811, se embarcó en la goleta Misteloe, con rumbo a Europa para cumplir una misión diplomática encomendada por la Junta (controlada en ese momento por sus adversarios políticos). Dos días después, trasbordó a la goleta Fama donde lo esperaban su hermano Manuel y Tomás Guido, que oficiaban de secretarios de la misión. La navegación fue lenta y la salud de Moreno comenzó a declinar. Sus acompañantes pidieron al capitán que desviara el rumbo hacia Río de Janeiro o Ciudad del Cabo para tratarlo porque no había médico a bordo, pero éste se negó. Con el desconocimiento de Manuel Moreno y Guido, el capitán suministró al enfermo un emético que agrava su estado de salud vertiginosamente. Falleció en alta mar el 4 de marzo de ese año.

El sacerdote Manuel Alberti fue el primer miembro de la Primera Junta en morir. La incorporación de los diputados del interior, con la que se constituyó la Junta Grande, precipitó la salida de Moreno y la muerte de Alberti, que también fue separado de la Primera Junta. Este se enfrascó en acaloradas discusiones con el Deán Funes, su rival político. De regreso de una gran disputa en el Fuerte, Alberti murió sorpresivamente de un síncope el 31 de enero de 1811.

Domingo Matheu cumplió algunas funciones durante el período de la Independencia, como Comisario de Vestuarios y como oficial del Regimiento de Infantería del Orden. Renunció a sus cargos en 1821, afectado por una enfermedad. Falleció el 28 de marzo de 1831, recluido en su hogar de la calle Florida de Buenos Aires.

El otro español de la Primera Junta, Juan Larrea, perdió su fortuna durante el período de la Independencia, aunque logró rehacerla en los años posteriores. Pero con el advenimiento de Juan Manuel de Rosas, éste hizo lo necesario para que el almacén naviero de Larrea terminara en la ruina: lo cargó de impuestos y multas. Tras varias peripecias comerciales, algunas en Buenos Aires y otras en Montevideo, pobre y abatido por amargas decepciones y sufrimientos, se suicida el 20 de junio de 1847 en un momento de desesperación.

Carrera dilatada. Juan José Paso es el único miembro de la Primera Junta que mantuvo una actuación constante en la vida política. Miembro del Primero y el Segundo Triunvirato, representante en la Asamblea del año XIII, congresal en Tucumán al declararse la Independencia, integró también el Congreso reunido en el año l824, es elegido para integrar la Legislatura que debía reunirse como consecuencia de la Convención de Cañuelas y es nombrado para formar parte del Senado Consultivo que acompaña al gobernador Viamonte. Anciano y soltero, fallece en Buenos Aires el l0 de setiembre de 1833, sin dejar testamento.

Miguel de Azcuénaga, también tuvo una participación bastante prolongada en la política. En 1817 fue jefe interino del Estado Mayor del Ejército y en 1824 miembro del Congreso Constituyente. Fue elegido diputado de la Legislatura de Buenos Aires en 1831 y 1832. Falleció el 19 de diciembre de 1833, casi octogenario, en su casa de campo de Olivos, construida por Prilidiano Pueyrredón frente al Río de La Plata, en el lugar que hoy ocupa la residencia presidencial.

Alberti, Moreno y Castelli murieron en los primeros años del proceso emancipador y Belgrano cuando el país se precipitaba a la anarquía. La desaparición de Saavedra, Matheu y Paso tiene lugar cuando se inicia el período rosista, mientras que Larrea y Azcuénaga desaparecen en los últimos años del gobierno del Restaurador.

La mayoría de ellos no gozó de reconocimiento público en vida y dejó de existir en la pobreza tras haber invertido sus recursos en la gesta emancipadora.

Este recuerdo de cómo terminaron su días los miembros del primer gobierno patrio, muestra cómo el servicio público fue concebido dos siglos atrás, más como un sacrificio y un deber, antes que un medio para prestigiarse o enriquecerse, a veces sucede hoy en la Argentina.

Fuente: Diario La Nación. Martes 25 de Mayo del 2010.

Historia de la evolución económica argentina. Del modelo agroexportador al modelo industrialista.

El Bicentenario y las “promesas truncas” del primer Centenario

Por Mario Rapoport (Investigador)

La celebración del Bicentenario es oportuna para hacer un balance de la evolución económica y social del país en el largo plazo, aunque algunos análisis históricos basan ese balance, de manera casi obsesiva, en la comparación entre la “brillante” Argentina del primer centenario y la “decepcionante” de nuestros días. “Casi un siglo de caída económica”, se titula un artículo publicado recientemente sobre este tema (Roberto Cortés Conde, en La Nación, 14-5-2010) En síntesis, el argumento es el siguiente. Desde las últimas décadas del siglo XIX hasta la primera década del nuevo siglo, la Argentina pasó de ser un país atrasado y marginal a figurar entre los primeros del mundo por su renta per cápita y sus indicadores de bienestar. Pero la declinación posterior fue igualmente notoria, hasta ubicarnos nuevamente en el pelotón de los países subdesarrollados. Esa declinación coincide, en la óptica de la corriente historiográfica liberal, con el fin del modelo agroexportador, cuando se profundizó la intervención del Estado en la economía y se impulsó un proceso de industrialización que cerró la Argentina al mundo, redistribuyó ingresos de manera irresponsable y la llevó a crisis económicas recurrentes, procesos inflacionarios y un sistema político inestable.

La exaltación del modelo agroexportador empalma, sin duda, con ideas que se expresaban en el primer Centenario. El ex presidente Carlos Pellegrini señalaba, por ejemplo, en la introducción de un libro escrito cuando se celebraba aquel acontecimiento: “La Argentina ocupa ahora una posición tan significativa como la que tenía Estados Unidos a comienzos del siglo XIX y, de continuar esta evolución, antes del fin del siglo XX el país tendrá, sin duda, una importancia igual a la de Estados Unidos en los tiempos presentes”. Propuesta aparentemente modesta, porque comentando esta opinión al presidente norteamericano Theodore Roosevelt, éste le habría respondido que la Argentina necesitaría “menos tiempos que eso” para lograr ese objetivo: sólo cincuenta años (en Martínez y Lewandosky, The Argentine in the Twentieth Century, 1911, p. xliii). Toda leyenda amalgama, sin duda, realidad y fantasía en proporciones diversas y se transmite de generación en generación encubriendo, en muchos casos, los datos objetivos proporcionados por el contexto socioeconómico. El modelo agroexportador, cuyo punto culminante fue la época del Centenario, tuvo una apreciable performance en materia de comercio exterior, y presuntas altas tasas de crecimiento del PIB (no había entonces cálculos del producto e ingreso nacional), lo que alentó a la clase dirigente a imaginar un brillante “destino manifiesto” para la República Argentina. Fue en ese marco que se configuró la metáfora que atribuía al país del Plata la condición de “granero del mundo” o “granero del orbe”, según la generosa licencia poética de Rubén Darío, aunque no se pudieran ocultar los altos niveles de pobreza y las profundas desigualdades sociales que existían en el interior de la sociedad argentina. Ni tampoco, como los autores del libro que citamos lo admiten, desconocer la carencia de una auténtica democracia en un país donde las elecciones estaban manejadas por el gobierno. Resulta “difícil decir si esto es así –afirmaban–, porque no hay una verdadera opinión pública, o si esa opinión pública no existe porque el gobierno usurpa las funciones del electorado” (p. xxii). Opinión pública “invisible” en la que debían incluirse también los millones de inmigrantes que habían venido a trabajar y habitar la Argentina.

La clase dirigente de entonces, una cerrada oligarquía –dueña mayoritaria de las mejores tierras del país–, confiaba, por otra parte, en la supuesta inagotabilidad de las riquezas naturales; en la perenne continuidad del endeudamiento externo, que contribuía a financiar la infraestructura de transporte y el desarrollo urbano y rural (pero también producía repetidas crisis financieras); y en la inamovible disposición del mundo a adquirir y abonar los bienes producidos en las fértiles y vastas extensiones de la Pampa Húmeda.

En verdad, esto último estaba enmarcado en una división internacional del trabajo cuyo eje era Gran Bretaña, el poder hegemónico de la época, que proveía sus capitales y manufacturas, y necesitaba las materias primas y alimentos baratos, pero no la competencia a sus productos industriales: esto indicaba las características asimétricas y dependientes de la inserción de Argentina en el mundo. La realidad no tardó, además, en mostrar que el país contaba con una base productiva limitada que distaba de brindar a su población en crecimiento un bienestar como el que empezaban a alcanzar los habitantes de Australia, Canadá, Estados Unidos y las naciones del norte europeo. Cuando estalló la crisis mundial en 1929, la clase dirigente (otra vez la oligarquía en el poder) debió abrazar medidas otrora consideradas revulsivas para sus convicciones, pero ineludibles a la hora de capear una tempestad gestada en otras latitudes. El rumbo industrializador adoptado en la Argentina, sobre las endebles bases heredadas del modelo agroexportador, no fue una respuesta equivocada a las nuevas condiciones del mundo sino la adaptación al panorama impuesto por una realidad que escapaba al control de la elite local. Luego, otra orientación política afirmó ese rumbo y le agregó un programa social del que el país carecía.

Ahora bien, resta saber cuáles son los factores que dan cuenta de la divergencia en el camino transitado por parte de Australia y Canadá, dos países (entonces colonias) que despegaron económicamente en condiciones internas y externas con similitudes a las nuestras: extensos territorios, grandes riquezas naturales y escasa población. Al realizar una comparación con esas naciones, entre las principales diferencias se encuentra la estructura de tenencia de la tierra. Frente al dominio del latifundio en nuestro país, acompañado por un sistema de arrendamiento que dificultaba la incorporación de tecnología, en Australia la posesión de la tierra quedaba en manos de la Corona, y cuando se otorgaban adjudicaciones, se lo hacía exigiendo mejoras en la utilización de la misma.

En el caso de Canadá, predominaba allí la explotación de medianas extensiones personificada en la figura de los farmers, quienes habían obtenido la propiedad de sus campos en forma gratuita y a quienes esa condición les facilitaba el acceso al crédito, haciendo posible la adquisición de maquinarias y el mejoramiento de las explotaciones. Por el contrario, la Argentina no logró generar una clase media rural significativa, lo que implicó, al ser prácticamente el sector agropecuario la actividad económica que motorizaba al país, una gran concentración de poder en manos de grandes estancieros, que promovieron la más amplia apertura comercial a fin de colocar sus productos agrícolas. Esto se diferenciaba de lo que ocurría en Canadá, donde la “Política Nacional”, industrialista, encabezada por el primer ministro MacDonald, facilitó el desarrollo manufacturero desde 1890; o de las preferencias otorgadas en Australia a firmas locales por licitaciones del gobierno, particularmente en torno del abastecimiento de materiales para los ferrocarriles y las comunicaciones en general, incentivando áreas como la metalurgia y la producción de maquinarias agrícolas. Estos hechos muestran las distintas capacidades con que los tres países enfrentaron el proceso de industrialización a partir de la abrupta caída en el comercio exterior que siguió a la crisis del ‘30 y permiten dilucidar el supuesto misterio que se escondería detrás de las divergencias en el grado de desarrollo de sus economías, muy superior, desde esos años, al de nuestro país. Las esperanzas de Carlos Pellegrini no se cumplieron y la Argentina entró al siglo XXI con más incertidumbres que certezas. Pero ello se debe no sólo a un futuro difícil de pronosticar sino, y sobre todo, al balance de un pasado que no ha sido suficientemente bien comprendido.

Fuente: Diario Página 12. 25 de Mayo del 2010.

Migración e influencia española en Argentina.

Primer Centenario. La Infanta Isabel va a los festejos,
junto con el Presidente José Figueroa Alcorta.

Vínculos de amor y odio con España

Los “gallegos”, esa parte intensa de nuestra vida

Primero, los españoles fueron enemigos. Más tarde, fuerza de trabajo, inyección de talento, blanco de humoradas y hasta destino de amparo. Presencias diversas pero permanentes.

Por: Agustina Prieto (Historiadora)

En la canción patriótica compuesta por Vicente López y Planes y Blas Parera en 1813 España era fiero opresor, tigre sediento de sangre, león rendido a las plantas de la nueva y gloriosa nación. Era el enemigo. En los proyectos que cimentaron la construcción del Estado argentino, España era la imagen misma de la decadencia y el atraso y sus rústicos habitantes estaban desprovistos de las cualidades de excelencia que Juan B. Alberdi atribuía a los hombres laboriosos de la Europa protestante. Entre los pioneros de la modernización hubo, no obstante, españoles de talla legendaria como Carlos Casado del Alisal o Rafael Calzada. Los anónimos no fueron invitados pero vinieron centenas de miles, huyendo del hambre y la persecución política o soñando hacer fortuna. La mayoría prefirió las ciudades porque la lengua era una ventaja a la hora de buscar empleo en los servicios propios de la vida urbana. Fueron los “gallegos” nobles pero irremediablemente brutos del estereotipo consagrado por la literatura costumbrista y el género chico teatral.

Cruzaron el Atlántico republicanos y anarquistas que buscaban refugio político o un horizonte que imaginaban propicio para proyectos transformadores y utopías revolucionarias. El Estado argentino necesitaba legos de todo tipo y entre los expatriados hubo profesionales o meros expertos en alguna disciplina que ocuparon cargos expectantes en la administración de justicia y en la educación pública. Con ellos comenzaba, lentamente, el reencuentro con España. Serafín Alvarez y Juan Bialet Massé propusieron, por ejemplo, resolver los problemas políticos y sociales de la Argentina moderna con principios socialistas tomados de la legislación colonial indiana y de muy antiguas tradiciones de gobierno de la península ibérica. Bialet Massé, el autor del monumental Informe sobre el estado de las clases obreras en el interior de la República (realizado para el mismo gobierno que promulgó la ley que habilitó la expulsión de españoles anarquistas o sospechados de serlo), apelaba al “socialismo indiano”.

La guerra de independencia de Cuba movilizó a los españoles, que reclamaron modificar el Himno Nacional argentino en reconocimiento de la situación creada por la inmigración masiva. El gobierno dispuso despojar a la canción patriótica de 1813 de las estrofas que hablaban de “los gritos de venganza, guerra y furor proferidos contra el altivo y vil invasor que con infamia a la fuga se dio”. Intelectuales y hombres de gobierno descubrían, en tanto, en la lengua castellana, una barrera para las ambiciones imperialistas norteamericanas desnudadas por la Guerra de Cuba y un arma contra las aún más inquietantes proyecciones sociales y culturales del cosmopolitismo.

La presencia de la Infanta Isabel de España en las celebraciones del primer Centenario de la Independencia realizadas en Buenos Aires, la ciudad con mayor número de españoles después de Madrid y Barcelona, consagró la unión de los antiguos enemigos. La Guerra Civil Española dividió a la comunidad española y conmovió a la sociedad argentina, que siguió los avatares cotidianos del conflicto a través de periódicos e informativos radiales. Los más comprometidos se sumaron a las brigadas internacionales que combatieron en el frente republicano. Crítica, el diario más vendido de la Argentina, hizo suya la causa republicana y los seguidores de Francisco Franco contaron con el favor de los sermones de la misa dominical. La guerra civil descubrió otra España. Una España de “gallegos” heroicos e idealistas.

El fin de la guerra civil trajo una nueva oleada inmigratoria. Vinieron con ellos los artífices de la etapa dorada de la industria editorial argentina y artistas que renovaron la escena teatral y cinematográfica. El mítico viaje de Eva Perón a la empobrecida España de la posguerra consagró el establecimiento de un lazo político entre los gobiernos de los dos países. Lazo que permitió que Perón pasara sus años de exilio en una residencia madrileña que fue punto de peregrinación para la generación de jóvenes que haría de su retorno una bandera política. El inicio de la última dictadura argentina provocó una inversión en los términos del vínculo establecido a mediados del siglo XIX. Los perseguidos políticos de la Argentina encontraron refugio en la España que acababa de enterrar a Franco y a su larguísima dictadura. La oscura España alberdiana se convirtió en un luminoso modelo político y el Pacto de la Moncloa forma parte desde entonces del lenguaje político del común de los argentinos. La cultura de la transición española iluminó a su vez la angustiosa cotidianidad de los argentinos que lloraban en cines abarrotados de público con el monólogo de “Solos en la madrugada”. Y la vida de los que esperaban que el fin de la dictadura provocara un destape liberador.

La crisis económica que sobrevino a la crisis política de las postrimerías de 2001 completó la inversión de los términos vinculares. Decenas de miles de argentinos eligieron probar suerte en España porque contaban con la nacionalidad de sus ancestros “gallegos”. Otros, porque la próspera nación del Mercado Común Europeo ofrecía una posibilidad de futuro que la Argentina escatimaba. La suerte corrida por los emigrantes fue, como antaño, diversa. Están los que viven muy bien y los que apenas sobreviven en la España de la crisis. Están también los que no lo lograron y emprendieron el camino de vuelta, como lo hiciera la mitad de los españoles que llegó a la Argentina durante los años de la inmigración masiva.

Los doscientos cincuenta mil españoles que residen actualmente en nuestro país y la cifra ligeramente menor de compatriotas que vive en España hablan de la vigencia de un vínculo fundado en una historia con largos tramos compartidos; en las raíces “gallegas” de una parte sustantiva de los argentinos y en la presencia de una sólida red de entidades comunitarias, económicas y culturales. Las sedes porteñas de los principales partidos políticos españoles lo prueban.

Fuente: Diario El Clarín. 25 de Mayo del 2010.

domingo, 23 de mayo de 2010

Características del sistema político británico. Monarquía y Democracia en el Reino Unido.

Democracia "Made in Britain"

Por: Isaac Bigio (Internacionalista)

El Reino Unido reclama que es la única potencia que tiene una democracia que nunca ha sido ininterrumpida por ninguna guerra civil o golpe en más de 3 siglos. Esta estabilidad democrática se debe, en gran parte, a las propias restricciones que este país ha impuesto a la misma democracia.

Mientras en toda república hay una división de poderes y el jefe de Estado es electo, Gran Bretaña tiene una monarca, la misma que es la que más dura en el poder y es la más fuerte del mundo. Ella teóricamente puede remover al primer ministro británico o de cualquier otra de sus dependencias (tal como lo hizo en Australia en 1975).

A diferencia de todas las demás grandes "democracias", la Cámara Alta británica nunca ha sido electa y puede recortar las decisiones de la Cámara Baja que sí es electa, aunque de una forma que guillotina a las minorías y que permite que el ganador se quede con todo.

El Parlamento de esta nación consta de unos 650 miembros. Cada uno de ellos es electo solamente en uno de los 650 distintos distritos electorales de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. De esta forma quien triunfe, aunque sea por un porcentaje mínimo, usualmente termina amasando la mayoría absoluta. Por ejemplo, el laborismo, quien apenas sacó el 35% de los votos en los últimos comicios generales (2005), detenta el 55% del Parlamento. Los conservadores, pese a que quedaron a sólo 3 puntos de diferencia no llegaron ni al tercio de los escaños.

Este sistema está diseñado de tal forma de que es casi imposible quebrar el duopolio de dos partidos (rojos y azules se alternan en el poder desde la I post-Guerra Mundial). Los liberal-demócratas en 1983 sacaron su mejor votación, pero a pesar de obtener el 25.4% de los votos sólo consiguieron 23 bancadas (un 3% del Parlamento), mientras que los laboristas con dos puntos de ventaja casi le decuplicaron en curules (consiguieron 209 parlamentarios).

Nunca un Primer Ministro ha sacado siquiera 30,000 votos y éste es designado por el o la monarca en base a pedirle al líder del partido que haya conquistado más bancas para que le configure su gobierno. Gordon Brown ni siquiera llegó a ser el actual jefe de su partido o Primer Ministro mediante una sola consulta a nivel nacional.

Fuente: Diario Correo. 14 de Abril del 2010.

Recomendado:

Los Tory y Whig. La coalición conservadora-liberal británica.

viernes, 21 de mayo de 2010

Los Tory y Whig. La coalición conservadora-liberal británica.

Desarrollo político

Autor: Ricardo Vásquez Kunze

El pasado 11 de mayo, vestida con un sobrio vestido blanco plata, collar de perlas de tres vueltas y un prendedor de brillantes en forma de estrella de seis puntas, la reina Isabel II recibió, en su palacio de Buckingham, al honorable David Cameron, líder del Partido Conservador, para invitarlo a formar gobierno.

De inmediato, el líder de los Tories se dirigió al número 10 de Downinig Street, residencia oficial del Primer Lord del Tesoro y, por tanto, del Primer Ministro, ya que ambos cargos, los más importantes de la política británica, los ostenta la misma persona. Para entrar por la famosa puerta negra, David Cameron tuvo que formar una coalición de gobierno con el Partido Liberal del también honorable Nick Clegg, el tercer partido más votado en la última elección general. El líder Whig devino entonces en viceprimer ministro. Unas horas antes, Gordon Brown, líder del Partido Laborista, abandonó el número 10, seguido por el camión de mudanzas.

La reina es la personificación de la institución monárquica, heredera de una tradición que en 2066 cumplirá 1,000 años. El Partido Tory, hoy conservador, fue fundado para apoyar a los Estuardo, en el último cuarto del siglo XVII.

Los Whig, con el tiempo liberales, contrarios a los Estuardo, aparecieron en la misma época. Los laboristas, los más jóvenes de esta vieja institucionalidad política, acaban de cumplir 110 años. El resultado es que el Reino Unido, dirigido por sus élites en una tradición política casi milenaria, se desarrolló hasta convertirse en su momento en la primera potencia de la tierra, ocupando hoy un lugar de privilegio entre los que rigen los destinos del mundo.

Nada de eso pasa en el Perú donde el desarrollo es concebido simplemente como éxito económico. Según la mentalidad dominante, que no es otra que la de la plebe, mientras más plata tengamos en los bancos, mientras más cosas podamos comprar, mientras más postes, agua y celulares tengamos y más comida traguemos, pues más desarrollados seremos. Incluso algunos predicen ya que de seguir creciendo a un ritmo estable como lo hemos venido haciendo hasta hace poco, en veinte años alcanzaremos el ansiado desarrollo. ¡Bullshit!

Ningún país desarrollado es un indigente político. Al final, siempre la precariedad política termina en la ruina económica. Cuando el liderazgo es azaroso y no institucional, sobreviene el caos, haya o no haya dinero en los bolsillos. La bestial creencia de que los partidos políticos son solo un “tecnicismo legal”, como piensan algunos, es la partida de defunción del desarrollo económico. Será por eso que en el milenario reino de Isabel II el liderazgo económico y el liderazgo político domicilian en el mismo número, desde hace siglos. Con los mismos partidos de toda la vida gobernando al servicio de su Majestad.

Fuente: Diario Perú 21. Lun. 17 may '10.

Imagen tomada de: http://www.intaglio-fine-art.com/

domingo, 16 de mayo de 2010

Historia de la Guerra de España en el Pacífico. El Combate del Callao (2 de mayo de 1866).

El Combate del 2 de Mayo según España

Por: Rosa Garibaldi
Historiadora y diplomática peruana.

Mariano Ignacio Prado (Huánuco, 1826-París, 1901), jefe supremo del Perú y presidente provisional, ingresó triunfalmente a Lima el 13 de mayo de 1866. Lo hizo en medio de ovaciones por la victoria en el Combate del 2 de Mayo. El hecho fue consignado en la edición del 1 de junio del diario “The New York Times”, en Estados Unidos.

Celebración continental

Los aliados del Perú celebraron la jornada del 2 de mayo como un gran triunfo. El canciller de Chile, Álvaro Covarrubias Ortúzar (Santiago, 1824-1899) transmitió al canciller Toribio Pacheco y Rivero (Arequipa, 1828-Lima, 1868) la gran alegría chilena por la victoria peruana en la guerra hispano-sudamericana.

La otra historia

A una semana del éxito peruano, el 9 de mayo, el comandante en jefe de la escuadra española Casto Méndez Núñez (1824-1869) dirigió al decano del cuerpo diplomático en Lima una misiva vanagloriándose de haber castigado con sus fuerzas navales al Gobierno Peruano con el “bombardeo del Callao”, y agregaba que “si el gobierno de la república ejecuta o tolera tropelías contra los súbditos españoles en ella residentes, las fuerzas navales de Su Majestad Católica vendrán otra vez a esta agua para vengarlas”.

Resistencia a la derrota

Estados Unidos recibió como propia la victoria peruana en el Callao. Así lo hizo saber Federico Barreda, ministro plenipotenciario del Perú en Washington D.C., al canciller Toribio Pacheco. Denunció, además, que los españoles presentaban como triunfo su derrota y anexó la Gaceta Oficial de “La Habana”, del 5 de junio que decía: “Habiendo la escuadra de Su Majestad Católica castigado el insulto hecho al pabellón español por las repúblicas de Chile y del Perú, que motivó el bombardeo de Valparaíso y el glorioso combate del Callao, ha sido retirada del Pacífico y el Gobierno Supremo ha concentrado las fuerzas en cierto lugar donde deberán encontrarse y en el que el almirante recibirá nuevas instrucciones”.

Campaña desinformativa

Agentes españoles lograron que la agencia telegráfica y de correspondencia “Havas Bullier” hiciera publicar, el 12 de junio, un despacho de similar contenido en un número considerable de diarios europeos de gran circulación. El diario “La Patrie“ proclamó “que la escuadra española victoriosa cesó el fuego al grito de “Viva la Reina”. Francisco de Rivero, ministro plenipotenciario del Perú en Francia y Gran Bretaña, desmintió oficialmente tal información y publicó una enérgica rectificación en la prensa europea.

Aparentes críticas hispanas

Pedro De Novo y Colson (1846-1931) fue un historiador, poeta y marino español, autor de “Historia de la Guerra de España en el Pacífico” (1882). Contemporáneo de los integrantes de la escuadra de su país, fue un agudo crítico de la actuación hispana en el Pacífico. Censuró que el almirante Pinzón, en agresión “injustificada y arbitraria”, se hubiera apoderado de las islas de Chincha, sin autorización de su gobierno, y calificó de “loco” al agente español Eusebio Salazar y Mazarredo. Sin embargo se pregunta: “¿Pero de quién fue la victoria?”

De Novo y Colson destaca la valentía de la marina española, en condiciones inferiores de combate. Dice que la escuadra española —compuesta de naves de madera a excepción de la blindada Numancia—, no contaba con un solo cañón de gran calibre para enfrentar a los doce cañones Armstrong, “de monstruoso y extraordinario alcance”, del Perú, que podían atravesar una nave blindada con planchas de 19 centímetros (la nave blindada Numancia tenía planchas de apenas 13 centímetros). Y, sin embargo, las bajas de la escuadra española fueron, según él, una décima parte de las peruanas.

Las justificaciones

Con excepción de la Numancia —sostiene ese autor— los españoles se batieron en pésimas condiciones: los muros de madera de las naves fueron traspasados por las balas sin dificultad. Las fuerzas del Perú quedaron reducidas a una décima parte de lo que fueron al comenzar el combate mientras las españolas continuaron con el mismo número de buques. Las fragatas españolas, después de cinco horas de fuego a cortísima distancia de los fuertes de tierra con sus poderosos cañones, pudieron darse a la vela ocho días después, todas unidas, para atravesar 3.000 leguas de océano.

Jactancia peruana

Según De Novo y Colson, el retiro de la escuadra española antes de apagar totalmente los fuegos enemigos permitió que en el Perú se jactasen por la victoria porque habían hecho retirar maltrechos a los buques. El autor justifica que los españoles no repitieran el ataque para confirmar su victoria.

Según él, había una gran razón: la escasez de municiones de la escuadra tras el combate. Pero, luego, él mismo se contradice y afirma que “aún cuando la escuadra hubiese dispuesto de suficientes municiones, un segundo combate habría revestido peligros tan grandes como el primero, agujereados sus cascos, hambrientas y desfallecidas sus tripulaciones, invadidas por el terrible escorbuto, sin víveres casi, sin pertrechos, disponíanse para atravesar 3.000 leguas de océano, navegación que por sí sola constituía una larga campaña”. Concluye que los peruanos no pudieron negar el valor desplegado por la escuadra española ni los españoles pudieron dejar de reconocer la bravura que mostraron los defensores del Callao.

Ridícula versión

En carta al canciller Toribio Pacheco, Federico Barreda hizo hincapié en que la circular del comandante español Méndez Núñez, que trató de convertir la batalla del 2 de mayo en triunfo español, solo sirvió para provocar la burla.

Para aumentar el ridículo de esa tragedia, la legación de España en Washington D.C. hizo publicar la noticia de que las naves de la escuadra española quedaron averiadas por una tormenta, “en un país donde todo el mundo sabe que no hay tempestades en las costas”.

Fuente: Diario El Comercio. Domingo 16 de Mayo del 2010.