El Perú y la guerra del Paraguay 1864-1870
Por: Cristóbal Aljovín de Losada (Historiador)
La guerra del Paraguay, como se conocía en el Perú de ese entonces, fue una de las noticias internacionales más importantes de los periódicos limeños en años marcados por importantes enfrentamientos bélicos en América. Esta guerra era parte de un contexto bélico continental: La guerra civil norteamericana, “la guerra civil mexicana” entre Maximiliano y Juárez o la guerra contra España de los países del Pacífico, entre otros. Estas guerras implicaron fuertes debates ideológicos, pues estaban sobre el tapete temas como la esclavitud, la forma de gobierno (monarquía o república), la seguridad de los Estados y de la independencia americana. Estos debates, sin lugar a dudas, cuestionaban las bases de las repúblicas americanas: sus fundamentos y sus promesas.
Por: Cristóbal Aljovín de Losada (Historiador)
La guerra del Paraguay, como se conocía en el Perú de ese entonces, fue una de las noticias internacionales más importantes de los periódicos limeños en años marcados por importantes enfrentamientos bélicos en América. Esta guerra era parte de un contexto bélico continental: La guerra civil norteamericana, “la guerra civil mexicana” entre Maximiliano y Juárez o la guerra contra España de los países del Pacífico, entre otros. Estas guerras implicaron fuertes debates ideológicos, pues estaban sobre el tapete temas como la esclavitud, la forma de gobierno (monarquía o república), la seguridad de los Estados y de la independencia americana. Estos debates, sin lugar a dudas, cuestionaban las bases de las repúblicas americanas: sus fundamentos y sus promesas.
Las noticias en torno a la guerra del Paraguay fluían con cierta regularidad. El diario limeño el Comercio reproducía noticias aproximadamente cada dos semanas, aunque a veces este intervalo se prolongaba dependiendo de la dinámica del enfrentamiento y las dificultades propias de los medios de comunicación de la época. La información publicada reproducía las noticias de los diarios de los países beligerantes, que tomaba sobre todo de diarios argentinos; publicaba también, aunque en menor medida, las cartas de corresponsales. Las noticias eran por lo general narraciones de las batallas y acontecimientos en torno a la guerra y a veces eran acompañados de escuetos comentarios. Las noticias de las guerras del Paraguay y de México creaban una gran expectativa en el país. Eran los días en que los vapores del sur y del norte venían con noticias “de los teatros de guerra de que tan despiadadamente se degollan nuestros hermanos”; las oficinas del telégrafo de Lima se llenaban de personas. “Principian a vaciarse los portales, los cafés y los hoteles de la gente desocupada (…) los desocupados y patriotas han invadido todo el local”[2], comentaba un diario de la capital.
En la mayoría de los editoriales y artículos al respecto en El Comercio, se nota una simpatía al Paraguay por el carácter asimétrico del conflicto, enfatizándose la imagen de un país heroico. El tratado de la Triple Alianza entre Brasil Uruguay y Argentina era considerado como una amenaza a la seguridad e integridad paraguaya. A través de noticias periodísticas y cartas de los diplomáticos, la imagen de la guerra era percibida como la prepotencia de tres países que se habían unido para despojar al Paraguay de su territorio. En muchos de estos textos se desligaba la defensa del Paraguay del asunto de su sistema político, idea que persiste hasta el día de hoy. Aunque el Paraguay perdió finalmente la guerra, ganaría, en cambio, en términos mediáticos.
Frente a la guerra del Paraguay, la política exterior del Perú tuvo dos momentos. El primero fue durante el gobierno del Coronel Mariano Ignacio Prado Ochoa (1865-1868), muy crítico con la situación de guerra y, en espacial por lo estipulado en el Tratado de la Triple Alianza. El segundo momento está caracterizado durante el gobierno del Coronel José Balta y Montero (1868-1872), que adoptó una relación más neutral con los países de la Triple Alianza. Aparte de la postura divergente respecto de la Triple Alianza, entre el periodo de Prado y el de Balta hay una segunda diferencia. El primer gobierno sostuvo una política coordinada con Chile que fue imaginada como una alianza de las repúblicas del Pacífico, una herencia heroica de la victoria del Combate del 2 de Mayo contra la armada española. El segundo sostuvo en cambio una política exterior unilateral, con unas relaciones con Chile que se van complicando. Balta no era bien percibido por personas influyentes de Chile. En realidad las relaciones con Chile habían comenzado a resquebrajarse desde los últimos meses del gobierno de Prado[3].
El presente artículo busca responder las siguientes preguntas sobre todo durante el gobierno del General Prado: ¿Cómo explicar el apoyo peruano al Paraguay? ¿Qué relación hay entre ideología y política exterior? ¿Qué visión geopolítica había entre los actores históricos? ¿Cómo fue la relación entre la política interna y externa?
El marco temporal
Durante el gobierno de Prado los agentes de la política exterior peruana trabajaron en conjunto con los chilenos para encontrar una solución negociada del conflicto bélico paraguayo. En este contexto, el Ministro de Relaciones Exteriores de Chile citaría en abril de 1866 a los representantes de Perú y Bolivia a fin de discutir un posible proyecto conjunto de mediación. Los representantes de Perú y Bolivia se adhirieron a la propuesta del ministro chileno Sr. Covarrubias. Esta propuesta fue aprobada por el Gobierno del Perú a los pocos días de ser formulada[4]. Ya en mayo, se conoce el tratado de la Triple Alianza, que incrementa los temores de los países del Pacífico.
En un inicio, la oposición a la guerra, como lo planteaba el canciller peruano Toribio Pacheco, se debía a que “amenazada la América toda por un enemigo común, era menester reconcentrar fuerzas de todos los estados para sostener, en cualquier emergencia, la libertad e independencia que, todos juntos, conquistaron hace cuarenta años”[5]. El tratado de la Triple Alianza, sin embargo, creaba un fuerte malestar y reforzaba más bien la actitud de las repúblicas del Pacífico[6]. Por otra parte, de acuerdo a Pacheco, el tratado de la Triple Alianza iba en contra del derecho de gentes, pues buscaba derrocar al gobierno del Paraguay. Hay que recordar que para el Derecho de Gentes el único competente para derrocar a un gobierno es el pueblo, esto es, el portador de la soberanía nacional. De acuerdo con esta consideración, proceder como lo estipulaba el tratado implicaría “establecer una doctrina, que aplicada hoy al Paraguay, como lo fue poco ha a la República Mejicana, pondría a los demás estados de América a merced de lo que una o más potencias vecinas o lejanas tuviesen a bien resolver sobre sus destinos presentes y futuros”[7]. De igual modo, los otros puntos del tratado, según Pacheco, eran de gran peligro. Pacheco concluye que “hacer del Paraguay una Polonia americana sería un gran escándalo”[8].
La política peruana frente al conflicto del Paraguay cambia con el gobierno de Balta. Este último había organizado una revolución contra el gobierno de Prado, como consecuencia de la cual había terminado siendo elegido presidente del Perú. Como Prado era su enemigo, era natural que Balta deseara diferenciarse de él, lo que a nivel de las relaciones exteriores significaba una actitud diferente respecto de la Triple Alianza y el Paraguay, aunada a una especie de desinterés frente al tema. Aparte del deterioro de la relación con Chile, que ya hemos mencionado, hay dos elementos más que explican este cambio de actitud. El primero es que la dinámica de la guerra mostraba que la posibilidad de negociación estaba cada más ajena; aunque las cartas de los diplomáticos peruanos siempre se referían al coste en vidas y en bienes que significaba la guerra, había un constante factor de desgaste. Los mensajes de la diplomacia brasileña, en cambio, eran claros en contra de toda negociación. En ellos, se percibía que el Imperio del Brasil no pararía hasta lograr sus metas: derrotar el régimen de López y resolver los problemas limítrofes. El segundo elemento importante en el cambio de actitud ante la Triple Alianza y la guerra fue Prado. Éste, ya en el gobierno de Balta, viajó al Brasil, pues estaban allí los monitores Pachitea y Atahualpa, que habían sido comprados en EEUU y estaban entonces en ruta al Perú. En el norte del Brasil Prado trató de convencer a los oficiales de los monitores –no a la tripulación, que era de origen norteamericano- para que se declarasen en rebeldía y lo apoyaran en una revolución contra Balta. Por otra parte, los monitores sufrieron una serie de percances en la travesía, lo que los obligó a quedarse en puertos brasileños para su reparación[9]. El gobierno de Balta requería ser cauteloso con el Imperio del Brasil. Hay que añadir, sin embargo, que la diplomacia peruana era cautelosa y continuaba teniendo reparos a la guerra y la política amazónica del Imperio del Brasil.
En 1869, el nuevo Ministro peruano ante el Emperador rechaza escribir una nota de disculpa por la retórica crítica a la guerra y al Brasil de Prado durante la rebelión en Arequipa, efectuando tan sólo una disculpa por la retórica dura de este personaje. Para el diplomático peruano, aceptar disculpas más generales implicaba negar “las protestas contra la guerra del Paraguay y el tratado con Bolivia" de 1867[10]. Es notorio que no se había abandonado la idea de que la guerra del Paraguay era asimétrica. De hecho, se admiraba aún la defensa heroica de los paraguayos frente a fuerzas que se veían como muy superiores. Pero había que ser realistas. Para los diplomáticos peruanos, no cabía la menor duda de que era el Imperio del Brasil el que decidiría la suerte definitiva del Paraguay después de su inminente derrota. Es interesante leer en este sentido la carta que envía el Ministro peruano en la Corte del Brasil al Ministro de Relaciones Exteriores en Lima en torno a la muerte del General López:
Vencido por las fuerzas notablemente superiores de los tres estados aliados, huía con muy pocos hombres de su guardia para la frontera de Bolivia, fue alcanzado y rodeado en Aquibadan por la división brasileña que manda el general Camarra.
Las partes oficiales dicen que como Lopes estaba gravemente herido y no quería rendirse, fue muerto por un soldado brasilero…
Con el bagage del general Lopez caminaban cinco hijos suyos de los cuales el mayor contaba doce o catorce años, madama Linch, el anciano Sanches vice presidente del Paraguay, la madre y dos hermanas de dicho general, y algunos pocos sirvientes. Todos fueron tomados por la division brasilera, habiendo muerto el Sr. Sanchez y el joven de 14 años hijo de Lopez.[11] (La carta viene subrayada)
La visión americana de los países del Pacífico
Para comprender la política exterior peruana del gobierno de Prado, hay que vincularlo sin lugar a dudas con el conflicto con el Reino de España y la alianza que se armó a este respecto entre el Perú, Chile, Ecuador y Bolivia. Prado es el líder de la revolución contra el gobierno del General Juan Antonio Pezet Rodríguez (1863-1865). Hubo un incidente en la hacienda Talambo en el norte del Perú en que murió un español; éste hecho sirvió de excusa a la escuadra española, que ocupó las islas guaneras de Chincha en 1864. En ese contexto, el gobierno de Pezet firmó el Tratado Vivanco-Pareja en 1865. La opinión pública rechazó el tratado, que fue considerado como una cesión de la soberanía nacional en favor del Reino de España. El episodio del Tratado Vivanco-Pareja y su rechazo fue el origen de una revolución nacionalista y americanista liderada por el Coronel y prefecto de Arequipa Prado, que selló su éxito político con la victoria sobre la Escuadra española en el Combate del 2 de Mayo de 1866, en el puerto del Callao. En términos generales, esta guerra contra España hizo resurgir el espíritu americanista. Ello explica la orientación americanista de Prado compartida, sobre todo, por el gobierno chileno[12]. De hecho, hasta antes de la Guerra del Pacífico (1879-1883), puede decirse que la imagen pública de Prado se construyó como la de un héroe americano que había derrotado a los españoles[13].
El americanismo tiene una importante historia desde, al menos, las guerras de emancipación, como un proyecto político de una América diferente a España. Este americanismo evolucionaría luego en la idea de una unión entre los países hispanoamericanos en respuesta a la amenaza de las monarquías europeas. Obviamente, en una versión más limitada, este ideal está presente en las propuestas del libertador Simón Bolívar en el Congreso de Panamá de 1826 o de la Federación de los Andes, que marcaron el debate en la década de 1820. El americanismo en general proponía la unidad americana y la defensa de la independencia; por lo general, fue elaborado en clave republicana. Este fue un discurso político que se reproducía con mucha facilidad ante la amenaza de una potencia extranjera[14]. El americanismo, sin embargo, iría perdiendo fuerza con el paso de los años. El pico más alto fue durante las guerras de emancipación y recobraba brillos en momentos de amenaza americana por parte de los países europeos[15].
Desde la década de 1840, los inicios del boom del guano, y vinculado a una política imperialista de las monarquías europeas, el Perú busca proyectar una imagen americanista, sobre todo en los gobiernos de Ramón Castilla (1845-1851 y 1855-1862). Gracias al ingreso del guano, Castilla apuntala el sistema diplomático con misiones en Latino América, EEUU y Europa, convirtiendo la diplomacia peruana en una de las líderes en América. La política diplomática peruana estaba basada en la defensa de la soberanía nacional, la solidaridad continental y la integridad nacional[16].
Hay un conjunto de hechos en América que refuerzan el americanismo. Estos hechos están vinculados a actitudes de clara interferencia europea en la América Hispana. La alianza del general Flores con la Reina Regente María Cristina de España cuyo fin era preparar una expedición al Ecuador para establecer un protectorado en ese país. Esta expedición fracasó porque fue víctima de un embargo que las autoridades británicas impusieron a los buques que estaban destinados para el proyecto de Flores. En ese contexto, se realizó en Lima la Conferencia Americana de 1847-1848 en que participaron Ecuador, Bolivia, Chile y Nueva Granada y que concluyó con la firma de diversos tratados. Uno de estos acuerdos diplomáticos es el Tratado de la Confederación, cuyo fin era la defensa americana frente a la agresión externa. Hubo intentos en el mismo sentido en los años posteriores: El Tratado Continental de 1856 entre Ecuador, Perú y Chile, por ejemplo, tiene un espíritu similar a la primera Conferencia, aunque no estipula una unión entre Estados del tipo de una Confederación. En la década de 1860 se formó la Cuádruple Alianza, entre Ecuador, Bolivia, Perú y Chile, con una posición americanista que rechazaba las propuestas y actos de la Armada Española. El discurso de la Cuádruple Alianza defendía la unión americana, la independencia y la soberanía nacionales. Una referencia importante de la Cuádruple Alianza, sin lugar a dudas, era el Imperio de México, cuyo trono había ocupado Maximiliano I Habsburgo. El Emperador era sostenido con el auxilio de tropas francesas enviadas por Francia entre los años de 1864 y 1867. En 1864 se realizó la Segunda Conferencia Americana; sería el último intento de conformar una Confederación para unirse en contra de agresiones externas dentro de la perspectiva americanista. Dicha conferencia se realizó en pleno conflicto contra España[17].
Los postulados de esta política exterior americanista colisionaban con el sentido que tomaba la guerra del Paraguay. En el Perú como en Chile y otros países americanos, esta guerra se vio como una guerra de conquista que atentaba contra la independencia de los países de la región y podía generar un terrible precedente. En ese sentido, no había diferencia entre la conquista de un país americano por un Reino europeo o por un Estado americano. La conquista era simplemente conquista. El editorial de El Comercio del 8 de octubre de 1866, en el que se contestaba las imputaciones de la prensa argentina sobre la parcialidad del Perú hacia Paraguay, muestra esta condena frente esta política de conquista:
La protesta de nuestro Gobierno contra la anexión á España de la república de Santo Domingo y su lucha contra la intervención francesa en Méjico, eran antecedentes que necesariamente debían producir la protesta contra la intervención de las repúblicas del Plata en los asuntos domésticos del Paraguay, y contra el mal encubierto proyecto de anexión ó repartición del territorio de éste en las tres naciones aliadas.
La justicia ni los hechos cambian la naturaleza con el lugar, y no porque la alianza oriental se dirija contra el pequeño Estado del Paraguay, es decir, contra un país á quien se califica de bárbaro para cohonestar de algún modo el atentado en proyecto, pierde su gravedad los hechos que antes de ahora ha condenado el Perú...
Así igualmente habría evitado la vergüenza de acusarnos por que llamamos americanos y hermanos á los paraguayos. Si siempre que se trata de los intereses de América, debemos de prescindir de ellos ¿donde los colocaremos? ¿Qué son? Preguntamos á nuestra vez. ¿Son egipcios? ¿Son rusos? ¿Qué son?[18]
En 1867, cuando todavía era posible un final aceptable para el Paraguay, un diario limeño público un poema que resume la visión americana de la guerra: una América que rechaza la monarquía. América es republicana y respeta la soberanía de cada país. La conquista no forma parte de la cultura americana:
¡Pueblo sublime, Paraguay valiente!
América te admira
(…)
Y arrollas á los fieros invasores,
A esas hordas impías
No de un traidor nomás… de tres traidores
Traidores a la América, heresiarcas
Contra su santa libertad, y siervos
De esa raza europea de monarcas.
(…)
América rechaza…
Que una de las Repúblicas hermanas
Sufra la suerte infausta de Polonia.[19]
La guerra de 1866 y las alianzas
En 1862 partió de Cádiz a América una expedición científica española bajo el comando del Almirante Luis Hernández Pinzón que luego paso a ser dirigida por el Almirante José Manuel Pareja. Desde un inicio ésta fue percibida como una amenaza para los países del Pacífico. A raíz de esta percepción de peligro cambiaron las alianzas entre los países del Pacífico sur, dejándose atrás momentáneamente múltiples conflictos, incluso muchos de orden de definición o demarcación de fronteras. Chile, Perú, Ecuador y Bolivia conformaron la Cuádruple Alianza. Perú y Chile fueron los primeros en hacer un frente común en diciembre de 1865, en cuyos pasos fueron seguidos por Ecuador y Bolivia en enero y marzo de 1866. En cambio, Argentina, Uruguay se abstuvieron de participar en la alianza y Brasil se declaro neutral[20].
La conformación de la Cuádruple Alianza no fue un objetivo fácil de lograr. Para comenzar, el Perú y Chile buscaron la alianza con Bolivia, un país que tenía serios conflictos fronterizos con Chile, país con el cual tenía en disputa la posesión de la riqueza guanera de Mejillones. Mejillones aparecía para ambas naciones en los primeros años de la década de 1860 como una gran esperanza de explotación de recursos. De hecho, ambos países habían otorgado concesiones a empresarios para su explotación considerando tener soberanía sobre Mejillones. En este contexto de fricciones diplomáticas, en el año de 1863 el Parlamento boliviano aprobó una ley que otorgaba facultades al Ejecutivo para declarar la guerra a Chile previo agotamiento de la vía diplomática. A pesar de fracasar las negaciones chileno-bolivianas, el país del Altiplano no le declaró la guerra a Chile, en buena parte, por carecer de una Armada[21]. En realidad, al igual que Ecuador con Guayaquil, Bolivia no estaba preparada para defender el puerto de Cobija. A pesar de ello, en enero de 1866, el presidente boliviano Mariano Melgarejo decide que Bolivia participe en la alianza que Chile, Perú y Ecuador habían ya sellado. La idea era ampliar el radio bélico de la escuadra española, que tendría varios miles kilómetros hostiles, imposibilitando el abastecimiento a sus buques[22].
Es interesante notar las obvias diferencias de concepción de la política internacional entre la Triple y la Cuádruple Alianza. Mientras los países del Pacífico estaban unidos en contra de España, en defensa de la independencia americana, los países del Atlántico (Uruguay, La Confederación Argentina y el Imperio del Brasil) estaban enfrascados en una guerra contra el Paraguay, otro país americano. La Cuádruple Alianza sustentaba un fuerte discurso americanista-integracionista. Los países de la Triple Alianza no estaban interesados en el americanismo; éstos estaban interesados, más bien, en una reivindicación de territorios y en imponer una política de libre navegación en los ríos de la región de la Plata. Para la diplomacia de los países del Pacífico, la guerra de la Triple Alianza contra el Paraguay rompía la unidad americana en un momento en que se requería la unidad continental contra agresiones europeas.
La geopolítica de los países del Pacífico
Es interesante observar que las cancillerías peruana, boliviana y chilena tenían una lectura geopolítica propia en torno a la guerra del Paraguay. Cada país compartía puntos de vista básicos de traición al ideal americanista de parte de la Triple Alianza y veían la desaparición del Paraguay como un peligro inminente. Cada uno de los cuatro países, sin embargo, tenía sus propios temores y sus propias cartas a jugar. En mucho las variables individuales estaban signadas por problemas limítrofes. En este sentido, la lectura de la documentación diplomática permite observar un temor peruano del avance brasileño, un enfrentamiento entre chilenos y argentinos que se vincula a antiguas disputas, y una Bolivia que tiene posibles conflictos con todos los actores, aun con sus aliados iniciales (Chile y Perú). No debe perderse de vista que Bolivia tiene fronteras con Argentina, Brasil, Chile, Paraguay y Perú.
Como parte de los aliados del Pacífico, Bolivia formó parte del bloque que buscó una solución negociada a la guerra del Paraguay durante los años de 1866 y 1867. Temía con razón que los territorios del Chaco mencionados en el tratado de la Triple Alianza implicaran una merma a las pretensiones bolivianas en favor del Brasil[23]. Sin tener un rol tan protagónico como el Perú y Chile en la búsqueda de una solución frente a las cancillerías de Montevideo, Río de Janeiro y Buenos Aires, Bolivia jugó un rol importante en las negociaciones, dada su ubicación estratégica. Bolivia podía convertirse en una salida al exterior para Paraguay, que en 1867 estaba cercado por los ejércitos de la Triple Alianza. Una salida al exterior implicaba posibles fuentes de abastecimiento para el ejército paraguayo. Bolivia significaba el ofrecimiento de mejorar las vías de comunicación, un tema vital para la supervivencia del Paraguay[24]. Por lo demás, el encierro del Paraguay por la Triple Alianza era tan fuerte que, para 1867, el Ministro del Perú ante los países de la Triple Alianza no tenía canales seguros para comunicarse con el gobierno del Paraguay[25].
La diplomacia de la Triple Alianza intentaba dividir a los países del Pacífico y deshacer a la Cuádruple Alianza. Respecto de divisiones, Bolivia era largamente el país más vulnerable. Los argentinos y los orientales, por ejemplo, intentaron persuadir a los bolivianos que sus temores acerca de los alcances del tratado en lo referente a las pretensiones territoriales de su país no estaban justificados. El Imperio del Brasil, por su parte, tuvo un acercamiento más agresivo con el país del Altiplano. Bolivia y Brasil firmaron un tratado en 1867. Este instrumento diplomático fue percibido por parte de los peruanos y chilenos como una traición[26]. Es más, el Perú consideraba que el documento era peligroso, pues compartía fronteras con ambos países y había controversias sobre la definición y demarcación de las fronteras[27]. En relación a la guerra, con el tratado de 1867 se cierra la posibilidad de que Bolivia ofreciera una ayuda real al Paraguay.
El Perú temía más al Brasil que a la Argentina. Al menos había dos puntos centrales para explicar este temor que se tomaban en cuenta en los cálculos diplomáticos peruanos. Los gobiernos argentinos eran inestables, los brasileños no; la política exterior era cambiante para Argentina y no para el Brasil. Argentina –a diferencia del Imperio del Brasil- era vista como un Estado no muy bien estructurado. Por otro lado, la guerra era muy criticada en Argentina y tenía muchos enemigos internos. La diplomacia brasileña parecía su antítesis, y era percibida como más monolítica. No está demás decir que los gobiernos brasileños eran más estables que los argentinos. Esta visión de la estabilidad monárquica del Brasil iba acompañada de la sospecha de una tendencia natural a aliarse con sus pares, las monarquías europeas. Para el ministro Vigil, las repúblicas del Pacifico debían temer al Imperio del Brasil “con sus instituciones retrogradas, con su política hipócrita, su liberalismo mentiroso, sus simpatías en Europa (aunque lo niegue por cálculo) y su implacable ambición de territorios ajenos, el Imperio es una amenaza más seria para todos los vecinos de lo que generalmente creemos"; aunado esto al crecimiento de su población[28]. Este temor se amplificaba cuando se tomaba en cuenta la expansión territorial del Brasil en el Amazonas, una región donde el Estado peruano tenía muy poca presencia. Es natural que el temor al Brasil fuese mayor; un país estable, en expansión y limítrofe, un país que parecía ir camino de alcanzar la hegemonía en el Amazonas.
En un informe al ministro de Relaciones Exteriores escrito por el Ministro destacado en los países de la Triple Alianza, se mostraba los temores peruanos a una presencia militar brasileña en el Amazonas. Al referirse a la escuadra brasileña, se subrayaba que era “numerosa y fuerte por la clase de sus buques, si no por sus marinos… pues podría alguna vez dominar el Amazonas, como domina hoy el Plata y sus afluentes”[29].
Para los chilenos el problema principal era la Argentina, con cuyo gobierno mantenía relaciones complicadas. La Argentina, por su parte, desconfiaba de la diplomacia chilena, a la que acusaba de interferir en asuntos en los que no tenía injerencia. La diplomacia argentina interpretaba que la intervención del Perú en la guerra y en los asuntos internos de la Confederación era menos relevante, aun cuando el Perú y Chile trabajaron juntos para lograr frenar los avances de la Triple Alianza en la guerra hasta fines de 1867. Las acusaciones de los argentinos a los chilenos de injerencia tenía un amplio espectro que iba desde manipular la política boliviana en contra de la Argentina hasta el apoyo a las revoluciones en contra del régimen del Presidente argentino Mitre. De acuerdo a los argentinos, había una política chilena de injerencia en asuntos argentinos con una gama de juegos vastos y oscuros. En este sentido, en un informe del informe Ministro peruano ante los países de la Triple Alianza en octubre de 1866 se describe cómo la prensa argentina acusa a Chile de manipular al Presidente boliviano Melgarejo para provocar una invasión boliviana a territorio argentino:
Muy alarmada se manifiesta la prensa argentina por ciertos rumores, que atribuyen al General Melgarejo á idea de amenazar la Confederación con un ejército por el lado de Salta. Como de costumbre, se explica el hecho, suponiéndolo cierto, como debido a sugestiones de Chile, al protestar contra el Tratado de Alianza, y hoy lo es Bolivia amenazando con una invasión armada. La verdad es que, a ninguna de las republicas occidentales se teme tanto como a Chile, sea por que hay con ella disputas antiguas que han predispuestos los ánimos, sea porque se reconoce en que ninguna podría obrar contra la Confederación con mayor eficacia, por su vecindad y relaciones con las provincias argentinas”[30].
Los grupos favorables a Mitre temían que los chilenos se inmiscuyeran en su política interna durante la revolución de Mendoza. Los diarios oficiales de Buenos Aires vinculados al gobierno acusaban al régimen chileno de intervenir en su política interna. De acuerdo con estos, Chile tenía el propósito de derribar el gobierno de Mitre. Respecto a ello, la fuente diplomática peruana afirmaba que las acusaciones contra Chile eran fomentadas por los inmigrantes europeos. En este caso concreto, se trataba de los inmigrantes españoles en Buenos Aires, a quienes se atribuía crear una imagen anti-chilena que se consideraba vinculada a la guerra de ese entonces contra España[31].
La lectura política de la revolución de Mendoza por parte de la representación peruana en los países de la Triple Alianza ayuda a comprender sus deseos y esperanzas: La guerra del Paraguay generaba un malestar político en la Argentina, y un cambio de la política interna implicaba un cambio de posición frente a la guerra del Paraguay. A inicios de febrero de 1867, la revolución de Mendoza se expandió a San Juan, San Luis, La Rioja y una parte de Córdoba, lo cual obligó al Presidente Mitre a retirar tropa de la campaña contra el Paraguay para hacer posible la represión de las provincias rebeldes. Para la diplomacia peruana un éxito de la revolución implicaba un cambio en el panorama internacional. Una victoria de la revolución de Mendoza permitía cambiar las alianzas de los países en guerra y, quizá, realizar también un nuevo trazado del mapa político en lo concerniente al territorio de la Confederación. Con algo de esperanza en el triunfo de la revolución de Mendoza, el diplomático peruano Vigil imaginó un posible nuevo escenario internacional del siguiente modo:
Considero el triunfo de la revolución altamente deseable para la alianza del Pacífico, ya respecto de nuestra cuestión con España, ya con referencia a la unión sud americana, y ya también en cuanto a la conveniencia de oponer un obstáculo eficaz a la política peligrosa del Brasil. Si esta revolución triunfase, habrían desaparecido las más serias dificultades que hasta ahora ha encontrado la alianza americana. La provincia de Buenos Aires se separaría probablemente de la Confederación, como lo hizo otra vez; pero todo el resto de los estados de la Plata, incluso el Paraguay acabarían por acercarse políticamente a nosotros[32].
La Armada Española y la neutralidad uruguaya y brasileña
Uno de los puntos más álgidos y difíciles de las relaciones entre Perú, Chile y el Uruguay y sobre todo el Imperio del Brasil fue el referente al uso de los puertos de ambos países por parte de la Armada Española. Se trataba de un tema complejo porque la guerra contra España no había terminado después del Combate del 2 de Mayo de 1866. Aunque la Armada española se había retirado, no había firmado ningún tratado que diera el conflicto por terminado. No era fácil la negociación de paz porque la retórica del gobierno de Prado -- cuya legitimidad se sustentaba en una ideología nacional americana que rechazaba las ambiciones de España en América -- era muy dura y menos conciliadora que la del gobierno de Chile[33]. Esto significaba que, desde el punto de vista de Chile y el Perú, la guerra continuaba, y existía el temor de que nuevas expediciones españolas se organizaran contra los países del Pacífico. Conforme con estos temores, se planearon una serie de medidas de defensa contra una posible segunda expedición española. Una de las propuestas indicaba que buques peruanos y chilenos debían esperar a la Armada Española en Chiloé y, de ese modo, realizar una emboscada.
Frente a la situación del uso de los puertos de la Sudamérica atlántica, Perú y Chile actuaron de modo coordinado quejándose ante las cancillerías de Montevideo y Río de Janeiro indicando que su neutralidad ante el conflicto con España no era real. Los países atlánticos ofrecían servicios a la Armada Española que se consideraba iban más allá de lo que era un trato neutral. Es muy ilustrativa a este respecto la correspondencia diplomática, que presenta una visión negativa y de temor, sugiriéndose incluso la idea de que Brasil, Uruguay y Argentina terminarían convirtiéndose en punto de apoyo de una posible expansión española en la costa del Pacífico. Hay una visión de que los países de la Plata están influenciados por España. Como había imaginado ya Bolívar[34], para muchos la monarquía brasileña era una amenaza para las repúblicas del Pacífico, pues ésta favorecía la política imperialista de las monarquías europeas. De otro lado, las poblaciones españolas o italianas que migraban a la costa del Atlántico eran percibidas como muy ligadas aún cultural e incluso políticamente a sus países de origen.
Los representantes del Perú y de Chile en Montevideo redactaron una nota al Ministro de Relaciones Exteriores en enero de 1867 quejándose de la presunta falta de neutralidad del país. Los firmantes consideran que "La libertad concedida a los buques españoles de permanecer en el puerto neutral implica para ellos el permiso de convertir el puerto en lugar de observación y acecho de los movimientos del otro beligerante, en lugar de espera y reunión de nuevos refuerzos, y en base de próximas operaciones bélicas". De ese modo se comete en un gran daño a las repúblicas del Pacífico. "La neutralidad, es decir, la imparcialidad del gobierno Oriental se hace ilusoria". Para Perú y Chile, la neutralidad implicaba restricciones reales a los oficiales y marineros así como a los buques españoles para que no se sirvan del puerto de Montevideo[35].
De acuerdo a los informes del Ministro Vigil, la simpatía de Montevideo por España no era difícil de probar. Un ejemplo que se aducía para esto era la actitud de la prensa uruguaya frente a la guerra con España. Para los diarios de Montevideo, por ejemplo, los combates de Abtao y el de 2 de Mayo habían sido victorias españolas. En enero de 1867, Vigil llega a tener una posición tan negativa frente a la política de neutralidad del gobierno uruguayo que propone que una escuadra del Pacífico se enfrente a los tres barcos de madera españoles anclados en la bahía de Montevideo. Para el diplomático peruano, una nota de protesta no era suficiente; las repúblicas del Pacífico debían exigir a los países de la Triple Alianza a una neutralidad verdaderamente práctica[36]. Para el diplomático chileno, Alberto Blest Gana, representante de Chile ante el gobierno de EEUU, menciona las noticias de que España busca utilizar Montevideo como base naval, algo que ya lo hacían, “con la intención de apoderarse de los elementos de guerra que nos vayan por aquella vía”; sin embargo duda que España “con tan revueltos asuntos interiores” pueda “emprender algunas operaciones”. En otra carta, Blest aboga por la compra de barcos de guerra pensando en un conflicto con España[37].
Los representantes del Perú y de Chile redactaron, de igual modo, notas en común dirigidas al Ministro de Relaciones del Imperio del Brasil. En una nota al Ministro brasileño, consideran como actitud hostil la presencia de los buques de guerra de España en el Brasil. Sin embargo, los temores a la política brasileña son mayores. En el año de 1867, hay rumores que el Brasil había entablado conversaciones secretas con el Reino de España para formalizar una alianza cuya finalidad sería contraria a los intereses de las repúblicas del Pacífico[38].
Ya para el año de 1869, se consideraba remota la posibilidad de que España fuera una amenaza para los países del Pacífico. La tensión iba bajando y la percepción de una eventual alianza entre la monarquía americana y la Corona Española iba en disminución. Para el Ministro del Perú en el Imperio del Brasil de ese año, aunque no se había firmado la Paz con España, era improbable ya un ataque por “la paz de hecho en que estamos tiempo ha, y la situación interior de la España, que la imposibilita para renovar las hostilidades”[39]. No había entonces nada ya que temer en el Atlántico. Una posible alianza ofensiva del Brasil con la Corona de España era poco probable. Las repúblicas del Pacífico que, al final de cuentas, eran tan solo Perú y Chile, podían dedicar su atención a nuevos y antiguos problemas.
Ultimas palabras
En 1870, terminó la guerra con un Paraguay destrozado y a merced de la voluntad del Brasil y de sus socios. En el Perú, para la mayoría de los que seguían los acontecimientos, la guerra había sido injusta, cobarde que estaba sustentada por el afán de conquista en una relación de fuerzas asimétricas. El paso del tiempo va relegando el interés por la guerra del Paraguay. Casi después de diez años, empieza la guerra del Pacifico (1879-1883) que marcó profundamente la imagen histórica del Perú. Con los años la guerra del Paraguay pasó a ser mera curiosidad de gente entendida en historia que admira el heroísmo del pueblo del Paraguay. En la segunda mitad del siglo XX, la admiración de dicho heroísmo estuvo vinculada con una fascinación por el modelo autoritario con una política económica proteccionista y estatista que había implantado el gobierno de José Gaspar de Francia (1814-1840). Siguiendo esta lectura histórica, Paraguay había escapado momentáneamente del liberalismo decimonónico reinante en ese entonces. Francia había implantado un modelo de desarrollo que había dado sus frutos, y que el Imperialismo británico aliado con los países de la Triple Alianza había ayudado a tumbar dicho modelo. Con el furor del neo-liberalismo, menos personas con curiosidades históricas tuvieron interés en el modelo del doctor Francia, conocido como el Supremo, en Paraguay y quedó la imagen tan sólo del heroísmo; aunque la crisis financiera mundial de nuestros días, de octubre de 2008, fomentará el debate de las primeras décadas de la historia paraguaya.
Dejando de lado los debates en torno a los modelos de desarrollo y la implicancia de la guerra, la imagen de una guerra asimétrica y de conquista perdura; y de otro lado, la admiración por la valentía de la defensa paraguaya. En el Comercio, los artículos en torno a los últimos días de vida del Presidente López y de la guerra son descritos con una gran amargura y en clave republicana:
Las últimas noticias que nos comunican algunos diarios argentinos sobre la guerra de la triple alianza contra la heroica República del Paraguay, la dan ya como terminada y al Presidente López lo hacen figurar como huyendo en dirección á Bolivia… va á llevar la consternación á todos los corazones republicanos que han seguido con el más profundo interés esta lucha desigual, sostenida heroicamente, por los valientes y denodados hijos del Paraguay desde hace cinco años, rechazando las pretensiones absurdas del imperio negrero y sus aliados del Plata…
Las repúblicas sud-americanas que hasta ahora no han levantado su voz en contra de las pretensiones de la alianza (…) deben, en estos momentos solemnes y de dura prueba para los vencidos, intervenir á fin de que el Paraguay conserve no solo su autonomía nacional, sino evitar que el Brasil siga influyendo en la política de ese país…
Es tiempo, pues, que los Gobiernos americanos y muy especialmente aquellos que tienen por vecinos al Imperio esclavócrata, obren en consuno para impedir, enérgicamente, que el Paraguay deje de figurar como república independiente y soberana entre los estados que hoy componen el continente sud-americano…[40]
A los pocos días aparece otro artículo anunciando la muerte de López que describe el asunto de modo dramático y trágico: “Así ha terminado esta lucha gigantesca, que ha durado cinco años, con la muerte de López que ha sido admirado por su energía y su gran corazón; pues con una constancia, á toda prueba, ha defendido palmo á palmo á su patria, exhalando su último suspiro en la contienda. Nosotros no tenemos embarazo para declarar que la muerte de López es un asesinato (…) su muerte ha producido un hondo sentimiento de tristeza en todas las Repúblicas del Pacífico que han seguido con gran interés las diversas peripecias de esta guerra colosal.”[41]
Notas
[1] Agradezco a David Velázquez y a Víctor Samuel Rivera por sus valiosos comentarios al manuscrito de este trabajo.
[2] El Comercio (Lima), “Crónica de la capital: El Telégrafo”, 21 de diciembre de 1867.
[3] Ronald Bruce St. John, La política exterior del Perú, (Lima: Asociación de funcionarios del servicio diplomático del Perú, 1999), p. 75; Cartas de Allest Gana a Federico Errázurriz, Londres 1 y 16 de junio de 1868. Sergio Fernández Larraín com., Epistolario Alberto Blest Gana 1856-1903, Santiago de Chile: Editorial Universitaria, 1991), pp. 137, 141.
[4] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, (Lima: Imprenta de “El Progreso”, 1867), pp. 20, 24.
[5] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 30.
[6] Memoria que el Secretario de Estado en el despacho de Relaciones Exteriores presenta, por orden del Gefe Supremo Provisorio de la República, al Congreso Constituyente. (Lima: Imprenta del Estado por J. E. del Campo, 1867), pp. 26-31.
[7] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 33.
[8] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 35.
[9] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, Legación en el Brasil, cartas de José María Torre, Ministro del Perú al Imperio del Brasil, al Señor Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Río de Janeiro, 5 de septiembre y 4 de octubre de 1869.
[10] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, Legación en el Brasil, carta José María Bueno al Ministro de Estado en el despacho de relaciones exteriores, Río de Janeiro, 5 de setiembre de 1869.
[11] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2 Servicio diplomático del Perú, legación en Brasil 1870. Carta de Luis Meneses al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Río de Janeiro, 3 de abril de 1870.
[12] Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 1822-1933 (Lima: Editorial Universitaria, 1983), tomo IV, pp. 140-236; Juan José Fernández Valdés, Chile-Perú. Historia de sus relaciones diplomáticas entre 1819 y 1879. (Santiago de Chile: Editorial Cal & Canto, 1977), pp. 281-334.
[13] Cristóbal Aljovín de Losada y Julio César Loayza Orihuela, “La campaña presidencial de Lizardo Montero, 1875-1876”, Elecciones, N. 7((Noviembre 2007), pp. 194-196.
[14] José Miguel Bákula, El Perú en el reino ajeno. Historia interna de la acción externa. (Lima: Fondo Editorial de la Universidad de Lima, 2006), pp. 527-540.
[15] Cristóbal Aljovín de Losada, “América-americanos”, manuscrito por publicar.
[16] Ronald Bruce St. John, La política exterior del Perú, pp. 43-60.
[17] Rosa Garibaldi, La política exterior del Perú en la era de Ramón Castilla. Defensa hemisférica y defensa de la jurisdicción nacional. (Lima: Fondo Editorial Fundación Academia Diplomática del Perú, 2003), pp.160-163; 172-185; 193-212; Mark Van Aken, El Rey de la Noche, (Quito: Banco Central del Ecuador, 1995), pp. 335-367; Ronald Bruce St. John, La política exterior del Perú, pp. 43-60.
[18] El Comercio (Lima), Editorial, 8 de Octubre de 1866.
[19] J. F. de Larriva, “EL Paraguay, Mitre y Rosas”. En El Comercio (Lima), Variedades, 14 de Enero de 1867.
[20] Jorge Basadre, Historia de la República del Perú, 1822-1933, tomo IV, pp. 209-209, 211.
[21] Roberto Querejazu Calvo, Guano, Salitre, Sangre. Historia de la Guerra del Pacífico (La Participación boliviana). (La Paz: Librería Editorial Juventud, 1998), pp. 35-52.
[22] Roberto Querejazu Calvo, Guano, Salitre, Sangre. Historia de la Guerra del Pacífico, pp. 35-52.
[23] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, pp. 56, 67.
[24] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 61
[25] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 45.
[26] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 147, 149.
[27] Ronald Bruce St. John, La política exterior del Perú, pp. 75-78; Juan Miguel Bákula, Perú: Entre la Realidad y la Utopía. 180 años de política exterior. (Lima: Fondo de Cultura Económica- Fundación de la Academia Diplomática del Perú, 2002), tomo I, pp. 695-714.
[28] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, carta de Benigno González Vigil al Señor Coronel Mariano I Prado del diciembre 25 de 1867
[29] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 70.
[30] Secretaría de Relaciones Exteriores, Correspondencia diplomática relativa a la cuestión del Paraguay, p. 127
[31] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, carta de Benigno González Vigil al Señor Ministro, Montevideo 20 de marzo de 1867.
[32] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, carta de Benigno González Vigil al Señor Ministro, Montevideo febrero 2 de 1867.
[33] Juan José Fernández Valdés, Chile-Perú, pp.342-351.
[34] Carta de Simón Bolívar al General f. de P. Santader, Potosí, 10 de octubre de 1825, Simón Bolívar, Discursos, proclamas y epistolario político, M. Hernández Sánchez-Barba ed., (Madrid: Editora Nacional, 1975), pp. 292-298
[35] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2 Servicio Diplomático del Perú legación en Brasil, carta firmada por Benigno G. Vigil y G. Blest Gana al Ministro de relaciones exteriores del Uruguay, Montevideo 2 de enero de 1867.
[36] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, Servicio Diplomático del Perú legación en Brasil, Montevideo Enero 2 1867.
[37] Cartas de Alberto Blest Gana a Federico Errázuriz, Washington febrero 27 y 9 de abril de 1867, en Epistolario Alberto Blest Gana, pp. 105, 108.
[38] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, Servicio Diplomático del Perú legación en Brasil, cartas de B. G. Vigil al Ministro de Estado del Perú del 17 y 18 de enero de 1867.
[39] Archivo Central del Ministerio de Relaciones Exteriores, 5-2, Servicio Diplomático del Perú legación en Brasil, carta de José María Torre Bueno al Ministro de Relaciones Exteriores del Perú, Río de Janeiro de 1869, 4 de octubre.
[40] El Comercio (Lima), “Comunicados. Intereses Generales: Paraguay”,30 de marzo de 1870.
[41] El Comercio (Lima), “Crónica Exterior: Imperio del Brasil, Paraguay, Uruguay y República Argentina”, 7 de Abril de 1870.
Referencia electrónica
Cristóbal Aljovín de Losada, « El Perú y la guerra del Paraguay 1864-1870 », Nuevo Mundo Mundos Nuevos, Coloquios, 2009, [En línea], Puesto en línea el 13 enero 2009. URL : http://nuevomundo.revues.org/48562. Consultado el 28 septiembre 2010.
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