domingo, 29 de junio de 2008

Patricio Lynch y la ocupación de Lima.

Entrevista al último virrey

Aquel fue el momento más trágico de nuestra historia republicana. Andrés Avelino Cáceres había sido derrotado, el 10 de julio de 1883, en Huamachuco. En Lima, desde Palacio de Gobierno, el comandante en jefe del Ejército de Ocupación, Patricio Lynch, gobernaba el país.
Aquí, sin ninguna oposición, preparaba los términos que llevarían a la rendición del Perú y al Tratado de Ancón. Tales eran su poder y su influencia en aquellos momentos que inclusive aceptó conceder una entrevista al diario norteamericano The New York Herald. En Chile lo llamaban el último Virrey del Perú.

La entrevista, de la que transcribiremos buena parte, por momentos podrá sorprendernos por la admiración que parece profesar el corresponsal norteamericano a Patricio Lynch y que difiere del recuerdo sanguinario que conservamos los peruanos del almirante chileno por las responsabilidades que desempeñó durante el saqueo al norte del Perú en 1880 y la ocupación de Lima a partir de 1881

Sin embargo, no olvidemos que la entrevista es realizada por un periodista ajeno a la causa del Perú y también sorprendido por el hecho de que Lynch converse con él en inglés. Durante su juventud Patricio Lynch había servido en la marina de guerra británica durante las guerras del opio en China, siendo inclusive condecorado por la conducta que demostró en aquella ocasión.
El corresponsal, cuyo nombre no quedó consignado junto al texto, comienza su artículo explicando cómo se vivía en Lima en aquellos días. Afirmaba que para muchos militares y personal civil chileno el tener que abandonar el Perú sería algo que podrían inclusive lamentar.
Puede ser, respecto a la horda de empleados civiles chilenos que están apercibiendo los derechos municipales o de Aduana, que pocos de ellos son de mucha capacidad y que difícilmente podrían ganar en su país lo que obtienen en el Perú, que consiguen cincuenta o setenta y cinco por ciento más de lo que se paga en Chile por iguales "colocaciones" y que estarán apurados para conseguir empleos cuando cesen sus actuales ocupaciones.

Y puede ser que respecto a los quince mil hombres que Chile mantiene al norte de Arica, el hecho de que se les dá "gratificaciones" votadas con liberalidad, en adición a la paga ordinaria; que el servicio de guarniciones, es agradable; que las expediciones al interior, tan duras (como la última contra Cáceres) a las que el almirante Lynch les obliga a veces, no son de frecuente ocurrencia.
EL PALACIO DE LOS VIRREYES

Sobre Palacio de Gobierno se comenta lo siguiente:

Es un edificio extenso, irregular, sin carácter, de varias clases de arquitectura y diversas épocas; siendo una parte del tiempo de Francisco Pizarro.
La entrevista se realiza en el cuarto particular de recibo de Lynch.
Un cuarto con tapicería de color oscuro y tomando vista sobre la calle del Palacio, que conduce de la Plaza al antiguo Puente de Piedra construido sobre el Rímac… Esto era parte de los departamentos que ocupaban los presidentes del Perú y de donde el dictador Piérola huyó con tanta prisa después de la batalla de Miraflores.

Al momento de conocer a Patricio Lynch, el corresponsal norteamericano lo describió de la siguiente manera:

A pesar de tener más de sesenta años el Almirante, tiene un semblante tan elástico, una cara tan poco arrugada y gastada y maneras tan poco afectadas, que es imposible atribuirle su edad, ni con quince años de diferencia. Su cabello corto y negro no está todavía mezclado con canas, ni tampoco su tupido y recortado bigote, y sus negros ojos son tan vivos como en la juventud. La elegancia de su figura produce una impresión, que hace creérsele más alto de lo que en realidad es. Lo encontré esa mañana llevando el uniforme de la marina chilena (que se asemeja al nuestro) y sentado delante de su escritorio.

Preparando su cigarrillo y moviendo un montón de documentos que cubría la mesa, dirigió su atención hacia el borrador de una carta que en el vapor pasado había dirigido al señor don Joaquín Godoy, ministro de Chile en Washington, relativo a la batalla de Huamachuco y sus probables consecuencias políticas.

Habiéndole preguntado al Almirante cuál era su opinión sobre el poder de recuperación del Perú, me contestó:

–La condición actual del país no es ciertamente de prosperidad; pero considerando el grado y la duración de su desorganización política interna, que su Capital y sus puertos han sido ocupados militarmente por más de dos años y medio, su comercio y su industria se han sostenido admirablemente. Esto es debido sin duda y en gran parte al fuerte elemento extranjero en el Perú y me atrevo a decir también a lo correcto de la administración chilena.

Artículo completo en:
http://www.larepublica.com.pe/content/view/229232/

lunes, 23 de junio de 2008

CASO PUTIS (HUANTA-AYACUCHO)

Kolumna Okupa. Putis: un caso de basurización

Por: Rocío Silva Santisteban (Escritora)

Una mujer campesina llora ante la cámara tapándose la cara. Mira hacia la fosa. La cámara escudriña el rostro, pero ella se esconde. No jadea, sólo solloza, las lágrimas corren por sus mejillas, susurra unas palabras.

La mujer ha descubierto de nuevo el peor dolor que puede haber en un corazón: la muerte de una hija. Tú, desocupada lectora, imagina que en lugar de devolverte el cuerpo de tu hija muerta, que habiendo pasado incluso por ese tremendo y escandaloso dolor, sólo recibes la tibia, el peroné, una chompita, un ganchito de pelo.

Ahí, entre los múltiples huesos que se encuentran en la fosa común, hay un ganchito, rosado, lleno de tierra, quizás era el ganchito de pelo de su niña. "Guaguay", exclama la mujer. Han pasado 24 años y esa niña, la del ganchito de pelo, de la que ahora sólo quedan restos del cráneo abaleado con municiones que dicen FAME (Fábrica de Armamento y Municiones del Ejército), hubiera podido tener 34 años y darle nietos y entregarle una sonrisa. Pero sólo hay lágrimas, lamentos, sollozos, indignación, frustración, pobreza, desigualdad, ninguneo, olvido.

La fosa fue construida por los propios cadáveres: les habían dicho que la caven, les habían dicho que era una piscigranja, les habían mentido con lo peor que pudiera imaginarse: su anhelo de desarrollo. Mientras los hombres cavaban, a las mujeres las violaban (las marcaban, las "cavaban", las humillaban). Los niños, no uno ni dos, decenas de niños, también fueron abaleados: era mejor matar a un proyecto de terruco, por si acaso.

¿Qué puede haber en la mente de alguien que manda a hacer eso?, ¿qué tipo de pensamientos justifican que un ser humano, que no sería calificado necesariamente como un enfermo mental sino como una persona "normal", piense que esas prácticas genocidas no son sino una manera de salvar a la patria?, ¿en lugar de proteger a los peruanos asesinaban a los peruanos?, ¿para ese peruano eran "peruanos" esos peruanos?

Existen una serie de discursos –maneras de entender el mundo, formas como se organizan las ideas, a través de ciertas lógicas– que le dan al pensamiento autoritario una coherencia que justifica prácticas como el racismo, la exclusión, el sexismo, la discriminación así como ciertas formas de violencia como torturas, violaciones sexuales, asesinatos y genocidios. Estos discursos autoritarios cumplen el papel político de acreditar ideológicamente estas acciones mencionadas, y yo considero que una de esas lógicas es lo que denomino "basurización simbólica".

La basurización simbólica es la forma como se mantiene al otro como una alteridad radical que no escuchamos, un espacio de descargo y descarga, cuerpo que debe ser evacuado del sistema de forma anónima para que todo siga funcionando. Una basura humana, un hombre-muladar, una excrecencia que atora la fluidez de un sistema.

El discurso de la guerra sucia o de la guerra de baja intensidad buscaba definir un enfrentamiento interno sin las características de guerra convencional con la finalidad de saltar cualquier normativa internacional en relación con el trato de prisioneros. En otras palabras, se buscaba la impunidad de los miembros de las fuerzas armadas que, dadas las circunstancias, debían emplear "métodos no convencionales" para extraer información. Este "discurso de la guerra sucia" no es que haya permitido que se cometieran "excesos" sino que implantó una lógica coherente.

Una supuesta piscigranja con más de cuatrocientos cadáveres no es un exceso: es el resultado de una manera de pensar autoritaria que, por sobre todo, considera al otro como desecho. Esa perversión debemos erradicarla para siempre.

Fuente: Diario La República, Revista Domingo. Junio 2008.
Recomendado:

domingo, 22 de junio de 2008

EL PERÚ Y EL PODER DEL MITO.

Diario Educar. San Agustín y el fútbol

Constantino Carvallo

En alguna de sus reflexiones sobre el tiempo dice San Agustín que no estamos, como creemos, volcados hacia el futuro pues el único tiempo que podemos ver con claridad es el tiempo pasado. El futuro no es. El presente pasa. Es como si la vida humana fuera llevada por un conductor que solo tiene ante sí el espejo retrovisor. Va hacia adelante pero solo puede observar aquello que va quedando atrás.

Tal vez no sea así y seguramente lo comprendo mal. Pero es así como muchas cosas se conducen en el país. El fútbol, por ejemplo. Nada de planificación, de mirada hacia el futuro, de anticipación de lo que va a ser. Y, sin embargo, se esperan triunfos, éxitos, y el público se sorprende, una y otra vez, ante los fracasos. Como si pudiera cosecharse sin sembrar. Este año va a jugarse en el Perú un torneo sudamericano sub 20. No serán los Juegos Olímpicos del presidente García pero algo es algo. A pocos meses del evento en el que somos anfitriones no tenemos equipo, no se ha nombrado al entrenador y el campeonato de la categoría que permitiría foguear y seleccionar a los jugadores ha estado paralizado desde enero.

Sin embargo, pese a que no trabajamos para ese futuro cercano, cuando ocurran las previsibles derrotas habrá una nueva y neurótica desilusión. ¿Cómo puede pensarse que se puede competir con quienes sí trabajan con anticipación? ¿Y cómo puede sorprender o decepcionar que no se triunfe? ¿Cuál es el fundamento de esta obstinada, ciega y compulsiva esperanza?

Está en San Agustín. Proviene del pasado, de la fuerza que emana de un ayer glorioso que, en verdad, nunca existió. Lo que Hobsbawm llamaba una "tradición inventada". No hay que planificar, ni trabajar con constancia mirando el futuro porque como hemos sido muy buenos lo seguiremos siendo, Contigo Perú, generación tras generación. Que no lo seamos nos sorprende y nos molesta pero basta un pequeño empate o la llegada de un nuevo entrenador y la necia esperanza resucita; la irracionalidad y el pensamiento mágico vuelven a anunciar el retorno de nuestras grandes victorias. Es el poder del mito, del sentimentalismo, de un falso pasado que se pone delante e impone la improvisación.

El proyecto es ser como antes, el plan es aguardar la renovación fortuita de lo que jamás ocurrió.

En la actitud ante el fútbol se expresa esta enfermedad de la nostalgia, esta triste incapacidad para olvidar, para trabajar en el presente ese futuro que no queremos, cuidadosa y humildemente, construir hoy.



Fuente: La República

miércoles, 18 de junio de 2008

LA HISTORIA Y EL APRA

La pragmática

César Hildebrandt

Si como dijo Voltaire “la historia es la mentira con la que estamos de acuerdo”, ¿qué quedará del ­Apra?

El Apra nació para cambiar al Perú. En el camino, restó a su pliego de reivindicaciones algunos puntos vitales. Era el pragmatismo de mediados de los 40.

Luego vino el pragmatismo de mediados de los 50, cuando Manuel Prado gobernó para que nada se moviera y todo pareciera que se movía.

Le siguió el pragmatismo de los 60, cuando el Apra casó en primeras nupcias con el zafio general Manuel Odría, su perseguidor del 48 al 55 del siglo pasado.

Durante un primer ensayo de gobierno, el Apra quiso ser socialista estatizando la banca, proyecto que fue impedido por los propios apristas de la vieja guardia. Allí el pragmatismo de broche de oro lo puso Alan García al admitir la corrección impuesta por Ramiro Prialé y Luis Alberto Sánchez. Sin embargo, hubo en ­esa época un pragmatismo cleptócrata que el recuento de los historiadores habrá de consignar.

Y ahora, globalizada y más que robusta, el Apra ensancha su último pragmatismo y lo convierte en ecuménico. Si antes la ­alianza fue con Prado (el de Clorinda) y con Odría (el de María), ahora el acuerdo es con Bush (el cristiano que bombardeó el jardín del Edén porque nunca supo qué era ­eso de la Mesopotamia).

Cuando se dice Bush no se dice Bush solamente. Se dice el mundo de las corporaciones, el del Israel convertido en verdugo, el del imperialismo sin culpa y el del terrorismo de Estado que dice perseguir al terrorismo. Este terrorismo, que es el único que la prensa nombra y condena, ha nacido y crecerá como reacción al asco que el “orden mundial” provoca entre sus víctimas.

No habría habido ayatolás sin la depravación del Sha ni el golpe de Estado de la British Petroleum y la CIA en contra de Mossadegh. Nadie habría inventado al Al Fatah o al Hamas sin la crueldad israelí y la ocupación sanguinaria de las tierras palestinas. Bin Laden sería un locutor de desmanes sin la Franja de Gaza o la mezcla llameante de petróleo y corrupción en las monarquías de arena. Los talibanes no seguirían matando si Afganistán no fuese territorio de conquista (como lo fue cuando la Unión Soviética lo invadió). No habría bombas ­iraquíes si el lodo injerencista de Bush no hubiese salpicado Bagdad, Basora o Faluya.

Y sí, también: Sendero no hubiese reclutado a miles de jóvenes dispuestos a todo si la sociedad peruana no fuese una donde la desigualdad se pinta como virtud y las multitudes se siguen apostando en cerros y puentes para pedir lo que consideran justo. Y Polay no habría sido lo que fue sin la traición doctrinaria del Apra ni Cerpa Cartolini hubiese hecho lo que hizo si no hubiese sido testigo de los seis obreros muertos en la retoma de “Cromotex”.

El “orden mundial” es un pacto de sabandijas. La “democracia” suele ser ­una cola donde cada cuatro o cinco años se vota a regañadientes por alguien que habrá de decepcionar. Y la prensa ya no es la de Émile Zola sino la de Judith Miller, la editora que emputeció al New York Times contando las mentiras de Bush sobre “las armas de destrucción” que no tenía ­Irak y por las cuales fue bombardeado y ocupado.

¿Qué quedará del Apra cuando la anécdota pase? Quedará quizás el mayor ­ejemplo de pragmatismo multiforme de la historia política peruana.

Con lo que podemos concluir que el pragmatismo del ­Apra le viene de muy lejos. Y que si antes fue pragmática doméstica hoy es pragmática planetaria. Y, para ser sincero, no desentona con el mundo de Bush y su “orden mundial”. Por lo que deberíamos dejar de sorprendernos cada vez que el doctor García –resumen del Apra– decida que las tierras comunales se venden y los puertos se concesionan y hasta las islas episódicas del ­Amazonas se privatizan. Eso se llama pragmatismo. Porque el pragmatismo es el atajo que nos conduce al mismo sitio.
Fuente: Diario La Primera

sábado, 14 de junio de 2008

AMÉRICA PARA LOS AMERICANOS.

La soga en la casa del peruano

Por César Lévano
El lunes último, militares de Estados Unidos invadieron territorio peruano, en la Bahía Las Salinas, en el área de Huacho. Fue en realidad un ejercicio en el que participaron 345 infantes de marina estadounidenses.

Se supone que las tropas gringas, que invaden cualquier país cuando les da la imperial gana, no tenían nada que aprender de este simulacro: entre 1824 y 1994 su país efectuó 73 invasiones en América Latina.

Las víctimas: Puerto Rico, México, Nicaragua, Panamá, Haití, Colombia, Cuba, Honduras, República Dominicana, El Salvador, Guatemala, Grenada, etc. A México, como se sabe, le arrebataron la mitad de su territorio.

La enumeración no incluye la injerencia para instalar dictaduras y derribar gobiernos democráticos, como el del coronel Jacobo Árbenz, en 1954, que había cometido el “delito” de expropiar 85,000 hectáreas de la United Fruit, compañía asesina pintada para siempre en las páginas de Cien Años de Soledad. Gabriel García Márquez relata allí cómo acribillaron, por encargo de la United Fruit, a cientos de bananeros en huelga.

El derrocamiento de Salvador Allende, en 1973, fue también obra de Washington.

La dictadura del general Rafael Videla, inspirada y asesorada por Washington, asesinó o hizo desaparecer a 30 mil personas.

En 1915, infantes estadounidenses invadieron Haití, y se quedaron allí hasta 1934. Después instalaron a François Duvalier (Papa Doc), que asesinó a decenas de miles de personas. Thomas Enders, secretario de Estado estadounidense, lo felicitó, sin embargo, por su “conciencia democratizadora”. Casi da risa, si no fuera porque esa intromisión explica en buena medida la dolorosa miseria de Haití.

Risible y canallesca fue la invasión de Grenada, isla de 344 km2, con una población de 89,502 habitantes, que constituía, según el Departamento de Defensa washingtoniano, una amenaza para la seguridad de Estados Unidos.

Hacia 1854, Washington intentó comprar Cuba a España, por la suma de 125 millones de dólares. Cuando España rechazó el negocio, los gringos intentaron una invasión de la isla. El proyecto fracasó porque los antiesclavistas del Norte estadounidense se opusieron: no querían ampliar el ámbito de la esclavitud.

Nuestra América padeció antes que Vietnam o Irak los arrebatos invasores de Norteamérica. El imperialismo yanqui se nutre de una doctrina constituyente. La del “Destino Manifiesto”, que John Sullivan formuló así en 1845: “Nuestro destino manifiesto es desbordarnos sobre el continente atribuido por la providencia para el libre desarrollo de nuestro millones de habitantes que se multiplican anualmente”.

Sí, pues, los infantes yanquis en nuestra costa, como sus paisanos en nuestra Amazonía, no necesitan de ningún training en materia de invasiones. Su experiencia es una amenaza.

Fuente: La Primera

domingo, 8 de junio de 2008

Periodismo Decimonónico

El periodismo en el siglo XIX
Un archipiélago por descubrir


Por Marcel Velázquez Castro

En los últimos años, la investigación académica sobre el siglo XIX peruano se ha incrementado considerablemente. El nuevo orden republicano es el periodo donde se despliega un conjunto de discursos que formalizan categorías de identidad y procesos de construcción simbólica de nuestra cultura. Además, es el espacio en donde se gestan rasgos perdurables del campo literario peruano y se diseñan las líneas centrales que marcarán el devenir de nuestra historia literaria.

El manido tópico de considerar la literatura peruana del siglo XIX como un periodo estéril y sin logros estéticos oculta la profunda ignorancia de quienes prefieren repetir ideas ajenas a iniciar una investigación prolongada y laboriosa. Muchos textos literarios de esta etapa constituyen un archipiélago que se encuentra diseminado en los periódicos y las revistas culturales de la época; sin un conocimiento directo de estas fuentes jamás conseguiremos una visión integral y comprensiva de nuestra literatura.

La prensa fue el soporte material privilegiado para la producción literaria decimonónica. Poemas, novelas de folletín, cuadros y artículos de costumbres, tradiciones, obras teatrales, ensayos, se publicaron primero en los periódicos y revistas de la época, solo un porcentaje muy pequeño se reunía y se publicaba, posteriormente, en libro.

Alberto Varillas es un investigador especializado en el campo literario decimonónico. Ha publicado La literatura peruana del siglo XIX (1992) y es el editor de las obras completas de Manuel A. Segura (2005). Aunque su libro ofrece un panorama global del periodismo desde sus orígenes coloniales, el centro de la investigación está constituido por las publicaciones del siglo XIX, algunas de las cuales aparecen por primera vez catalogadas y descritas como El Talismán (1846) y El Diablo (1848).

Esta investigación posee varios méritos: una exhaustiva secuencia diacrónica de todas las publicaciones consultadas, un marco histórico que permite apreciar la singularidad sociocultural de cada periódico o revista, una descripción minuciosa de cada pieza, ilustraciones que nos ofrecen un viaje al pasado y un análisis ponderado. La relación alfabética de las publicaciones citadas, los cuadros y el índice onomástico facilitan la consulta tanto para el investigador especializado como para el mero lector.

En la primera mitad del siglo XIX, la cultura de lo escrito se expandió gracias a los innumerables periódicos y revistas que fueron impresos por monárquicos y republicanos, liberales y conservadores, literatos, políticos, generales, y clérigos. Esta fue una fuerza cultural que democratizó la experiencia de la lectura entre los sectores urbanos. Mientras que el libro seguía siendo una experiencia minoritaria, las hojas del periódico llegaban a diversos sectores sociales y reinaban en espacios públicos (cafés, hoteles, pulperías) y se leían y comentaban en el seno de las familias, e incluso mediante una escucha atenta eran apreciados por aquella mayoría que no sabía leer.

Un año después de la independencia el debate ideológico y las disputas políticas produjeron periódicos con nombres tan singulares como: La Cotorra, El Azote a la Cotorra, El Brujo, El Loro, El Loquero, El Loco contra el Loquero, El Periquito, entre muchos otros. Ante la Guerra con Colombia en 1828, los patriotas piuranos publicaron el oportuno periódico El Bota-fuego. Demostrando que la lucha contra el poder siempre ha sido una tarea difícil, El azote de vitalicios, tiranos y malvados (1829) solo pudo publicar un número. En Arequipa, El zancudo preguntón (1829) y en Cuzco, El duende (1830) fueron espacios para criticar a las autoridades locales.

La mayoría de periódicas y revistas fueron de corta duración, pero contienen las iras y los sueños, las promesas y las menazas, la sensibilidad y la racionalidad de nuestros antepasados. Una enciclopedia alucinante regida por la voluntad política y pedagógica del neoclásico; el humor, la sátira y la ironía más encendidos del costumbrismo; y los afanes de la incipiente figura del artista romántico. La heterogeneidad y riqueza de estos cientos de periódicos y revistas, por primera vez, aparecen ante los ojos del asombrado lector contemporáneo.


Fuente: Suplemento El Dominical