sábado, 31 de mayo de 2008

Crisis alimentaria mundial.

Otra vez sobre la crisis alimentaria
Por Humberto Campodónico (economista)

Hace unos días, Mark Plant, subdirector del Departamento de Políticas de Desarrollo del FMI dijo: "Nadie podría haber previsto que la crisis financiera, el alza del precio del petróleo y que grandes masas de dinero se hayan destinado a comprar alimentos y minerales (lo que hace subir su precio) iban a darse de manera simultánea, justo cuando los stocks de alimentos están bajos". Agregó: "Somos conscientes de que la seguridad alimentaria es uno de los objetivos claves de cualquier gobierno. Las políticas que recomienda el FMI están orientadas a apoyar este objetivo" (http://www.imf.org/).

La primera afirmación de Plant casi como que nos dice que la crisis alimentaria es producto de coincidencias y circunstancias fortuitas. Cosa que no es cierta, porque la crisis tiene su origen en los excedentes agrícolas de EEUU y Europa, generados por los millonarios subsidios que les dieron a sus productores.
Luego, vendieron esos productos en el mercado internacional, sobre todo a los países en desarrollo, a precios de dumping. Y ayudaban a la compra de estos alimentos otorgando préstamos baratos (Ley PL 480) (ver, Crisis alimentaria: no es un rayo en cielo sereno http://www.cristaldemira.com/ , 17/5/08).

El tema de fondo es que Plant revela la impotencia del FMI para cumplir sus objetivos: prevenir las crisis de balanza de pagos y garantizar la estabilidad monetaria internacional. Hace años que existe un déficit de la Balanza Comercial y de la Balanza de Pagos de EEUU, equivalente al 5% de su PBI. Como el FMI no puede imponerle a EEUU un "plan de austeridad" (ya que EEUU es el socio mayoritario del FMI), entonces ese desbalance económico mundial se mantiene. Y lleva a la crisis.

El otro lado de la moneda, literalmente hablando, es la devaluación del dólar. Desde la crisis de Bretton Woods en 1971-72, terminó la equivalencia oro-dólar, la que fue "sustituida" por tasas de cambio flotantes "manejadas" por el Grupo de los 7 (no por el FMI) con acuerdos de corto plazo para devaluar o revaluar el dólar. Pero los cambios en la geografía económica mundial (ascenso de China e India y declive, relativo, de EEUU y Japón) hicieron inviable ese manejo de "acuerdos" del G-7 y la irrelevancia del FMI.

La segunda afirmación de Plant acerca de que el FMI apoya la seguridad alimentaria simplemente no es cierta. Desde fines de la década del 70, el FMI y el Banco Mundial apoyaron las políticas de reducción de aranceles en los países en desarrollo en todos los ámbitos, incluido el alimentario.

La liberalización comercial, incluida la desgravación arancelaria fue parte fundamental de los Programas de Ajuste Estructural que los organismos multilaterales pusieron como condición para otorgar préstamos de apoyo a la Balanza de Pagos en momentos de la crisis de la deuda externa de los años 80.

Hace poco, Bloomberg se preguntaba: "¿Contribuyó el Banco Mundial a la actual falta de alimentos?" (Gestión, 19/5/08) y menciona el ejemplo de Honduras: "Los productores de arroz estaban protegidos por aranceles altos cuando el presidente Callejas en 1990 derogó las barreras comerciales que ayudaban a satisfacer más del 90% de la demanda nacional, por un acuerdo para obtener un préstamo del Banco Mundial en setiembre de ese año, lo que hizo que las importaciones inundaran el mercado".

Agrega: "Los precios pagados a los agricultores cayeron 13% en 1991 y un 30% adicional en 1992 (…) Como resultado, actualmente solo existen 1,300 productores de arroz en Honduras, en comparación con más de 20,000 en 1989". Lo que pasó en Honduras sucedió en casi todos los países en desarrollo y, también, en la Región.

La crisis alimentaria ya está aquí y golpea sobre todo a los países más pobres donde la población destina más el 60% de sus ingresos a comprar alimentos. En esta crisis, las políticas recomendadas durante años por el FMI y el BM tienen la más alta responsabilidad. Eso es lo que tratan de evadir, afirmando que apoyan la "seguridad alimentaria" y "que nadie podía prever (sic) la crisis económica" que sí fue prevista por numerosos economistas.

La tormenta financiera perfecta estaba en el horizonte cercano. Pero ellos no vieron nada.

Fuente: http://www.cristaldemira.com/

jueves, 29 de mayo de 2008

EL CRAC DE LA BOLSA DE VALORES DE NEW YORK


Memoria del Crac

En los años 20 del siglo pasado Estados Unidos vivió un boom económico que erigió fortunas, impulsó la aparición de industrias y bancos y alentó el sueño de un país de triunfadores. Pero esa burbuja de prosperidad estalló en 1929 con el famoso ‘crac’ de la Bolsa de Nueva York y el derrumbe de la economía norteamericana. Con ello, la economía mundial también se vino abajo. Hoy, en tiempos en que Estados Unidos afronta una nueva crisis y que empieza a contagiar a otras economías, resulta pertinente recordar el día en que se hundió la bolsa y empezó la época de "la gran depresión".
Por Raúl Mendoza

Años antes de que se cayera la Bolsa de Nueva York en 1929, Estados Unidos realmente era la tierra de las oportunidades. Había acabado la primera guerra mundial y de ella había emergido como la primera potencia económica. Los años 20 se auguraban como una "década de prosperidad" y efectivamente así fue, al menos en su mayor parte. La industria automotriz se disparó y los autos fueron el símbolo de la modernidad. Los sueldos subían, se expandieron los ferrocarriles, se amplió la cobertura de electricidad, las comunicaciones iniciaron un auge que ya jamás se detendría, los bancos aparecieron en todas las ciudades. El desarrollo era la marca distintiva de la vida norteamericana. Todo podía producirse y todo podía venderse.

Muchos creían que la oportunidad de ser ricos estaba a la vuelta de la esquina. No era tan cierto. En el corazón de algunos negocios se alentaba la especulación. Por ejemplo, empezando esa década hubo un ‘boom’ de tierras agrícolas. Miles de granjeros pidieron créditos para producir más y otros compraron más tierras. Pero cayeron los precios y quebraron. "Cuando los mercados agrícolas se derrumbaron en 1921, la situación de los agricultores se agravó porque en muchos casos no podían obtener de sus cosechas dinero para los intereses que debían a los bancos y para pagar los impuestos", cuenta el historiador Frederick Lewis en su libro "Apenas ayer".

Para 1925 hubo otro ‘boom’ inmobiliario en Florida. Cualquier corredor de bienes raíces podía comprar a precio ínfimo un extenso terreno pantanoso en ese estado, subdividirlo en un montón de lotes, hacer un mapa de su futuro proyecto y venderlo a sumas estratosféricas. Todo eso ¡sin haber dragado todavía el pantano sobre el que se levantarían las casas! Igual que antes, miles compraban un terreno en Florida, muchos con la esperanza de venderlo luego a mejor precio. Pero esa burbuja también estalló. Pocos se preocuparon por cómo pagarían después y el negocio se vino abajo. Fue un segundo aviso. Pero muchos siguieron haciendo negocios especulativos.
LA FIESTA TERMINÓ

La economía en los años 20 era más fuerte que nunca. Eso llevó muy arriba los precios de las acciones de las empresas que cotizaban en la bolsa. Todo el mundo se interesó en invertir allí. Los diarios contaban historias extraordinarias: el criado de un corredor de bolsa que había ganado 250 mil dólares en el mercado; un ejecutivo que había invertido un pequeño capital en acciones de la Niles-Bement Pond y ahora tenía una fortuna; una viuda que se había comprado una casa de campo con sus ganancias en acciones de la empresa Kennecott. Esas historias abundaban. Los agentes de bolsa le decían a la gente común –que no sabía nada de transacciones bursátiles– que con sus ahorros podían volverse millonarios. Y la gente creía.

Ocurría que las acciones subían siempre y a grandes niveles. A veces había alguna baja, pero la Bolsa, ubicada en Wall Street, Nueva York, siempre se recuperaba. "Se interiorizó tanto en la mente de los ciudadanos que en la Bolsa solo se podía ganar, y se apostaban los ahorros de toda una vida. Incluso, y ese fue el desencadenante de la gran crisis, se empezaron a comprar acciones al crédito. Poco a poco la burbuja se iba inflando con el gas de los créditos concedidos", cita una página web especializada. Nadie se detenía a pensar qué pasaría si las acciones bajaban. El historiador Frederick Lewis lo resume así: "El gran mercado alcista se había convertido en una manía nacional". No era para menos. Había gente que había comprado cien acciones de General Motors en 1919 y en menos de 10 años había ganado millones.

Arriba, Empleados despedidos piden ayuda humanitaria en una calle de Nueva York. Abajo, Agricultor desempleado espera por un puesto de trabajo en San Francisco, California, 1937.

Todo eso se terminó en octubre de 1929. En los meses previos ocurrieron desplomes menores, pero nadie puso atención. El jueves 24 tuvo lugar el llamado "jueves negro", cuando abrió la bolsa y en la primera hora las acciones empezaron a bajar. Luego surgió el pánico y las acciones se derrumbaron. "En cientos de oficinas a lo largo del país, se veía a hombres que contemplaban la derrota cara a cara. Uno caminaba lentamente de un lado a otro, rasgaba un trozo de papel en fragmentos cada vez más pequeños, otro sonreía avergonzado, como un chiquillo que sonríe ante un funeral (…). Y otro se encontraba sentado inmóvil, como aturdido, con la vista fija en las cifras que se movían en la pantalla, cifras de aspecto inocente que representaban la quiebra de las esperanzas de muchos años…", describe el libro "Apenas ayer".

Al día siguiente el New York Times publicó: "La más desastrosa baja en la mayor y más amplia sesión de la Bolsa de la historia azotó ayer al distrito financiero". El presidente Herbert Hoover, tratando de tranquilizar la situación, señaló el mismo día: "El negocio fundamental del país, es decir, la producción y distribución de mercancías, se encuentra sobre firmes y prósperas bases". Y todavía faltaba lo peor. El lunes siguiente, el 28, nuevas bajas torpedearon la bolsa neoyorkina. Y el martes 29 de octubre ocurrió lo que algunos han llamado "el martes negro’ o "el crac de 1929". Miles de acciones fueron ofrecidas a precios ínfimos y los corredores luchaban por vender. Nadie compraba.

"Eran las 10.30 de la mañana. En sólo treinta minutos se vendieron un total de 3 millones 259 mil 800 acciones, con una pérdida global de más de 2 mil millones de dólares", cuenta el libro "El día en que se hundió la bolsa", de Gordon Thomas. El libro cita el testimonio de un cartero, Homer Dowdy, quien repartía telegramas en Flint, ciudad con muchas fábricas de producción de automóviles, donde los trabajadores de estas fábricas habían invertido en acciones de General Motors. "Vi hombres gimiendo como locos, diciendo que ojalá no se hubiera inventado nunca el automóvil. Estaban arruinados". Mucha gente, banqueros, inversores, ejecutivos, hombres comunes que habían apostado todo su dinero a la bolsa, pensaban en el suicidio. La tasa se multiplicó por diez en el año siguiente.

Una cita periodística grafica lo que pasaba a fines de ese año: "La situación ha llegado a su ápice en los hoteles de Nueva York, donde el conserje pregunta a los huéspedes: ‘¿Desea una habitación para dormir o para tirarse por la ventana?’ Y tienes que hacer cola para conseguir una ventana desde la que saltar". Pero la época de "la gran depresión" no habla de la tristeza norteamericana tras el hundimiento de la bolsa, sino del periodo que siguió en la siguiente década, los años 30, en que Estados Unidos sufrió la más grande crisis de su historia: el 25% de los trabajadores perdió su empleo, los salarios bajaron 60% y miles de bancos y negocios fueron arrasados por la quiebra.

Este era el ambiente que se vivía en las ciudades: "Los vendedores de fruta ocupaban todas las esquinas, los dirigentes, empleados y obreros fabriles permanecían despiertos por la noche, preguntándose cuándo serían echados a la calle también ellos, y contribuían a los fondos para los desocupados; y un transeúnte en Broadway, al ver una fila formada frente a un cinematógrafo donde Charles Chaplin presentaba su película "Luces de la ciudad", preguntó con cierta preocupación: "¿Qué es eso, una cola para recibir pan gratuito o un banco?". La descripción es del historiador Frederick Lewis.

La miseria llegó a ciudades que nunca hubieran pensado que la bolsa tenía tanta influencia en sus vidas. Los años 30 vieron el deterioro del nivel de vida: los trabajadores deambulaban de un estado a otro buscando trabajo o haciendo cola en las afueras de las fábricas. Los fotógrafos de la época, como Dorothea Lange, han ilustrado esos duros momentos en reportajes gráficos recordables. En una serie sobre los cosechadores de arvejas de California hizo el famoso "Retrato de una mujer migrante", acaso la imagen icónica de la gran depresión en Estados Unidos. Pero ahí tampoco acabó la historia: la crisis afectó al mundo, y en Europa sobre todo a Alemania. Esa crisis dio lugar al surgimiento del nazismo. Lo que siguió después, para el mundo, es historia conocida.

¿APOCALIPSIS NOW?

Buscando trabajo en la Oficina de la Legión Americana en Los Ángeles, durante la época de la depresión

La crisis económica en EEUU provocada por créditos inmobiliarios de alto riesgo –orientada a clientes de poca solvencia– se inició el 2007, ocasionó caídas en la bolsa y una retracción del crédito en ese país. Incluso puso en problemas a bancos europeos porque muchos compraron la deuda de los créditos riesgosos, además de provocar pérdidas a las bolsas mundiales. Según Alan Greenspan, ex presidente de la Reserva Federal de EEUU, la crisis crediticia es la peor en 50 años. Los expertos auguran que la recesión tendrá tres impactos en Latinoamérica: baja inversión directa, disminución de remesas y dificultad en acceso al crédito. Se espera que la situación se normalice en 2009, pero si se agrava la economía mundial estará en problemas.

Seguir leyendo en:
http://www.larepublica.com.pe/content/view/214556/

miércoles, 28 de mayo de 2008

Derechos humanos y memoria histórica en el Perú.

Eran sólo serranos

César Hildebrandt

Ayer comenzó, en la Córdoba argentina, el juicio al general de ejército Luciano Benjamín Menéndez.

Menéndez es un vastísimo asesino pero en este caso está acusado del secuestro, torturas y asesinato de cuatro militantes de la izquierda: Humberto Brandalisis, Ilda Palacios, Carlos Lajas y Raúl Cardozo.

Menéndez fue comandante del Tercer Cuerpo del Ejército, cuya jurisdicción abarcaba diez provincias. Gustaba de presenciar los tormentos, de interrogar de cuerpo presente y de asistir comprobatoriamente a los fusilamientos. Su cuota personal para el botín de 30,000 asesinados por la dictadura de Videla –la misma que fue aplaudida por la Caverna argentina, no lo olvidemos– es una de las más altas. Tenía el alias de “Cachorro” y en 1998 creó, sin éxito, un partido de estirpe franquista llamado Nuevo Orden Republicano.

Mientras Menéndez asistía a la primera audiencia de su juicio, en Chile, al mismo tiempo, comenzaba el procesamiento de más de cien ­agentes y colaboradores de la DINA, la policía secreta de Pinochet.

Es el mayor juicio en torno a los derechos humanos en la historia judicial de Chile y está relacionado con la llamada “Operación Colombo”.

Esta operación trató de hacer aparecer el asesinato de 119 militantes de izquierda chilenos, perpetrado por la DINA, como ajustes de cuenta “entre guerrilleros marxistas” ocurridos en Buenos Aires. Se dijo entonces, a medida que los cadáveres ­iban apareciendo en territorio argentino, que “las facciones del MIR chileno” habían llegado a una etapa “de confrontación violenta” y que el resultado de eso eran “las salvajes matanzas de autoría misteriosa” que la prensa no podía descifrar.

¿Y qué prensa se prestó para esa inmundicia, que fue la primera gran batalla de la ­Operación Cóndor? Las agencias noticiosas norteamericanas, “El Mercurio” y sus epígonos, la nueva “Ercilla”. Destacaron en el papel de altoparlantes de los asesinos la revista argentina “Lea” y el diario “O Dia”, de Brasil.

Y mientras en Argentina y en Brasil los verdugos de ayer eran los justiciables de hoy, ­aquí, en el Perú, los peruanos apenas nos enterábamos del hallazgo de más cadáveres en la reabierta fosa común de Putis, en Ayacucho. Más que una fosa común, lo de Putis parece una pequeña ciudadela subterránea plagada de esqueletos descuajeringados y todo indica que si se sigue cavando podrá hallarse más de un centenar de antiguos cadáveres, saldo de sucesivas ejecuciones extrajudiciales perpetradas a lo largo del año de 1984.

Los testimonios recogidos por la Comisión de la Verdad, gracias a los cuales las investigaciones forenses están dando en el blanco para dolor de la patota fujimorista, señalan que las patrullas militares hicieron cavar sus propias tumbas a algunas de las víctimas, entre las cuales hay también mujeres y niños.

Pero en el Perú no hay ningún juicio por lo de Putis. Ni ningún proceso abierto por lo de Los Cabitos, el centro de operaciones del Ejército en ­Ayacucho, el lugar donde “el estado mayor” planeaba, según pregonaba, una nueva batalla por la independencia, y donde hasta ahora han aparecido 82 restos humanos de gente que fue raptada, torturada y asesinada por orden de los Noel Moral de esa época. Y ninguna prensa importante reclama por la tardojusticia que de algo serviría para aliviar el dolor y restablecer el Estado de Derecho.

La junta militar de Videla mató y/o desapareció a 30,000 militantes de izquierda. La Caverna chilena mató y/o desapareció a 3,000 allendistas y posallendistas de diversas matrículas marxistas. Los desmanes de la guerra sucia decidida por nuestras fuerzas armadas eliminaron –no en combate sino en masacres colectivas de civiles desarmados– a 35,000 peruanos.

Pero en Argentina y en Chile hay juicios. Aquí, no. En Chile y Argentina hay jueces impertérritos que no olvidan. Aquí, no. En Argentina y Chile hay prensa que se preocupa por la impunidad de los salvajes con uniforme. Aquí, no.

La diferencia parece ser esta: en Chile y Argentina habrían matado prójimos; ­aquí mataron indígenas. En esos países tan próximos y tan distantes hubo –dicen– algo así como una guerra civil. Aquí, en el viejo virreinato central de los borbones, hubo “limpieza étnica”. Allá eran blancos o mestizos que habían optado por el camino equivocado. Aquí los muertos fueron cholos pasmados por la derrota de hace 500 y pico de años, quechuahablantes ininteligibles, chacchadores de baba verde, mujeres intraducibles, adolescentes que podían ser tentados por el enemigo, niños que querrían más tarde vengarse, comuneros indocumentados por los que nadie reclamaría, viejos que ya estaban muertos de frío, viejas que sólo sabían lloriquear.

–Sí, sí, mi capitán: eran como llamas.

Y después nos preguntamos por qué a veces nos crecen tumores como el de Sendero.

Fuente: La Primera

lunes, 19 de mayo de 2008

HISTORIA DE LOS GITANOS

ORÍGEN DEL PUEBLO GITANO

Los más grandes migrantes de la historia.

Gitanos o cíngaros, ya que de ambas formas se denominan, constituyen una de las etnias más antiguas de la Tierra. Su origen, a pesar de las numerosas disertaciones a las que ha dado lugar, se ubica en el norte de la India, en algún lugar situado entre los ríos Indo y Ganges, posiblemente entre los estados del Punjab y Rajastán.

Constituyen una de las numerosas tribus que poblaban el viejo subcontinente indio antes de que se produjesen las primeras invasiones de los arios, los cuales se fundieron y fusionaron con la población dravídica, ya existente en la India. Arios y dravidianos formaron una sola cultura, la védica, que supuso para el mundo un gran avance en muchos terrenos: en lo social, en medicina, en filosofía, etc. Esto sucedía entre los años 5000 y 3000 a. de C. y arios y dravidianos convivían en paz con todas las tribus que milenariamente habían ocupado la India y habían desarrollado una cultura propia.

En 1500 a. de C. cientos de miles de cíngaros optaron por el exilio. Abandonaron la india regida por los bramanes
La civilización veda duró milenios para ir dando paso, de forma lenta y paulatina, a la civilización bramánica, la actual en la India, que fue la que dividió la sociedad en un complejo y arbitrario sistema de castas. Sin embargo, las tribus que primigeniamente convivieron con arios y dravidianos, como es el caso de los gitanos, quedaron fuera del sistema, quedaron descastados, y constituyeron, junto al resto de las tribus pobladoras del subcontinente, un descomunal bloque social conocido como los intocables. No obstante, y a pesar de lo injusto del sistema, ambas sociedades convivieron en relativa paz y armonía.

Ahora bien, ese precario equilibrio se rompió en algún momento de la historia (se cree que hacia el año 1500 a. de C.) y algunas tribus gitanas no quisieron aceptar la autoridad de los emperadores bramánicos.

El conflicto que esta desobediencia o falta de acatación al régimen impuesto originó, o bien la expulsión forzosa o bien el exilio voluntario de millares de cíngaros del Rajastán y el Punjab. En aquellos tiempos no respondían a la denominación actual. Se les conocía como Doms, Roms, Sugalis y otros nombres. En cualquier caso, tuvo lugar una descomunal diáspora, cuyos efectos perduran hasta la actualidad. Miles de gitanos reunieron sus escasas pertenencias en sus viejos carromatos e iniciaron la más larga de las migraciones conocidas hasta la fecha.

Muchos de ellos se desplazaron hacia otras zonas de la India. En la actualidad, se encuentran diseminados en numerosos estados. Por el contrario, otros muchos iniciaron un largo éxodo hacia el sol poniente, a occidente. Son numerosos los documentos que avalan esta prolongada y forzosa marcha de los cíngaros.

Sin embargo, este divorcio entre la sociedad tribal y la bramánica no se produce instantáneamente. Muy al contrario, convivieron durante centenares de años. Ya bajo los sucesivos mandatos de los emperadores bramánicos era conocida la habilidad de los gitanos en relación con los aspectos oníricos y lúdicos de la época, tales como la música, la danza, el esoterismo y la magia. La lectura de las líneas de la mano era práctica habitual entre ellos y fueron numerosas las ocasiones en las que sus servicios fueron requeridos en la Corte. En su forzado éxodo colonizaron las faldas del Hindu Kush (actual Afganistán) y llegaron a Persia. Algunos documentos avalan la presencia prolongada en esta tierra, en la que adoptaron numerosos vocablos que incorporaron a su lengua autóctona, así como diversos usos y costumbres.

Sin embargo, la mayoría de la documentación apunta a una prolongadísima estancia en el antiguo imperio Bizantino. Fue, efectivamente, Bizancio la tierra que mayor influencia cultural ejerció sobre los gitanos. Pero quizás la mayor aportación del Imperio a la raza calé fue su conversión al cristianismo. Cuando los gitanos irrumpen en España en el siglo XV ya son portadores y practicantes de la fe de Cristo.

Y es precisamente su estancia en la antigua Bizancio (actual Turquía) la causa de la vieja creencia del origen egipcio de los gitanos (Egipto-egipciano-gitano), confusión ampliamente extendida entre estudiosos y eruditos del Renacimiento y el Siglo de Oro.

En efecto, los Registros de Arras de 1421 narran "la llegada de extranjeros del país de Egipto". Una crónica de la ciudad de Constanza hace venir a los gitanos que visitan la ciudad en 1438 de "una isla no lejos del pequeño Egipto". La explicación no es otra que la confusión que produce la región de Izmir (Turquía), conocida por los turcos como "el pequeño Egipto".

Es comprensible, entonces, la confusión popular que atribuye a los cíngaros un origen egipcio. Sin embargo, los estudios realizados prueban la inexistencia de vestigios gitanos en el país del Nilo. Y la opinión de la cingarología actual es unánime al aceptar el origen indoario de los gitanos. El único punto de discrepancia reside en la ubicación precisa del lugar de la India: ¿Punjab o Rajastán? No se sabe a ciencia cierta.

El cingarólogo Muñoz Velasco, en su valiosísima obra Los gitanos y el idioma sánscrito confecciona un pequeño diccionario en el que obviamente se aprecian las similitudes semánticas entre este idioma, originario de la India, y el calé o romaní, la lengua cíngara. Citemos como ejemplo los vocablos panim: agua, manosch: hombre, bacro: carnero o dada: padre. ¿No son demasiadas las coincidencias? Todavía más significativo resulta el significado en calé del vocablo veda, que no significa otra cosa que Iglesia. No olvidemos que son herederos de la mítica cultura veda, la cual desarrolló sus más valiosos cuadros sociales en torno a la religión.

Pero independientemente de su origen, lo que ha sido siempre una constante entre los cíngaros es el acoso al que han sido sometidos históricamente. Isabel la Católica ordenó su persecución en el año 1492 a través de la Pragmática de Medina Sidonia, la misma que ordenó la persecución de judíos y moriscos. ¿Por qué motivo? Los gitanos, aunque cristianos, incorporan a la religión una enorme y variopinta gama de ritos ancestrales que fueron considerados paganos e incluso heréticos por los tribunales inquisitoriales de la sociedad del siglo XV.

No faltaron posteriormente los intentos de integración en la cultura paya, pero invariablemente fracasaron estrepitosamente ya que poco o nada tuvieron en cuenta sus valores culturales autóctonos. Carlos III fracasó rotundamente en el intento.

España, después de Rumanía, es el segundo país que mayor número de población gitana acoge en el mundo

Rumanía es el país del mundo que acoge al mayor número de gitanos. Pues bien, en este país no fue hasta bien entrado el siglo XIX cuando fue abolida la esclavitud de la etnia gitana. Y si bien recibieron el estatus de hombres libres, en la práctica fueron sometidos a todo tipo de tribulaciones y vejaciones por parte de una sociedad paya que miraba con extraordinario recelo toda influencia foránea. España, después de Rumanía, es el segundo país que mayor número de población gitana acoge.

Texto completo en:

viernes, 16 de mayo de 2008

Cultura Política en el Perú y América Latina


Basadre afirmaba con acierto que el gran mal peruano era el “Estado empírico”. Lamentablemente esta observación del notable historiador aún es válida al mirar nuestra vida política. Gobiernos legales pero no legítimos, son la constante de nuestra historia reciente. La anomia esta más presente que nunca en nuestra sociedad. Sin embargo la reserva moral del país es grande, y no cabe duda de que el cambio hacia la verdadera democracia no esta lejano. Debiéramos acostumbrarnos a medir la sociedad no por sus políticos, sino por sus intelectuales y artistas. Sólo así reconoceremos parte de la verdadera riqueza de estas tierras.(Eddy Romero Meza)
El Zorro de Abajo. El orden de García
Sinesio López Jiménez. (Sociólogo)

En el Perú republicano y en la mayoría de los países de AL el orden ha sido construido a la mala: a palos y a balazos. Nunca existieron las buenas maneras. Las fuerzas coercitivas –las FFAA primero y luego la policía– han sido educadas para disparar y para matar en nombre de la ley y el orden. La policía misma, que debiera estar muy cerca de los ciudadanos para protegerlos, ha sido militarizada y armada hasta los dientes. El contraste con el policía inglés, por ejemplo, es impresionante. Sin varas, sin pistolas, sin metralletas y sin tanquetas, la policía inglesa protege al ciudadano, incluso en sus manifestaciones de protesta. Cada inglés es, de alguna manera, un policía de sí mismo: ha incorporado el orden dentro de su sicología y de su propia cultura. En AL, en cambio, el orden está en la metralleta del policía y cuando ésta, por alguna razón, no está presente, el orden desaparece.

¿A qué se debe la diferencia? ¿Obedece a los diferentes tipos de ciudadanos que habitan los países desarrollados y los países atrasados? ¿Se debe acaso también a los diferentes tipos de culturas políticas que los mueven? La explicación hay que buscarla, en gran medida, tanto en el tipo de ciudadanos como en los tipos de cultura política. Los ciudadanos de los países desarrollados tienen todos los derechos (civiles que tienen que ver con la libertad, políticos que atañen a la participación en las decisiones políticas y sociales que aluden al bienestar que produce la sociedad), las mismas garantías (efectivo acceso igualitario, garantizado por el Estado, a todos los derechos reconocidos), todos ellos son iguales ante la ley y a todos (o la mayoría) se les ofrece una igualdad de oportunidades. En AL, en cambio, el acceso efectivo a todos los derechos ciudadanos (reconocidos) es muy limitado, el Estado no los garantiza por igual, no existe igualdad ante la ley ni mucho menos igualdad de oportunidades.

En el Perú, por ejemplo, el 40% son ciudadanos de primera (con acceso efectivo, más o menos garantizado, a todos los derechos), el 23% son ciudadanos de segunda (con derechos civiles y políticos pero sin derechos sociales) y el 33% son ciudadanos de tercera (con derechos políticos efectivos, pocos derechos civiles y ningún derecho social). Más del 90% cree que no existe igualdad ante la ley y más del 50% considera que sus derechos (sobre todo salud, educación, empleo y seguridad) no están plenamente garantizados por el Estado. Justamente los derechos que podrían ofrecer a los ciudadanos una igualdad de oportunidades. Las diferencias de cultura política son también significativas. Mientras en la mayoría de los países desarrollados predomina una cultura cívica, republicana y democrática, en AL se han impuesto las culturas de sometimiento a la mano dura y de desinterés por la política (súbdito y parroquial, respectivamente, para usar los viejos conceptos de Almond y Verba) y, lo que es peor, subsiste el patrimonialismo que, entre otras cosas, explica la alta permisivad ante la corrupción.

A través de la cultura política llegamos al problema de fondo: la forma de gobierno de las élites. La cultura política más que una condición que explica a los diversos tipos de régimen político es, en realidad, un producto de sus prácticas, aunque posteriormente se establezca entre ellos una relación circular. Mientras que los regímenes dictatoriales y autoritarios segregan prácticas y culturas autoritarias en su relación con los ciudadanos, los regímenes democráticos generan prácticas y culturas democráticas. Con notables excepciones, en el Perú y AL las élites y los gobernantes han optado a lo largo de la historia republicana por las dictaduras o por el autoritarismo como formas de gobierno y como formas de construcción del orden. No estuvo entre sus proyectos la promoción de un desarrollo inclusivo, la integración de la población a la vida política reconociendo y garantizando todos sus derechos ciudadanos ni la construcción de un orden democrático y de una comunidad política a través de instituciones creíbles, efectivas y aceptadas por todos. Por el contrario, ellas optaron por gobernar para los ricos; excluir a las mayorías de sus derechos, sobre todo de los derechos sociales e imponer el orden apoyándose casi exclusivamente en el monopolio de la violencia del Estado.

En el tema de la construcción del orden, García no es, por desgracia, una saludable ruptura con el pasado sino una lamentable continuidad. Si quieres que los ciudadanos te obedezcan haz que ellos no solo te teman sino que te amen, aconsejaba Maquiavelo a los príncipes. Si García quisiera economizar la violencia a la que en ciertas ocasiones tiene que apelar el gobierno, tendría que cambiar de políticas económicas, sociales, culturales e institucionales y gobernar no solo para los ricos sino para la mayoría de los ciudadanos. Pero eso es demasiado pedirle en su involución conservadora. Esa es una tarea reservada a las oposiciones sociales y políticas, regionales y nacionales, cuya vigencia ha sido negada por García.

Fuente: La República

miércoles, 14 de mayo de 2008

Alain Touraine

Alain Touraine es uno de los más importantes sociólogos contemporáneos. Nació en 1925 en Hermanville-sur-Mer, Francia. En 1950 se recibió en la Ecole Normale Superieure de Paris. Realizó estudios en la Universidad Rockefeller de Columbia (en 1952), y en Harvard (en 1953). Fue investigador del Consejo Nacional de Investigación científica (CNRS) hasta 1958. En 1956 fundó el Centro de Estudios para la Sociología del Trabajo de la Universidad de Chile. En 1958 funda el Laboratorio de Sociología Industrial. En 1960 fue investigador en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales, de París. Es Oficial de la Legión de Honor de Francia y ha recibido la Orden Nacional al mérito.

Campo de Marte. El teatro vacío del mundo

Por Hugo Neira
(sociólogo)

El 2 de mayo, en la capilla bajo cuya bóveda están santos y doctores de la iglesia, joya barroca de la Casona de San Marcos, en acto de honoris causa, ha ocurrido una suerte de terremoto intelectual. Un sabio francés acostumbrado por sus viajes a frecuentar a la elite del mundo y a ver países distintos, confiesa ante el estupor de la audiencia que es difícil hacer sociología cuando el tejido de lo social por todas partes se deshace. En el público se podía escuchar el vuelo de una mosca. Sobre quién es Alain Touraine, brindo al lector otros medios. (*) Ahora el arte perdido de la reseña.
Hablaba un hombre lúcido, alto, reposado, 83 años, y de pie en el púlpito laico, sanmarquino, y con pausadas palabras, y sin ayuda de powerpoint alguno –esas andaderas del espíritu– dijo llanamente en perfecto castellano cuál es el nudo de sus actuales preocupaciones. "Hubo un mundo, con Estados, con clases sociales, con industrias, con conflictos". Ese mundo industrial, prosigue Touraine, "era un mundo de la producción". En su descripción hace entrar el progreso del siglo XX por entero. "Pero esa sociedad industrial ha cesado". No es que un cataclismo lo haya barrido, no. Vino a decirnos una de esas cosas de sociólogo, que hay que explicar. La lógica de lo social no está dentro de esas sociedades (ni dentro de las descolonizadas). El mundo actual es el mundo impersonal de los mercados. El mundo globalizado es el de impotencia de Estados, clases y actores.

El sistema de producción de la globalización separa sociedad y economía, la cual se hace en otros lugares. "En la bolsa de Londres, no sé qué, por no sé quiénes". Impersonalidad más que nunca del gran capital. En consecuencia, ¿contra quién se estructuran los actores? El mundo como un gran teatro vacío. Un teatro del silencio de poderes anónimos e inalcanzables. Las consecuencias están a la vista: la política poco les interesa a los mismos europeos. En México, señala, un 50% de mexicanos está fuera del sistema político. En Argentina lo mismo, siguen a dirigentes locales, barriales. Y el resultado es que en países ricos, el zócalo de la pobreza se deja en un 8% a un 15%.
Para Touraine los actores políticos no expresan actualmente a los actores sociales. Pese a ello, propone un retorno a la política. En segundo lugar, dibujó este mundo actual, inesperado, al que no niega innovaciones técnicas, y "más dinero que nunca". Pero que igual des-socializa. Un mundo difícil de vivir, "donde los individuos se hallan perdidos, sin signos de orientación". Touraine invocó a la ocasión "El hombre sin cualidades", del austriaco Robert Musil, un relato en torno al apocalipsis gozoso de Viena fin de siglo. Luego, barrió de un porrazo conceptos muy a la moda: "postmodernidad", "sociedad potsindustrial". Postulados facilones, zonceras que impiden asumir la dramaticidad del mundo. El panorama del mundo no es post. Es retorno. Ahora bien, si la sociedad se descompone, ¿cómo se puede hacer sociología? Touraine sociólogo hace un adiós a la sociedad. O a una idea de la misma. Así, en un tercer momento se detiene sobre su "Retorno al actor". Es el concepto de individuo, pero como actor-ciudadano, ese sujeto que resiste a la despersonalización de las modas y del consumo que homogeniza.

Touraine disertó, finalmente, sobre tres tipos de individualismos. Uno que limita su individualidad a lo que compra. Otro que se repliega en la tentación del comunitarismo, o sea, a lo grupal local, religioso, político. "La tentación del rebaño", decía Nietzsche. Este último deja lugar a feroces "conflictos inter-comunidades". Y a partidos políticos ( nuevos) autoritarios. A posturas "militaro-religiosas" (y pensé en Bush y en Bin Laden) Touraine ve el anuncio de "culturas y civilizaciones cerradas". Y por todo ello vuelve a lo que le parece decisivo: al individuo. A Walter Benjamin y a Hannah Arendt, "el individuo es el que tiene derecho a tener derechos". "El derecho a no ser maltratado, ni humillado". A los derechos universales.

Touraine, sus perplejidades. Y su paradojal lección. Una lectura de un mundo que es y a la vez ya no es. Acaso por mi parte algo olvido. Es lástima que en el "parterre" o platea no estuviera más de la flor granada de nuestros intelectuales. A veces, dijo el mexicano Reyes, una aldea es Atenas. Eso ocurrió esa tarde en la Casona. Touraine permite ganar años de conciencia. Su "Crisis de la modernidad" dice más que cien conferencias limeñas sobre la globalización; cito una línea: "El mundo actual tiene conflictos más radicales que los de la época industrial" (p. 372). ¡La que nos espera! Estudiar a Touraine es acabar con esta larga noche del no-pensamiento social. Mucho más provechoso leerlo, aunque –como a todo– críticamente, que esa inercia que compruebo en cada viaje por provincias: hay quienes siguen estudiando esa edad paleolítica de las ciencias del hombre que es el marxismo versión Lenin.

(*) La he puesto en la página web de la institución donde trabajo, porque como Director de la misma me invitaron. Me he tomado esa libertad, así están las cosas. (
http://www.bnp.gob.pe/ discurso de orden al acto de honoris causa al sociólogo Alain Touraine

Fuente: La República

lunes, 5 de mayo de 2008

Javier Heraud.


Javier Heraud desenterrado

César Hildebrandt

Javier Heraud había nacido seis años antes que yo, así que cuando se murió de treinta balazos disparados por la Guardia Civil yo tenía quince años, estaba en el colegio militar Leoncio Prado y apenas me enteré del ­asunto.

Dos años después, sin embargo, liberado de la ceguera que imponía el colegio, leí a Heraud, quise a Heraud y juré que jamás lo olvidaría.

Más tarde, en “Caretas”, cuando entrevisté a su familia para una nota, percibí que a ellos –sus padres, su hermana– lo que había hecho Heraud les parecía romántico y suicida pero no heroico.

Heraud era mellizo generacional de César Calvo, con quien compartió el premio “El poeta joven del Perú”. Pero mientras a César lo habían secuestrado las palabras y las mujeres –en ese orden–, a Javier lo raptaron las ideas.

Había estudiado en el “Markham”, donde siempre fue uno de los primeros, y había ingresado a la Católica con el primer puesto en Letras. Era buenmozo sin remordimientos, talentoso hasta la precocidad, tierno y buenazo hasta la pared de enfrente.

Con “El viaje” había ganado un premio –en esa época los premios no se daban al toma que te doy– y con “El río”, en 1960, había sorprendido a la crítica. Su poesía tenía mucho de agua limpia que discurre y ­alimenta y a mí lo primero que me impactó fue la limpia de retórica que Heraud había hecho con sus textos. Heraud no quería escribir para impresionar y por eso impresionaba, no aspiraba a ser citado y por eso llamó tanto la atención y no quiso hacer poesía social al uso en los cincuenta y por eso sus poemas tenían la serenidad geográfica de un mundo que él no parecía crear sino descubrir al mismo tiempo que sus lectores. Y por todo eso era casi imposible ­aceptar que el autor de “El río” tenía apenas 18 años. Sólo la poesía francesa había producido precipitaciones tan magníficas.

Todo en Javier fue vértigo impaciente. Fue profesor de inglés y lenguaje a los 17 ­años, apenas salido del colegio, y teacher en el Guadalupe a los 18. Y habiendo ingresado a la Católica se matricula también en San Marcos, donde empezaría sin ganas ­una carrera que sólo podía hacerlo infeliz: la abogacía.

La revolución cubana tronaba en sus oídos, los movimientos anticoloniales cantaban himnos y ganaban guerras, a Jacobo Arbenz lo había depuesto la CIA hacía seis ­años, Juan Bosch estaba a punto de gobernar República Domicana –la CIA lo sacaría del poder siete meses después y luego Lyndon Johnson enviaría 50,000 hombres para respaldar al mequetrefe de Balaguer–, a Jesús Galíndez no le encontraban el cadáver, a Patricio Lumumba ya lo habían empezado a matar entre belgas y norteamericanos, y por todas partes los jóvenes peleaban para que el mundo fuese más de Gramsci que de Mussolini, más de los justos que de los esbirros.

Así que Heraud se fue a la Unión Soviética, invitado; a París, por gracia de unos amigos próximos al socialprogresismo peruano –al que Heraud se había adscrito–; y a Cuba, invitado por el régimen que en ese momento parecía encarnar todas las virtudes y carecer de todos los defectos.

De regreso, Javier no pudo ser el mismo. ¿Le mortificaba la conciencia haber sido un niño de clase media al que nada le faltó? ¿Lo envenenaba esa culpa gratuita que persiguió a Vallejo, cuya tumba parisina había visitado? ¿Lo convencieron los argumentos del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, una escisión temprana del Apra decidida a imponer por la fuerza un modelo de sociedad más próximo a los valores de la civilización? ¿Fue engatusado –como dicen los mezquinos y los parásitos de las becas– por astutos camaradas que lo llevaron al suicidio?

Lo que se sabe es que el 15 de mayo de 1963 Javier Heraud está huyendo de un destacamento policial que ha dado con su paradero de guerrillero perdido en medio de la selva. Heraud y Alain Elías, que sobreviviría milagrosamente, van corriente abajo por el río Madre de Dios cuando los policías los avistan. Los primeros testigos –los que valen– dijeron que, viéndose perdidos, uno de ellos mostró y agitó algo blanco en señal de rendición. Pero ya en 1963 era difícil rendirse en el Perú. Los policías dispararon sus FAL calibre 7.62. Al cadáver de Heraud le contaron, para el protocolo de la morgue, 29 impactos. “El río” se había ensangrentado para siempre. El poeta caudaloso y el guerrillero estupefacto desaparecieron. Y la consigna de la Caverna peruana –o sea la derecha analfa que lee sus periódicos y sigue siendo analfa– ha sido silenciar a Heraud, prohibir su entrada a los parnasos a los que él jamás hubiese querido entrar.

Ayer, en una silenciosa ceremonia de tono familiar, lo que quedaba de Heraud fue trasladado del cementerio “Los Pioneros”, en Puerto Maldonado, a los Jardines de la Paz, en Lima. Allí están sitos sus huesos, junto a los de su padre y 45 años después de la tragedia.

Si Javier hubiese tenido las prerrogativas de Cristo y hubiese resucitado ayer, en plena ceremonia, podría haber repetido las palabras de otro gran poeta odiado por la Caverna española –o sea la casa matriz de los de ­aquí–: Gabriel Celaya:

“Pensadlo: ser poeta no es decirse a sí mismo.

Es asumir la pena de todo lo existente,

es hablar por los otros, es cargar con el peso

mortal de lo no dicho, contar años por siglos,

ser cualquiera o ser nadie, ser la voz ambulante

que recorre los limbos procurando poblarlos”.


Fuente : Diario La Primera