Entrevista al último virrey
Aquel fue el momento más trágico de nuestra historia republicana. Andrés Avelino Cáceres había sido derrotado, el 10 de julio de 1883, en Huamachuco. En Lima, desde Palacio de Gobierno, el comandante en jefe del Ejército de Ocupación, Patricio Lynch, gobernaba el país.
Aquí, sin ninguna oposición, preparaba los términos que llevarían a la rendición del Perú y al Tratado de Ancón. Tales eran su poder y su influencia en aquellos momentos que inclusive aceptó conceder una entrevista al diario norteamericano The New York Herald. En Chile lo llamaban el último Virrey del Perú.
Aquel fue el momento más trágico de nuestra historia republicana. Andrés Avelino Cáceres había sido derrotado, el 10 de julio de 1883, en Huamachuco. En Lima, desde Palacio de Gobierno, el comandante en jefe del Ejército de Ocupación, Patricio Lynch, gobernaba el país.
Aquí, sin ninguna oposición, preparaba los términos que llevarían a la rendición del Perú y al Tratado de Ancón. Tales eran su poder y su influencia en aquellos momentos que inclusive aceptó conceder una entrevista al diario norteamericano The New York Herald. En Chile lo llamaban el último Virrey del Perú.
La entrevista, de la que transcribiremos buena parte, por momentos podrá sorprendernos por la admiración que parece profesar el corresponsal norteamericano a Patricio Lynch y que difiere del recuerdo sanguinario que conservamos los peruanos del almirante chileno por las responsabilidades que desempeñó durante el saqueo al norte del Perú en 1880 y la ocupación de Lima a partir de 1881
Sin embargo, no olvidemos que la entrevista es realizada por un periodista ajeno a la causa del Perú y también sorprendido por el hecho de que Lynch converse con él en inglés. Durante su juventud Patricio Lynch había servido en la marina de guerra británica durante las guerras del opio en China, siendo inclusive condecorado por la conducta que demostró en aquella ocasión.
El corresponsal, cuyo nombre no quedó consignado junto al texto, comienza su artículo explicando cómo se vivía en Lima en aquellos días. Afirmaba que para muchos militares y personal civil chileno el tener que abandonar el Perú sería algo que podrían inclusive lamentar.
Puede ser, respecto a la horda de empleados civiles chilenos que están apercibiendo los derechos municipales o de Aduana, que pocos de ellos son de mucha capacidad y que difícilmente podrían ganar en su país lo que obtienen en el Perú, que consiguen cincuenta o setenta y cinco por ciento más de lo que se paga en Chile por iguales "colocaciones" y que estarán apurados para conseguir empleos cuando cesen sus actuales ocupaciones.
Y puede ser que respecto a los quince mil hombres que Chile mantiene al norte de Arica, el hecho de que se les dá "gratificaciones" votadas con liberalidad, en adición a la paga ordinaria; que el servicio de guarniciones, es agradable; que las expediciones al interior, tan duras (como la última contra Cáceres) a las que el almirante Lynch les obliga a veces, no son de frecuente ocurrencia.
EL PALACIO DE LOS VIRREYES
Sobre Palacio de Gobierno se comenta lo siguiente:
Es un edificio extenso, irregular, sin carácter, de varias clases de arquitectura y diversas épocas; siendo una parte del tiempo de Francisco Pizarro.
La entrevista se realiza en el cuarto particular de recibo de Lynch.
Un cuarto con tapicería de color oscuro y tomando vista sobre la calle del Palacio, que conduce de la Plaza al antiguo Puente de Piedra construido sobre el Rímac… Esto era parte de los departamentos que ocupaban los presidentes del Perú y de donde el dictador Piérola huyó con tanta prisa después de la batalla de Miraflores.
Al momento de conocer a Patricio Lynch, el corresponsal norteamericano lo describió de la siguiente manera:
A pesar de tener más de sesenta años el Almirante, tiene un semblante tan elástico, una cara tan poco arrugada y gastada y maneras tan poco afectadas, que es imposible atribuirle su edad, ni con quince años de diferencia. Su cabello corto y negro no está todavía mezclado con canas, ni tampoco su tupido y recortado bigote, y sus negros ojos son tan vivos como en la juventud. La elegancia de su figura produce una impresión, que hace creérsele más alto de lo que en realidad es. Lo encontré esa mañana llevando el uniforme de la marina chilena (que se asemeja al nuestro) y sentado delante de su escritorio.
Preparando su cigarrillo y moviendo un montón de documentos que cubría la mesa, dirigió su atención hacia el borrador de una carta que en el vapor pasado había dirigido al señor don Joaquín Godoy, ministro de Chile en Washington, relativo a la batalla de Huamachuco y sus probables consecuencias políticas.
Habiéndole preguntado al Almirante cuál era su opinión sobre el poder de recuperación del Perú, me contestó:
–La condición actual del país no es ciertamente de prosperidad; pero considerando el grado y la duración de su desorganización política interna, que su Capital y sus puertos han sido ocupados militarmente por más de dos años y medio, su comercio y su industria se han sostenido admirablemente. Esto es debido sin duda y en gran parte al fuerte elemento extranjero en el Perú y me atrevo a decir también a lo correcto de la administración chilena.
Artículo completo en:
http://www.larepublica.com.pe/content/view/229232/